Churriguera Ocaña, Joaquín. Madrid, 20.III.1674 – Plasencia (Cáceres), 30.IX.1724. Arquitecto y retablista.
Hijo de José Simón de Churriguera y María de Ocaña, aunque residió gran parte de su vida en Salamanca, no era salmantino, como le supusieron los historiadores de la Arquitectura del siglo xviii, sino madrileño. Fue hermano menor de José Benito Churriguera, el patriarca de la dinastía, nueve años mayor que él. Al haber fallecido sus padres prematuramente y también su padrastro, José Rates Dalmau, Joaquín quedó huérfano, cuando tenía solamente diez años, bajo la tutela de su abuela Teresa Elías.
Cuando murió ésta en 1692, la tutela jurídica pasó el 20 de abril al hermano mayor, José Benito, quien se ocupó de su manutención y de la administración de sus bienes hereditarios, así como de los de su otro hermano, Alberto, hasta que alcanzasen la mayoría de edad. Pero lo que es más importante, José Benito se propuso la educación de los dos y les enseñó a leer y escribir y, sobre todo, el oficio de la arquitectura, la carpintería y el arte del ensamblaje de retablos, que había sido ya la profesión de sus antepasados. Para esto último les había adjudicado una serie de libros, modelos y trazas que entraban a formar parte de los 10.444 reales que a cada uno correspondían como parte de su legítima paterna y materna. Como en ese mismo año de 1692 José Benito hubo de desplazarse a Salamanca para realizar el retablo que había concertado hacer en la Iglesia del Convento de San Esteban, llevó consigo a sus hermanos menores para que, como aprendices, prosiguiesen aprendiendo en la práctica del taller las enseñanzas que les venía inculcando.
Cuando José regresó a Madrid en 1698, Alberto volvió con él, pero no así Joaquín, que se estableció de por vida en la ciudad castellana, haciendo de ella su centro de operaciones. Como su hermano mayor, practicó tanto el arte de ensamblar retablos de madera, que entonces se consideraba parte de la profesión de arquitecto, como la Arquitectura propiamente dicha o arte de la construcción en piedra y ladrillo. En respuesta a algunos profesionales de la arquitectura y de la albañilería quienes le reprochaban que la aplicación a la arquitectura de un artista procedente del ámbito de la carpintería y el ensamblaje de la madera era un atrevimiento, cuando no un intrusismo ilegítimo, Joaquín contestó, a raíz de su nombramiento en 1714 como maestro mayor de la Catedral Nueva de Salamanca: “Pero si la ignorancia quiere introducir diferencia en el arte por la diversidad de materia que se usa, debo decir V. S. [el cabildo catedralicio] que siempre es uno, y quien hubiere estudiado sus principios fundamentales y fuere Architecto, lo será en mármol, bronce y madera y en cualquier otra especie, como se ve en la capilla y tabernáculo de San Isidro de Madrid y la Carcel de Corte, cuyos artífices tuvieron sus principios en la madera, y en el Colegio Real de la Compañía de Jesús de esta ciudad, obra del P. Amatos, quien tuvo los mismos principios, no olvidando la capilla del Colegio de San Salvador de Oviedo que en esta ciudad hizo mi hermano Joseph de Churriguera”.
Muchos han sido los retablos atribuidos a Joaquín de Churriguera, entre otras razones porque la familia estableció unos prototipos que fueron copiados más o menos servilmente por todas partes, pero aquí se atienen a los documentados. El primero fue el de la Virgen del Rosario, en el brazo derecho del crucero de la Iglesia del Convento de San Esteban, encargado por la cofradía de aquel título a Joaquín de Churriguera, que era miembro de ella, y lo debió de componer con la ayuda de su hermano mayor; se terminó en 1694. Le siguió el retablo mayor de la Iglesia del Convento de las Clarisas de Salamanca, que contrató el 18 de febrero de 1702 junto con el tallista Pedro de Gamboa en 13.000 ducados. A diferencia de su hermano mayor, no consta que Joaquín fuese escultor y, por ello, solía subcontratar las esculturas y figuras de sus retablos, por regla general, con su cuñado José de Larra, casado con su hermana Mariana Churriguera, una vez que el matrimonio se estableció en Salamanca hacia 1700. El 11 de abril de 1703 realizó la traza del enorme retablo mayor de la parroquia de Santiago en Medina de Rioseco (Valladolid); de todas formas, este retablo es bastante desconcertante por su arcaísmo y no se atiene a las características propias del artista y de su familia. Consta que lo rediseñó en partes esenciales fray Pedro Martínez de Cardeña, maestro mayor entonces de la Catedral de Burgos. Los relieves de los encasamentos de los tres pisos fueron realizados por Tomás de Sierra. Tres años después, en 1705, Joaquín rehizo completamente el retablo colateral de la mencionada Iglesia de San Esteban de Salamanca, dedicado a santo Domingo de Guzmán, que en un principio se había encomendado a Pedro Bachiller, pero el resultado no había gustado al prior del convento; Joaquín percibió por el arreglo 3.200 reales. El mismo prior contrató con él entonces, por 13.300 reales, la hechura del otro retablo colateral consagrado a santo Tomás de Aquino.
En el mismo año de 1705 fabricó el retablo de la iglesia del convento de la Trinidad Descalza, desaparecido.
También en 1705 dio las trazas para el de la parroquia de Santa María en La Seca (Valladolid), que se encargaron de ejecutar otros artífices, y debió de ensamblar personalmente el de la iglesia de Pedrosillo el Ralo (Salamanca), desparecido. En 1709 se fecha el contrato de otros dos retablos igualmente perdidos, el de la parroquia de Santa Cruz y el del convento jerónimo de Guadalupe, ambos extramuros de Salamanca. Entre 1712 y 1716 realizó el retablo mayor de la catedral de Zamora, por el que se le pagaron 30.000 reales, excluyendo la escultura que había de hacer su cuñado José de Larra por 16.000. Este retablo fue desmontado en 1758, acaso porque quedó muy dañado a raíz del terremoto de Lisboa tres años antes, pero también por el cambio de gusto que entonces se estaba operando. Se malvendieron sus restos a uno de los canónigos por 3.000 reales, excepto el expositor del Santísimo que quedó en su lugar, mientras la catedral hacía un nuevo retablo neoclásico y que finalmente fue destruido a hachazos. En 1713 se trasladó Joaquín Churriguera a Ávila para encargarse de realizar un retablo-tabernáculo que encerrase en una urna los restos de san Segundo, patrono de la ciudad, que se había de levantar en la capilla de su advocación, unida a la Catedral en el siglo xvii. La obra se prolongó hasta 1716 y no fue colocada definitivamente en su lugar hasta 1723. En 1714 remodeló la capilla exenta de la cofradía penitencial de la Vera-Cruz de Salamanca, erigida a fines del xvi, revistiéndola enteramente de yeserías polícromas, y labró el retablo mayor, cuyas imágenes de ángeles portadores de los instrumentos de la Pasión sobre la hornacina principal, que debía contener un relicario de plata con un fragmento de la Cruz, esculpió su cuñado José de Larra.
Los retablos de Joaquín de Churriguera seguían el modelo inventado por su hermano mayor José Benito.
Se articulan por medio de columnas salomónicas, a veces alternando con estípites, y están dinamizados por una profusa decoración de talla, bien de guirnaldas, festones y sartas de frutas, bien de paños colgantes a la manera de doseles, bien de golpes de hojarasca.
Realizados en madera de pino, por lo general, se recubrían posteriormente de pan de oro y se pintaban de colores algunos de sus motivos ornamentales, imitando el colorido natural de los elementos vegetales tallados. Pero, como los otros miembros de la familia Churriguera, Joaquín no se limitó a fabricar retablos sino que se lanzó, como lo hicieron otros muchos retablistas de su generación, a realizar obras de genuina arquitectura en piedra. Así, el 3 de julio de 1713 solicitó al cabildo la plaza de maestro mayor de la Catedral Nueva de Salamanca, vacante por muerte de Pantaleón Pontón de Setién, y fue elegido el 16 de febrero del año siguiente por treinta y tres votos, frente a los tres que obtuvo su más inmediato contrincante.
Este hecho arrastró como consecuencia el que los jesuitas le encargaran la prosecución de la gigantesca obra del Colegio Real (actualmente Universidad Pontificia) que se concentraba en aquel momento en la construcción del llamado “Patio de los Estudios”, pagándole de salario 250 ducados anuales; y el que las agustinas recoletas le encomendaran igualmente la finalización de ciertas zonas del convento fundado en el siglo anterior por el sexto conde de Monterrey. Si se considera que por esas fechas se contrató con él la fábrica de la hospedería del colegio de Anaya y, poco después, la del Colegio de la Orden de Calatrava, en contadas ocasiones se podrá comprobar que un artista acaparase simultáneamente tantos encargos de arquitectura.
Se ha de desterrar, por consiguiente, el prejuicio, creado por los críticos de la Ilustración, de que los Churrigueras, y especialmente Joaquín, fueron meros y simples constructores de retablos.
En la Catedral Nueva de Salamanca levantó Joaquín la primitiva cúpula en el crucero, si bien acomodó su proyecto al del cisterciense fray Pedro Martínez de Cardeña, maestro a la sazón de la Catedral de Burgos, quien aconsejó realizar una suerte de linterna gótica.
Su obra fue, pues, un atrevido compromiso entre el florido barroco propio de la familia y el gótico flamígero de la linterna de la Catedral burgalesa. Desgraciadamente la cuarteó de tal manera el terremoto de Lisboa de 1755, que hubo necesidad de desmontarla y construir otra muy diferente en su lugar, pese a los esfuerzos que por salvarla hizo Juan Bautista Sachetti, arquitecto del Palacio Real nuevo de Madrid, llamado para ello por el cabildo. La única parte que se conservó de la primitiva cúpula fueron las pechinas y el friso de relieves de la vida de la Virgen, esculpidos por José de Larra. Un dibujo del Archivo catedralicio, atribuido a Churriguera, pero que en realidad fue hecho por Gregorio Gallego en 1742, ofrece una idea aproximada de lo que fue aquella cúpula de dos cuerpos rematados por un casquete de plementería transparente, que alcanzaba una altura de más de veinte metros. Debió despertar gran admiración por su airosa silueta, que describió con encendidos elogios Simón Gabilán Tomé en sus Cartas Serijocosas, manuscrito recientemente editado.
Con su cúpula-linterna, edificada entre 1714 y 1721, Joaquín Churriguera adquirió fama de pericia en esta materia, y así fue invitado por el cabildo de la Catedral de León en 1715 para que pusiera reparo a los desplomes de los pilares góticos del crucero resentidos por el peso de la cúpula que en el siglo xvii se había construido absurdamente sobre ellos. También en razón de su prestigio fue convocado en 1720 por los jesuitas al santuario de Loyola (Guipúzcoa) para resolver el problema de cómo voltear los arcos del interior de la iglesia y del pórtico, cuyas dovelas debían ser talladas en forma circular conforme a los planos originales de Carlo Fontana, problema que no sabían resolver los maestros de cantería locales.
La hospedería del Colegio de San Bartolomé o de Anaya en Salamanca fue encomendada a Joaquín de Churriguera hacia 1715. Muy sobria por fuera, en cambio su patio es de serena belleza, refrescando fórmulas que preceden del plateresco, estilo de tanto arraigo en la ciudad, como si hubiera tomado como modelo el del colegio de Santiago o de Fonseca, proyectado en el siglo xvi por Diego de Siloé. Es más robusto, sin embargo, y su decoración tallada no llegó a concluirse enteramente. En 1717, el Consejo de las Ó rdenes Militares le confió el proyecto y construcción de su nuevo colegio en Salamanca, para el que Churriguera presentó dos plantas a elegir, que se han perdido, y cobró por ellas 1.375 reales. Estuvo al frente de la obra hasta finales de 1724, el año de su muerte. Le sucedieron en el puesto de maestros de la obra otros arquitectos, siendo inaugurado de forma provisional definitivamente en 1790. El rector Francisco Ibáñez de Corbera, amigo de economías y amante de una arquitectura racional y utilitaria, mandó podar muchos de los elementos ornamentales de la fachada que había proyectado Churriguera y se terminó con extremada sobriedad el patio, la escalera y la capilla. El edificio gira en torno a un claustro o patio de donde arranca la gran escalera de comunicación entre las plantas. Tiene forma cuadrangular, a la manera de los viejos alcázares españoles, y, como ellos, lleva torres en las esquinas, correspondiendo las delanteras a la fachada y las traseras a la caja de la escalera y al cuerpo de luces de la capilla.
En 1624 preparó el diseño de las paredes del coro y del trascoro de la Catedral Nueva, una vez concluida la cúpula. Sin embargo, no pudo ya llevar a cabo su construcción, pues murió inesperadamente, por lo que se hizo cargo posteriormente de ella su hermano menor, Alberto. En efecto, cuando se encontraba ensamblando el retablo de la Virgen del Tránsito en la catedral de Plasencia, falleció repentinamente el 30 de septiembre de 1724. Parece que Joaquín de Churriguera se mantuvo soltero, pues los documentos nunca mencionan su matrimonio. Tampoco pudo hacer testamento, donde hubiera dejado constancia de ello.
Obras de ~: Retablo de la Virgen del Rosario en la iglesia de San Esteban, Salamanca, 1694; Retablo de la iglesia de las Clarisas, Salamanca, 1702; Traza del retablo mayor de la parroquia de Santiago, Medina de Rioseco (Valladolid), 1703: Retablos colaterales de la iglesia de San Esteban, Salamanca, 1705; Retablo mayor de la iglesia de la Trinidad Descalza, Salamanca, 1705; Trazas para el retablo de la parroquia, La Seca (Valladolid), 1705; Retablo de la iglesia, Pedrosillo el Ralo (Salamanca), 1705; Retablo mayor de la iglesia del convento jerónimo de La Victoria, Salamanca, 1709; Retablo mayor de la catedral, Zamora, 1712: Retablo-tabernáculo de San Segundo, catedral, Ávila, 1713; Capilla y retablo de la cofradía de la Vera Cruz, Salamanca, 1714; Hospedería del Colegio de San Bartolomé, Salamanca, 1715; Cúpula primitiva de la Catedral Nueva, Salamanca, 1716; Patio de los Estudios, Salamanca, Colegio Real de la Compañía de Jesus, Salamanca, 1716; Colegio de la Orden Militar de Calatrava, Salamanca, 1717; Proyecto del coro y trascoro, Catedral Nueva, Salamanca, 1724; Retablo de la Virgen del Tránsito, catedral, Plasencia, 1724.
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Alfonso Rodríguez Gutiérrez de Ceballos