Infante Chaves, Facundo María. Villanueva del Fresno (Badajoz), 19.II.1790 – Madrid, 27.XII.1873. Militar y político.
Hijo de la familia acomodada y de ascendencia hidalga formada por los badajocenses Juan Infante Quiroga y Catalina Laurido Chaves. Fue la Guerra de la Independencia la que cambió su rumbo profesional iniciado, haciéndole seguir la carrera militar. En efecto, tras superar los primeros estudios en Badajoz, estaba cursando la licenciatura de Derecho en la Universidad de Sevilla cuando estalló el conflicto. De forma inmediata se presentó ante la junta establecida en esa capital extremeña y, alistándose al entonces creado Regimiento de Leales de Fernando VII, en septiembre de 1808, por su nivel de instrucción, fue nombrado subteniente.
Con este rango y desde octubre del siguiente año, tras la brillante actuación en julio en la batalla de Talavera de la Reina, con el de teniente, se mantuvo en ese cuerpo hasta que en septiembre de 1810, con la retirada a la Isla de León ante el avance francés, fue disuelto. Con el nuevo Regimiento de Infantería de Irlanda, al que fue destinado, concurrió durante 1811 a distintas acciones y, distinguiéndose en las de Chiclana, Moguer y Albuera, en mayo fue ascendido a capitán en el Regimiento de Infantería de Zamora.
Marchando seguidamente a la zona de Levante, de las campañas en las que intervino, destaca la del sitio de Valencia, donde con su capitulación a principios de 1812 fue hecho prisionero. Sin embargo, fugándose al cabo de dos meses, pudo incorporarse a su regimiento en la Isla de León y participar con él en agosto en la reconquista de Sevilla. Finalmente, integrada su unidad en el 3.er ejército, en 1813 intervino en las acciones de los puertos de Cárcel y de Ollería, así como en los bloqueos de Tarragona y Tortosa, y en 1814 participó en las operaciones de expulsión de las tropas galas, llegando hasta Olerón en Francia.
Todo indica que Facundo Infante era uno de los que esperaba que, al triunfo de la guerra, le hubiera acompañado el de la revolución liberal diseñada por la Constitución de Cádiz. De ahí que la abolición de ésta y el retorno al absolutismo que supuso la vuelta de Fernando VII no pudieron por menos que contrariarle.
Así, a pesar de que se le reconociera su actuación en el conflicto bélico mediante la concesión de distintas cruces por las campañas en las que destacó (a las que sumó en 1835 la de San Fernando de 1.ª Clase por la acción de Moguer) y el abono de seis años en su hoja de servicios.
Aunque se le destinara en abril de 1816 al nuevo Regimiento de Zapadores, Minadores y Pontoneros sito en Alcalá de Henares (Madrid), nombrándole en mayo del siguiente año capitán de la Compañía de Caballeros Cadetes, e inmediatamente contrajera matrimonio con María Dolores Sánchez Valverde, no cejó en su empeño por el cambio político. De esta manera, opuesto al régimen, en agosto de 1819 tuvo que exiliarse a Francia y en marzo de 1820 se sumó en San Fernando (Cádiz) al plantel de oficiales del ejército sublevado a favor de la Constitución de 1812.
Abierto el Trienio Liberal con el éxito de ese pronunciamiento, en agosto tuvo la confirmación del grado de teniente coronel en la plaza de 1.er ayudante del Estado Mayor General, que le había conferido la Junta revolucionaria establecida en esa ciudad. Este cargo lo simultaneó, desde las elecciones de diciembre de 1821, con el de diputado por Extremadura para la legislatura de 1822-1823. En el primer período de sesiones ostentó la secretaría y, descollando su labor en la comisión y debates sobre el ejército y procedimientos militares, se decantó por el liberalismo radical, de forma palmaria con la rebelión absolutista de la guardia real de Madrid en julio de 1822. Tras coadyuvar señaladamente en su neutralización (reportándole la correspondiente condecoración y declaración de Benemérito de la Patria) y a continuación en la de las partidas realistas de la provincia de Toledo, en el siguiente período de sesiones tuvo una notoria intervención en la comisión encargada de la formación de las ordenanzas del Ejército, abogando por su constitucionalización y supeditación al poder político. Ya, con la invasión del ejército francés de los Cien Mil Hijos de San Luis, siguió a las autoridades liberales en su desplazamiento a Andalucía y, asumiendo desde mayo de 1823 la subinspección de los contingentes de infantería y de la milicia nacional de acantonados en San Fernando (Cádiz), se significó en la defensa de la legalidad constitucional.
Por ello, con la implacable represión que acompañó al inmediato retorno al absolutismo, fue condenado a una pena de muerte y a otra por haber sido uno de los diputados firmantes de la incapacitación temporal de Fernando VII. No fueron efectivas, porque Facundo Infante pudo refugiarse en Gibraltar. Desde aquí, en unión de otros comprometidos liberales, como Antonio González, el compañero de armas Antonio Seoane y el hermano de éste, José, se dirigió, vía Brasil, a Perú.
Este territorio era el único que no se había emancipado, pero estaba bajo la hegemonía de los realistas, razón por la que, a su llegada al departamento de Santa Cruz en septiembre de 1824, fue arrestado. En diciembre, con el desconcierto ocasionado por la batalla de Ayacucho, logró fugarse, y ya con la independencia de Bolivia, desde mayo de 1826 hasta junio de 1828, durante la presidencia de la República del general Antonio José Sucre, ocupó la cartera de Gobernación, al cumplirse la condición requerida de salvaguarda de la integridad de los ciudadanos e intereses españoles.
Concluida la segunda etapa del absolutismo fernandino y recién estrenado en abril de 1834, bajo la regencia de María Cristina, el tiempo del Estatuto Real, Facundo Infante regresó a España. Pues bien, en octubre, el moderantismo gobernante, a la par que le amnistiaba, le reintegraba al servicio activo, nombrándole jefe interino de la plana mayor del ejército de Valencia.
Un puesto transitorio para el cambio a un destino más comprometido, fue el que se le confirió en diciembre de gobernador civil de Soria. No defraudó, ya que bajo su mando se redujo sobremanera en esta provincia la presencia e influencia de los carlistas, y por ello fue recompensado en abril de 1835 con el ascenso a coronel y el empleo de oficial 7.º de la clase de cuartos en las oficinas centrales del Ministerio de la Guerra en Madrid, encargándose de la sección de campaña.
Pero la verdadera recuperación de posiciones de Facundo Infante se produjo cuando, tras una secuencia de movilizaciones populares, en septiembre los progresistas liderados por Juan Álvarez Mendizábal asumieron el poder. Inmediatamente, primero con carácter interino y desde octubre en propiedad, se puso al frente de la subsecretaría del Ministerio de la Guerra.
Además, encargándose de organizar la célebre “quinta de los 100.000”, en los comicios de febrero de 1836 fue elegido procurador por Badajoz. Así, con una ya clara adscripción al progresismo, Facundo Infante se enfrentó a la sustitución en mayo del Ejecutivo del promotor de la desamortización eclesiástica por el del moderado Francisco Javier Istúriz, renunciando al cargo de subsecretario, y se congratuló del éxito de nuevo desarrollo revolucionario del verano de 1836, que trajo consigo en agosto la restauración provisional de la Constitución gaditana.
La vuelta a la cúspide del liberalismo avanzado, que de aquí derivó, reportó al militar extremeño una indiscutible promoción de su carrera pública. Así, en septiembre fue ascendido a brigadier y seguidamente se le nombró gobernador militar de Madrid con el puesto de 2.º cabo de Castilla la Nueva. Lo abandonó transitoriamente entre el 22 de marzo y 16 de junio de 1837 cuando, por enfermedad de Ildefonso Díez de Rivera, conde de Almodóvar, asumió interinamente la titularidad del Ministerio de la Guerra en el gobierno de José María Calatrava. Además, ambos cargos, con cometidos acrecentados como consecuencia de la “expedición real” carlista, los ejerció a la par que una intensa labor parlamentaria en las Cortes Constituyentes, desarrollada desde el escaño logrado por su provincia natal.
Facundo Infante, que apoyó las bases para la reforma y Código transaccional resultante, se vio sorprendido, como el resto de sus correligionarios, por el triunfo alcanzado por los moderados en las elecciones legislativas de octubre de 1837. Conservó por “su distrito” el escaño en el Congreso, si bien gracias a la renuncia de uno de los titulares, ya que sólo pudo conseguir acta de diputado suplente, pero el ascenso de los conservadores acabó significando en diciembre su salida del Gobierno militar de la capital. De esta forma, sentado a lo largo de la legislatura en los bancos de la oposición parlamentaria y en situación de cuartel, se mantuvo hasta abril de 1839, cuando el entonces ministro de la Guerra del gabinete moderado de Evaristo Pérez de Castro, el general esparterista Isidro Alaix, le nombró 2.º cabo de la Capitanía General de Valencia.
Involucrado en la lucha contra las partidas carlistas de la zona levantina, por cuya destacada actuación se le concedió la Cruz de caballero de San Fernando de 3.ª Clase, no pudo ocupar el escaño en el Congreso logrado por Badajoz en las elecciones de agosto. Se lo impidió la corta duración de la legislatura, que redujo sus sesiones al mínimo, debido a la situación de minoría en la que desde estos comicios se encontró ese ejecutivo conservador. Para lograr la mayoría necesaria en las nuevas elecciones, convocadas para enero de 1840, este gobierno utilizó todos los recursos a su alcance en aras a neutralizar a los progresistas. Pues bien, dado que Facundo Infante era candidato de esta fuerza política al Senado por Castellón de la Plana, para impedir su éxito e influencia fue cesado del cargo militar por el nuevo titular del ramo, el general moderado Francisco Narváez.
En este caso, la presión no fue suficiente, porque el militar extremeño alcanzó el acta de senador, en cambio sí en otros muchos, ya que se consiguió el respaldo parlamentario buscado. Con él, además, lo que se pretendía era modificar restrictivamente el sistema político mediante una serie de proyectos de ley. Entre ellos se encontraba el referido al régimen municipal que, con el objeto de poner fin al predominio progresista en las instituciones locales, se acabó convirtiendo en el elemento del enfrentamiento en toda regla entre este partido y el gobernante moderado, y de las autoridades que, respectivamente, les respaldaban, el general Baldomero Espartero y la Reina Gobernadora. Esta pugna generó durante el verano, a la par que una creciente movilización popular alentada por los progresistas, una situación de impasse político, que se tradujo en una sucesión de gabinetes. En el último de ellos, en el presidido desde el 11 de septiembre por el progresista Vicente Sancho, Facundo Infante, que seis días antes había sido ascendido a mariscal, apareció como ministro de la Guerra. Pero al no contar con el aval de la Junta provisional de Madrid, gran directora del ya triunfante movimiento insurreccional, se quedó en un simple gobierno de la Gaceta, que el 16 fue reemplazado por el liderado por Baldomero Espartero.
El trienio de hegemonía progresista entonces iniciado, y reafirmado con la renuncia de María Cristina a la Regencia, significó para Facundo Infante, dada su estrecha vinculación con ese general dentro del grupo de militar de los llamados “ayacuchos”, el apogeo de su carrera pública. Así, manteniendo el escaño en el Senado, en noviembre, tras ser integrado en la comisión establecida en el Ministerio de Gracia y Justicia para el examen y estudio de las causas políticas, fue nombrado gobernador militar de Barcelona y 2.º cabo de la Capitanía de Cataluña, asumiendo a la par en comisión entre enero y abril de 1841 la jefatura política de esta Ciudad Condal. A continuación, formando parte en la Cámara Alta de la comisión relativa a disposiciones reglamentarias y juramento de la Regencia, y figurando entre los principales adalides de su exclusiva asunción por Baldomero Espartero, en el Ejecutivo formado el 21 de mayo por su gran amigo, Antonio González, se encargó del Ministerio de la Gobernación. Después de que por ello tuviera que pasar de nuevo por las urnas en julio y revalidara el acta de senador por la provincia levantina, en octubre, junto al ministro de la Guerra, acompañó al regente en la expedición militar a las provincias vascas para sofocar el alzamiento conservador, siendo reemplazado interinamente desde el 18 del mencionado mes hasta el 25 de noviembre por el titular de Gracia y Justicia, José Alonso Ruiz de Conejares. Avalada la homologación de esos territorios forales al régimen común, ya en Madrid destaca la presentación de sendos proyectos de ley sobre organización y atribuciones de los ayuntamientos, y de las diputaciones provinciales y gobiernos políticos con los que, sustituyendo a la vigente normativa de febrero de 1823, se quería armonizar la Administración local con el ordenamiento constitucional. Pero no pudieron prosperar porque, complicado su departamento ministerial en la política draconiana de orden público, Facundo Infante no fue ajeno a la desautorización realizada al conjunto del Ejecutivo por el voto de censura aprobado en mayo de 1842 en el Congreso. Esto provocó la dimisión en bloque del Gabinete, que fue efectiva el 17 de junio.
Pasando a situación de cuartel en Madrid, a partir de entonces, el militar extremeño se convirtió en uno de los más firmes baluartes del regente y de sus gobiernos. Con tal objeto, se sumó a la asociación de sus más conspicuos seguidores, creada por Antonio González, Unión de Amigos Fieles, pero sobre todo contribuyó a la afirmación del apoyo parlamentario del Senado frente a la creciente oposición del Congreso. Colaboró a contrarrestarla en comicios de marzo de 1843 dentro del comité electoral esparterista y, una vez que no se consiguió, reafirmando la posición de la Cámara Alta desde el puesto de secretario, alcanzado en abril. Nombrado en junio capitán general de Granada, se enfrentó al movimiento insurreccional antiesparterista, hasta que su triunfo al siguiente mes puso fin a la Regencia del duque de la Victoria. Por ello, Facundo Infante sufrió la misma suerte de éste: en agosto se exilió en Portugal.
Elegido diputado a Cortes por el distrito de Betanzos (La Coruña), en febrero de 1847 regresó. Entonces, iniciado ya el reinado efectivo de Isabel II y asentado con fuerza en el poder el Partido Moderado, se encontraba al frente de las riendas del Ejecutivo el sector más conciliador, el de los puritanos. Muy lejos de lo que podía esperarse, cuando este grupo fue sustituido por el de los moderados tibios liderado por el general Ramón María Narváez, Facundo Infante recuperó progresivamente espacios en la actividad pública.
En diciembre se le integró en la junta encargada de redactar el proyecto de ley para fijar los ascensos en el Ejército y, a pesar de haberse opuesto en el Congreso a la ley de poderes excepcionales solicitada por el duque de Valencia, en marzo de 1848 se le confirió el grado de teniente general. Más aún en 1849, ya que en junio fue nombrado consejero real, y en octubre senador vitalicio, y en 1850, porque en enero se le concedió la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, que cinco años después sería pensionada.
De nuevo, con el agotamiento de la década moderada, vendrían las penas. En diciembre de 1852 era apartado del Consejo Real y, tras significarse al siguiente en la Cámara Alta en la denuncia de la corrupta política de concesiones ferroviarias, como ocurriera a otros ilustres próceres y generales, en enero de 1854 fue desterrado a Palma de Mallorca. Aquí fue donde recibió en julio, ya que no participó, el triunfo de la Vilcavarada que, llevando al poder a sus amigos políticos, inmediatamente le supuso el encargo de la Capitanía General de las Islas Baleares y la presidencia de la Junta establecida en su capital.
A continuación, con la vuelta de Baldomero Espartero a tomar las riendas del Ejecutivo, si bien ahora mitigado con la presencia del general moderado templado Leopoldo O’Donnell, se abrió para Facundo Infante todo un abanico de posibilidades. Así lo evidenció a su llegada a finales de agosto a Madrid, donde, a la par que renunciaba al puesto de embajador en Roma y asumía la presidencia de la comisión creada para el examen de los expedientes de ferrocarriles y de proponer medidas a fin de corregir los excesos e ilegalidades de que adolecían, se ponía al frente de la Inspección General de Guardia Civil.
No eran buenos tiempos para este instituto, porque su creación por los moderados y la defensa de la legalidad durante las movilizaciones del verano, le pusieron en entredicho con la nueva situación progresista.
Pues bien, el sucesor del duque de Ahumada defendió la continuidad y profesionalidad de los efectivos del cuerpo ante el Ministerio de la Gobernación y en el Congreso. Aquí, donde en las elecciones de noviembre logró acta de diputado por su provincia natal (también fue electo por Baleares), desde enero de 1855 desempeñó la presidencia. Dada la atenuación de su ideario progresista, esta investidura le colocó en una posición delicada, cuando en julio de 1856 se rompió el acuerdo entre esos dos generales, que resolvió respetando la fidelidad a Baldomero Espartero, es decir, dimitiendo, al igual que él, del cargo de director de la Benemérita y apoyando en las Cortes la moción de desconfianza al nuevo Gobierno de Leopoldo O’Donnell, para después seguir los pasos de éste dentro de la Unión Liberal.
Así ocurrió, tras el bienio moderado, que le restituyó la dignidad senatorial, cuando el conglomerado de progresistas y moderados templados que conformaban ese partido bajo la égida de ese general estuvo en el poder. Durante la primera etapa de 1858 a 1863, el ya anciano militar extremeño, además de ser miembro, desde su creación en julio de 1858, de la Junta Superior Consultiva de Guerra, fue, primero, a partir de diciembre de 1859, vocal en la clase de generales del Consejo de Gobierno y Administración del Fondo de Redención y Enganches del Servicio Militar, y, después, desde agosto de 1860, consejero de Estado, asumiendo a partir de marzo de 1862 la presidencia de la sección de Guerra y Marina. En la segunda etapa más corta de 1865 a 1866, aparte de recuperar en junio del primer año el último destino, fue desde noviembre vocal de la junta creada para informar acerca de las reformas que debían hacerse en la legislación de Cuba y Puerto Rico, y desde mayo de 1866 presidente de la comisión encargada de reformar los reglamentos de la Guardia Civil, a fin de conferirle el servicio de seguridad rural y forestal.
Discrepando del autoritarismo moderado implantado a partir del verano de 1866, abandonó el Consejo de Estado y apoyó, si bien no participó, al sector de la Unión Liberal que, tras la muerte de Leopoldo O’Donnell, se sumó a las fuerzas que finalmente en septiembre de 1868 protagonizaron la revolución que puso fin a la Monarquía isabelina. Por ello, a pesar de su avanzada edad, los hombres del sexenio democrático contaron con sus servicios. Así, en octubre se le elevó a la presidencia del Consejo de Redención de Enganches, pasando a ocupar a partir de junio de 1872 el puesto de director general del Cuerpo y Cuartel de Inválidos, además de desempeñar, desde las elecciones de marzo de 1871, el cargo de senador por Badajoz. Finalmente, superado el tiempo de la Monarquía amadeísta y en el momento de agotamiento de la Primera República, el 27 de diciembre de 1873, en el domicilio de Madrid de su única hija Eugenia, se apagó la vida de Facundo Infante, siendo enterrado tres días después en el Panteón de Hombres Ilustres de la basílica de Atocha de la capital.
En la dilatada biografía de este militar y político extremeño también hubo un capítulo dedicado a la actividad literaria y a colmar las inquietudes intelectuales.
De la primera deben señalarse, cuando menos, su labor como redactor durante el Trienio Liberal del periódico El Espectador y la elaboración con Pedro Quijana de un diario del sitio de Gerona durante la Guerra de la Independencia, que contó, en octubre de 1865, con el agradecimiento formal del Ministerio de la Guerra. De la segunda debe mencionarse su participación en diferentes corporaciones científicas y artísticas, como el Ateneo Científico, Literario y Artístico madrileño, la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando (en la que en 1842 fue elegido académico de honor), la Numantina (de la que fue también miembro honorario) y distintas Sociedades de Amigos del País.
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Javier Pérez Núñez