Rodríguez y Díaz de Lecea, José. Matanzas (Cuba), 2.V.1894 – Madrid, 28.XI.1967. Aviador militar, ministro.
Nacido en una familia militar, ingresó en la Academia de Infantería, en Toledo, y, promovido a 2.º teniente en 1918, fue destinado al Regimiento de Zaragoza n.º 12, de guarnición en Santiago de Compostela.
Pronto pasó a África, y destinado en la Comandancia de Ceuta, recibió su bautismo de fuego en el blocao de Anzar. Solicitó pasar al Servicio de Aeronáutica, y admitido al 10.º curso, se hizo piloto de aeroplano, realizó las prácticas de caza en Los Alcázares y pasó a formar parte de la escuadrilla de esta especialidad que, con aviones Martinsyde se formó en Melilla ante la posibilidad de que Abd el Krim adquiriera aeroplanos.
El 30 de julio de 1924, cuando su escuadrilla realizaba una operación de castigo contra la kabila de Beni Tuzin, una descarga enemiga alcanzó a su biplano, forzándole a tomar tierra en territorio enemigo, a 5 km de las líneas propias, siendo salvado y conducido a ellas por un jinete moro que a galope lo llevó a la posición de Azur. Se distinguió en los combates desarrollados los días 3, 7 y 9 de mayo de 1923, para llevar el convoy a la sitiada posición de Sidi Messaud en que la durísima resistencia del enemigo pudo ser vencida por el coraje y esfuerzo de los aviadores, que, desde el campo avanzado de Dar Driux, llegaron a realizar hasta seis salidas por avión y día. Su brillante comportamiento el 11 de noviembre de aquel mismo año, mientras realizaba una misión de abastecimiento a la sitiada posición de Sidi Selim —en la que pese a resultar herido y con el avión averiado por el fuego enemigo, completó la misión e incluso ametralló las concentraciones de moros— hizo que fuera propuesto para la Medalla Mlitar, que le sería concedida por Real Orden de 19 de febrero de 1929, en la que se lee: “[...] por su distinguida actuación el 11 de noviembre de 1924 en el abastecimiento de la posición de Sisi Selin, que se hallaba asediada por numeroso enemigo, y a pesar del intenso y eficaz fuego que se le dirigía, descendió a muy escasa altura para realizar con mayor eficacia el servicio. Herido leve, agujereado el depósito de la gasolina y averiado uno de los mandos por el fuego enemigo, continuó el aprovisionamiento con toda serenidad, haciendo las pasadas con tal precisión y volando tan bajo que todos los sacos de víveres cayeron dentro de la posición, y una vez terminado este servicio, apreciando con absoluta serenidad la importancia de las averías, y no obstante estar herido, aprovechó la gasolina que le quedaba para volar sobre las concentraciones enemigas y ametrallarlas con gran eficacia, regresando al aeródromo, a donde llegó con medio litro escaso de gasolina”.
Participó en las operaciones de la bahía de Alhucemas, en 1925, apoyando con su Grupo a las fuerzas que desembarcaban en las playas de Ixdain y La Cebadilla, resultando derribado por fuego de ametralladora enemiga, el 8 de septiembre, cayendo al mar de donde, con su bombardero, el sargento Núñez, fue rescatado por una embarcación de la Armada.
Ascendió a capitán, por méritos de guerra, en 1926, y a comandante cuatro años más tarde, siendo nombrado jefe de la Escuela de Reentrenamiento de Pilotos.
Destacó en aquellos años el comandante Lecea como deportista, sobresaliendo en la caza de la avutarda con avión, actividad que requería, además de conocer mucho el terreno y los hábitos de estas aves, una gran habilidad para el pilotaje.
Al advenimiento de la República, en abril de 1931, estuvo separado del servicio de Aviación hasta 1933 en que fue destinado al Grupo de Caza de la Escuadra n.º 3, en Prat de Llobregat, pasando en 1935 al aeródromo de Getafe, como mayor de la Escuadra n.º 1.
En marzo del año siguiente, el gobierno del Frente Popular le dejó “disponible”, y en esta situación se encontraba el 18 de julio de 1936, en Tetuán, uniéndose a los alzados en aquella plaza, recibiendo pronto el mando de la 1.ª Escuadra de Bombardeo que se formó con trimotores Junkers Ju-52, con la que actuó en los frentes de Andalucía y el Centro, y apoyando a las columnas que desde el Sur avanzaban sobre Madrid.
En 1937 —ya ascendido a teniente coronel— fue nombrado jefe de la Región Aérea del Centro, y en este cargo terminó la guerra.
Al crearse en 1939 el Ejército del Aire, fue nombrado jefe de la Región Aérea de Levante, al año siguiente, ascendido a coronel, recibió el mando de la Zona Aérea de Marruecos, y al ascender a general de brigada dos años más tarde, fue designado director general de Antiaeronáutica. En 1957 ascendería a general de división, recibiendo el mando de la Región Aérea del Estrecho, cargo que desempeñó hasta que, ascendido a teniente general en 1957, fue nombrado ministro del Aire el 25 de febrero de ese mismo año.
Su paso por éste se inició con la campaña de Ifni-Sáhara, en la que la Aviación tuvo tanto protagonismo y en la que hubo de combatir con aviones anticuados y obsoletos, ya que aunque el Ejército del Aire disponía de material moderno, no pudo ser empleado por no permitirlo el Tratado de Amistad y Ayuda con los Estados Unidos. Durante su gestión, se reorganizaron las Fuerzas Aéreas del Mando de la Defensa, y se llevó a cabo la estructura funcional de la red de Alerta y Control, creándose el Centro de Operaciones de Combate (COC), y los escuadrones de Alerta y Control.
Se creó la Escuela de Helicópteros y la Unidad de Cooperación Aeronaval. La industria aeronáutica produjo el primer avión reactor español, el “Saeta” del que se vendieron a Egipto veinte unidades y la licencia para ser fabricados en aquel país. En lo que a la Aviación Civil se refiere, se modernizaron los aeropuertos principales, se desarrollaron las compañías aéreas AVIACO, SPANTAX y TASSA, y se celebró en Madrid la II Conferencia de la Comisión Europea de Aviación Civil, siendo elegido presidente el general Azcárraga.
Al cesar como ministro, el 11 de julio de 1962, recibió el nombramiento de consejero electo de Estado.
Murió en Madrid, en el Hospital del Aire, a los setenta y tres años de edad, el 28 de noviembre de 1967.
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Emilio Herrera Alonso