Hurtado Izquierdo, Francisco. Lucena (Córdoba), 6.II.1669 – Priego (Córdoba), 30.VI.1725. Arquitecto.
Los datos biográficos de Francisco Hurtado Izquierdo han sido ampliamente expuestos en los trabajos monográficos de René Taylor y en los artículos de Rivas Carmona. Francisco Hurtado Izquierdo fue uno de los pocos arquitectos contemporáneos de Palomino que mereció el honor de ser citado en su Tratado de la pintura, definiéndolo como “insigne arquitecto”, poseedor de “eminente” y “esclarecido ingenio”. Dejó numerosas obras diseminadas por los sitios más diversos de la geografía española; muchas de ellas son creaciones por él trazadas, pero realizadas por otros maestros, lo que contribuyó a que en torno a él circulase un nutrido grupo de discípulos y colaboradores.
Fue bautizado en Lucena (Córdoba), el día 10 del mismo mes en que nació, en la parroquia de San Mateo; sus padres fueron Diego Hurtado e Isabel de Hermosilla y su padrino, Gabriel Curado. En relación con su infancia, apenas pueden bosquejarse algunas pinceladas. Es de suponer que los primeros años de su vida transcurrieran en su pueblo natal, donde por aquel tiempo se estaban llevando a cabo importantes construcciones. Posiblemente conocería la obra que Juan Trujillo Moreno estaba haciendo para las agustinas recoletas y estaría en contacto con Leonardo Antonio de Castro, figura significativa dentro del arte lucentino, ya que, además de presbítero, fue arquitecto, escultor, pintor y poeta. Una figura tan compleja no debió de pasar inadvertida al joven Hurtado, y se ha llegado a admitir que fue este personaje quien influyó fundamentalmente en la génesis de su arte.
Francisco Hurtado Izquierdo fue un hombre de su época y como tal se muestra en su biografía. Bonet Correa opina que su vida “fue un intento de transgresión de su propia clase social”. Sus inicios artesanales fueron rebasados cuando consiguió afianzar su estatus como arquitecto. A los veintiocho años fue nombrado maestro mayor de la catedral de Córdoba, nombramiento al que uniría la maestría de la catedral de Granada, añadiéndole poco después el tratamiento de capitán, al alcanzar este grado como ingeniero mayor de las costas del Mediterráneo, circunstancia que le permitiría entrar en contacto con las ciudades españolas del Mediterráneo e incluso con las italianas, hecho que se reflejará en su obra posterior, sobre todo a partir de 1710. Todavía lograría un cargo más en 1713, cuando obtuvo la Administración de las Alcabalas de Priego. Pero esta paulatina relevancia no pareció suficiente al maestro, que pretendía convertirse en un señor de la burguesía andaluza. Ya se había casado en 1699 con Mariana de Gámiz y Escobar, hija de uno de los dos regidores de la villa de Priego, y procuró siempre que sus amigos fueran gente de abolengo, como se puede observar en las partidas de bautismo de sus hijos, para así alcanzar el status de los caballeros y pequeña nobleza de los pueblos cordobeses. Junto a ello hay que destacar que los últimos años se dedicó a comprar y arrendar tierras, aunque no fue buen administrador, y en vez de lograr beneficios de ellas y de su cargo de alcabalero, sólo consiguió acumular pérdidas por lo que a su muerte dejó grandes deudas, que serían posterior causa de desagradables pleitos familiares.
Las primeras noticias que hay de Hurtado como artista corresponden a 1692, cuando construyó, junto con Alberto de Guzmán, un retablo para la ermita de Nuestra Señora de Araceli de Lucena, obra no conservada. Hasta los veintiséis años vivió en Lucena, constando en 1695 como vecino de esta localidad. En este año contrató, junto con Juan Navajas y Toribio de Bada, la realización del retablo mayor de San Pedro de Alcántara de Córdoba, obra realizada en mármoles, en cuyo contrato se determinaba su traslado a Córdoba con el fin de asistir al desarrollo de las obras.
Ello significó un avance importante en las ambiciones de este joven artista. Así en 1696 se comprometió, junto con Juan del Río, a ejecutar el tercer cuerpo del retablo mayor de la parroquial de San Lorenzo.
No tardó en destacarse en el panorama artístico de la ciudad, y ello determinó que el cardenal Salazar le encargase la capilla de Santa Teresa en la catedral de Córdoba, obra que comenzó en 1697. Fue ésta su primera obra importante, donde hizo alarde de su originalidad; abandonó el tradicional tipo rectangular propio de las sacristías españolas y utilizó una estructura ochavada, con lo que daba preeminencia a la capilla funeraria. El conjunto apoya sobre ocho machones ochavados que sostienen una gran bóveda semiesférica sobre tambor. Lo más interesante del conjunto son las yeserías formadas por grandes acantos; menos interesante es el sepulcro de mármoles del cardenal, en el que Hurtado muestra su conocimiento de las tumbas barrocas italianas.
Se convirtió en el arquitecto preferido del ilustre prelado y se le nombró maestro mayor de la catedral de Córdoba. Por estos años finales del xvii se llevaron a cabo importantes construcciones en la ciudad, muchas de ellas por iniciativa del cardenal Salazar, lo que motivó que fuera el maestro encargado de ellas. Así intervino en el oratorio de San Felipe Neri (1695), en la escalera de subida al camarín del santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta (1698), en la ermita de Nuestra Señora de la Alegría (1700), en el hospital del cardenal Salazar (1701) y en la portada de la iglesia de los trinitarios calzados (1703), obras todas en Córdoba. Unos años antes, en 1698, había marchado a Málaga para realizar la biblioteca del convento de los mercedarios, obra igualmente patrocinada por Pedro de Salazar; allí conoció la obra que Unzurrúnzaga estaba realizando en el camarín de la iglesia de la Victoria. Desgraciadamente la biblioteca de los mercedarios ha desaparecido, por lo que resulta imposible saber hasta qué punto influyó el estilo de Unzurrúnzaga en Hurtado, pero sí se aprecia en su obra cordobesa posterior, una cierta predilección por los motivos vegetales, por los grutescos y por las máscaras, sin que ello signifique una directa derivación de su conocimiento del camarín malagueño.
A principios de 1699, siendo ya maestro mayor de la catedral de Córdoba, viajó a Priego, donde, como ya se ha comentado, casó con Mariana de Gámiz y Escobar. Por estos años debió de trazar el retablo mayor y los dos colaterales de San Francisco y San José en la iglesia de San Pedro de Priego, retablos que realizarían los hermanos Sánchez de Rueda. También intervino en los retablos de Cristo a la columna, hoy desaparecido, y en el de San Francisco Solano, en la iglesia de San Esteban de Priego. Además, como maestro mayor de la catedral de Córdoba proyectó y dirigió varias obras para la diócesis, todas ellas localizadas a finales del xvii o muy comienzos del xviii; en 1703 dio las condiciones para realizar el primer cuerpo de campanas de la iglesia de Belalcázar, y redactó el pliego de condiciones para la realización de las bóvedas de la parroquial de El Carpio; por estos años, también estaba trabajando en Montoro, donde dio las trazas para el hospital y realizó el retablo mayor de la parroquial de San Bartolomé.
Asimismo siguió trabajando en la capital, donde proyectó el retablo mayor del convento de Jesús Crucificado (1702), obra que realizaron Jerónimo Sánchez de Rueda y Jerónimo Caballero, y el altar del Cristo del Punto en la catedral (1703), ejecutado por Teodosio Sánchez de Rueda; con anterioridad a estos retablos debió de ejecutar el mayor de la iglesia del antiguo convento de San Pablo de Córdoba y el mayor de los dominicos de Baena. Finalmente, en 1709 trazó el retablo de la capilla de Villaviciosa en la catedral cordobesa, que talló Teodosio Sánchez de Rueda.
A finales de 1704, comenzó una nueva etapa profesional, pues marchó a Granada, recomendado por el cardenal Salazar al arzobispo Azcargorta, aunque continuó siendo maestro mayor de la catedral de Córdoba hasta 1711. Una de sus primeras actuaciones fue presentar proyectos para la nueva construcción de la parroquia del sagrario, unida a la catedral de Siloé. A comienzos de 1705, se hizo cargo, como maestro mayor, del nuevo sagrario; para su ejecución se inspiró en el proyecto de Miguel Ángel para la iglesia de San Pedro de Roma. Eligió la planta de cruz griega inscrita en un cuadrado y cubrió el edificio con una serie de bóvedas y cúpulas de creciente altura, que culmina en la media naranja del centro, sostenida por cuatro grandes machones exentos. En el interior tuvo que ajustarse al estilo de Diego de Siloé en la catedral, utilizando el orden corintio rematado por un pilar cuadrado para alcanzar altura, pero introdujo como novedad las columnas pareadas. En realidad el templo que hoy se ve debe mucho a José Marcelo de Bada, aunque respeta la traza dada por Hurtado.
En 1707 proyectó el retablo de Santiago en la catedral granadina y, años después, en 1713 el Cabildo le encargó la realización de dos púlpitos de mármoles. El proyecto era italiano, lo que motivó grandes diferencias entre el arquitecto y los capitulares, disputas acrecentadas por las largas ausencias del maestro, motivadas por el cargo de alcabalero de Priego, que ocupaba desde 1713.
Sus trabajos granadinos para la catedral van a favorecer su nombramiento para una de sus obras más emblemáticas: el sagrario de la Cartuja. Las obras estaban en marcha desde 1702, pero, por causas desconocidas, se suspendieron, reanudándose en 1710, ya bajo la dirección de Hurtado Izquierdo. Toda su magnificencia se concentra en el interior, donde al presbiterio agregó un recinto de planta cuadrangular con pares de columnas en los ángulos. Este recinto va estribado por dos capillas, una a cada lado, desde donde los monjes, a través de óculos de mármol rojo podían velar al Santísimo Sacramento, colocado en un magnífico tabernáculo de mármol, situado en el centro del sagrario. Arquitectura bellamente decorada con hojarasca dorada, magníficas piezas de escultura y extraordinaria pintura mural con la representación del Triunfo de la Eucaristía, componen uno de los espacios más bellos del barroco español, ya que el maestro supo unir las diversas artes, creando un conjunto único, en el que colaboraron maestros tan significativos como Pedro Duque Cornejo, José de Mora, José Risueño y Acisclo Antonio Palomino.
Fueron precisamente los cartujos granadinos quienes proporcionaron al arquitecto el cargo de alcabalero de Priego, como muestra de agradecimiento al maestro que no les había cobrado sus trabajos en el sagrario. Este nombramiento motivó el traslado de su taller a esta villa, en el que tendría como colaborador principal a Jerónimo Sánchez de Rueda. Desde aquí atendía todo aquello que le encargaban y que no precisaba de su presencia física. Tanto fue el éxito del sagrario de la Cartuja de Granada que los cartujos le encomendaron el nuevo sagrario de El Paular, iniciado en 1719. Hurtado seguía afincado en Priego, desde donde se trasladaba para ver cómo proseguían las obras. Este conjunto está formado por dos recintos enlazados, situados detrás del presbiterio; en el mayor utilizó planta de cruz griega, con capillas hexagonales entre los brazos, decoradas con retablos, esculturas y frondosa decoración dorada. Este espacio se cubría con una gran cúpula, sin tambor, otrora decorada con un magnífico fresco de Palomino. En el recinto menor empleó planta ochavada cubierta con una bóveda semiesférica, que conecta con la anterior por medio de una magnífica puerta calada; en el centro se eleva el tabernáculo de mármoles, donde se expone el Santísimo. Sin duda alguna, fue la obra de madurez del maestro, en la que plasmó la plenitud de su ingenio. En ella se mezcla el movimiento de las plantas con una exuberante riqueza policroma, en la que los mármoles compiten con la madera, creando un concepto espacial realmente grandioso.
Además de las piezas reseñadas, Hurtado Izquierdo realizó también las fachadas del colegio de los jesuitas de Granada y la del convento de las agustinas de Lucena, obras en las que repite el modelo acuñado en los primeros años del setecientos, pero en las que abandona la columna corintia para usar la salomónica. También es probable que hiciera por lo menos un anteproyecto para la sacristía de la Cartuja granadina, comenzada en 1732, y que realizarían sus discípulos. Hurtado murió en Priego el 30 de junio de 1725, en plena madurez de su arte. Sus obras inacabadas fueron concluidas por sus colaboradores y discípulos.
En la obra de Hurtado Izquierdo se debaten dos tendencias opuestas: una, en la que las superficies aparecen potenciadas por el uso de motivos geométricos, como placas, pinjantes, bocelones, combinados con otros motivos de carácter natural, hojarasca, grutescos, angelotes, como se puede ver en el hospital del Cardenal Salazar o en la iglesia de San Felipe Neri en Córdoba, o en el retablo de Santiago en la catedral de Granada. Pero también se aprecia otra tendencia en la que se refleja una cierta predilección por el movimiento en las plantas y el contraste de las masas activadas por un buen uso de la luz, como pone de manifiesto en la capilla de Santa Teresa en la catedral de Córdoba, en los sagrarios cartujanos de Granada y de El Paular.
Obras de ~: Retablo mayor, iglesia del convento de San Pedro de Alcántara, Córdoba, 1695; Oratorio de San Felipe Neri, Córdoba, 1695; Capilla Santa Teresa, catedral de Córdoba, 1697; Ermita de Nuestra Señora de la Alegría, Córdoba, 1700; Hospital del Cardenal Salazar, Córdoba, 1701; Portada de la iglesia de los trinitarios calzados, Córdoba, 1703; Traza de los retablos, mayor y laterales, iglesia convento de San Pedro, Priego (Córdoba), c. 1699; Sagrario, catedral de Granada, 1705; Retablo de Santiago, catedral de Granada, 1707; Sagrario, Cartuja, Granada, 1710; Púlpitos, catedral de Granada, 1713; Sagrario, Cartuja de El Paular (Segovia), 1719.
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María de los Ángeles Raya Raya