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Antonio López del Piélago y López de Lamadrid

Biografía

López del Piélago y López de Lamadrid, Antonio. Marqués de Comillas (I). Comillas (Cantabria), 12.IV.1817 – Barcelona, 16.I.1883. Naviero y banquero, senador, Grande de España.

Nacido en una familia de escasos recursos económicos, Antonio López marchó en su infancia de su localidad natal para emplearse en un pequeño establecimiento comercial en Lebrija (Sevilla). Años más tarde abandonó la Península para instalarse en Cuba con la intención de “hacer las Américas”. Dos años después de alcanzar la mayoría de edad, en marzo de 1844, López se inscribió en la matrícula de comerciantes de Santiago de Cuba, ciudad en la que llegó a abrir diversas tiendas al detall, a veces en asociación con diferentes hombres de negocio, tanto de dicha ciudad como de Guantánamo.

En noviembre de 1848, Antonio López se casó con una joven criolla nacida en Cuba, aunque hija de un catalán, Luisa Bru Lassús. El enlace se celebró, de hecho, en Barcelona, adonde había regresado su familia política tras haber hecho fortuna en la mayor de las Antillas. A partir de entonces, su suegro financió las diferentes iniciativas empresariales que López quiso acometer en el oriente de Cuba. El de Comillas consiguió, en primera instancia, licencia para establecer un servicio oficial de conducción de pasaje entre las ciudades de Guantánamo y de Santiago de Cuba, para el cual mandó construir un vapor, al que bautizó General Armero, el primer vapor de hélice de la marina mercante española. También fue entonces cuando pasó a dedicarse más intensamente a la compra-venta de esclavos. Su cuñado Francisco Bru, empleado suyo en aquellas fechas, le acusaría años más tarde de haber utilizado precisamente el vapor General Armero para introducir en la isla las personas esclavizadas llegadas a bordo de diversos veleros desde las costas africanas. Por otro lado, López y sus socios compraron cuatro ingenios de producir azúcar —bautizados San José de las Yaguas, Armonía, Santa Ana y San José de Naranjo— así como cuatro cafetales —nombrados Dulce Unión, Pilón, Soledad y Carmen— ubicados todos en la zona oriental de la isla.

El terremoto sufrido en la región, en agosto de 1852, así como la epidemia de cólera registrada a continuación empujaron a la mujer de López a regresar a Cataluña, con sus tres hijos mayores. En Barcelona tuvo a su cuarto hijo, Claudio López Bru, que vio la luz el 18 de mayo de 1853. Al poco tiempo, Antonio López siguió a su familia e instaló su residencia, probablemente en 1855, en la capital catalana. Tras una fecunda etapa en Santiago de Cuba, regresaba de la isla con un cuantioso capital, así como con diferentes proyectos empresariales en la cabeza.

El más importante de todos consistía en la creación de una compañía naviera dedicada a la explotación de diferentes buques de vapor. Acompañado de tres de sus socios de Cuba, que regresaron, como él, a España poco antes, así como por dos hermanos de éstos, López constituyó, en enero de 1857, la firma A. López y Cía., dedicada principalmente a la navegación a vapor. En una primera etapa, sus buques navegaron en una línea regular que comunicaba Marsella y Cádiz, con escala en los puertos intermedios pero, a partir de su participación en la guerra de África (noviembre de 1859-abril de 1860), la naviera A. López y Cía. se vio recompensada en octubre de 1861 con el contrato oficial de conducción del correo y del Ejército desde la Península a las colonias españolas en las Antillas: Cuba, Puerto Rico y, entonces también, Santo Domingo. Éste resultó ser el gran contrato de su vida. Un contrato que la naviera fue prorrogando y reeditando en diferentes momentos y que proporcionó a los López notables ganancias.

Desde Barcelona, Antonio López amplió su horizonte empresarial con su participación en otros negocios: en 1863, por ejemplo, se destacó en la creación de un nuevo banco, denominado Crédito Mercantil, del cual se convirtió enseguida en vicepresidente y en su principal accionista. Esta nueva entidad financió la construcción de la línea ferroviaria que unía las capitales catalana y aragonesa, lo cual convirtió a López en miembro del Consejo de Administración de la Compañía del Ferrocarril de Zaragoza a Pamplona y Barcelona. Tras la absorción de esta compañía, en 1878, por la principal firma ferroviaria española, Norte, el de Comillas asumió entonces la condición de vicepresidente de la misma. López participó, por otro lado, en diferentes negocios inmobiliarios, tanto en la propia capital catalana como en la ciudad de Madrid mientras que se convertía, paralelamente, en el primer vicepresidente del Círculo Hispano Ultramarino de Barcelona, un grupo de presión creado en 1871 para evitar los cambios en el status quo colonial que anunciaban los políticos españoles durante el sexenio revolucionario. A partir de entonces, López se convirtió en un firme baluarte del alfonsismo en Cataluña, participando discretamente en la apuesta por la Restauración de los Borbones. De hecho, la edad dorada para sus negocios le llegó a Antonio López, precisamente, con la entronización de Alfonso XII como monarca.

En el verano de 1876, el Gobierno Cánovas le recompensó al contratar directamente con él un empréstito de 125.000.000 de pesetas destinadas a financiar el transporte de tropas y las operaciones militares del Ejército español en Cuba en las últimas fases de la Guerra de los Diez Años (1868-1878). De dicho empréstito nació entonces el Hispano Colonial, un banco de negocios presidido desde su fundación por el de Comillas. Dos años después, en 1878, el Ministerio de Ultramar otorgó de nuevo a la naviera A. López y Cía. el servicio oficial de las Antillas mientras que el joven rey, Alfonso XII, le concedía a Antonio López el título de marqués de Comillas. Fue también en 1878 cuando López decidió financiar la publicación de L’Atlántida, una creación poética de Jacinto Verdaguer, sacerdote particular de la familia, composición que había ganado los Juegos Florales y que se había convertido rápidamente en una obra de gran relevancia en la historia de la literatura catalana. A raíz de la concesión del marquesado de Comillas, López decidió convertir su villa natal en el escaparate de su ascenso social y de su prestigio, encargando en primera instancia la construcción de una capilla-panteón y haciendo de Comillas un selecto centro de veraneo.

Paralelamente, López convirtió al Banco Hispano Colonial en la plataforma financiera que soportó la creación del mayor grupo empresarial español a finales del siglo XIX: creó la aseguradora La Previsión (integrada años más tarde en la aseguradora Banco Vitalicio); transformó la firma A. López y Cía. en una sociedad anónima, la Compañía Transatlántica, la cual fue hasta 1920 la principal naviera española; fundó en 1881 la Compañía General de Tabacos de Filipinas, empresa que nació para aprovechar la privatización de la renta del tabaco en el archipiélago filipino; participó en la fundación del Crédito General de Ferrocarriles a la par que negociaba la compra de unas minas de carbón en Asturias, precedente de la futura Sociedad Hullera Española.

Buena parte de estos proyectos se desarrollaron a lo largo de 1881, conocido en la historia económica catalana como el año de la febre d’or (fiebre del oro); año en el que, por otro lado, la propia Familia Real, con Alfonso XII a la cabeza, optaron por veranear en la residencia de los López en Comillas. La experiencia fue tan grata que el Monarca le añadió al título de marqués, en 1881, la Grandeza de España, y volvió a veranear en Comillas un año después, en 1882. La estancia real coincidió con el inicio de las obras para la construcción de un imponente palacio, denominado de Sobrellano, que acabaría albergando las ulteriores estancias de la familia López y de sus invitados en Comillas. Mientras tanto, Antonio López aceptó el ofrecimiento de miembros de la Compañía de Jesús para ubicar en su villa natal un seminario regido por dicha Orden, embrión de la futura Universidad Pontificia de Comillas.

La muerte de Antonio López, acaecida en enero de 1883, le impidió ver culminados muchos de sus proyectos, como el del propio seminario. Le correspondió a su hijo, Claudio López Bru, II marqués de Comillas, continuar su actividad pública y empresarial, así como completar otros proyectos apenas esbozados por su padre.

 

Bibl.: Homenaje que la ciudad de Barcelona tributó a la memoria del Excmo. Sr. D. Antonio López y López, Marqués de Comillas, Barcelona, Imprenta Peninsular, 1883; Homenaje nacional a la memoria del Excmo. Sr. D. Antonio López y López, primer Marqués de Comillas, fallecido en Barcelona el día 16 de enero de 1883, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1883; J. A. del Río, El Excmo. Sr. D. Antonio López y López, primer Marqués de Comillas, Santander, Imprenta de Río Hermanos, 1883; F. Bru, La verdadera vida de Antonio López y López por su cuñado Francisco Bru, Barcelona, Tipografía de Leodegario Obradors, 1885; G. Maura, Duque de Maura, Pequeña historia de una grandeza. El marquesado de Comillas, Barcelona, José Porter, 1949; R. Celis Sánchez, Antonio López: primer marqués de Comillas, Casar de Periedo (Cantabria), Graf. Mgraff, 1999; M. Rodrigo y Alharilla, Los marqueses de Comillas, 1817-1925. Antonio y Claudio López, Madrid, LID Editorial Empresarial, 2000.

 

Martín Rodrigo Alharilla

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