Churriguera Ocaña, José Benito. Madrid, 21.III.1665 – 2.III.1725. Arquitecto, retablista y escultor. Creador del llamado estilo churrigueresco.
Nacido en Madrid, en el barrio castizo de Embajadores, era, sin embargo, de origen catalán, pues tanto su abuelo, Joseph de Xuriquera, como su padre, José Simón de Churrigera, fueron barceloneses, habiéndose trasladado este último a Madrid donde castellanizó su apellido y contrajo matrimonio en 1665 con la madrileña María Ocaña, de la que tuvo siete hijos, siendo el primogénito José Benito. Lo mismo su abuelo que su padre fueron de profesión carpinteros, tallistas y ensambladores de retablos; también su tío, Juan de Ocaña, lo fue, por lo que con toda lógica José Benito iniciaría el aprendizaje de esos oficios con su padre. Éste estuvo asociado con otro retablista barcelonés, José Rates Dalmau, igualmente establecido en la Corte, con quien contrató juntamente en 1674 Montserrat, destinado a los súbditos de la Corona aragonesa en Madrid. Fue obra de grandes dimensiones, a juzgar por las enormes columnas salomónicas que de él se han conservado y se encuentran actualmente en los sótanos del Palacio Real madrileño.
Muerto prematuramente su padre en 1679, José Benito y sus hermanos fueron adoptados por José Ratés (fallecido en 1684), quien curiosamente había contraído matrimonio con Teresa Elías, viuda del abuelo de aquéllos. Debió de ser Ratés un artista importante, con bastante obra documentada, del que incluso se ha conservado un posible retrato, actualmente en el museo de San Pío V de Valencia. Con él debió de completar José Benito su formación artística, que no se ciñó a la pura enseñanza técnica del oficio de tallista y ensamblador de retablos, sino que la amplió al dibujo, como matriz de todas las artes, orientando a su joven hijastro a ampliar horizontes y dirigir su mirada a la arquitectura, a la escultura y a sus fundamentos teóricos. Desde este último punto de vista, Churriguera no fue un mero practicón, ignorante de la teoría de las artes, como lo denostaron algunos corifeos de la Ilustración, sino que heredó de sus familiares y formadores libros, tratados, modelos y trazas de arquitectura, que debió de estudiar con diligencia, y con los que, a su vez, educó a sus otros dos hermanos, Joaquín y Alberto de Churriguera. Consta que poseía los Tratados de Arquitectura de Marco Vitruvio y de Sebastiano Serlio, la Simetría de Alberto Durero, la Varia Conmensuración para la Esculptura y Architectura, de Juan de Arfe y Villafañe, la Aritmética de Juan Pérez de Moya y la Descripción de las honras que se hicieron a Felipe IV, Madrid, 1666. Durante su formación aprendió un estilo que había ido evolucionando lentamente desde el esquematismo y la sequedad del clasicismo herreriano hacia una exuberancia decorativa que iniciaron retablistas como Alonso Cano, Francisco Bautista, Pedro de la Torre o Sebastián de Benavente, y que acabaría desbocándose a finales del xvii hasta ofuscar a veces el marco arquitectónico que le servía de soporte.
Finalizado el aprendizaje y habiendo instalado taller, contrajo matrimonio a los veinte años, en 1685, con Isabel de Palomares, hija de José Palomares, asimismo carpintero y ensamblador, prolongando la costumbre endogámica de asociarse entre sí por vínculos de sangre los miembros que practicaban una misma profesión.
Del matrimonio nacieron cuatro hijas y dos hijos, Matías y Jerónimo, que continuaron la profesión de su padre. Fallecida su primera mujer en 1699, José Benito contrajo al poco tiempo segundas nupcias con Paula María de Tafalla, con la que tuvo dos hijas más y un hijo, Nicolás, que igualmente optó por seguir el oficio de su padre.
Desde 1685, José Benito comenzó a desempeñar interinamente el cargo de ayudante de trazador mayor de las obras reales que, en el organigrama de tales obras, tenía como cometido el de pasar a limpio las trazas y diseños del maestro de las obras del Rey.
Según constatación propia, adquirió la plaza en propiedad tras la muerte del conocido escenógrafo José Caudí en 1696. En este campo debió de conseguir una enorme destreza y precisión en el dibujo, como lo demuestran los proyectos dibujados que se han conservado de su mano. Después del fallecimiento del aparejador de las obras reales, Bartolomé Hurtado, concursó a esta plaza junto con otros siete oponentes en septiembre de 1698. El ejercicio a que fueron sometidos fue francamente difícil, incluso cabe decir que rebuscado, pues consistió en trazar un templo de forma oval que tuviese crucero y capillas y cuya sección en diagonal permitiese ver proyectados estos elementos. Churriguera realizó muy bien el ejercicio, pero el jurado decidió que la plaza se diese al veterano Teodoro Ardemans por simple corrimiento del escalafón.
El primer encargo documentado de Churriguera fue el diseño del retablo de la capilla de los Ayala o del Sagrario, en la catedral de Segovia, que contrató el 7 de julio de 1686. Es todavía obra primeriza, que realizó en buena parte el entallador local Juan de Ferreras y que, además, fue modificado posteriormente en un estilo más avanzado en diversas ocasiones: en 1718 por Diego y Andrés Tomé, y en 1761 por Andrés González. De todas maneras, la obra en que José Benito Churriguera dio por primera vez muestras inequívocas de su valía fue el proyecto para el túmulo funerario que en 1689 había de levantarse en la iglesia de las Descalzas Reales de Madrid, durante los funerales de la reina María Luisa de Orleans, esposa de Carlos II. Fue preferido al de otros muchos contrincantes, entre los que se encontraba el pintor del Rey, Claudio Coello. Esta obra donde triunfó su fantasía decorativa y le abrió el camino a otros encargos, es conocida mediante el grabado de Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia, que ilustró el libro de Juan de Vera Tassis y Villaroel, Noticias historiales de la enfermedad y muerte y exequias de la Serenísima Reina de las Españas Doña María Luisa de Orleans, Madrid, 1690.
El triunfo de esta obra efímera entre los entendidos y el público madrileño se debió tanto al túmulo mismo, con sus tétricas figuras y símbolos, cuanto al conjunto de la iglesia, que fue tapizada por Churriguera con lúgubres paños negros hasta el exterior del atrio, y en cuyas paredes alternaron escudos de armas, cartelas con emblemas y divisas y hasta ochocientos hachones entreverados con crespones y calaveras.
El 26 de enero de 1692 fue concertada la que es, sin lugar a dudas, su obra maestra en lo tocante a retablos: el mayor de la iglesia del convento dominicano de San Esteban de Salamanca. Lo costeó en 13.000 ducados el confesor de Carlos II, fray Pedro Matilla, que había ingresado en el convento salmantino, al que seguía muy vinculado, y se encargó personalmente de elegir al artista. La traza fue confeccionada y aprobada en Madrid, pero para realizarla personalmente Churriguera, junto con sus hermanos menores Joaquín y Alberto, se trasladó a Salamanca. Tardó en erigir la gigantesca máquina de madera, de cerca de 30 metros de altura, dos años completos. Consistía en tres pares de enormes columnas salomónicas que encuadraban un gran tabernáculo o expositor eucarístico, coronado el conjunto por un ático con la pintura del Martirio de San Esteban, patrono del convento, obra póstuma de Claudio Coello. Este retablo, por su pujanza arquitectónica y su variado sistema de ornatos, marcó un modelo que fue repetido con diferentes variaciones por otros ensambladores en prácticamente toda España, dando lugar al denominado “estilo churrigueresco”, que se identificó por mucho tiempo con la totalidad del estilo barroco. José Benito de Churriguera no sólo labró el retablo personalmente con ayuda de sus hermanos, sino que realizó las esculturas de gran tamaño de santos y ángeles que lo adornan, algo que posteriormente no siempre repitió, pues subcontrataba la parte escultórica de sus retablos a otros artistas.
En efecto, el mayor de los Churriguera fue escultor muy apreciado en su tiempo. Sus hijos afirmaron en una declaración suscrita a la muerte del padre que había sido “profesor tan celebrado en el ejercicio de la arquitectura como en el de la estatuaria”. En realidad, ya el 13 de mayo de 1691, José Benito de Churriguera se había asociado a la demanda interpuesta ante Carlos II por otros escultores de Madrid y Valladolid, como Pedro Alonso de los Ríos, Juan Alonso Ron, Roque Solano, etc., para que se declarase liberal el arte de la escultura y, por tanto, no sujeta a las servidumbres a que estaban sometidas las artes puramente artesanales y mecánicas. Las esculturas realizadas por él, a juzgar por las pocas que se conservan, eran de buena calidad y la prueba de ello es que el duque del Infantado le pagó la no desdeñable suma de 15.000 reales por la que le encargó de san Agustín en 1723. Trabajó tanto en madera policromada como en piedra y mármol, realizando lo mismo figuras de bulto que relieves. De piedra es la imagen de san Francisco Javier que figura en la fachada de la iglesia del poblado de Nuevo Baztán, y de mármol, el relieve del mismo santo misionero bautizando a los indios en el ático del retablo de la citada iglesia. También parece que proyectó el relieve central y los medallones laterales del retablo de San Juan Francisco de Regis, en mármol o alabastro.
Terminado el encargo del retablo del convento de San Esteban, Churriguera se quedó en Salamanca hasta 1698, desempeñando una serie de obras de arquitectura que le fueron encomendadas por diferentes instituciones eclesiásticas en virtud de la fama adquirida con el mencionado retablo. Regresó después a Madrid, aunque volvía esporádicamente a la ciudad del Tormes para inspeccionar las construcciones que tenía en curso. Hacia 1700, la Orden militar de Santiago, a cuya jurisdicción pertenecía la iglesia del pueblo de Dos Barrios (Toledo), le encargó un tabernáculo semejante al del retablo de San Esteban, colocado sobre una gradería decreciente en cuyo centro se encontrara el sagrario. De él se conserva un magnífico dibujo en el Archivo Histórico Nacional, firmado por Churriguera, aunque no fechado; si es que se llegó a ejecutar, en la actualidad no se conserva.
En 1701, el marqués de Leganés le encargó el retablo mayor de la parroquia del Salvador de la villa de su señorío, cuyos últimos pagos se registraron en 1707.
También en este retablo realizó las cuatro esculturas de los apóstoles que se intercalan entre las columnas salomónicas y la figura del Padre Eterno entre ángeles, que simula contemplar debajo la escena de la Transfiguración del Salvador, pintada por Francesco Leonardoni. Esculpió también las alegorías de las tres Virtudes Teologales y la de la Fortaleza, en eje con las cuatro columnas salomónicas. Además entabló los retablitos colaterales de la citada parroquia y terminó el conjunto en 1704. En el año 1707 hay que fechar el retablo mayor de la parroquia del vecino pueblo madrileño de Fuenlabrada, muy semejante al anterior, que preside un lienzo del Martirio de San Esteban, copia anónima del que realizó Coello para el retablo de Salamanca.
Puede extrañar que el artista no siguiese trabajando ya, a partir de 1700, como ayudante de trazador en ninguna de las obras reales, aunque siguiese cobrando el salario hasta su muerte. Aparte de que el nuevo monarca, Felipe V, no se mostró muy entusiasta del barroco castizo español que practicaba Churriguera, éste se declaró, durante la Guerra de Sucesión, partidario del otro pretendiente al trono español, el archiduque Carlos de Austria. Cuando el 4 de octubre de 1706 las tropas del archiduque, que habían ocupado Madrid, fueron desalojadas por el ejército borbónico, Churriguera huyó con ellas a Barcelona, siendo entonces confiscados sus bienes. Aunque regresó a la capital de España y fue perdonado, no volvió a trabajar para la Corte y se refugió exclusivamente en los encargos privados, tanto religiosos como civiles. Algunos de sus protectores habían ocupado importantes cargos durante el reinado de Carlos II, como, por ejemplo, Juan de Goyeneche, quien fue tesorero de la segunda esposa de aquél, Mariana de Neoburgo, y otros de sus clientes fueron partidarios de la dinastía extinta que deseaban ver prolongada en el archiduque don Carlos. Estéticamente mostraba sus preferencias por el estilo artístico de la anterior dinastía, muy distinto del que oficialmente pretendía imponer el nuevo monarca Borbón, sirviéndose para ello de arquitectos y artistas traídos de Francia o Italia. De todas maneras, posiblemente sea de Churriguera un dibujo de una amplia galería decorativa, centrada por un arco de triunfo, pensado para montar una arquitectura efímera con motivo de la entrada de Felipe V en Madrid en el año 1701.
Continuó, pues, entablando retablos para algunas iglesias madrileñas, la mayor parte desgraciadamente desaparecidos. Entre 1714 y 1716 realizó el mayor de la parroquia de San Sebastián, de preferencia a otro trazado por su hermano Alberto. De fecha desconocida son los encargados para los conventos de La Merced y de San Basilio, de los que se conservan en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando los dibujos preparatorios, que muestran tanto la planta como el alzado. También se guarda en la misma Academia el dibujo para el retablo de San Juan Francisco de Regis, que fue encargado en 1719 por el jesuita padre Guillaume Daubenton, confesor de Felipe V, para colocarlo en uno de los brazos del transepto de la iglesia del Noviciado de la Compañía de Jesús, con motivo de la canonización de aquel santo jesuita francés, sucedida dos años antes. No era de madera, como los tradicionales del barroco hispano, sino de mármol, y de un estilo en que se percibía la inflexión de Churriguera hacia una vuelta al clasicismo compositivo, al uso de los órdenes canónicos de la arquitectura y a una gran contención decorativa.
Una manera más acomodada a las normas del barroco académico y templado que se desarrollaba contemporáneamente en Europa se observa igualmente en el retablo de la iglesia de las Calatravas de Madrid, encargado en 1720 por el Consejo de las Órdenes Militares y dedicado al fundador de la Orden de Calatrava, san Raimundo de Fitero. Se conserva venturosamente in situ, así como en la Biblioteca Nacional, el dibujo preparatorio. Este retablo dio ocasión a una polémica entre el artista y el citado Consejo, pues éste deseaba que la ejecución de la traza recayese en el ensamblador que presentase mejores condiciones económicas.
El artista, ofendido en su dignidad, replicó que “sólo a quien Dios daba habilidad para hacer trazas era capaz de ejecutarlas y aun superar el diseño”, pues mediaba un abismo entre la simple ejecución mecánica de los ensambladores ignorantes y el talento del trazador y ejecutor que se cumplía en pocos y selectos genios.
Finalmente, el Consejo le adjudicó la ejecución del retablo, que Churriguera terminó en 1624. Cobró por él 8.000 ducados.
La crítica de la Ilustración se cebó en los retablos de Churriguera, ignorando su obra arquitectónica. Durante su estancia en Salamanca, a consecuencia de la fama adquirida con el retablo del convento de San Esteban, se le encomendaron varias obras de aquel arte. En 1697 delineó y comenzó a construir la capilla del Colegio Mayor de San Salvador o de Oviedo, que dejó sin concluir, y cuya terminación fue asumida por su hermano Joaquín. En el mismo año, el director del Colegio Mayor de Cuenca le encomendó la construcción de la capilla de la institución docente, cuyo costo evaluó en 25.000 ducados para que no desdijese del primoroso claustro plateresco con el que debía comunicar. También realizó obras de cantería y albañilería en el contiguo convento de San Agustín, sin que los documentos especificasen la zona donde se efectuaron, obras que todavía no se le habían pagado cuando falleció. También es muy probable que trazase el nuevo Colegio de San Cayetano de la orden de los teatinos, pero, en todo caso, la construcción fue realizada entre 1700 y 1704 por el maestro de obras local Domingo Díez. De todas estas obras, enclavadas en el corazón del barrio universitario de la ciudad de Salamanca, no queda hoy la más mínima huella, pues fueron muy dañadas durante la Guerra de la Independencia y en el transcurso del siglo xix acabaron por desmantelarlas íntegramente. En la hoja de méritos presentada en 1698 para optar a la plaza de aparejador de las obras reales, Churriguera mencionaba igualmente la edificación de la capilla de Nuestra Señora de las Angustias, a los pies de la parroquia de San Martín, que parece obra trazada por él, pero en la que apenas intervino personalmente. Antes de abandonar Salamanca, Churriguera dio diversos informes y efectuó diferentes peritajes sobre otras obras menores.
Mucho más trascendental para su fama como arquitecto fue el contacto trabado, después de su regreso a Madrid tras el término de la Guerra de Sucesión, con el navarro Juan de Goyeneche, importante personaje preilustrado que, con otros baztaneses, dio impulso a actividades industriales y económicas de gran envergadura.
Fundó en las cercanías de Madrid un poblado dedicado, además de a avanzados cultivos agrícolas, a albergar diversas factorías de productos de lujo que evitasen su importación del extranjero. Como núcleo central del poblado edificó una palacio rústico y, a su lado, la parroquia para los operarios del poblado.
Lo denominó “Nuevo Baztán” y dedicó la iglesia al patrono de Navarra, san Francisco Javier. Las obras de planificación y construcción fueron encomendadas a José de Churriguera que, entre 1709 y 1720, levantó las casas de los operarios, las distintas factorías, el palacio y la iglesia con su retablo, dentro de una trama urbanística perfecta, combinando bloques, plazas, calles y zonas ajardinadas. El palacio rústico es un modelo de villa a la española, de un estilo sencillo y popular, pero en el que tuvo en cuenta para el enmarcamiento de puertas, ventanas y balcones el almohadillado que aconsejaban utilizar para este tipo de construcciones tratadistas de arquitectura como Serlio y Palladio. La iglesia es igualmente muy tradicional, pero en la fachada de piedra se advierten citas arquitectónicas tomadas del mencionado Andrea Palladio.
En el retablo mayor, en cambio, se percibe la huella inequívoca de Juan Lorenzo Bernini en el empleo de un teatral cortinón de quebrados pliegues para enmarcarlo.
La plaza situada delante del palacio, ajardinada y con una fuente rústica en el centro, lo hacía visible desde muy lejos. El patio interior, bordeado en su zona superior por amplias galerías arcadas, servía, como plaza mayor, para espectáculos públicos y tenía entrada desde el poblado de los operarios.
Para el propio Juan de Goyeneche edificó en la capital de España un palacio en la calle de Alcalá, que debía servir simultáneamente de mansión señorial y depósito y venta de los vidrios y otros objetos suntuarios que se fabricaban en el Nuevo Baztán. Se conoce el aspecto primigenio de su noble fachada gracias a un dibujo de Diego de Villanueva, que sólo suprimió algunos adornos que consideraba superfluos para adaptarla a sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Churriguera siguió el tipo de fachada palaciega utilizada por Bernini en Roma, incluso en el uso de un basamento imitando la roca virgen sobre la que se asentaba el edificio, basamento que fue alisado por Diego de Villanueva. También terminaba el palacio en una terraza a la romana, acotada por una barandilla entre pedestales sobre las que proyectó colocar bustos quizás de personajes antiguos que no es posible identificar.
También los suprimió el mencionado Villanueva como algo superfluo. Interiormente destaca, pasado el zaguán, la amplísima escalera con rampas a un lado y a otro que convergen en un gran rellano cobijado por la caja que engloba el conjunto, formando un espacio solemne de ingreso a los salones de aparato.
Los últimos años de su vida los dedicó a algunas obras que menciona su testamento, como unas que realizó, sin especificar cuáles, para la VI duquesa de Osuna, María de Velasco, e inició la terminación de la iglesia del convento dominico de Santo Tomás de Madrid, que había dejado inconclusa el arquitecto Juan de Torija, y que hubieron de finalizar sus hijos.
Falleció el 2 de marzo de 1725 y al día siguiente fue enterrado en la bóveda de la capilla mayor de la parroquia de San Sebastián de Madrid. Sus amigos y clientes Juan de Goyeneche y su hijo Francisco Javier, marqués de Ugena, fundadores y propietarios de la Gaceta de Madrid, insertaron en ella la noticia de su fallecimiento: “También murió de edad de sesenta años don José de Churriguera, insigne Arquitecto y Escultor, reputado entre los científicos por otro Miguel Angel de España”. La fama que había disfrutado en vida fue decayendo paulatinamente después de su muerte, convertida su obra en paradigma del Barroco, que para los teóricos de la Ilustración y el Neoclasicismo era sinónimo de gusto degenerado y extravagante, no ahorrando epítetos para denigrarlo. Actualmente han sido reivindicadas su figura y su obra, así como la de sus epígonos e imitadores, poniéndola en paralelo por su ampulosidad expresiva con las demás artes de la época, literatura y música.
Obras de ~: Retablo de la capilla del Sagrario, catedral, Segovia, 1686; Túmulo para los funerales de la reina María Luisa de Orleans, Madrid, 1689; Retablo mayor de la iglesia del convento de San Esteban, Salamanca, 1692; Capilla del Colegio de San Salvador de Oviedo, Salamanca, 1697; Proyecto para la capilla del Colegio Mayor de Cuenca, Salamanca, 1697; Obras en el convento de San Guillermo de la Orden de San Agustín, Salamanca, 1698; Proyecto para el Colegio de San Cayetano de religiosos Teatinos, Salamanca, 1698; Capilla, retablo y transparente de la Virgen de las Angustias, Salamanca, parroquia de San Martín, 1698; Tabernáculo eucarístico de la parroquia, Dos Barrios (Toledo), 1699; Retablo mayor de la iglesia, Carbajosa de la Sagrada (Salamanca), 1699; Retablo mayor y colaterales, parroquia del Salvador de Leganés (Madrid), 1701; Retablo mayor, parroquia de Fuenlabrada (Madrid), c. 1707; Retablo mayor de la iglesia del convento de La Merced, Madrid, c. 1710; Poblado, factorías, palacio rústico e iglesia con sus retablos, Nuevo Baztán (Madrid), 1712; Fachada lateral y retablo mayor, parroquia de San Sebastián, Madrid, 1714; Retablo mayor de la iglesia del convento de los Basilios, Madrid, 1717; Retablo lateral de San Juan Francisco de Regis, Madrid 1719; Noviciado de la Compañía de Jesús; Retablo mayor de la iglesia, convento de las Calatravas, Madrid, 1720; Escultura de San Agustín para el duque del Infantado, Madrid, c. 1722; Obras en el palacio de los duques de Osuna, Madrid, c. 1722; Palacio urbano de don Juan de Goyeneche, Madrid, 1724; Terminación de la iglesia, convento de Santo Tomás, Madrid, 1724.
Dibujos y grabados: Catafalco de la reina María Luisa de Orleans, dibujo y grabado de F. I. Ruiz de la Iglesia, en el libro de J. Vera Tassis y Villarroel, Noticias historiales de la enfermedad, muerte y exequias de la Serenísima Reyna de las Españas Doña María Luisa de Orleans, Madrid, 1690; Dibujo del tabernáculo del retablo del convento de San Esteban de Salamanca, Metropolitan Museum, Nueva York, c. 1692; Dibujo del Tabernáculo eucarístico para la iglesia de Dos Barrios (Toledo), Archivo Histórico Nacional, Madrid, c. 1700; Dibujo de un arco triunfal para la entrada en Madrid de Felipe V?, Biblioteca Nacional, 1701; Dibujo de un altar de la Eucaristía, Museo del Prado, Madrid, c. 1709-1710; Dibujo del retablo del convento de la Merced Calzada de Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, c. 1714-1717; Dibujo del retablo del convento de San Basilio de Madrid, c. 1712-1717; Dibujo del retablo de San Francisco Javier para la iglesia del Nuevo Baztán, Museo del Prado, c. 1714; Dibujo del retablo de San Juan Francisco de Regis en el Noviciado de la Compañía de Jesús de Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, 1719; Dibujo de un retablo, Biblioteca Nacional, Madrid, c. 1719-1720; Dibujo del retablo del convento de las Calatravas de Madrid, Archivo Histórico Nacional, Madrid, 1720; Dibujo de Hércules con la clava rodeado por un marco de hojarasca, grabado por M. de Irala en Método sucinto y compendioso de cinco simetrías apropiadas a los cinco Órdenes de Architectura adornada con otras reglas útiles, Madrid, 1730.
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Alfonso Rodríguez Gutiérrez de Ceballos