Alfonso. El Viejo. Duque de Gandía (I), conde de Ribagorza y Denia, marqués de Villena (I). Burjassot (Valencia), c. 1333 – Gandía (Valencia), 5.III.1412. Noble, condestable de Castilla.
Es hijo primogénito del infante Pedro, conde de Ribagorza, cuarto de los hijos de Jaime II y Blanca de Anjou, y de Juana de Foix. En 1348 se firman las capitulaciones para su matrimonio con Violante de Arenós, diez años menor que él, hija de Gonzalo Díez de Arenós, fallecido en ese momento, y de Juana Cornell; en virtud de este matrimonio, celebrado en 1355, obtenía la baronía de Arenós. Tres años después, Pedro de Ribagorza profesaba como franciscano, aunque en varias ocasiones desempeñará todavía importantes misiones políticas, y Alfonso se veía al frente de los dominios paternos.
Alfonso y Violante tuvieron ocho hijos: Alfonso, nacido en 1362, que mantendrá una difícil relación con su padre, especialmente en los últimos años de éste; Pedro, muerto en Aljubarrota; Jaime, que muere niño, víctima de un accidente infantil; Juan y Blanca, también muertos niños; Leonor, casada con Jaime de Prades; Violante, abadesa de Santa Isabel de Valencia; y Juana, que casará con Ramón Folch de Cardona.
En diciembre de 1355, en Aviñón, recibe de Pedro IV el título de conde de Denia, ahora creado, y la mayordomía del reino de Valencia. Unos meses después, en el verano de 1356, se inician las hostilidades entre Castilla y Aragón; el grueso de las operaciones militares va a centrarse precisamente en el sur del reino de Valencia, el territorio de cuya defensa se ocupa Alfonso: participa en la recuperación de Alicante, de manos del monarca castellano, a finales de 1356; ratifica la tregua alcanzada por Pedro IV y Pedro I, en mayo de 1357; defiende la zona de Orihuela y Elche de las incursiones castellanas en la primavera de 1360; participa en las negociaciones de la paz de Terrer (mayo de 1361); negocia una eventual colaboración con Granada; y dirige incursiones predatorias en las tierras fronterizas de Castilla.
El ataque castellano de 1363 tendrá efectos especialmente negativos en las tierras de Alfonso. En junio se entrevista en Burriana con Enrique de Trastámara: el candidato al trono castellano le promete el señorío de Villena y acuerdan el matrimonio de Leonor, hija natural de Enrique, y de Jaime, hijo de Alfonso: ambos recibirán el marquesado de Villena en caso de fallecimiento del conde de Denia. Esta vinculación a Castilla explica que el ejército aragonés que apoyará a Enrique en sus pretensiones al trono, organizado en función del acuerdo que éste alcanzó con Pedro IV en octubre de este año, será mandado por Alfonso.
La pérdida de parte importante de sus señoríos como consecuencia de las acciones de Pedro I de Castilla, en el curso de las operaciones de 1364 y 1365, explican su implicación y la concesión del señorío de Ayora por parte del monarca aragonés.
A comienzos de 1366 Enrique irrumpe en Castilla con su ejército, reforzado con los contingentes de las Compañías, y se proclama rey en Calahorra, en marzo de este año. Le acompaña Alfonso, con su ejército de aragoneses. En Burgos, donde el Trastámara ha convocado Cortes, le confirma la concesión del marquesado de Villena, al que añade las villas del Infantado de Guadalajara, y ratifica el compromiso matrimonial de sus hijos.
Pocos meses después, tiene lugar la reacción de Pedro I, que ha logrado el apoyo de las Compañías de mercenarios ingleses tras las negociaciones del otoño de 1366 en Bayona. Enrique II hace frente al ejército inglés de invasión en las proximidades de Nájera (3 de abril de 1367); el resultado es la total derrota de Enrique II, que logra ponerse a salvo en Francia.
Para el conde de Gandía, la batalla de Nájera es el gran desastre que incide decisivamente en el resto de su vida: fue hecho prisionero y entregado al príncipe de Gales; su liberación, tras contraer importantes compromisos económicos, sólo se produce en marzo de 1372. Además dejará a sus hijos en manos de sus captores: Pedro, en poder del conde de Foix, será liberado al cabo de unos meses; Alfonso, entregado a los ingleses sólo alcanzará la libertad en enero de 1392. Este hecho tendrá pesadas consecuencias personales y familiares.
Durante los años de prisión se hace cargo de los asuntos familiares su padre, Pedro de Ribagorza, que se ve obligado a abandonar el claustro; no se quiebra la amistad con Enrique de Trastámara: cuando en septiembre de 1367 entra nuevamente en Castilla, lo hace a través de Ribagorza, con el apoyo de don Pedro, a pesar de que Pedro IV, pura teoría desde luego, había ordenado el cierre de sus fronteras.
Desde su liberación, don Alfonso reside habitualmente en Castilla. En agosto de 1372 se halla en Burgos con Enrique, ya rey de Castilla: ambos ratifican los acordados matrimonios de sus respectivos hijos Alfonso y Pedro con Leonor y Juana. En esta ocasión Enrique establece extraordinarias dotes para sus hijas, en las que se oculta una ayuda para el pago de las deudas contraídas por su liberación: se preveía la obligación de devolverlas en caso de negativa a cumplir el compromiso matrimonial, o de viudedad. Es una condición que permitirá, en su momento, justificar la confiscación del marquesado de Villena.
El matrimonio de Pedro y Juana se realizará en 1378; la muerte de Pedro en la batalla de Aljubarrota (14 de agosto de 1385) daba lugar a aquella causa, la viudedad, de devolución de la dote; en cambio el matrimonio de Alfonso y Leonor, aplazado mucho tiempo a causa de la prisión de aquél, no se realizó: la negativa a su realización, al hacer entrar en vigor la cláusula de devolución de la dote, incrementaba las dificultades financieras del conde de Denia.
Alfonso fue buen intermediario para la recuperación de las buenas relaciones entre Castilla y Aragón, en septiembre de 1373, que las circunstancias internacionales hacían imprescindible. En ese momento Enrique II ostentaba un poder indiscutible: en marzo había firmado con Portugal la paz de Santarem y en agosto, con Navarra, la paz de San Vicente, en ambos casos incluyendo compromisos matrimoniales; en el verano era evidente que la expedición del duque de Lancaster para conquistar Castilla se estaba disolviendo.
En marzo de 1375 los ingleses abrieron negociaciones con Castilla que condujeron a la firma de unas treguas, en Brujas (27 de junio de 1375), por dos años. Pedro IV no esperó a que estas negociaciones concluyeran: el 12 de abril de 1375, castellanos y aragoneses firmaban la paz definitiva en Almazán, también sobre la base de vínculos matrimoniales, en este caso la boda de Juan, el heredero castellano, con la infanta aragonesa Leonor; Alfonso, que debió ocupar lugar importante en estas negociaciones, firma en primer lugar el documento.
La extinción de las treguas de Brujas, a pesar de las iniciativas inglesas para renovarlas, produjo una nueva conmoción bélica, con severas acciones navales castellanas sobre las costas británicas y un intento por parte inglesa de recuperar una alianza contra Castilla con Aragón y Navarra; sólo Navarra se comprometió en una oscura maniobra que fue descubierta y produjo la invasión de este reino por un ejército castellano: lo mandaba el príncipe Juan, pronto rey, acompañado por don Alfonso. Consecuencia de esta acción fue la instauración de un verdadero protectorado castellano sobre Navarra, articulado en el tratado de Briones (31 de marzo de 1379).
En julio de 1377 fallecía Federico III de Sicilia dejando como heredera una hija, María; Alfonso proyectó entonces hacerse con el trono siciliano, pero sus pretensiones fueron cortadas de raíz por Pedro IV que, desde hacía tiempo, venía acechando una eventual incorporación de Sicilia a la Corona de Aragón: su hija Constanza, casada con Federico III, era la madre de María; él mismo había contraído terceras nupcias con Leonor, hermana del siciliano. El propio monarca era el heredero, si no se admitía la herencia femenina, o, en caso contrario, María, que finalmente casaría con Martín el Joven, hijo del futuro Martín I. El conde de Denia hubo de abandonar sus pretensiones.
Nombrado condestable de Castilla, no intervino demasiado en la tercera guerra entre Portugal, apoyado por Inglaterra, y Castilla, en 1381; el interés de Pedro IV en no comprometerse en este asunto, y el hecho de que su hijo permaneciese como rehén en manos inglesas justifican esta conducta. Tampoco intervino personalmente en la expedición castellana a Portugal que conduce al desastre de Aljubarrota, donde, ostentando su representación, fallece su hijo Pedro.
La muerte de Juan I de Castilla (9 de octubre de 1390) daba paso a la agitada regencia de Enrique III; don Alfonso era uno de los regentes designados por el difunto aunque no intervino demasiado a fondo en la lucha política desencadenada entre los partidos encabezados por Juan García Manrique, arzobispo de Santiago, y Pedro Tenorio, arzobispo de Toledo, en parte, seguramente, por el deseo de Juan I de Aragón de conservar la paz. En el agitado escenario político castellano se entiende que, en febrero de 1391, cuando Pedro Tenorio está intentando atraer hacia sus proyectos a los Grandes, sea confirmado a Alfonso el marquesado de Villena y se le prometa una intervención regia para lograr la pronta liberación de su hijo; y también que, al año siguiente, cuando comienza el desplazamiento de la nobleza de parientes del rey, se vea privado del cargo de Condestable, con el argumento de incumplimiento de funciones.
La caída de los parientes de Enrique II, triunfo de la autoridad de la Monarquía, que se produce a lo largo de 1394 y 1395 supone para Alfonso su desplazamiento hacia Aragón y la confiscación del marquesado de Villena. Es la situación política castellana, sustitución de los Grandes por la nobleza cortesana como grupo dirigente, la razón de esa confiscación, aunque las razones exhibidas sean las condiciones de las dotes de las hijas de Enrique II, ya mencionadas, o la resistencia antiseñorial, hábilmente dirigida desde el poder. A comienzos de 1395, Enrique III ordena la ocupación del marquesado que se completa en los meses siguientes.
Para Alfonso comienza ahora su etapa exclusivamente aragonesa, cada vez más amarga por los problemas familiares a que ha de hacer frente; su comienzo coincide con el acceso al trono aragonés del nuevo monarca, Martín I. Será apoyo de María de Luna frente a la invasión del conde de Foix, en 1396, que reclama los eventuales derechos sucesorios de su esposa, Juana, hija del fallecido Juan I; intentará, sin demasiado éxito, apaciguar las luchas de bandos en Valencia, y será consejero destacado del rey Martín I que le compensará la pérdida del marquesado de Villena con la concesión del título ducal de Gandía (abril de 1399).
Desde la liberación de su hijo Alfonso las relaciones entre padre e hijo no habían sido buenas: no aceptó ninguno de los matrimonios acordados por su padre (con Leonor, hija de Enrique II, y con una hija del conde de Cardona); contrajo matrimonio con María de Navarra, hermana de Carlos III, en 1496; pretendía disponer de una autonomía económica que su padre se negaba a proporcionarle. Desde 1402 las fricciones van en aumento, tanto por la estrechez y falta de independencia económica del heredero, como por la clara preferencia del duque de Gandia por otros miembros de su familia hacia los cuales comienza a desviar dominios y rentas.
Particular afecto mostró hacia sus nietos Enrique, Alfonso, Leonor y Galvany, este último bastardo, hijos de su hijo Pedro, el fallecido en Aljubarrota, educados junto a su abuelo; especialmente distinguió a su nieto Hugo, segundo hijo de su hija Juana y de Ramón Folch de Cardona: al separar para él Ribagorza e importantes posesiones en Gandía y Ondara provocó el irreconciliable levantamiento del heredero, Alfonso. Las disensiones familiares, verdadero estado de guerra entre el heredero y su cuñado de Cardona, provocaron una primera decisión de desheredamiento de su hijo por el duque y motivaron la intervención apaciguadora del propio Martín I y del Consell de Valencia, alarmado por la negativa repercusión que podían tener estos acontecimientos en los enfrentamientos banderizos.
La tensión es de tal envergadura que, en 1409, Alfonso el Joven se apoderó de Gandía y la retuvo dos años hasta que fue desalojado por la fuerza por las tropas de su padre. Contribuyó a una cierta pacificación la intervención de dos de las hijas del duque, Violante, abadesa de Santa Isabel de Valencia, y Juana, esposa del conde de Cardona; por el contrario, agravó la situación y la postración personal del duque la infidelidad notoria de su esposa, Violante de Arenós, convertida en amante de Juan de Luna, un servidor de la casa elevado desde los más humildes estratos: la cesión en su favor de la baronía de Arenós, base de sus bienes dotales (13 de noviembre de 1410), suponía un grave incremento de la tensión y del escándalo.
La muerte de Martín I, sin descendientes legítimos, el 31 de mayo de 1410 abría un proceso que culminaría en Caspe. Alfonso de Gandía presentó su candidatura al trono como nieto de Jaime II y, por tanto, pariente mayor más próximo del monarca fallecido, por línea de varón. No tenía muchas posibilidades por falta de apoyos y por el caos que afectaba a su familia y señorío; en todo caso, no llegó a ver el resultado pronunciado en Caspe, pues había fallecido cuatro meses antes.
El 29 de febrero de 1412 otorgaba testamento en Gandía. Instituía como heredero de sus dominios a quien resultara designado rey en Caspe, lo que suponía el desheredamiento de su hijo, al que legaba la irónica suma de dos sueldos, y confirmaba las donaciones hechas en vida a los miembros de su familia. Disponía su enterramiento en Santa María de Gandía, no en San Jerónimo de Cotalba, el monasterio familiar en que, desde mayo de 1411, yacía su esposa.
Murió unos días después, el 5 de marzo.
Bibl.: J. Camarena Maiques, Historia del distrito de Gandía, Gandía, Instituto Duque Real Alonso el Viejo, 1965; J. Valdeón Baruque, Enrique II de Castilla: la guerra civil y la consolidación del régimen (1366-1371), Valladolid, Universidad de Valladolid, 1966; E. Mitre Fernández, “Señorío y frontera. (El Marquesado de Villena entre 1386 y 1402)”, en Murgetana, XXX (1969), págs. 55-62; J. Castillo Sainz, Alfons el Vell, duc reial de Gandía, Gandía, Centre d’Estudis i Investigacions Comarcals “Alfons el Vell”, 1999; J. Hinojosa Montalvo, “El marquesado de Villena frontera con el Reino de Valencia”, en Congreso de Historia del Señorío de Villena, Albacete, Instituto de Estudios Albacetenses, 1987, págs. 227-233.
Vicente Ángel Álvarez Palenzuela