Calvo Valero, Vicente. Sevilla, 10.V.1838 – Cádiz, 1898. Eclesiástico, obispo.
De familia distinguida, tras cursar durante el trienio 1848-1851 en el colegio sevillano de San Alberto Latín y Humanidades, estudió Filosofía en el seminario de la misma ciudad y se licenció por la Universidad hispalense en Sagrada Teología, todo ello con infrecuente madurez y brillo. En 1859, antes de ser ordenado sacerdote —1862— y con la correspondiente dispensa por razones de edad, opositó con éxito a un curato de término, siendo encargado de la muy importante parroquia sevillana de Santa María la Blanca, puesto simultaneado con el desempeño como catedrático auxiliar de la asignatura de Teología en el Alma Máter hispalense. Durante un decenio —1865-1875— ocupó una de las canonjías de la mitra gaditana, descubriendo en su cometido unas dotes organizadoras y pastorales de primer orden, que le valieron universales simpatías, según demostraron varios dramáticos acontecimientos de los inicios de la Revolución de 1868 cuando su enérgica al par que flexible actuación frente a los dirigentes del movimiento ácrata de la ciudad de Hércules lograron, en situaciones de extrema dificultad, una solución favorable a los intereses eclesiásticos y culturales de la capital. Después de renunciar en dos ocasiones a sendas propuestas episcopales —La Habana y Almería— por motivos no del todo espirituales, según alguna opinión bien informada pero muchas veces sesgadas como la del futuro nuncio en España, monseñor Vico, aceptó —15 de junio de 1875— su designación como obispo de Santander, a la edad más precoz registrada en los anales del episcopado hispano contemporáneo.
Su pontificado cántabro distinguiose por el trepidante ritmo que, pese a una vieja y acusada enfermedad, imprimió a las tareas características de la tercera restauración religiosa, introduciendo y asentando en la diócesis cerca de treinta de las congregaciones y órdenes surgidas o expandidas en las décadas finiseculares; ocupando en su programa y actuación de gobierno un lugar primordial la potenciación del Seminario eclesiástico, del que haría, en varias facetas, el primero del país por la modernidad de sus planes de estudios, actualización de métodos y material y competencia de su cuadro docente, siendo pionero en la tentativa de crear en Roma un Colegio Español para seminaristas y sacerdotes. Trasladado a Cádiz el 27 de marzo de 1884 por razones de salud y escaso entendimiento con el cabildo catedral y, en general, con las gentes de la región, el agravamiento de su enfermedad pulmonar amenguó irrefrenablemente las dotes y los trabajos de este líder espiritual, convertido no obstante ello en guía social de aquélla en los postreros años de su existencia, según testimoniaron su obsesiva preocupación por la mejora de sus clases trabajadoras y, en general, por la superación de la grave coyuntura económica padecida por la ciudad y provincia gaditana en los finales del siglo xix.
Bibl.: J. M.ª León y Domínguez, Recuerdos gaditanos, Cádiz, Tipografía de Cabello y Lozón, 1897; J. M. Cuenca Toribio, Estudios sobre la Iglesia andaluza moderna y contemporánea, Córdoba, Instituto de Historia de Andalucía, 1980; V. Carcel Orti, León XIII y los católicos españoles. Informes vaticanos sobre la Iglesia en España, Pamplona, Eunsa, 1988; J. Sánchez Herrero (coord.), Historia de las Diócesis españolas. 10. Iglesias de Sevilla, Huelva, Jerez y Cádiz y Ceuta, Madrid-Córdoba, Biblioteca de Autores Cristianos, 2002.
José Manuel Cuenca Toribio