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Íñigo López de Orozco Gómez

Biografía

López de Orozco Gómez, Íñigo. Señor de Escamilla (II), Torija, Pinto, Serón, Santa Olalla y Cogolludo. Guadalajara, s. xiv – Nájera (La Rioja), 3.IV.1367.

Mayordomo mayor de Blanca Manuel, embajador real, vasallo de Pedro I y Enrique II.

Primogénito del matrimonio formado por Íñigo López de Orozco, alcalde entregador de la Mesta, señor de Escamilla, Torija y Cogolludo, y Marina Gómez de Toledo, cuyo padre había sido privado de Fernando IV y notario mayor de Toledo, y su madre, Teresa Vázquez, fue aya del infante don Pedro.

Al comienzo de su carrera caballeresca fue mayordomo mayor de Blanca Manuel, señora de Villena, cargo que dejó para dedicarse en exclusiva al servicio militar de Pedro I, al que accedió de mano de su padre, quien fue consejero muy próximo al rey Alfonso XI.

Aparece como vasallo real durante la Guerra de los Dos Pedros, que enfrentó a los reyes de Castilla y Aragón, en la que tuvo un papel destacado. En 1357, el Rey le encomendó, junto con su camarero mayor Juan Fernández de Henestrosa, la defensa de Tarazona, ciudad ganada al reino de Aragón. Un año más tarde se encontraba, junto con el prior de la Orden de San Juan, Gutierre Gómez de Toledo, defendiendo la frontera de Murcia, desde la que atacaban las tierras aragonesas, asediando la ciudad de Alicante, en cuyo castillo resistían las tropas aragonesas. En septiembre de 1358, cayó prisionero en la batalla de Araviana, que enfrentó al rey de Castilla con el de Aragón, aliado con Enrique de Trastámara, que se saldó con la victoria aragonesa. Estuvo preso dos años, hasta que se hizo la paz entre ambos reinos en 1361, siendo liberado por el rey aragonés, donándole, debido a su alto rango, joyas y corceles, con los que volvió al servicio de Pedro I.

Fue embajador de Pedro I ante el rey de Navarra, en 1362, con el mandato de establecer una cita entre ambos Monarcas que afianzara la alianza entre sus reinos. Ésta tuvo lugar en Soria en el mismo año, y en ella estuvo presente, como consejero del Rey, Íñigo López de Orozco. Allí se consiguió que el rey navarro atacara, como aliado del castellano, territorios de Aragón, y se mantuviera neutral ante el asesinato de la reina Blanca de Castilla, sobrina del rey francés.

En 1366 fue el encargado de la defensa de la frontera con Aragón en Alfaro. Pero ese mismo año, cuando Pedro I ordenó abandonar las posiciones castellanas en la frontera aragonesa y reunirse con él en Burgos para ir a Sevilla, decidió no seguir al Rey. Junto a su paisano y pariente, Pedro González de Mendoza, marcharon a sus casas solariegas en Guadalajara, desde donde se unieron, poco tiempo después, a las tropas de Enrique II que se dirigían a Toledo, ciudad que les fue entregada por su alcalde mayor Diego Gómez de Toledo.

Desde que entró al servicio de Enrique II se convirtió en su consejero y formó parte de su guardia personal. En su bando combatió en la batalla de Nájera (1367), que enfrentó de nuevo a los dos hermanos, con resultados adversos para las tropas trastámaras, que perdieron una gran parte de sus efectivos. Muchos caballeros perecieron y otros tantos fueron tomados prisioneros. Éste fue el caso de Íñigo López de Orozco, quien estando preso y custodiado por un caballero del inglés Príncipe Negro, fue asesinado por el rey Pedro.

Durante toda su vida, Íñigo López de Orozco, recibió prebendas y beneficios por parte de los Reyes, que le encumbraron social y económicamente. A su herencia paterna de los señoríos de Escamilla, Torija, Cogolludo y Pinto, se unió el señorío del lugar de Serón, concedido por Pedro I, quien le donó igualmente, en 1362, las rentas del portazgo de Madrid, y paulatinamente, considerables bienes muebles, joyas y caballerías. Cuando pasó al bando de Enrique II, consiguió del Rey la confirmación de todas sus propiedades, derechos y privilegios anteriores, y su cambio de lealtad fue compensado con el señorío de Santa Olalla, donado por la reina Juana Manuel en 1366, quien le otorgó, además, ciento veinte cahíces de renta anual de las tercias del Arzobispado de Toledo y de los arciprestazgos de Molina y Medinaceli.

Casó en 1367 con la doncella toledana Marina García de Meneses y tuvieron cuatro hijas, entre las que se dividió su cuantioso patrimonio jurisdiccional y territorial: María de Orozco fue señora de Escamilla, Torija y Santa Olalla, casada en primeras nupcias con Martín Fernández de Guzmán, señor de Orgaz, más tarde con Juan Rodríguez de Castañeda, ricohombre, señor de las Hormazas, y posteriormente con Lorenzo Suárez de Figueroa, maestre de Santiago; Juana Meléndez de Orozco fue señora de Pinto, casada con Pedro Suárez de Toledo, II señor de Casarrubios del Monte; Mencía López de Orozco fue señora de Galve e Higares, mujer de Rodríguez de Valdés, señor de Beleña; y Teresa López de Orozco, que fue señora de Espinosa en tierra de Atienza, mujer de Juan Rodríguez de Biedma, señor de la casa de Biedma.

 

Fuentes y bibl.: Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro, O-6, fols. 141, 143, 144-145 y 148-150; Archivo Histórico Nacional, Clero, carpeta 3117, n.º 10.

L. Salazar y Castro, Índice de las glorias de la casa de Farnese, vol. II, Madrid, 1716, pág. 568 [ed. facs., Ollobarrem (Navarra), Wilsen, 1997]; P. López de Ayala, Crónicas de los Reyes de Castilla D. Pedro, D. Enrique II, D. Juan I, D. Enrique III, enmiendas de G. Zurita y corr. y notas de E. Llaguno Amirola, Madrid, Imprenta de Don Antonio de Sancha, 1779, años VIII, IX, X, XIII, XVII y XVIII, caps. VI, IX y XXI, XVI y XVII, IX, II (IV y VIII) y IV, respect.; P. Salazar de Mendoza, Orígenes de las dignidades seglares de Castilla y León, Madrid, 1794, pág. 271 (ed. facs., Valladolid, Maxtor, 2004); L. Salazar y Castro, Historia genealógica de la casa de Haro, Madrid, Real Academia de la Historia, 1959, págs. 103- 110 y 335-347; S. Moxó, “La sociedad política castellana en la época de Alfonso XI”, en Cuadernos de Historia, 6 (1975), págs. 455-456; P. Molenat, Campagnes et Monts de Tolède du xiie au xve siècle, Madrid, Casa de Velázquez, 1997, págs. 346, 355 y 386; J. Valdeón Baruque, Pedro I el Cruel y Enrique de Trastamara, Madrid, Aguilar, 2002, págs. 139, 141, 145 y 179-180.

 

Pilar Morollón Hernández