Alonso Zayas, Juan. San Juan (Puerto Rico), 10.XII.1868 – Baler (Filipinas), 18.X.1898. Militar del ejército español y héroe de Baler.
De profesión fotógrafo y residente en Barcelona, sentó plaza como voluntario el 23 de noviembre de 1888, incorporándose al segundo batallón del regimiento de Luchana número veintiocho, que guarnecía la plaza de Lérida. En febrero de 1890 se le destina a Cuba, al batallón de Cazadores Isabel II.
Ascendido a sargento de Infantería, en el año 1895 vuelve a la Península para cursar los estudios en el Colegio Oficial de Sargentos para oficiales de la Guardia Civil (Getafe), donde permanece hasta que se le confiere el empleo de segundo teniente con antigüedad de 18 de marzo de 1897. En ese mismo año se le destina a Filipinas, a la 4.ª compañía del batallón de Cazadores Expedicionarios que tenía su base en la provincia de Zambales (noroeste de Manila).
Su bautismo de fuego tuvo lugar en el ataque y toma de Baón, acción por la cual le fue concedida la Cruz al Mérito Militar de Primera Clase. En esas fechas, a pesar de que la campaña era favorable a las fuerzas españolas, parte del ejército del general filipino Emilio Aguinaldo seguía atrincherado en los pueblos altos de la provincia de Cavite, cuya conquista era el objetivo principal del nuevo gobernador general Primo de Rivera.
En noviembre de 1897, tras un reconocimiento médico a Alonso Zayas se le aprecia una “neurosis cardíaca”, por lo que se le conceden dos meses de convalecencia en Manila. Reincorporado a su batallón, es nombrado jefe del destacamento de Baler. Este pequeño pueblo, cabecera de gobierno político-militar del distrito del Príncipe, era punto de llegada de deportados y presos políticos; se había sublevado en octubre de 1897 y el destacamento que lo guarnecía se vio obligado a refugiarse en la iglesia del pueblo, lográndose finalmente reducir a los rebeldes gracias a los refuerzos que acudieron en su ayuda de Infantería de Marina y Cazadores a bordo de los buques Manila y Cebú.
Consciente de la vulnerabilidad del destacamento de Baler, que seguía siendo acosado por las fuerzas rebeldes, desde Manila se envían a cuatrocientos hombres, pero tras la firma del Convenio de Biac-na-bato (diciembre de 1897) retornan a la capital. No obstante, como precaución se envía un destacamento perteneciente al segundo batallón de Cazadores al mando del teniente de segunda Juan Alonso Zayas. Además de los cincuenta cazadores, habían sido destinados a Baler el teniente Martín Cerezo, el médico Vigil de Quiñones, así como el capitán Enrique de las Morenas, quien había sido nombrado comandante del gobierno político-militar de Príncipe; cuando llegan (12 de febrero), el pueblo vivía relativa tranquilidad, pero la paz era momentánea, ya que el general rebelde Emilio Aguinaldo había vuelto de su exilio en Hong Kong, y apoyado por los norteamericanos tomaba de nuevo las armas contra los españoles. Desencadenada la guerra entre España y Estados Unidos de América, fuerzas de ambos ejércitos fueron cerrando el cerco a los españoles, cuyo grueso de efectivos se concentraron en Manila, aunque muchos destacamentos quedaron incomunicados; la mayoría de ellos fue capitulando, pero algunos siguieron defendiéndose como en el caso de Baler.
Desde el 30 de junio de 1898 aumentaron los ataques de las fuerzas filipinas contra el destacamento de Baler, fortificado en la iglesia y sometido a un riguroso asedio. A partir de entonces, desconocerían la evolución de la guerra. No sabían que la escuadra española había sido destruida por la norteamericana en Cavite (mayo de 1898), ni que Manila había capitulado ante el general norteamericano Merrit. Las continuas exhortaciones del jefe filipino Calixto Villacorta para que se entregaran, alegando que todos los destacamentos españoles lo habían hecho, fueron interpretadas por Alonso Zayas y sus hombres como estratagema del enemigo.
Ni siquiera creyeron a varios emisarios españoles enviados por el dirigente filipino que trataron de convencerles.
A partir de finales de agosto comenzó una lucha titánica de supervivencia para el grupo de militares que no sólo eran acosados por las fuerzas filipinas, sino por el hambre y las enfermedades. En septiembre de 1898 se desata una epidemia de beri beri, que acaba con la vida de varios hombres, entre ellos con la de Alonso Zayas, que muere el día 18 de octubre de 1898, siendo enterrado en la misma iglesia que les servía de refugio.
Sus compañeros de armas no capitularon hasta junio del siguiente año de 1899, siendo honrada su proeza por el mismo Emilio Aguinaldo, quien, en su condición de presidente de la primera República de Filipinas, les concedió el honor de salir de la iglesia, no como prisioneros sino como amigos.
Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), hoja de servicios.
M. Sastrón, La insurrección de Filipinas y la guerra hispanoamericana en el Archipiélago, Madrid, Imprenta de la sucesora de M. Minuesa de los Ríos, 1901; S. Martín Cerezo, El sitio de Baler (notas y recuerdos), Guadalajara, Taller tipográfico del Colegio de Huérfanos, 1904; R. Fernández de la Reguera, Héroes de Filipinas, Barcelona, Planeta, 1963; A. Vigil de Quiñones, “España en Filipinas. La muy heroica defensa de Baler”, en Revista de Historia Militar, 56 (1984); M. Velamazán et al., “Rogelio Vigil de Quiñones. Un médico militar entre los últimos de Filipinas”, en VV. AA., El lejano Oriente Español (VII Jornadas nacionales de Historia Militar), Sevilla, 1997; A. Castellanos, Filipinas de la Insurrección a la intervención de EEUU, Madrid, Silex, 1998; VV. AA., España y Filipinas 1898, catálogo exposición, Cádiz, Fundación Municipal de Cultura, 1998, pág. 90; J. A. Marrero Cabrera, Los últimos de Filipinas (en Militaria), Madrid, Servicio de Publicaciones de la Universidad Complutense de Madrid, 1999, págs. 167-175.
Alicia Castellanos Escudier