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Julián Rubio López

Biografía

Rubio López, Julián. Ciudad Rodrigo (Salamanca), 20.XI.1899 – Madrid, 17.III.1988. Militar y aviador.

Nació en el seno de una familia encabezada también por un oficial del Ejército; su padre Fabián Rubio Fernández era comandante de Infantería, y su madre era Concepción López Alonso. Ingresó el 4 de septiembre de 1914 como alumno de Infantería, cursando su carrera militar como cadete en la Academia de Toledo, saliendo en junio de 1917 como segundo teniente de Infantería, denominación que se cambió al año siguiente por la de alférez de la misma Arma e incorporándose inicialmente al Regimiento de Infantería de Burgos y el mismo año al Regimiento de Cazadores de Tarifa. En 1919 pasó por el Batallón de Cazadores de Madrid n.º 2 y a continuación sentó plaza en las Tropas de Policía Indígena de Larache, como teniente, grado al que había ascendido el 25 de junio de ese mismo año. Algo más tarde pasó al Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Tetuán n.º 2, destino en el cual ascendió en enero de 1922 a capitán por méritos de guerra. En 1923 estuvo algunos meses destinado en el Regimiento de Infantería Príncipe n.º 3 y en el Batallón de Fuerteventura n.º 22, antes de volver de nuevo al Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas Tetuán n.º 1 en el cual en conjunto permaneció casi seis años.

Ingresó en Aviación Militar en 1924, recibiendo la orden de incorporación al curso como alumno piloto de aeroplano el 19 de agosto de ese año y realizando su presentación al poco tiempo el 11 de noviembre, al Curso de Pilotos Civiles en la Escuela de Albacete.

A primeros de junio de 1925 pasó a la Escuela de Transformación, donde se convirtió en piloto militar de aeroplano y de ahí fue destinado al 1.er Regimiento del Grupo de León, pasando al Servicio de Aviación, zona occidental de Tetuán el 19 de agosto de ese mismo año. Un año más tarde, el 25 de agosto de 1926 resultó herido grave en acción de guerra, pasando al Hospital de Tetuán y poco tiempo después al Hospital Militar de Ciudad Rodrigo. El 30 de septiembre de 1926 fue ascendido por méritos de guerra a comandante de Infantería con veintisiete años.

En 1927, ya repuesto de sus heridas, pasó destinado a Getafe, a la Escuadra de Madrid con fecha 25 de enero, asignado a la 2.ª Escuadrilla del Grupo de Reconocimiento n.º 21 y en noviembre se incorporó al Grupo de Combate n.º 11 del mismo aeródromo. En 1928 realizó el Curso de Observadores y continuó destinado en la Escuadra de León, Grupo 33. El citado curso lo llevó a Los Alcázares, Cuatro Vientos y finalmente al aeródromo de Burgos como ayudante del grupo. En 1929 pasó al Grupo de Instrucción de Getafe, 2.ª escuadrilla.

En 1930 comenzó el curso de mandos en Cuatro Vientos el 18 de septiembre sobreviniendo la sublevación militar en la cual se vio involucrado, pasando el 15 de diciembre a prisiones militares, siendo baja en el servicio y quedando disponible en la 1.ª Región como procesado. Como resultado de la profunda reorganización que tuvo lugar como represalia por el amago de sublevación de final del año 1930, continuó disponible en la 1.ª región a comienzos de 1931, hasta el advenimiento de la Segunda República.

El 18 de abril se le dio el alta de nuevo en el Servicio de Aviación Militar, pasando a la 3.ª Escuadra en Burgos, dentro del Grupo 33. En junio consiguió la aptitud de caza en avión Nieuport 52, causando baja el 20 de octubre en su anterior destino y pasando a la Oficina de Mando de la Jefatura de Aviación. En agosto de 1932 desempeñó la mencionada jefatura por ausencia del primer jefe, el comandante Alejandro Gómez Spencer. Durante 1933 y parte de 1934 continuó en la misma oficina de mando pero estaba agregado a la Escuadra n.º 2, emitiendo en ese momento declaración de no pertenecer a ninguna organización política.

Cuando tuvieron lugar los sucesos de la llamada Revolución de Asturias, en León, un pequeño grupo de partidarios de la sublevación estuvo encabezado por el propio jefe del Grupo 21 de Reconocimiento, comandante Ricardo de la Puente Bahamonde, con el apoyo del capitán Carlos Núñez Maza, sargento Velasco y un escaso número de soldados, que en la noche del 5 al 6 de octubre, intentaron hacerse con el control de la base e impedir las operaciones de reconocimiento y bombardeo planeadas contra los insurrectos.

En el incipiente asalto al Aeródromo les faltó coordinación y decisión, fracasando el planeamiento y precipitando también el fallo de la rebelión en la ciudad. A continuación, la participación de las unidades del Grupo 21 en la campaña fue escasa debido al mal tiempo y los fallos de material.

El comandante De la Puente había sido relevado del mando el día 16 de octubre, siendo sustituido por el comandante Verda. A las pocas semanas de esos acontecimientos, el día 2 de febrero de 1935 se nombraba jefe del Grupo 21 y del aeródromo al comandante de Infantería, piloto y observador Julián Rubio López.

Su actuación fue clave para la conservación de tan importante enclave en manos de los sublevados en julio de 1936.

Al poco tiempo de la intentona de octubre de 1934, se celebraba Consejo de Guerra contra los oficiales y soldados participantes en el hecho dentro de la base. Tuvo lugar el día 31 de agosto de 1935, celebrándose en el patio de la Diputación de León.

Durante el juicio pareció probada la pasividad del comandante, que había procurado dificultar las órdenes recibidas y la clara actuación a favor de los sublevados, por parte del capitán, sargento, cabo y grupo de soldados implicados, así como las demostradas simpatías y contactos de todos ellos con los sublevados, en diferentes momentos y con intenciones manifiestas de apoyarles, tomando el control del aeródromo. Cuando el comandante Rubio se hizo cargo del aeródromo de León, el hasta entonces jefe del mismo, comandante De la Puente, que había sido declarado culpable, estaba sirviendo su condena allí mismo. Era primo del general Franco y fue una de las primeras personas que recibió la pena de muerte. Fue fusilado en Ceuta.

La revolución, que triunfó en Asturias durante casi dos semanas trágicas, fue uno de los prolegómenos de la Guerra Civil y continuó incrementando cada vez más las inquinas y odios que como en todo el país y sus instituciones, se habían ido produciendo entre los oficiales, suboficiales y tropa de la Aviación Militar.

Los sucesos en el Aeródromo de León durante los primeros días de la guerra fueron tan confusos como en el resto de las ciudades y acuartelamientos militares por entonces. En este caso, tanto los mandos militares del Regimiento 36 de Infantería, como el jefe del campo y del Grupo de Reconocimiento 21 trataron, con éxito final, de desviar la atención y hacer retroceder hacia Asturias o avanzar hacia Madrid a las fuerzas revolucionarias que amenazaban con permanecer en León y en el campo de aviación. Las añagazas, fintas e iniciativas realizadas por ambos jefes, apoyados por la mayoría de los oficiales de la base y acuartelamientos, así como la falta de decisión o de liderazgo de los pocos oficiales, suboficiales y tropa que deseaban secundar un apoyo decidido a las fuerzas de la República, completaron finalmente la posesión de la ciudad y de los establecimientos militares en manos de los rebeldes.

Es de destacar que la postura del comandante Rubio fue, durante días, objeto de la mayor preocupación para los dirigentes nacionalistas de aviación, que le presionaban continuamente. También ha habido especulaciones en estudios posteriores, acerca de la importante decisión de ponerse de parte de los insurrectos, teniendo en cuenta que según su propia versión de los hechos, a pesar de ser amigo personal de Mola, no había participado en los contactos previos entre los conjurados, y la mayor parte de los gubernamentales, le consideraban como republicano convencido. Toda la demora en manifestar su inclinación final pareció deberse exclusivamente a una estratagema bien planeada, que finalmente triunfó plenamente.

En la noche del 17 al 18 llegaron las primeras noticias del levantamiento del Ejército de África. El 18 se estaba a la expectativa en León, pero el día 19 la ciudad fue invadida por los mineros de Mieres y Langreo, que establecieron su cuartel general en el Bar Central de la plaza de Santo Domingo. El mismo día 19, el comandante Rubio recibía la visita del general José García Gómez-Caminero, que le impulsaba a entregar fusiles a los mineros, al tiempo que se congratulaba del mantenimiento de León en manos de la República. Rubio consiguió alejar cualquier sospecha y al mismo tiempo se mantuvo firme en la necesidad de su armamento para la defensa del aeródromo. El capitán Eyaralar fue comisionado para llevar al día siguiente al general a Madrid.

Según testimonio que figura en el libro Artífices del Alzamiento, Julián Rubio, comandante de Infantería y piloto aviador, con treinta y seis años, era el jefe de la primera escuadra cuando se entrevistó con el general Gómez-Caminero, negándole las armas que éste le solicita, al decir que las necesitaba para la defensa de la República.

Rubio, con Eyaralar, se trasladó al Gobierno Militar, donde el general Bosch recibió la seguridad de contar con el aeródromo, pero su jefe le pidió paciencia hasta que los mineros se alejasen de León.

En la mañana del 20 había cierta inquietud en el campo, observándose reuniones de los suboficiales republicanos, que habían previamente distribuido los servicios del día entre sus adeptos. El comandante Rubio envió a los capitanes Conejos y Bazán a la ciudad, para mantener contactos con la Comandancia Militar.

Regresaron poco después con la noticia de la decisión por parte de la guarnición de la ciudad de sublevarse y la petición de que algunos aviones sobrevolaran la ciudad para apoyar la declaración del Estado de Sitio.

La firmeza con la que se había procedido a mediodía del 20 dio su fruto, quedando definitivamente en manos de los sublevados el aeródromo. El sobrevuelo de aviones en León fue decisivo para la rendición de las autoridades en la ciudad. A partir del día 21 León quedaba en manos del general Bosch, coronel Lafuente y comandante Rubio, que habían actuado con prudencia y decisión.

Durante el expediente para la concesión de una importante condecoración, que se instruyó en el año 1940, se aportaron numerosos testimonios sobre el valor y la serenidad exhibidos por el comandante Rubio el 20 de julio de 1936. Sin arma ninguna en su mano ni nadie que lo protegiera, se enfrentó con su única palabra como persuasión ante los suboficiales que no estaban de acuerdo en alzarse y luego a cielo abierto con los soldados. Resistió toda clase de presiones y, cuando finalmente se sumó al levantamiento, lo hizo, según sus palabras: “en nombre de la República [...] y tuve la bandera republicana izada en el aeródromo hasta que Mola me dijo que la cambiara”.

El Grupo de Reconocimiento 21 contaba con unos diecisiete aviones y algunos agregados en el Grupo 23 de Logroño. En el mismo mes de julio de 1936 comenzaron las operaciones de apoyo a las fuerzas nacionalistas en el Frente Norte, con actuaciones continuas, tanto en el auxilio y suministro de las fuerzas propias en Oviedo y Gijón, como colaborando en el avance de las columnas que intentaban aproximarse a las dos ciudades sitiadas por los republicanos. Toda la campaña tuvo lugar desde octubre de 1936 hasta noviembre de 1937, dividida en tres fases muy diferenciadas, que terminaron con la conquista definitiva de Asturias.

El aeródromo de León sufrió, al menos, dos ataques aéreos durante este período; en uno de ellos, el día 25 de julio de 1936, en las primeras horas de la mañana, cerca de las 11, aviones enemigos descargaron bombas en la zona sur de las instalaciones, mientras que otros ametrallaban los hangares. En otro aislado, un avión Mosca I-16 dio una pasada ametrallando el campo y volvió a su lugar de origen.

El entonces comandante Rubio estuvo volando los Heinkel 46 y algo más tarde mandó una escuadra de Savoias. Según manifestó mucho tiempo después de la Guerra Civil: “En abril de 1937 me trasladé a Vitoria.

No llegué a enterarme de lo de Guernica. Yo mandaba unos aviones pequeños de apoyo, ‘Las Pavas’ (o Heinkel 46), como los llamábamos. [...] Conocía a Franco desde hacía mucho, porque fui oficial de fuerzas indígenas durante seis años en Marruecos.

Estuve cerca de él en la retirada de Xáuen. Él también me conocía a mí, porque yo soy muy aficionado a la caza. No era un hombre extrovertido ni simpático, pero como militar era excepcional”. Sobre el general Mola, Rubio tenía la mejor opinión.

Después de finalizar la Campaña del Norte, el general estuvo estacionado cerca de Tudela y en Huesca.

A continuación mandó una escuadra de Savoia 81 en Cataluña hasta el final de la guerra, salvo cuando bajó a Sevilla para la ofensiva de Peñarroya en enero de 1939. Según sus palabras: “Terminé la guerra en Mérida.

Estábamos preparados para venir sobre Madrid, pero ya se acabó y no hubo necesidad. El día antes yo había sobrevolado un pueblo cerca de Almadén, y vi que estaban todos con bandera blanca. Ya no hizo falta que la aviación hiciera nada. Nos vinimos a Madrid y yo me fui con la escuadra a Alcalá de Henares.

Ya la guerra había terminado”.

El teniente coronel Rubio realizó durante la guerra ciento cuarenta y cinco servicios de guerra, lo cual y dada su elevada graduación y sus responsabilidades burocráticas, de organización y mando, ya en esos momentos, no deja de ser una respetable cantidad.

Como jefe de la Aviación del Norte o también como jefe de la Región Aérea Norte, tuvo como jefe de Estado Mayor a Francisco Iglesias Brage. No se puede olvidar el hecho de que, al contrario que en muchos acuartelamientos y aeródromos, en los días iniciales de la contienda, el resultado de la sublevación en el aeródromo de León fue incruento. Como años después confesaba Julián Rubio: “Se procesó a unos cuantos suboficiales y a dos oficiales, que no habían hecho más que no querer sumarse al movimiento, aunque luego, de hecho, se sumaron [...] A los suboficiales les dieron penas muy fuertes y a los dos oficiales les condenaron a muerte. Yo no podía aceptar esto. Me fui a ver al General Mola [...] De rodillas le pedí que no mataran a estos dos oficiales.

Y los perdonó”. Uno de ellos vivía todavía cuando contaba esto.

Casado con Concepción Villamayor Broutin, tuvieron siete hijos: Julián, Conchita, Paloma, Ricardo, Miguel Ángel, Mary Cruz y Fernando. Algunos de ellos también relacionados con la Aviación: el mayor, Julián, ingeniero aeronáutico en Iberia, Ricardo, teniente general del Ejército del Aire y Miguel Ángel, capitán de Aviación, fallecido en accidente aéreo con un Caravelle en Funchal, Madeira, en 1973.

Después de la Guerra Civil, Julián Rubio continuó una carrera militar en la Aviación militar llena de éxitos. El 28 de septiembre de 1937 había sido ascendido a teniente coronel mediante propuesta extraordinaria y el 15 de abril de 1940 fue ascendido a coronel de la Escala del Aire, Arma de Aviación.

En septiembre de 1939 fue nombrado jefe de la 5.ª Región Aérea o del Cantábrico, con cabecera en Valladolid, al mismo tiempo que ejerció como inspector de academias y escuelas. Al ascender a coronel fue confirmado como jefe de la Region Aérea Atlántica.

En 1941 realizó el Curso en la Escuela Superior del Aire y el de Vuelo Sin Visibilidad, siguiendo como jefe de la Región Atlántica, ascendiendo a general de brigada el 25 de julio de 1942. Poco después realizó el Curso de Mandos Superiores, ascendiendo a general de división en 1946, siendo confirmado de nuevo en el mando de la región. En 1956 fue ascendido a teniente general y en 1959 fue nombrado jefe del Mando Aéreo de la Defensa, organismo a cargo de los nuevos aviones reactores aportados por los norteamericanos desde el Pacto de Renovación de Material, así como los Asentamientos de Radar de Vigilancia desplegados por la geografía de España en esos años. Paralelamente se venía desempeñando como consejero de la Compañía Aviaco y el 27 de enero de 1962 fue designado como presidente accidental de la Compañía Iberia a petición del marqués de Suances. Después de su pase a la situación “B” y a la reserva en 1968, se retiró en 1972 viviendo en Madrid, donde falleció en marzo de 1988.

 

Bibl.: Sheelag Elwood, “Entrevista a Julián Rubio López”, en Historia y Vida, La Guerra Civil, s. f., págs. 112-116; M. Aznar, Historia Militar de la Guerra de España, Madrid, 1940; J. Gomá Orduña, La Guerra en el Aire, Barcelona, Editorial AHR, 1958; L. Romero, Tres días de julio, 18, 19 y 20 Julio 1936, Nolis de Rey, Los Amigos de la Historia, 1969; J. Salas Larrazábal, La guerra de España desde el aire, Barcelona, Ediciones Ariel, 1970; VV. AA., Historia de la Aviación Española, Madrid, Instituto de Historia y Cultura Aérea (IHCA), 1988; R. de Madariaga Fernández, “El Aeródromo de León hasta 1939”, en Aeroplano, n.º 18 (2000), págs. 11-31; J. Salas Larrazábal, Guerra Aérea 1936-1939, Madrid, IHCA, 2003, 4 vols.

 

Rafael de Madariaga Fernández

 

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