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Martín Rodríguez

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Biografía

Rodríguez, Martín. Buenos Aires (Argentina), 4.VII.1771 – Montevideo (Uruguay), 5.III.1845. Militar y político.

Nació en el seno de una familia acomodada. No demostró jamás vocación para el estudio y un acontecimiento, que pareció un accidente momentáneo, selló definitivamente su destino. Tomada por sorpresa la ciudad de Buenos Aires en 1806, cuando contaba Rodríguez treinta y cinco años, la bandera inglesa tremoló en el fuerte. Dentro de la cautiva Buenos Aires era imposible la reacción armada. Juan Martín de Puerreydón, hijo de una de las principales familias, huyó al campo para organizarla. Martín Rodríguez fue uno de los primeros que le respondió, presentándose con diecinueve jinetes en la villa de Luján, donde aquél se había asentado.

La fuerza de caballería, bajo el mando del comandante general de fronteras Antonio Olavaria, no tenía ninguna instrucción militar cuando se movió de Luján hasta la ciudad. Acampados en la charca del Pedriel, cuatro leguas al noroeste de la capital, se le confió a Rodríguez la misión de adelantarse con una patrulla para prevenir los movimientos del enemigo; lanzó una carga desordenada, pero sus centauros fueron dispersados por los cañones y la fusilería inglesa.

El atrevimiento de desafiar a un enemigo superior, fue reconocido por el Cabildo como un acto heroico y Rodríguez recibió una medalla de plata como premio a su valor. La derrota no mermó sus fuerzas; su escuadrón se rehizo y se incorporó a las fuerzas del virrey Liniers. Finalmente, el 12 de agosto, en lo que se ha llamado La Reconquista, los ingleses se vieron obligados a capitular.

Desalojados los ingleses, se hicieron fuertes en Montevideo, para volver sobre la capital. En 1807 se formaron cuerpos de milicias y entre ellos destacó el escuadrón de Húsares de Puerreydón que pronto estuvo bajo las órdenes de Rodríguez, el cual pagó la instrucción militar y sostuvo a su costa a muchos voluntarios.

Se produjo una segunda invasión inglesa al mando del general John Whitelocke (desembarcó en la ensenada de Barragán entre el 28 y el 29 de junio de 1807). Una de las partidas enviadas por Liniers para detener la aproximación a la ciudad estaba al mando de Rodríguez, que siempre a la vanguardia del enemigo y azotándolo día y noche, se incorporó finalmente al grueso del Ejército patriota para abatir definitivamente al enemigo. El 13 de enero de 1809 la Junta Central del Gobierno de Sevilla premió a los defensores con grados militares y Martín Rodríguez fue ascendido al grado de teniente coronel.

Expulsados los ingleses, los cuerpos voluntarios quedaron como guarnición permanente de la ciudad, lo cual hizo de ellos una fuerza decisiva en los conflictos políticos que se avecinaban. Ocupada España por los Ejércitos de Napoleón y destituido y preso el Rey, el Cabildo de Buenos Aires pidió la suplantación del virrey Liniers por una junta de gobierno, apoyado por los batallones de Gallegos, Vizcaínos y Catalanes.

En la asonada del 1 de enero de 1809, la defensa del virrey amenazado corrió a cargo de los cuerpos de Patricios, Arribeños, Montañeses y del escuadrón de Húsares que mandaba Rodríguez, el cual desempeñó un papel muy importante en aquella jornada.

Rodríguez gozaba de tal fama por sus hazañas contra los ingleses, que cuando el virrey Cisneros reformó esos cuerpos voluntarios por decreto del 11 de septiembre de 1809, de los tres escuadrones de caballería existentes sólo sobrevivió el suyo, bajo la denominación de Húsares del Rey.

Tomó parte en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, más tarde fue uno de los primeros comandantes que firmó la petición popular del 25 de mayo para imponer al Cabildo la designación de la Junta Patria, quedando así ratificado el lugar de privilegio que le reconocían sus compañeros de armas.

Premió la Junta sus servicios ascendiéndolo al grado de coronel de Ejército. En febrero de 1811 viajó a la provincia de Entre Ríos a organizar el socorro del Ejército de Belgrano, que combatía en Paraguay. No respondió la provincia a sus esperanzas y se vio reducido a la impotencia, mucho más cuanto aquel Ejército comenzó a retroceder tras las derrotas de Paraguari y Tacuarí, que lo expulsaron del territorio. A su vuelta encontró la ciudad agitada por los disturbios, y tomó parte en la revolución del 5 y 6 de abril en defensa del presidente Saavedra, a quien la juventud morenista quería derribar a toda costa.

Su adhesión fue premiada por Saavedra nombrándolo general en jefe de Caballería del Ejército Auxiliar del Alto Perú cuando el presidente preparaba su expedición a Salta al frente de los refuerzos para los restos del ejército destruido en Huaqui, a orillas del Desaguadero (22 de junio de 1811). Pero Rodríguez se quedó en la capital, acaso para apoyar al gobierno de la Junta contra la oposición envalentonada por la noticia del viaje de Saavedra. La Junta lo nombró entonces comandante general de Frontera, para que se entendiera con los indios nómadas del sur.

La elección del Triunvirato (23 de septiembre de 1811) encumbró a los morenistas y Rodríguez perdió su influencia. Confinado en San Juan, se le encomendó una misión en Jujuy. Pronto se reclamaron sus servicios en la Banda Oriental donde operaba otro ejército argentino, pero fue transferido al del Norte después de la batalla de Tucumán. Como tercer jefe intervino en la batalla de Salta.

Volvió a Buenos Aires para desempeñar el cargo de jefe del Estado Mayor General, designado por decreto de 4 de junio de 1813; pero fue nuevamente destinado al Ejército del Norte a principios de 1814, a las órdenes de Rondeau. El general Alvear quiso suplantar a Rondeau de la jefatura de aquel ejército como antes lo había hecho en el de la Banda Oriental. Obtuvo el nombramiento a principios de diciembre de 1814, pero la noticia fue mal recibida por la oficialidad.

Rodríguez percibió el descontento y se convirtió en cabeza del motín, obligando a Alvear a renunciar a su intento.

Reunido el Ejército en Humahuaca para iniciar las hostilidades contra el frente realista del Alto Perú, Rondeau confió a Rodríguez la vanguardia. Desde Humahuaca, Rodríguez avanzó con una patrulla de su vanguardia sobre el pueblito de El Tejar, adonde llegó el 19 de febrero de 1815, sin avistar al enemigo.

Apenas habían desmontado sin protección alguna, cayó sobre ellos un escuadrón de Cazadores, mandado por el coronel Antonio Vigil, adelantado del Ejército realista acampado en Yavi. Rodríguez perdió la mitad de sus efectivos; los restantes y él mismo cayeron prisioneros. Su reputación cayó pero se propuso recuperarla tan pronto volvió a las filas libertado por el propio general enemigo, Pezuela, al mes siguiente, en calidad de mediador ante Rondeau para arreglar un armisticio sobre la base del reconocimiento del rey Fernando, que había vuelto a España.

En abril de 1815 el Ejército abandonó Humahuaca montaña arriba hacia el Alto Perú. Durante el trayecto fue barrida una vanguardia enemiga estacionada en el Puesto del Marqués, con los Dragones de Rodríguez, el regimiento de Granaderos y las milicias salteñas de Martín Güemes. Ocupadas Chuquisaca y Potosí sin disparar un tiro, Rodríguez fue designado por Rondeau presidente del distrito de Charcas y, si bien aceptó el cargo, no se mostró dispuesto a desentenderse de su principal misión, idea que se fortaleció al recibir el cargo de brigadier.

Después de aquella inactividad en el Alto Perú, Rondeau decidió ir a buscar a los realistas. A principios de agosto de 1815 se movilizó la vanguardia.

El enemigo tenía un puesto avanzado defendido con tiradores emboscados en la Aldea de Venta y Media, pero los observadores enviados a descubrirlo tuvieron una falsa impresión, lo cual impulsó a Rodríguez a efectuar una imprudente acometida que fue rechazada violentamente.

Este revés hizo desaparecer el crédito que le quedaba en el Ejército, por lo que solicitó dejar el Ejército para volver a la presidencia de Chuquisaca, petición que Rondeau atendió inmediatamente librándose así de un enemigo incómodo.

En medio de una indisciplina y moral bajísima, Rodríguez era un ejemplo de conducta y, siendo el oficial el mayor graduación después de Rondeau, era natural que aspirara a reemplazarlo, pendiente como estaba su viaje a Buenos Aires para asumir el cargo de director del Estado elegido en reemplazo de Alvear.

Después de la catastrófica derrota de las fuerzas argentinas en Sipe-Sipe (29 de noviembre de 1815), Rodríguez abandonó la presidencia de Charcas y huyó hacia la provincia de Salta. Guerrilleros de Güemes lo asaltaron y se apoderaron de todo su equipaje de manera tan imprevista que apenas pudo salvar la vida escapando a pie por los montes hasta el río Juramento.

En la capital fue sometido a un tribunal militar por la derrota de Venta y Media, siendo absuelto en octubre de 1818. Rehabilitado, volvió al servicio militar a principios de 1819.

El 1 de febrero del año 1820, bajo el comando en jefe del director Rondeau, peleó en la batalla de Cepeda y, desaparecidas las autoridades nacionales tras la invasión de los caudillos del litoral y sucederse vertiginosamente los gobernadores en Buenos Aires, la legislatura le eligió gobernador el 14 de septiembre recuperando así su prestigio militar.

Rodríguez dio solidez a la institución. Fue gobernador desde 1820 hasta 1824 y su gobierno fue de corte progresista. Salvo la rebelión del coronel Manuel Pagola, a los pocos días de haber asumido el mando, y la que estalló en 1823 encabezada por el doctor Gregorio Tagle, como reacción contra la supresión de algunas órdenes religiosas, su período transcurrió en calma.

Realizó mejoras que sirvieron de ejemplo a las demás provincias argentinas. Renunció a los poderes extraordinarios; se ampliaron las facultades de la Junta de Representantes o asamblea provincial y se presentó una ley para hacer la elección directa y por sufragio universal. Se promulgó una amnistía o “Ley del Olvido”; para asegurar la paz con otras provincias se celebró el Tratado del Cuadrilátero (enero de 1822) con Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe, afirmando el federalismo establecido pero también la unidad de la nación argentina; se abolió el Cabildo o municipio de tan constante actividad a lo largo de la revolución y de prestigio desde los orígenes coloniales; se contrató un empréstito en Londres para construir el puerto y otras mejoras, colocando en garantía la tierra pública, que se daría en enfiteusis; se creó el Banco de Descuentos, de breve duración por la mala situación de la Hacienda; se redujo el número de oficiales del Ejército, jubilándolos; se abolió el fuero eclesiástico y el diezmo; limitó el número de religiosos y elevó a veinticinco años la edad para profesar y se confiscaron los bienes de los betlemitas, medidas regalistas que le atrajeron la oposición y un conato de motín.

Se fundó la Universidad de Buenos Aires (1821) y se coordinaron todos los grados de enseñanza. Se creó asimismo la Sociedad de Beneficencia.

Su labor administrativa no postergó la militar. Declaró frente de guerra la tierra de los indios y comandó varias expediciones al Sur para destruirlos, en los años 1822, 1823 y 1824; en la segunda de dichas campañas fundó el pueblo de Tandil. En 1825 marchó a las costas de Uruguay, para preparar la guerra contra Brasil y obtuvo su retiro del Ejército en 1827.

No permaneció mucho tiempo en el retiro. Cuando Lavalle se levantó contra la autoridad de Borrego el 1 de diciembre de 1828, Rodríguez acompañó al jefe rebelde hasta el combate de Navarro. Al año siguiente fue nombrado comandante general de armas, general en jefe del Ejército, ministro de Guerra y gobernador delegado en reemplazo del almirante Brown. Esta adhesión al partido unitario lo obligó a emigrar a Montevideo tan pronto como Juan Manuel de Rosas asumió la primera magistratura de la provincia.

Murió el 5 de marzo de 1845 en Uruguay. Los barcos de Brown, que bloqueaban Montevideo en nombre de Rosas, decretaron el duelo de reglamento en homenaje a sus glorias militares. Sus restos fueron repatriados en 1891 y sepultados en el Cementerio de la Recoleta. Tres estatuas evocan su memoria, en su tumba, en el pueblo del general Rodríguez y en la ciudad que fundó, Tandil.

 

Bibl.: VV. AA., Vida de Grandes Argentinos, Buenos Aires, Ediciones A. Fossati, 1960; G. Bleiberg (dir.), Diccionario de Historia de España, Madrid, Alianza Editorial, 1981.

 

Patricia Areal Torres-Murciano

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