Escarré y Jané, Francisco. Aurelio María. Arboç del Penedés (Tarragona), 15.IV.1908 – Barcelona, 21.X.1968. Abad benedictino (OSB) y político.
Fue bautizado con el nombre de Francisco e ingresó en el célebre monasterio y santuario de Santa María de Montserrat (Barcelona) en 1923, donde tomó el hábito benedictino sublacense el 31 de agosto de 1925, profesó temporalmente el 5 de septiembre de 1926 y solemnemente el 11 de julio de 1930 con el nombre de Aurelio María. Tras estudiar en el colegio internacional de San Anselmo de Roma (1931-1932) y en el monasterio de El Miracle (Lérida) (1932-1933), siempre con poca salud, fue ordenado sacerdote el 3 de septiembre de 1933 y ejerció como profesor de historia eclesiástica en el monasterio (1933-1936). A causa de la Guerra Civil española, en 1936 con ayuda de la Generalidad de Cataluña pudo huir por mar a Italia y al año siguiente pasó a Belascoain, junto a su abad Antonio M. Marcet.
El 29 de enero de 1939, dándose el título de prior, ayudó a la recuperación del monasterio de Montserrat, de donde fue efectivamente nombrado prior el 5 de abril de 1939 y abad coadjutor el 27 de febrero de 1941, recibiendo la bendición abacial el 27 de abril siguiente. En 1943 fue nombrado visitador de la provincia benedictina sublacense española y el 13 de mayo de 1946, a la muerte del abad Marcet, le sucedió en el cargo. En 1956, con apoyo del Cardenal Larraona, intentó sin éxito crear con todos los monasterios existentes una Congregación Benedictina Española.
En 1960, a causa de las dificultades internas en el gobierno del monasterio, fruto de su carácter autoritario y manificiente y de la diversidad de criterios en la aplicación del Concilio Vaticano II, hubo en Montserrat una visita apostólica, a raíz de la cual le dieron al año siguiente como abad coadjutor al virtuoso padre Gabriel M.ª Brasó. Al principio mantuvo buena relación con las autoridades franquistas, pero luego tomó una postura crítica, que tuvo su detonante en 1963, cuando hizo unas declaraciones explosivas a Le Monde contra el régimen franquista, porque impedía las manifestaciones de la cultura y lengua catalanas. Además polemizó con el fogoso fray Justo Pérez de Úrbel, abad del Valle de los Caídos. Al no entenderse bien con su abad coadjutor, en 1965 hubo en Montserrat otra visita apostólica. Pero el 15 de marzo del mismo año abandonó voluntariamente España y tras una estancia en Roma, se estableció en el monasterio de benedictinas de Viboldone (Lombardía), desde donde aglutinó amigos, políticos, artistas, periodistas y grupos de diversas tendencias políticas y culturales catalanas, contribuyendo a mantener en ellos la esperanza de tiempos mejores para Cataluña. En 1966 tuvo que renunciar al abadiato de Montserrat, sucediéndole el padre Casiano M. Just, que fue quien le mandó regresar a Barcelona el 15 de octubre de 1968, estando ya gravemente enfermo de diabetes, y allí murió seis días después. Fue enterrado en Montserrat, siendo su entierro multitudinario. Durante sus años de abad, celebró las fiestas de la entronización de la Virgen de Montserrat (1947), consagró el nuevo altar de la basílica (1959), reformó el atrio de la misma, donde colocó un baptisterio, hizo la fachada actual del monasterio con su gran torre y nuevas habitaciones para los peregrinos; se aceptaron las fundaciones de Medellín en Colombia (1954) y Sant Miquel de Cuixà (1965). Fue hombre de acción y de gobierno y no un intelectual o erudito, ni tampoco escritor, pero propició en el monasterio la cultura, continuando la publicación de la Bíblia de Montserrat (1950), e iniciando la publicación de la colección Scripta et Documenta (1953) y las revistas Qüestions de vida cristiana (1958), Studia monastica (1959) y Serra d’Or (1959), las tres de referencia en su ámbito temático.
Su actuación como abad de Montserrat y su participación en la política catalana le hicieron de hecho como el representante de la iglesia catalana, siendo más escuchado que los obispos, y a nivel popular como un símbolo de Cataluña, en cuya historia se ganó un indiscutible lugar. No obstante, sus palabras y actuaciones le hicieron desde siempre un abad polémico, exaltado por unos y denigrado por otros, y ello, no solamente debido a intereses concretos y pasiones encontradas, sino a causa de su misma personalidad inclasificable y de sus actuaciones a menudo desconcertantes, dentro y fuera del monasterio.
Bibl.: E. Zaragoza Pascual, Los generales de la Congregación de San Benito de Valladolid, Silos (Burgos), Aldecoa, 1973-1987, 6 vols., pág. 335; A. M. Albareda y J. Massot i Muntaner, en Història de Montserrat, Montserrat, Abadía, 1977, págs. 113- 116; J. Massot i Muntaner, Els creadors del Montserrat modern, Montserrat, Abadía, 1979, págs. 140-243; N. Xifra Riera, L’abat Escarré. Història i mite, Llorà (Gerona), Editorial Boratuna, 1984; M. Minobis, Aureli M. Escarré, abad de Montserrat 1946- 1968, Barcelona, La Llar del Llibre, 1987; J. Vila-Abadal, L’abat d’un poble. Aureli M. Escarré, Barcelona, ed. Mediterránea, 1998; A. Manent, “Escarré i Jané, Aureli”, en Diccionari d’Història Eclesiàstica de Catalunya, vol. II, Barcelona, Generalitat de Cataluña- Editorial Claret, 2000, págs. 77-78; Abaciologi benedictí de la Tarraconense, Barcelona, Ed. Balmesiana, 2002, págs. 302-303.
Ernesto Zaragoza Pascual