García Sampedro, Melchor. San Melchor de Quirós. Cortes, Quirós (Asturias), 28.IV.1821 – Nam-Dinh, Tonkín (China), 27.VII.1858. Misionero dominico (OP), obispo y mártir.
El asturiano Melchor García Sampedro, protomártir de Asturias, forma parte de una legión de dominicos españoles que, desde mediados de los años ochenta del siglo xvi hasta ahora mismo, se embarcaron hacia el Extremo Oriente con el fin de evangelizar y cristianizar a sus gentes hasta el punto de dar sus vidas por el Evangelio. Melchor parece que intuyó esto siendo todavía muy joven.
Vino al mundo en el pueblecito de Cortes, en una de las pocas y humildes casas, conservada hasta hoy, que conformaban ese núcleo poblacional eminentemente agrícola. Era el primogénito de Juan García Sampedro y de su mujer Francisca Suárez, quienes llegarían a tener seis hijos más. Melchor fue bautizado al día siguiente de su nacimiento, en la parroquia de San Esteban de Cifuentes. En Cortes, al calor de un hogar sencillo, feliz, sano y muy cristiano se fue forjando la personalidad humana y cristiana del futuro mártir.
Coincidiendo con sus siete años de vida, en 1828 la familia se trasladó a San Pedro de Arrojo, patria chica del padre, en busca de mejor calidad de vida. Melchor era despierto de mente, piadoso y trabajador, y sus padres, a pesar de los escasos medios económicos, no dudaron en apuntarle en una academia particular, que en Bárzana (Quirós) regentaba don Vicente, uno de aquellos famosos dómines, que por entonces se dedicaban a la enseñanza particular. Melchor asistió a clases de Humanidades y de Latín durante tres años (1832-1835), al final de los cuales superó con creces su ingreso en la Universidad de Oviedo, a comienzos del curso 1835-1836. Se matriculó en Filosofía para pasar después a Teología, con la intención de poder ser ordenado de sacerdote. Tanto en la Universidad como fuera de ella, durante el decenio que residió en Oviedo, tanto por profesores como por compañeros y conocidos, Melchor García Sampedro será recordado como alumno inteligente y muy trabajador, excelente amigo, joven piadoso y caritativo. Al final del curso académico de 1845 obtuvo el bachiller en Teología.
Cuando en 1889, gracias al esfuerzo incansable del obispo dominico Ramón Martínez Vigil (1840- 1904), los restos del mártir lleguen a Oviedo, la Universidad honrará a su egregio discípulo.
Dejando de lado una brillante carrera académica y también una buena posición eclesiástica en Asturias, Melchor García Sampedro se decidió por lo que nadie, excepto él, sospechaba. No se sabe cuándo le nació su vocación misionera y dominicana; tal vez fue al contacto con la iglesia y el convento de santo Domingo de la capital ovetense, que solía frecuentar. Lo cierto fue que el 16 de agosto de 1845 recibió el hábito blanquinegro de los dominicos, en el convento de Ocaña (Toledo), hizo la profesión religiosa el 18 de agosto de 1846, completó algunas materias de Teología durante el curso de 1846-1847, y fue ordenado de sacerdote el 29 de mayo de 1847, en Madrid, por el obispo de Canarias Judas José Romo y Gamboa, que por entonces sufría destierro político en la capital de España, y que acabaría siendo cardenal arzobispo de Sevilla, donde murió en 1855.
Toda la preparación humana, intelectual y espiritual que fray Melchor almacenó en sus años de formación y estudio le fue más que necesaria para irse a las misiones del Extremo Oriente, de las que no volvería vivo. El recuerdo que dejó en Ocaña, entre superiores y compañeros, no hizo sino aumentar los elogios que ya hicieron de él en Oviedo. Era un “ángel en carne humana”, según frase sintetizadora de su maestro de novicios.
En febrero de 1848, formando parte de la barcada o Misión 73, compuesta por cinco dominicos, el flamante sacerdote fray Melchor salió camino de Cádiz, y allí se embarcó en la fragata Victoria, el 7 de marzo de ese año, rumbo a Filipinas. Arribó a Manila el día 25 de julio, y el 28 ya era profesor de la Universidad manilense de Santo Tomás, el primero y mejor centro cultural católico de todo Extremo Oriente y una de las glorias más sazonadas de la Orden Dominicana en ese continente, viva y vigorosa todavía hoy. Pero el recién arribado hizo saber enseguida a los superiores que él no había ido a Filipinas para ser profesor de Universidad (lo podía haber sido en la de Oviedo), sino para evangelizar en “misiones vivas”, a poder ser en las más difíciles.
Y así ocurrió; antes de un mes, el 16 de agosto de 1848, fue destinado a las misiones del Tung-kin (Tonkín, Tongkin o Tung-king) en la parte septentrional de la actual Vietnam. A estas misiones, a las que los dominicos habían llegado en 1676, iban solamente los religiosos mejor dotados de temple corporal, anímico y espiritual: fray García Sampedro tenía la talla y el temple perfecto. Llegó a La-Phú el 10 de febrero de 1849, y desde entonces, “Dúc-Thay- Xuyen” —ése era su nombre en lengua tungkina—, fray Melchor se entregó de lleno a la labor que desde siempre había deseado. En la plenitud de sus fuerzas, tenía entonces veintiocho años, y con un fervor y entusiasmo misioneros cada día mayor, comenzó por aprender la lengua, en la que pronto pudo entenderse con los nativos. Su propia valía y la escasez de personal misionero le hicieron escalar vertiginosamente todos los cargos —más bien pesadas cargas— que las necesidades y los superiores le echaron encima. Fue director del colegio-seminario de Cao-Xa (1850- 1852), vicario provincial (1852-1855), obispo titular de Tricomia y coadjutor con derecho a sucesión (16 de septiembre de 1855), siendo consagrado en el pueblo de Bui-Chu.
Se gestaba por entonces otra gran persecución contra los cristianos, y el obispo ya hacía algún tiempo que se movía con cautela y hasta tuvo que huir y esconderse alguna vez. En el año 1857, y hasta el de 1863, el rey Tu-Duc (1847-1883), fanático confucionista y enemigo de la occidentalización de su país, arreció la persecución contra los cristianos. En abril de 1858, García Sampedro se encontraba en el pueblo de Kien-Lao, que fue asaltado y arrasado por los soldados del gobernador Hung. Aunque el obispo pudo salvarse en esa ocasión, el 8 de julio de 1858, cansado de huir y de esconderse, fue apresado, llevado preso, cargado de cadenas y enjaulado a Nam-Dhin. Aquí y en esas condiciones permaneció hasta el día 28 de julio.
Ese día, a las afueras de Nam-Dhim, desde las 10 a las 11 de la mañana, fue martirizado con el suplicio más cruel que se recuerda de esa persecución. “Atado de pies y manos a cuatro estacas clavadas en tierra, los verdugos le cercenaron lentamente —tras repetidos golpes— los brazos y las piernas, por las articulaciones del codo y de la rodilla, con hachas de filo embotado, a propósito. Finalmente, un quinto verdugo separó la cabeza del tronco por el mismo procedimiento” (Fernández, 1958: 447). Le arrancaron las entrañas y las pusieron, junto con la cabeza, a la vista de todos, para general escarmiento. Después, todos sus despojos humanos fueron echados a una fosa abierta a tal fin. Con todo, los cristianos pudieron recoger parte de sus restos, conservados algunos de ellos hoy en Oviedo, en donde fueron recibidos en loor de multitudes en 1889, y quedando uno de sus brazos en Manila. Dado el frenesí de su corta vida, Melchor García Sampedro no pudo ejercer la labor de escritor.
Se conserva, no obstante, un precioso Cartulario enviado a superiores, amigos y familiares, Pastorales y Circulares a los misioneros y cristianos y Relaciones de los trabajos y calamidades del Vicariato del Tonkín Central (Manila, 1858).
Fue beatificado por Pío XII el 29 de abril de 1951, junto a otros veinticuatro mártires, víctimas de la misma ola persecutoria (1857-1862), y canonizado por Juan Pablo II el 19 de junio de 1988, junto a otros ciento diecisiete mártires vietnamitas.
Bibl.: J. Sarri Oller, El Venerable fray Melchor García Sampedro, Protomártir asturiano de la Orden de Predicadores, Obispo titular de Tricomia, Vicario apostólico de Tung-King Central. Sus virtudes, su apostolado y su martirio, Oviedo, Imprenta Cat. de Carlos Uría y Valdés, 1888; El Santísimo Rosario (1887), pág. 327, y (1889), pág. 336; H. Ocio (OP), Compendio de la Reseña biográfica de los religiosos de la Provincia del Ssmo. Rosario de Filipinas desde su fundación hasta nuestros días, Manila, Universidad de Santo Tomás, 1895, págs. 805- 808; J. A. Alonso Bonet, Crónica de la beatificación del Protomártir de Asturias fray Melchor García Sampedro, Gijón, Diputación de Asturias, 1951; A. García Figar (OP), El Beato Melchor García Sampedro, Obispo y martír del Tonkín, Madrid, General Oraá 14, 1951; P. Fernández (OP), Dominicos donde nace el sol, Barcelona, Yuste, 1958, págs. 445-447, 450 y 493; J. Barrado Barquilla (OP), Fray Ramón Martínez Vigil, O.P. (1840-1904) Obispo de Oviedo, Salamanca, San Esteban, 1996, págs. 31 y ss., 47, 49, 55, 57, 123, 228, 305, 351 y ss.; E. Neira, H. Ocio y G. Arnáiz, Misioneros dominicos en el Extremo Oriente (1836-1940), Manila, Eladio Neira, 2000; S. Cerra Suárez, San Melchor de Quirós, el primer santo asturiano, Oviedo, Ediciones Madú, 2004.
José Barrado Barquilla, OP