Moncada y Moncada Francisco de. Marqués de Aytona (III). Valencia, 29.XII.1586 baut. – Gach (Alemania), 17.VIII.1635. Militar, historiador, gobernador de los Países Bajos.
Hijo primogénito y heredero de Gastón de Moncada y Gralla, II marqués de Aytona, virrey de Cerdeña (1590-1595), embajador en Roma (1606-1609) y virrey de Aragón (1609-1612), y Catalina de Moncada, baronesa de Callosa y Taberna. Fue bautizado el 29 de diciembre en la iglesia de San Esteban de Valencia.
El condado de Aytona se creó en 1536 por Carlos V para Juan de Moncada y Tolfa. Su hijo Francisco de Moncada y Folch de Cardona fue hecho marqués de Aytona por Felipe II en 1585. Francisco de Moncada y Moncada fue XI conde de Osona, VI conde de Marmilla, vizconde de Cabrera, Bas y Villamur, barón de Antillòn, Seròs, Mequinensa, Soses, Callosa e Tàrbena, VI barón de Llagostera, tesorero de Cataluña, y en 1626, tras la muerte de su padre, III marqués de Aytona.
Desde muy joven se inclinó hacia las letras, dominando el latín y el griego. Se puso al servicio de las armas en edad muy temprana. Casó en 1610 con Margarita d’Alagò-Espés Castro, marquesa de la Puebla de Castro y baronesa de Alfajarín, que murió en 1624.
El matrimonio tuvo cinco hijos. Catalina casó con Luis Guillermo de Moncada, V príncipe de Paterno.
La segunda fue María Magdalena, la tercera Estefanía, que casó con Joaquín de Centelles, marqués de Quirrà.
El cuarto fue Gastón (1614), que murió niño. El último fue Guillermo Ramón, que fue quien heredó el título como IV marqués de Ayona. Tras la muerte de su mujer, contrajo segundas nupcias en 1630 con Mencía de Guzmán, condesa de Villaverde.
A Francisco se le encomendaron misiones diplomáticas difíciles. En enero de 1622 fue enviado a Bruselas para testimoniar a la infanta Isabel Clara Eugenia las condolencias de Felipe IV por la muerte del archiduque Alberto de Austria, acaecida en julio de 1621.
Pero su comisión extraoficial tenía un sentido claramente militar, a propuesta del valido Olivares. Debía informarse sobre los asuntos del Palatinado, y conocer la situación de las principales plazas de los Países Bajos. Tras finalizar la Tregua de los Doce Años con los holandeses, a mediados de 1622, le ordenaron que inspeccionara las principales guarniciones militares.
Entre Ambrosio Espínola y Moncada hubo tensión por competencias militares. Permaneció en su puesto durante ocho meses, tras los cuales regresó a Madrid.
En 1623 recibió una misión en Cataluña para solucionar algunos conflictos surgidos por el nombramiento como virrey del obispo de Barcelona Juan de Sentís. En este año compuso el libro Expedición de los catalanes. En 1624 fue enviado como embajador a la Corte de Viena ante el emperador Fernando II.
Desde allí informó positivamente al conde duque de Olivares acerca de la persona de Wallenstein, a quien consideraba el hombre más leal que había conocido, amigo de los españoles y enemigo de los franceses.
Aytona tenía la misión de conseguir socorro militar.
En 1629 fue enviado de nuevo a Bruselas como embajador ante la infanta Isabel Clara Eugenia para sustituir al cardenal de la Cueva, destinado a Roma, con el fin de supervisar la administración militar, pues su presencia se hacía imprescindible. Debía mantener la autoridad real, supervisar a los ministros reales y terminar con la malversación de fondos. Fue partidario de conceder a los belgas mayor participación en la administración de los asuntos internos como único medio de conservar su lealtad. También propuso trasladar el Consejo de Flandes de Madrid a Bruselas. En 1630 fue nombrado comandante de la Armada, y dos años más tarde jefe supremo del Ejército. Gracias a los refuerzos provenientes del Palatinado logró parar el avance de las tropas de Federico Enrique, príncipe de Orange, debilitadas tras el asedio de Maastricht.
Desde finales de 1632 Moncada ocupó una posición privilegiada en el entorno de la infanta, autorizado desde el punto de vista político y militar, y prestó una asistencia global a Isabel Clara Eugenia durante 1633, por cuanto acumuló los cargos de embajador ordinario, gobernador de armas, y mayordomo mayor de la Casa Real de Bruselas. En diciembre de 1633 comunicó la muerte de la infanta, acaecida el 1 de diciembre, e hizo una relación de la crítica situación de Flandes, solicitando el urgente paso del cardenal-infante don Fernando, que debía dejar Cataluña. Fue nombrado gobernador interino de los Países Bajos hasta la llegada del cardenal-infante. Su principal cometido fue liberar la ciudad de Breda.
Durante su gobierno interino, entre diciembre de 1633 y noviembre de 1634, no sólo el cargo de gobernador de armas sino el de superintendente de la hacienda desaparecieron, y una vez que el cardenal infante asumió la capitanía general del ejército de Flandes, Aytona los ejerció hasta su muerte. En agosto de 1635 participó junto con Fernando en el sitio de Goch contra los holandeses y sus aliados franceses, donde murió tras breve enfermedad el día 12.
En 1623 publicó en Barcelona la obra Expedición de catalanes y aragoneses contra turcos y griegos, donde narra las hazañas de los aragoneses y catalanes en Oriente basándose en testimonios y crónicas de la época. Tuvo gran difusión en los siglos XVIII y XIX. Esta obra tiene el gran valor de utilizar a Muntaner, Gregoras (a quien no concede demasiado crédito) y a Paquimeres, e incluso cita a Demetrio Calcocondilis, cuyas versiones de los hechos contrasta. No se sabe, sin embargo, si los leyó en griego o latín. Pero cita la Historia del Cantacuseno, sacada a luz por el padre Pontano, probablemente Giovanni Pontano (1426-1503), autor de De bello neapolitano.
También cita a un cierto Nicetas cuando habla de los Vlacos de Tesalia y, por supuesto, en la parte final, cita a Jerónimo Zurita. La obra es una narración lineal, clara y bien contada, con la preocupación por determinar el grado de culpabilidad moral del conjunto de los mercenarios o de cada uno de sus cabecillas, así como el grado de “institucionalización” de sus actuaciones, es decir, las razones que llevaron en cada momento a pedir o rechazar la presencia de un miembro de la Casa Real de Aragón a través de Federico de Sicilia. Era un tema delicado por cuanto hubo mercenarios turcos que acompañaron a los catalanes hasta la misma Atenas y que ponerse en guerra contra el emperador Andrónico era desafiar a un estado cristiano.
Desde el apresamiento de Berenguer de Entença por los genoveses, Moncada adopta un tono menos crítico y más épico: la determinación de los almogávares de abrirse camino por Grecia y no volver a la patria es comparada con la hazaña de Hernán Cortés en México o Agatocles en África.
También escribió la Vida de Anicio Manlio Torquato Severino Boecio, la cual fue impresa póstumamente en Francfurt en 1642. Se conserva de él un cuadro atribuido a Anton van Dyck, el Retrato ecuestre de D. Francisco de Moncada, Marqués de Aytona, que es un claro ejemplo de retrato de aparato, refinado y selecto, en el que consigue efectos de una extraordinaria distinción, colorido y brillantez, que lo sitúa muy próximo al que conserva el Museo del Louvre.
Obras de ~: Expedición de los catalanes y aragoneses contra turcos y griegos, Barcelona, 1623 (Madrid, Antonio Sancha, 1777, 1805; París, 1828; Barcelona, 1842; Madrid, 1860; Barcelona, 1864; Madrid, 1877, 1882, 1924, Espasa Calpe, 1954); Vida de Anicio Manlio Torquato Severino Boecio, Gasparum Rötelium, Francfurt, 1642 (Real Academia de la Historia, 2/227).
Bibl.: L. P. Gachard, Biographie Nationale, vol. I, Brussel, Académie Royale des Sciences, 1866, págs. 578-590; S. Gili Gaya, “Introducción”, en F. de Moncada, Expedición [...] op. cit., Madrid, Espasa Calpe, 1954; J. Gutiérrez, “Don Francisco de Moncada, el hombre y el embajador. Selección de textos inéditos”, en Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, 56 (1980), págs. 3-72; J. H. Elliott, El conde-duque de Olivares, Barcelona, Crítica, 1990; A. Esteban Estríngana, Madrid y Bruselas. Relaciones de gobierno en la etapa postarchiducal (1621-1634), Lovaina, Universidad, 2005.
Enrique García Hernán