Ferrándiz y Niño, José. Sevilla, 12.III.1847 – Madrid, 1.I.1918. Contraalmirante y ministro de Marina, restaurador del poder naval de España en 1907.
Hijo de Juan Ferrándiz, teniente de fragata graduado, y de María de los Dolores Niño, ingresó en el Colegio Naval Militar como aspirante (Real Orden de 14 de enero de 1860) a los trece años de edad.
Aprobados los estudios, asciende a guardia marina de 2.ª clase (Real Orden de 29 de octubre de 1860) y embarca en la urca Niña, de la que transborda a la Santa María. En esta urca sale de Cádiz para La Habana (1861) y tocando las islas Canarias, Santo Domingo y Cienfuegos fondea en aquella isla el 29 de marzo. A bordo de otros buques presta servicios por aquellos mares, con navegaciones a Veracruz y puntos de la costa de Santo Domingo, que era zona de guerra. El presidente Santana había proclamado unilateralmente la soberanía española en territorio dominicano, izando la bandera española al grito de “¡Viva Isabel II!” (18 de marzo de 1860), tratando de evitar una anexión violenta por parte de Norteamérica y los continuos ataques del gobierno haitiano. Esta medida no le proporcionó la paz, sino que, al contrario, dio motivos para la rebelión a los independentistas. Se combate con fuerzas del Ejército y de desembarco de Marina, apoyadas por los fuegos de los buques. La guerra dura hasta 1865. A la Reina le gustaba esta recuperación, pero el gobierno de Narváez se impuso y ordenó la retirada para cortar la sangría. Volvió Ferrándiz a la Península en la corbeta Colón, fondeando en Cádiz (24 de marzo de 1862).
Unos días después embarca en la fragata Triunfo, con la que efectúa varias salidas a Algeciras, Tetuán, La Coruña, Ferrol, Ceuta, Barcelona y Alicante. Vuelve a Cádiz y en el mismo barco sale el 17 de junio de 1862 y, tocando Santa Cruz de Tenerife, San Vicente, Bahía de Todos los Santos y Río de Janeiro, llega a Montevideo y fondea en ese puerto (5 de noviembre de 1862).
El 16 de enero sale a la mar y, tras hacer escala en varios puntos, llega a El Callao de Lima (11 de julio de 1863); allí continúa sus servicios en los buques de la escuadra del Pacífico, hasta que en octubre se traslada a la fragata Resolución.
Examinado y aprobado, asciende a guardia marina de 1.ª clase (Real Orden de 31 de marzo de 1864).
Vuelve a la fragata Triunfo y en mayo pasa de nuevo a la Resolución, librándose del incendio fortuito que sufrió aquella embarcación frente al puerto peruano de Pisco meses más tarde y que la llevó a su total destrucción.
Un nuevo embarque, esta vez en la fragata Villa de Madrid, afecta a la escuadra del Pacífico como las otras, y regresa a la Península embarcado de transporte en la fragata mercante inglesa Liverpool. Llegó a Cádiz el 14 de julio y allí embarcó en el navío Rey Don Francisco de Asís.
Nuevos exámenes y nuevo aprobado, esta vez para ascenso a oficial (alférez de navío) (Real Orden de 29 de octubre de 1865). Después de quince días de licencia embarca en la urca Trinidad y luego transborda a la goleta Consuelo, con la que hace un nuevo viaje a Montevideo (1866) y se desplaza a Maldonado y al Banco Inglés. En noviembre regresa a la Península en el vapor Colón, vía Río de Janeiro, y fondea en Cádiz (14 de abril de 1867).
Sale para Ferrol, y ya allí se le nombra ayudante de derrota y el mismo día desembarca para disfrutar de dos meses de licencia por asuntos particulares en Málaga.
De vuelta de la licencia y después de varios embarques, se halla en la fragata Carmen (25 de agosto de 1869), que salía de Ferrol para la isla de Cuba, viaje que se frustró por el mal estado del buque, el cual volvió al puerto de partida. Ferrándiz fue desembarcado y destinado al apostadero de La Habana a bordo de la goleta Andaluza. Allí navega en diferentes buques entre Baracoa y los cayos y entre Cienfuegos y Manzanillo, asciende a teniente de navío de 2.ª clase (Real Orden de 29 de enero de 1870) y desempeña destinos de 2.º comandante y oficial de derrota. En 1872 transborda a la fragata Numancia en el puerto de La Habana y sale hacia la Península (4 de agosto de 1872), pasando por Nueva York y las islas Terceras, para llegar a Cartagena el 10 de octubre. Después de una navegación a Mahón (Menorca), vuelve a Cartagena para quedar en situación especial. Poco tiempo después deja este buque al ser destinado como profesor de la Escuela Naval Flotante en la fragata Asturias, en Ferrol (19 de mayo de 1873).
El 6 de enero de 1875, José Ferrándiz contrae matrimonio canónico con Soledad Boado y Montes y en marzo del mismo año, el matrimonio civil.
Ya casado, se le destinó a la fragata Blanca como oficial de derrota y encargado de los guardias marinas (20 de febrero de 1877). La Blanca pertenecía a la escuadra de Instrucción, cuyo mando tomó Su Majestad del día 24 al 27 de marzo para moverse por toda la costa española. En la hoja de servicios aparece la siguiente nota: “Por Real Orden de 15 de febrero de 1878 se hace constar en el historial de este oficial el aprecio con que S. M. ha visto el celo, esmero e inteligencia desplegados por el mismo en la instrucción de los guardias marinas de la fragata Blanca, según se refleja en los adelantos que dichos jóvenes hicieron patentes en la revista de inspección pasada a dicho buque”. Ferrándiz continuó viajando con los guardias marinas por las ciudades de la costa, hasta que es destinado de nuevo como profesor a la Escuela Naval Flotante en Ferrol (16 de enero de 1878). Allí asciende a teniente de navío de 1.ª clase supernumerario (Real Orden de 23 de enero de 1878), por las gracias concedidas por el matrimonio de Su Majestad.
Deja la escuela (13 de junio de 1881) y se traslada a la isla de Cuba en el vapor correo Santander para tomar el mando de la goleta Favorita (15 de julio de 1882), con la que navega por la zona hasta que se dispone su desguace (25 de septiembre de 1882) y Ferrándiz se hace cargo interinamente del detall de la Comandancia de Ingenieros, sin perjuicio de continuar mandando el barco hasta su completo desarme (17 de noviembre de 1882). Cesa entonces en los dos destinos y pasa a Manzanillo, en comisión de servicio, a las órdenes del capitán de navío Cecilio Pujazón, para cooperar en los trabajos que habían de hacerse en aquella población con motivo del paso de Venus por el disco solar. Al terminar la comisión, regresa a La Habana y se hace cargo de nuevo del detall de Ingenieros hasta que embarca en el Jorge Juan de 2.º comandante (17 de febrero de 1883) y, meses más tarde, se traslada a Nuevitas para tomar el mando del cañonero Cuba Española (Real Orden de 14 de mayo de 1883). Una nota en su hoja de servicios afirma que “por Real Orden de 10 de junio de 1884 se dispone se anote en esta hoja de servicios el buen estado en que se encontraba el cañonero Cuba Española al hacer entrega de su mando este jefe”. Desembarca Ferrándiz por orden del comandante general del Apostadero y se traslada a La Habana para formar parte de un tribunal de oposiciones a la cátedra de Astronomía de la Universidad (18 de marzo de 1884). Terminados los exámenes, sale para la Península en el vapor Cádiz, llega a Santander el día 29 y de allí se traslada a Ferrol para disfrutar dos meses de licencia.
Y otra vez forma parte Ferrándiz de una comisión de Marina (Real Orden de 23 de octubre de 1884): le mandan a Marsella (Francia), a las órdenes del capitán de fragata Pascual Cervera, y de allí a Tolón a inspeccionar las obras del acorazado Pelayo que se estaba construyendo en los astilleros de La Seyne. Mientras tanto, asciende a capitán de fragata (Real Orden de 30 de mayo de 1887) y se le nombra 2.º comandante de ese buque (Real Orden de 5 de mayo de 1888), que al mando del capitán de navío Pascual Cervera y Topete entra en la fase de pruebas de mar y se arbola en él la bandera nacional. A Ferrándiz se le da un nuevo destino, el de 2.º comandante de la fragata Asturias (Real Orden de marzo de 1889), en la que era también subdirector de la Escuela Naval Flotante.
El 1 de noviembre de 1890 se halla Ferrándiz embarcando de transporte en el vapor correo San Ignacio con rumbo a Manila. Allí, después de unos meses en tierra, toma el mando del crucero Velasco en la ensenada de Cañacao (Cavite) y después de reconocer las islas del grupo y las del norte del archipiélago, hace un viaje a China, subiendo por el río Yangtse Kiang hasta Shanghái (16 de junio de 1891), donde queda a las órdenes del ministro plenipotenciario hasta ser relevado por el crucero Ulloa (20 de junio de 1892).
El día 27 fondeaba en Cavite.
A primeros de julio, Ferrándiz se pone a disposición del obispo de Cebú, quien embarca en el Velasco para hacer un recorrido por todos los puertos de su diócesis, que dura casi todo el semestre. Tras tocar Manila y Cavite el crucero Velasco se halla fondeado en Zamboanga al comienzo del nuevo año. Ferrándiz deja el barco (13 de julio de 1893) en manos del también capitán de fragata Antonio Godínez y Esteban y pasa a servicios de tierra, hasta que, embarcado de transporte en el vapor correo San Ignacio de Loyola, sale para la Península. A su llegada a Ferrol (16 de octubre de 1893), y tras una breve licencia por enfermedad, se le destina a la Comandancia de Marina de la provincia de Santander, en la que permanece hasta que, al ascender a capitán de navío (Real Orden de 19 de septiembre de 1895), se le nombra oficial 1.º del Ministerio y, a continuación, secretario del Centro consultivo de la Armada (31 de diciembre de 1895).
Al empezar 1897, Ferrándiz viaja a Francia para hacerse cargo, como comandante, del acorazado Pelayo.
La Marina francesa le hace gran oficial de Nichan Anonar. Permanece allí durante 1897 y parte de 1898; luego emprende el viaje a Cádiz, vía Cartagena (7 de abril de 1998), adonde llega el día 28. Tras un mes de pruebas de máquinas y ejercicios de fuego, se incorpora a la escuadra de Reserva que manda el almirante Cámara y Libermoore y emprende con ella el viaje al océano Índico, ya que a la vista de los problemas de Filipinas, donde el levantamiento popular se ha generalizado, el ministro Auñón decide llevar cuatro mil hombres, para reforzar lo poco que allí queda, y abandonar el plan de llevar la guerra a la costa atlántica norteamericana, plan en el que Ferrándiz, mandando el Pelayo, con la fragata acorazada Vitoria y los destructores Osado, Audaz y Proserpina, debía mantenerse cruzando las costas atlánticas de la Península. La escuadra fondea en Suez y tiene dificultades para hacer el carboneo; pero el gobierno, por temor a que la escuadra norteamericana pudiera atacar nuestras costas, la manda regresar a España, lo que hace con destino Cádiz, tocando Mahón y Cartagena, fondeando en aquel puerto el 26 de junio.
Ferrándiz deja el acorazado Pelayo para pasar a la Comandancia de Marina de la provincia de Gran Canaria (Real Orden de 17 de septiembre de 1899). Cesa en este destino (17 de febrero de 1901) y es nombrado agregado a la comisión para la traducción del Código internacional de Señales y más tarde auxiliar de la Secretaría del Centro consultivo. Luego (Real Orden de 28 de mayo de 1902) es nombrado jefe del 1.er negociado de la Dirección de Material del Ministerio y jefe de la Comisión de Marina en Francia, adonde pasa destinado hasta que se termine el litigio con una compañía francesa. También es nombrado presidente del tribunal de exámenes para ingreso en la Escuela Naval Militar. Y mientras tanto se le concede la Placa de la Orden de San Hermenegildo (Real Orden de 7 de agosto de 1902).
Una vez ascendido a capitán de navío de 1.ª clase (Real Orden de 26 de febrero de 1903), aparece Ferrándiz de director de Material (11 de marzo de 1903) y a finales de ese año, de ministro de Marina (5 de diciembre de 1903), cargo en el que cesó un año después (16 de diciembre de 1904). Durante el primer semestre de 1905 se encuentra sin destino, hasta que se le nombra director general de la Marina mercante (Real Decreto de 6 de julio de 1905) y, más tarde, comisario regio del Canal de Isabel II y senador vitalicio (1909).
Ferrándiz volvió a ser ministro de Marina en el gobierno “largo” de Maura (enero de 1907 a octubre 1909), en el que los conservadores obtuvieron una aplastante mayoría (256 escaños). La política naval de Maura, que recogía todo lo útil que había dejado Sánchez de Toca, encontró el campo abonado: estaba primero el problema marroquí, luego la atención que Maura concedía a todo lo que estuviese relacionado con la mar, además tenía en su equipo ministerial al hombre adecuado, el capitán de navío Ferrándiz, y, por último, la carrera de armamentos que, en materia naval, se había desencadenado en el mundo. Ferrándiz trabajó con fe y entusiasmo en la reorganización de la Armada y logró la aprobación de una Ley de Organizaciones Marítimas y Armamentos Navales, conocida como la Ley de Escuadra (1908) o Ley Ferrándiz, cuyo plan comprende la construcción en ocho años de tres acorazados (España, Alfonso XIII, y Jaime I ); tres destructores (Bustamante, Villaamil y Cadarso); veintidós torpederos (del T-1 al T-22), de los veinticuatro previstos, que participarían en el desembarco de Alhucemas y en ambas zonas de la Guerra Civil de 1936, y cuatro cañoneros (Recalde, Laya, Bonifaz y Lauria), además de otras unidades auxiliares y el reacondicionamiento de las bases navales.
Como resultado del concurso público internacional se crea la Sociedad Española de Construcción Naval, con participación española y extranjera, que se hace cargo, en arriendo, de los astilleros de Ferrol, La Carraca y Cartagena. La primera unidad fruto de esta Ley fue el acorazado España, botado en el Ferrol (1 de febrero de 1912), gobernando Canalejas, quien se mostró un fiel continuador de la política naval de Maura.
Fue realmente un plan modesto para lo que exigía el ambiente internacional de exaltación del poder naval y colonial, que en España se veía acentuado por las consecuencias del Desastre de 1898, todavía reciente, con la pérdida de barcos y de territorios. No se proyectó ningún submarino y el tonelaje se limitó al de los buques de guerra. No obstante, ese Plan de Escuadra y las leyes complementarias, Ley de Desarrollo de la Industria Nacional (14 de febrero de 1907) y Ley de Fomento de las Industrias y Comunicaciones Marítimas (14 de junio de 1909) elevaron el nivel tecnológico de nuestra industria, incentivaron la Marina mercante, estimularon la capacidad marítimo-comercial española y dotaron a España de una Marina de Guerra con una entidad respetable. Puso en marcha, por primera vez después de cincuenta años, un verdadero plan de escuadra y activó inteligentemente la reconstrucción naval de España, reorganizando una Armada decaída por las recientes adversidades en Cuba y Filipinas. Una decisión afortunada fue la recreación del Estado Mayor Central.
Este ilustre general falleció en Madrid el 1 de enero de 1918, en su casa de la glorieta de Quevedo, n.º 10, dejando tras de sí una estela de rectitud, de tesón, de innegables aciertos y de abnegación. Fueron depositados sus restos en el modestísimo cementerio de Chamartín de la Rosa, por ser ésa su voluntad, en medio de una copiosa nevada. Asimismo, por su voluntad expresa, no se le tributaron honores de ninguna clase. Antonio Maura y su gran amigo Adolfo Navarrete le acompañaron hasta el final.
Obras de ~: Principios teóricos y experimentales de la maniobra de los buques, Ferrol, El Correo Gallego, 1881.
Fuentes y bibl.: Archivo-Museo D. Á lvaro de Bazán (El Viso del Marqués, Ciudad Real), exp. personal, legs. 620- 411.
P. Cervera Topete, Colección de documentos referentes a la Escuadra de Operaciones de las Antillas, Ferrol, Imprenta El Correo Gallego, 1899; “Muerte del general Ferrándiz”, en La Vida Marítima (Madrid), n.º 577 (1918), pág. 1; M. Fernández Almagro, Política Naval de la España Moderna y Contemporánea, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1946; J. Riera Alemany, “El contralmirante Ferrándiz”, en Revista Geneal de Marina (febrero, 1956), págs. 139-143; F. F. Bordejé y Morencos, Vicisitudes de una política naval, Madrid, Editorial San Martín, 1978; VV. AA., Crónica de la Marina Española en el siglo xix, 1868-1898, t. II, Madrid, Ministerio de Defensa, 1995; J. Cepeda Gómez, “Ferrández Niño, José”, en M. Artola (dir.), Enciclopedia de Historia de España, t. 4, Diccionario biográfico, Madrid, Alianza Editorial, 1991; Instituto de Historia y Cultura Naval, El resurgir de la Armada: Certamen naval de Almería (25 de agosto de 1900), Madrid, Editora Naval, 1994; J. Cervera Pery, La Guerra Naval del 98. A mal planteamiento peores consecuencias, Madrid, Editorial San Martín, 1998.
José Antonio Ocampo Aneiros