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Miguel Antonio de la Gándara y Pérez

Biografía

Gándara y Pérez, Miguel Antonio de la. Abate Gándara. Valle de Liendo (Cantabria), 27.IX.1719 – Pamplona (Navarra), 5.X.1783. Agente de Preces en Roma, economista y reformador.

Perteneció a la oposición ensenadista y fue autor de algunas sátiras políticas que tanto proliferaron antes y después del motín contra Esquilache, motivo por el cual se le abrió un proceso y se le encerró de por vida en la ciudadela de Pamplona. Puede considerarse como uno de los representantes de la “Ilustración cristiana”, según el concepto y la expresión que acuñara Paul Hazard.

Fueron sus padres Juan Antonio de la Gándara y Petronila Pérez Sopeña. Miguel fue el mayor de siete hermanos: María Rafaela (1722), María Josefa (1724- 1775), Juan Ángel (1727-1787), María (1730-1813), Juan Antonio (1733) y Francisco Manuel (1737). Según consta en su partida de bautismo, sus abuelos paternos eran vecinos del lugar de Tarrueza y los maternos del valle de Liendo, siendo sus padrinos Juan Antonio Vélez Cachupín, personaje influyente, y María de Sopeña. Sólo dos de sus hermanos son mencionados en los escritos de Gándara: María y Juan Antonio. La primera, en su testamento y el segundo, en varias ocasiones, ya que su educación y manutención corrieron a su cargo. La madre falleció joven, en 1740, cuando Miguel Antonio contaba veintiún años de edad. El padre contrajo segundas nupcias con María de Chávarri, noble, con la que tuvo tres hijos.

En 1749 moría Juan Antonio de la Gándara, dejando viuda joven y bien situada.

Miguel Antonio había nacido en el seno de una familia de hidalgos acomodados, con dos características destacadas: la conciencia de su condición de noble y una acrecentada fe religiosa. El Catastro de Ensenada y los testamentos y escrituras de la familia confirman ambos extremos. En el barrio del Noval del valle de Liendo se conservaba hace unos años la casa torre de la familia Gándara.

No se sabe a ciencia cierta dónde realizó sus estudios de Cánones y Leyes, pero sí que tuvo buenos y entendidos protectores. Ordenado presbítero muy joven, gozó pronto de un beneficio en la iglesia parroquial de su pueblo natal. Más tarde disfrutó las rentas de varios beneficios, el de Zamora y Zela en Tuy, el de Trujillo y el de Lorca. En 1757, en su correspondencia con Ricardo Wall, secretario de Estado, menciona sus “méritos de Universidad”. Fue discípulo y amigo de los jesuitas y mantuvo con ellos estrecha amistad durante cuarenta años. En 1769, prisionero en Pamplona, lo confesaba sin rebozo, defendiendo a la Compañía y su doctrina. Completó su formación con la lectura de las numerosas obras que componían la rica biblioteca que trajo de Roma en 1759, en la que predominaban las obras de autores franceses. Una parte de esta biblioteca fue encontrada en la prisión donde murió; muchos de los libros eran obras prohibidas y, como tales, incluidos en los Índices publicados por la Inquisición entre los años 1747 y 1805. Entre otros autores, están representados Rousseau, Voltaire, Montesquieu, D’Alembert, Diderot, Condillac, Marmontel, Mirabeau, Linquet, Robinet y Delisle de Sales, además de varias partes de la Enciclopedia. Dos de sus obras fueron escritas en la prisión de Pamplona en 1777: El lujo en su luz y Voltaire refutado, en que sigue al apologeta Nonnotte, y Plan de los artículos que deben formar el sistema universal de gobierno.

Gándara es un representante típico de la “Ilustración cristiana”. Defiende la razón pero también la libertad, la tolerancia, sin renunciar a su fe. Es un representante de la recepción en España del sensualismo de Locke y Condillac, y defensor de las ciencias útiles. Recibió ampliamente la influencia de la cultura europea pero sin afectar al dogma que profesaba.

Desempeñó el cargo de agente de Preces entre 1750 y 1758. El 15 de diciembre de 1750, el secretario de Estado, José de Carvajal y Lancáster, comunicaba la noticia al ministro-embajador, cardenal Portocarrero.

El 9 de febrero de 1751, Fernando VI firmaba el despacho de nombramiento de Gándara como agente general y procurador suyo en la Corte de Roma. Al nuevo agente se le asignaba el sueldo de 400 doblones de a setenta reales de vellón al año. La función del agente era la solicitud de todas las bulas que se pidieran en nombre de Su Majestad respectiva a su Real Patronato o de otra naturaleza, por la vía reservada o por las secretarías de los diferentes Consejos. La gestión más destacada que llevó a cabo fue la firma del Concordato de 1753. A partir de esta firma, el agente permaneció en Roma con una misión muy concreta, la de encauzar las materias beneficiales según el texto concordado y vigilar su cumplimiento. Por su participación en las negociaciones se le concedió una gratificación de 12.000 reales de vellón. Otra cuestión importante llevada a cabo por el agente fue la creación del Obispado de Santander en 1754, desgajada de la archidiócesis de Burgos. En 1755 obtuvo las bulas del Arzobispado de Toledo en las que se incluyeron las cláusulas “retinendi et testandi” que, según la Cámara, atentaban contra el Concordato y contra el derecho real de resultas. Esto le acarreó un choque frontal con la Cámara, que buscó desde entonces su destitución. La coyuntura política en España no era favorable para el agente. En 1754 murió Carvajal, el mismo año se produjo la caída de Ensenada y al año siguiente la del padre Rávago, confesor del Rey. Los protectores de Gándara desaparecieron de la escena política española y los nuevos ministros tenían otras miras e intereses. Gándara, ensenadista y muy amigo de los jesuitas, no podía ser bien visto y aquí hay que buscar la causa de su desgracia. En 1758 fue sustituido en la Agencia por Manuel de Roda y Arrieta.

El Rey concedió a Gándara el arcedianato de Lorca (Murcia), que él consideró como un inmerecido castigo, como un deshonor, no conforme a sus méritos.

Liberado de la Agencia, Gándara realizó dos viajes a Nápoles, donde fue muy bien recibido por sus majestades sicilianas. El primer viaje lo realizó entre el 27 de junio y el 27 de julio de 1758 siendo invitado a Caserta y a la isla de Prócida a cazar faisanes. Estuvo en Caserta, aunque no en Prócida, ya que tuvo que regresar a Roma. Allí recibió como regalo del rey de las Dos Sicilias los libros de Herculano, de Caserta y del Catálogo, y Wall le envió permiso para visitar varias cortes europeas.

En noviembre recibió la invitación del futuro Carlos III para asistir a la caza de patos y Gándara realizó su segundo viaje a Nápoles, donde encontró cuarto puesto en palacio y caballos para acompañar a sus majestades en las cacerías. Fueron jornadas felices entre Persano, Caserta y Nápoles, acompañando al Rey mañana y tarde. Entre enero y agosto de 1759 permaneció en Nápoles, donde escribió los Apuntes sobre el bien y el mal de España que están fechados el 5 de julio de 1759. Los Apuntes constituyen un amplio proyecto de reformas que sitúan a su autor entre los escritores de economía política del siglo xviii; no menos de cinco copias se guardan en la Biblioteca Nacional de España.

El 22 de agosto de 1759 recibió en Nápoles la noticia de la muerte de Fernando VI, y Gándara, que formaba ya parte de los cortesanos en torno al nuevo Rey, se expresaba así en una carta a Wall: “Créome en obligación de ir acompañando al rey, mas no por esto desisto de mi giro de Cortes, siempre que S. M.

tubiere la clemencia de continuarme el Real permiso, que mediante el fabor de V. E. se havía dignado concederme nuestro Amo que esté en gloria”. En diciembre de 1759 desembarcaba Carlos III en Barcelona y es más que probable que Gándara regresara a España con el séquito que acompañó al nuevo Rey.

A partir de esa fecha aparece establecido en Madrid, en una casa cerca de Recoletos, frecuentando los reales sitios y acompañando al Rey en sus cacerías, pues era hábil con la escopeta y, según sus escritos posteriores, tenía nombramiento de confesor de la Real Familia.

El Domingo de Ramos, 23 de marzo de 1766, estalló en Madrid el motín contra Esquilache. Gándara fue testigo ocular de los hechos y él mismo refiere que, rodeada su berlina por los amotinados en la puerta del Ángel, parlamentó con ellos durante hora y media y procuró apaciguarlos. Después del motín marchó a Aranjuez y allí recibió la orden de retirarse de la Corte a su arcedianato, orden que se le repitió en varias ocasiones en los meses de abril y mayo de 1766, estando aún en el real sitio. Gándara se resistió a alejarse de la Corte y de Madrid y no se desprendió de los papeles que más tarde le comprometieron gravemente.

Tras el motín, se crearon órganos especiales destinados a la investigación del suceso. La pesquisa secreta, dirigida por Campomanes y el Consejo extraordinario presidido por el conde de Aranda, que lo era también del Consejo de Castilla. Una orden del presidente del Consejo de Castilla obligaba a los eclesiásticos a restituirse a sus destinos, a no murmurar contra el Gobierno y a entregar los papeles sediciosos que tanto proliferaban por aquellos días. Gándara no atendió la intimación del conde de Aranda ni los consejos del arzobispo de Toledo y del nuncio de Su Santidad. Muy a su pesar, se retiró de Aranjuez a Madrid con idea, según él, de marchar a cazar a Arganda o a Fuentesalar, pensando escribir una relación sobre el motín dirigida al Rey.

Aunque la idea era abandonar Madrid, tuvo que detenerse porque le habían robado y necesitó realizar algunas diligencias. Cuando iba a salir para Arganda sufrió un cólico muy grave con dos recaídas. Ante este nuevo retraso fue llamado por el conde de Aranda.

El 20 o 21 de octubre fue sacado a viva fuerza de su casa “con calenturas” por José Güell, alcalde de Corte que llevaba orden de alejarle de Madrid a cincuenta y seis leguas. Gándara salió diciendo que no pasaría de Pozuelo, de lo que se informó a Aranda, que ordenó alejarle cuarenta leguas de la Corte o retirarse a uno de sus beneficios. Le condujeron a Cáceres en siete días, “en brazos de la muerte”. Al poco tiempo de su llegada fue hecho prisionero y detenido por orden de Aranda, presentándose a prenderle una partida de caballería, que le condujo desde Cáceres hasta Móstoles, y le encerraron en el castillo de Batres, en una celda sin ventilación con treinta hombres de guardia. En otoño se desarrolló en Batres una epidemia de tercianas que afectó a Gándara. Entonces llegó la orden de su traslado a Pamplona. Después de un año de destierro salió de Batres el 26 de octubre de 1767 y llegó a Pamplona el 6 de noviembre rodeado de tropas de a pie y a caballo, con bayoneta calada en los alojamientos.

En marzo de 1767, todavía en Batres, se presentó Pedro de Ávila, alcalde de Corte, a tomarle declaración con un cuestionario de setenta y ocho preguntas.

Una de ellas trataba de su amistad con los jesuitas.

Éstos, tras el dictamen fiscal de Campomanes (31 de diciembre de 1766), fueron expulsados por la Pragmática de 2 de abril de 1767, acusados de instigadores del motín contra Esquilache. La principal acusación contra Gándara fue la de ser “cómplice” con los jesuitas y “con reos” y “motinero” o cabeza del motín, junto con Velázquez y Hermoso.

Además de su amistad con los jesuitas, los cargos contra Gándara se centraban en considerarle autor de varios papeles satíricos, “insidiosos e injuriosos” para el Gobierno. Se le acusaba de ser el autor del papel de las diecisiete décimas titulado Pronóstico del levantamiento del pueblo de Madrid, que era de puño y letra de Gándara y en la tercera décima se refiere a los temas económicos y de la decadencia tratados en sus Apuntes. También se le acusó de ser autor del papel de los Artículos de las instancias hechas al rey por el pueblo de Madrid, que constaba de once artículos y terminaba “acordado todo”, y de tres papeles de letra de molde, el primero de los cuales empezaba “señor don Miguel” y terminaba “que su gloria”. Respecto a las Décimas y a los Artículos, él afirmaba que los había copiado, y en cuanto a las tres cartas, que las había recibido por el parte estando en Aranjuez y que se las presentó a Roda.

Se le acusaba, además, de haber ultrajado al Rey estando en el cuarto del infante Luis, en el que se le oyó decir “esto no es reinar sobre los corazones” en los días del motín. Considerado reo de alta traición, reo de Estado o de lesa majestad, Gándara dirigió al Rey, por manos de Almerico Pini, un extenso memorial, Resumen de la calumnia, en el que defiende su inocencia y acusa a Campomanes de ser el autor de las calumnias levantadas contra él.

El Consejo extraordinario ordenó el 22 de abril de 1769, siendo fiscal José Moñino, que se tomara confesión al reo. Para ello se nombraron dos jueces comisionados, uno civil y otro eclesiástico: Pedro de Ávila y Soto y Félix Oliván. A la confesión (12 de julio de 1769) siguieron dos nuevos recursos del prisionero al Rey. El informe fiscal de Floridablanca determinó que el Consejo extraordinario ordenara el sobreseimiento de la causa el 26 de marzo de 1770, pero Gándara continuó prisionero. Todavía hubo una revisión del proceso y nuevos informes fiscales en 1772. Al año siguiente, el Consejo extraordinario elevó una consulta al Monarca, que se conformó a su Consejo.

A partir de 1773 se endurecen las condiciones del prisionero privándole de pluma y papel, a pesar de la defensa de Gándara hecha por su hermano Juan Antonio, que también fue desterrado a veinte leguas de la Corte y de los reales sitios, viviendo en Sigüenza durante diez años (1773-1783). A la muerte de su hermano, pidió el levantamiento del destierro, que le fue concedido en enero de 1784.

Gándara falleció en el encierro de Pamplona el 5 de octubre de 1783, a los sesenta y cuatro años de edad, tras diecisiete años de prisión, sin haber logrado su rehabilitación ni su libertad. Su cuerpo fue enterrado en la iglesia de San Saturnino de aquella ciudad. Su celda fue sellada y sus papeles fueron cuidadosamente trasladados a Madrid y entregados a Floridablanca.

 

Obras de ~: Apuntes sobre el bien y el mal de España, Nápoles, 5 de julio de 1759 (ed., transcr. y est. prelim. de J. Macías Delgado, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1988); Dictamen sobre la Alternativa del Obispo de Ávila [escrito a instancias de R. Wall], 1760 [en Semanario Erudito de Valladares, XII (1788), págs. 3156]; El lujo en su luz y Voltaire refutado, Pamplona, 1777; Plan de los artículos que deben formar el sistema universal de gobierno, Pamplona, 1777; Reflexiones sobre quindenios Eclesiásticos, s. f., ms. en el Archivo Municipal de Santander; Ventajas y utilidades que resultaron a Roma del Concordato y Satisfacciones que resultaron a España del Concordato con Roma [papeles en defensa del Concordato], s. f., Archivo Histórico Nacional, secc. Consejos, leg. 51757.

 

Bibl.: M. Colmeiro, Biblioteca de los economistas españoles de los siglos XVI, XVII y XVIII, Madrid, 1880 (reed., Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1954), pág. 80; G. Desdevisses du Dezert, “Un Reformateur au dix-huitième siècle D. Miguel Antonio de la Gándara”, en R159, 14 (1906), págs. 274-293; A. de P. Ortega Costa, “Gándara y su programa de Política Económica”, en Boletín del Colegio Nacional de Economistas, 308 (1961), págs. 69; R. Olaechea Albistur, Las Relaciones hispanorromanas en la segunda mitad del siglo XVIII, 2.ª parte, Zaragoza, 1965, cap. I; A. Elorza, “Mercantilismo y nacionalismo en el Proyecto del Abate Gándara”, en Anuario de Historia Económica y Social, l (1968), págs. 639642; M. Bitar, Economistas españoles del s. xviii. Sus ideas sobre la libertad de comercio con Indias, Madrid, Cultura Hispánica, 1968, págs. 170173; J. Macías Delgado, El Abate Gándara y la reconstitución nacional de España en el siglo XVIII, Madrid, Universidad Complutense, 1986 (col. Tesis Doctorales, n. 14/1986); “Estudio preliminar”, en M. A. de la Gándara, Apuntes sobre el bien y el mal de España, op. cit.; D. Ozanam, Les diplomates espagnols du xviiie siècle, Madrid-Bordeaux, Casa de Velázquez-Maison des Pays Ibériques, 1998; E. Fuentes Quintana (dir.), Economía y economistas españoles, III. La Ilustración, Barcelona, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 1999; J. Perdices de Blas y J. Reeder, Diccionario de pensamiento económico en España (1500-2000), Madrid, Fundación ICO-Síntesis, 2003.

 

Jacinta Macías Delgado

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