Castro y Andrade, Tomás de. Manila (Filipinas), p. s. XVIII – f. s. XVIII. Militar, ingeniero militar.
Es muy posible que fuese descendiente del capitán de Infantería del mismo nombre, que llegó a Filipinas en 1663. Actuó en el Archipiélago durante más de treinta años, iniciando sus servicios hacia 1732, en que realizaba un proyecto para la fortificación de Manila, siendo designado, tras el visto bueno de la Junta de Guerra, para la ejecución del mismo. Terminaba sus servicios después de 1764.
En el año 1733, levantaba la planta de varios cuarteles para el alojamiento de la Infantería, en Manila, “en número de 696 soldados, entre casados y solteros”. Un año más tarde, en 1734, se le encargaba la construcción de dos baluartes en el presidio de Taytay (provincia de Palawan) y la construcción del Fuerte de Santa Isabel, de planta irregular con cuatro baluartes (dos de cantería y los otros dos de madera y tierra). Desde el citado fuerte, tuvo que repeler un ataque de más de 4.000 “moros” de Joló y de Mindanao, resistiendo un asedio y un asalto final. En el transcurso del combate, que terminó con la retirada de los asaltantes, con numerosas bajas, sufrió una herida en el brazo izquierdo, que quedó inutilizado. En 1738, el capitán general de las Filipinas, D. Fernando de Valdés y Tamón, nombraba ingeniero a Tomás de Castro, confirmándose su ingreso en el Cuerpo de Ingenieros por una Real Cédula de fecha 1 de julio del mismo año. A partir de ese momento y con respecto a las fortificaciones de Manila, reconstruía el revellín de la Puerta Real, haciendo además un nuevo camino cubierto, a pesar de lo cual, en un informe señalaba el mal estado de defensa de la plaza.
En 1742 seguía en Manila, donde reconocía la fábrica (construcción) de los Reales Almacenes de la plaza, significando en su informe posterior que “el orden de la fábrica es bueno como cualquiera fábrica de las mejores que había en la ciudad por estar hecha de buenas maderas”.
A partir de 1745 estaba trabajando en Cavite, donde realizaba, además del reparo de su puerto por petición del gobernador interino de las Filipinas, el obispo de Nueva Segovia, un fuerte cuya planta había trazado el propio Castro. Estaba situado en un extremo del puerto de Cavite, en frente del otro fuerte que defendía la plaza, el de San Felipe. En 1762, realizaba un plano de Manila, con el estado de sus fortificaciones y de sus murallas, a las que consideraba en estado de ruina debido a los fuertes temporales que habían destruido parte de las mismas, de forma que el mar amenazaba con inundar la ciudad. Además, añadía “con expresión de los edificios extramuros de la ciudad, donde establecieron los ingleses sus baterías…”
En ese mismo año levantaba un plano del puerto de Cavite. En el aspecto de su trabajo como arquitecto, llevaba a cabo la edificación de la Real Contaduría, así como la reedificación del Palacio de Gobernadores en Manila. Entre 1752 y 1758 construía en la misma ciudad la Alcaicería, un edificio exento de planta octogonal, levantado al otro lado de la bahía, para el comercio de productos chinos, con los que traficaban los “sangloyeses”, mercaderes de los que se desconfiaba hasta tal punto de no dejar que penetraran en Manila. El edificio contaba con dos puertas, una del lado del mar y otra del de tierra. Con un amplio patio central, su interior era porticado, donde se alojaban las tiendas, mientras que la parte superior estaba destinada para las habitaciones de los mercaderes.
En junio de 1759 remitía un largo Memorial a la Dirección General del Cuerpo, solicitando el grado de coronel de Infantería que debía corresponderle, por ser el Ingeniero en Jefe del Archipiélago, ya que con anterioridad lo había presentado al capitán general de Filipinas, que no le había reconocido, por lo que recurría a la citada Dirección, “para que se atienda a su derecho”.
También trabajó en otras islas del Archipiélago, así, hacia 1760, realizaba un informe sobre el fuerte de Nuestra Señora de la Concepción en la isla de Mindanao. El fuerte era de planta cuadrangular y cuando se estaba construyendo se pensó en demolerlo para darle una planta triangular, oponiéndose Castro, debido al elevado gasto de demolición, siguiéndose la planta inicial.
Hacia 1764 debía estar muy deteriorado por su edad avanzada, ya que el gobernador interino de las islas, D. Francisco Javier de las Torres, solicitaba en julio de ese año, que se suspendiera la licencia concedida a este ingeniero, por considerar que Tomás de Castro “no rendía cuanto se podía esperar de él”. Este juicio adverso pudo motivarse por animadversión personal, ya que, hasta ese momento, además de lo señalado, Castro dirigió las obras de casi todos los fuertes construidos en las Filipinas durante el segundo tercio del siglo XVIII.
Obras de ~: Planta de cuarteles para Infantería en Manila, 1733; Plano de la ciudad de Manila y edificios de extramuros donde los ingleses establecieron sus baterías, mal estado del castillo [...], 1764; Plano del fuerte de Cavite y sus fortificaciones, 1764.
Fuentes y bibl.: Instituto de Historia y Cultura Militar (Madrid), Colección Aparici; Archivo General de Simancas, Exps. personales.
W. E. Retana, Breve Diccionario Biográfico de los Ingenieros Militares que han estado en las Islas Filipinas, Madrid, Memorial de Ingenieros, 1923; M.ª L. Díaz Trechuelo Spínola, Arquitectura española en Filipinas (1565-1800), Sevilla, Escuela de estudios Hispanoamericanos, 1959; M.ª L. Díaz Trechuelo, “Las Fortificaciones de Manila en la Edad Moderna”, en Revista de Historia Militar, 8 (1961), págs. 27-46; H. Capel et al., Los Ingenieros Militares en España. Siglo XVIII. Repertorio biográfico e inventario de su labor científica y espacial, Barcelona, Publicaciones y ediciones de la Universidad de Barcelona, 1983; A. Bonet Correa, Fiesta, Poder y Arquitectura. Aproximaciones al Barroco español, Madrid, AKAL, 1990; J. A. Calderón Quijano, Las Fortificaciones Españolas en América y Filipinas, Madrid, Editorial Mapfre, 1996; M.ª A. Colomar Albajar, “La Historia Militar en las Fuentes Gráficas del Archivo General de Indias”, en Boletín Informativo, 12 (2006), págs. 31-45.
Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño