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Rafael Izquierdo y Gutiérrez

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Biografía

Izquierdo y Gutiérrez, Rafael. Santander (Cantabria), 30.IX.1820 – Madrid, 9.XI.1883. Teniente general, gobernador general de Filipinas.

Nacido en Santander en 1820, ingresó en 1835 como cadete en el Regimiento de Gerona, y en el mismo año fue destinado al ejército que operaba en Navarra y Vascongadas contra los carlistas levantados en armas (Primera Guerra Carlista, 1833-1839). Participó con sólo catorce años en los combates de Ciranqui y Menestiel, y posteriormente en Guevara y Salvatierra; por estas últimas acciones ascendió al empleo de subteniente.

Herido de gravedad en el combate de Uriza, se le concedió la Cruz de San Fernando. Durante los siguientes años continuó operando en el frente vasconavarro, donde, herido de nuevo, se le concedió el grado de capitán y otra Cruz de San Fernando. En 1839, entre otras acciones, tomó parte en la persecución del conocido cura Merino y asistió al acto del Convenio de Vergara sellado entre Espartero y Maroto, que puso fin a la contienda.

A finales de octubre de 1841, intervino en la conspiración de los generales moderados, dirigida por O’Donnell y Diego de León, contra el general Espartero que, tras la abdicación de la Reina Gobernadora, se había convertido en regente; ante el fusilamiento de Diego de León, Izquierdo huyó a Francia junto a O’Donnell y permaneció en dicho país hasta la caída de Espartero en 1843, cuando regresó a España y se incorporó al servicio activo.

En 1848, a las órdenes del capitán general de Valencia, intervino con una columna de tropas sofocando el levantamiento republicano de dicha capital, por lo que fue recompensado con el empleo de comandante de Infantería.

Desencadenada la Segunda Guerra Carlista (1847- 1860), tomó parte en las zonas de operaciones del Maestrazgo y Cataluña, destacando de nuevo en numerosas acciones de armas. Se le concedió la Cruz de San Fernando de 1.ª Clase, por tercera vez, y el ascenso a teniente coronel.

En el año 1859 fue destinado al ejército de África como jefe de la 2.ª media Brigada de la Vanguardia del 1.er Cuerpo del Ejército, asistiendo a la definitiva batalla de Wad-Ras, por cuyos méritos contraídos fue ascendido a brigadier.

Después de desempeñar algunos cargos en la Península, en 1861 pasó destinado a Puerto Rico a disposición del capitán general Rafael Echagüe, que lo nombró gobernador militar de dicha plaza en ausencia del general Vargas, que había salido para México con las fuerzas expedicionarias. Permaneció en dicha isla hasta el año siguiente, en que regresó a la Península.

En 1864 fue enviado a Santo Domingo, al mando de la 2.ª Brigada de la división expedicionaria y, a las órdenes del gobernador general José de la Gándara, intervino en la toma de Puerto Plata y Monte Cristy; nombrado comandante general de dicha división, dirigió las acciones de San Pedro. Tras la evacuación de Santo Domingo, fue nombrado 2.º cabo de la capitanía general de Puerto Rico, pero no llegó a tomar posesión, por instruírsele sumaria, acusado de haber anticipado la evacuación de Monte Cristy a la de Puerto Plata, dejando desprotegida a esta última población, que fue atacada por las fuerzas independentistas; éstas capturaron numeroso armamento abandonado.

De regreso a España en 1866, y sobreseída la causa que se le seguía por el abandono de Puerto Plata, fue nombrado comandante general de la 1.ª División del ejército de Cataluña, interviniendo contra las revueltas ocurridas en Gerona y Lérida en agosto de 1867, por cuya actuación se le concedió la Gran Cruz de Carlos III.

Cuando ocupaba el cargo de 2.º cabo de la Capitanía General de Andalucía, y, al frente de la guarnición de Sevilla, secundó la revolución septembrina de 1868, por la cual presidió la Junta Provisional hasta la llegada del general Serrano (duque de la Torre); asimismo, organizó, por encargo de este general, las tropas que salieron para la batalla de Alcolea en la que tomó parte. Posteriormente, se dirigió hacia Madrid, donde fue ascendido a teniente general y nombrado capitán general de Castilla la Nueva.

Designado gobernador y capitán general de Filipinas, en abril de 1871 tomó el mando, sustituyendo en el cargo a Carlos María de la Torre, quien le hizo llegar una memoria que recogía su gestión y la delicada situación por la que atravesaba el archipiélago filipino.

A diferencia de su antecesor, inició una política conciliadora con las órdenes religiosas, consciente de la influencia que éstas ejercían como defensoras de la soberanía española en Filipinas. A esta política respondía la paralización del proceso de secularización de la enseñanza media y universitaria en el archipiélago, iniciado por el gobernador saliente, y que había puesto en pie de guerra a todo el clero regular en consideración a los dominicos. Asimismo, les permitió a éstos construir los edificios que albergarían las Facultades de Medicina y Farmacia en la Universidad de Santo Tomás.

Uno de los acontecimientos que tuvieron más trascendencia durante su gobierno fue la sedición militar de Cavite, ocurrida en enero de 1872. Aunque se señala como causa principal el descontento de los obreros del arsenal de Cavite, sin embargo, existieron otras muchas, como el descontento general de diversos estamentos de la sociedad filipina ante las arbitrariedades de la política desempeñada por los gobernadores Carlos M. de la Torre y Rafael Izquierdo. La conjura, en la que participaron elementos militares, civiles y algunos miembros de la Iglesia, fue secundada por las tropas indígenas de Infantería de Marina y Artillería, que mantuvieron un sangriento enfrentamiento con las fuerzas leales; reducidos finalmente, fueron juzgados en tribunales militares y condenados a muerte numerosos implicados, entre ellos los presbíteros filipinos José Burgos, Jacinto Zamora y Mariano Gómez. Los acontecimientos ocurridos en Cavite marcaron uno de los momentos más delicados de la presencia española en Filipinas. El pueblo nunca olvidaría a estos mártires.

Muy especialmente los recordará el entonces niño Rizal, quien, convertido en líder, comenzaría una activa lucha ideológica en defensa de su pueblo. El levantamiento de Cavite fue el antecedente de la insurrección general de 1896, que daría lugar a la ruptura total entre España y Filipinas.

A pesar de la dureza empleada en los sucesos de Cavite, el malestar seguía patente, como lo demuestra la huelga secundada por los obreros del arsenal en septiembre del mismo año. Por estas fechas las cárceles se encontraban abarrotadas de presos políticos y comunes. Con los nuevos poderes otorgados por el Gobierno de Madrid, en septiembre de 1872 creó las Compañías disciplinarias, unidades compuestas por condenados de presidios que cumplirían sus condenas prestando servicios a las armas españolas.

Sustituido en el cargo, regresó a la Península y se le concedió la Medalla de Filipinas por los méritos contraídos en la pacificación de Cavite.

Fue capitán general de Cataluña hasta que, en la Restauración (1875), le fue admitida su dimisión.

Tras una corta estancia en Gran Canaria, dado su estado de salud, se le permitió fijar su residencia en el sur de Francia, hasta que regresó definitivamente a Madrid, en 1881, donde falleció dos años después.

Estaba en posesión de las Grandes Cruces al Mérito Militar con distintivo rojo, San Hermenegildo, Isabel la Católica y Carlos III.

 

Obras de ~: Algunas ideas sobre la reorganización del Ejército, Madrid, 1869.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Secc. 1.ª, leg. I-643.

J. Montero Vidal, Historia general de Filipinas, t. III, Madrid, Est. Tipográfico de la Viuda e Hijos de Tello, 1895; A. Pirala, Historia Contemporánea, Guerra Civil, Anales desde 1843 hasta el fallecimiento de Alfonso XII, t. VI, Madrid, Felipe González Rojas, 1895; R. Labra, La política colonial y la Revolución española de 1868, Madrid, Tipografía del Sindicato de Publicidad, 1915; J. M. Jover, El siglo xix en España: doce estudios, Barcelona, Planeta, 1974; V. Palacio Atard, La España del siglo xix, Madrid, Espasa Calpe, 1981; L. Cabrero, “Filipinas y el Pacífico español”, en J. T. Villarroya et al., La era isabelina y el sexenio democrático (1834-1874), pról. de J. M.ª Jover Zamora, en J. M.ª Jover Zamora (dir.), Historia de España de Menéndez Pidal, t. XXXIV, Madrid, Espasa Calpe, 1981, pág. 994; L. Tormo Sanz, “La huelga del arsenal de Cavite en 1892”, en Anuario de Estudios Americanos, separata del t. XXXV, Sevilla, Imprenta de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1985; A. Molina, Historia de Filipinas, t. II, Madrid, Mapfre, 1985; R. Carr, España, 1808-1975, Barcelona, Ariel, 1985; A. Ubieto, J. Reglá, J. M. Jover y C. Seco, Introducción a la Historia de España, Barcelona, Teide, 1986; G. Bleiberg (dir.), Diccionario de historia de España, Barcelona, Alianza, 1986; J. Celdrán, Instituciones hispanofilipinas del siglo xix, Madrid, Mapfre, 1994; A. Castellanos, “Las compañías disciplinarias en la reducción y colonización de Mindanao”, en El Lejano Oriente Español: Filipinas Siglo XIX, Sevilla, Cátedra General Castaños, Región Militar Sur, 1997, págs. 541-554; Filipinas de la Insurrección a la intervención de EE. UU., Madrid, Sílex, 1998; J. L. Isabel Sánchez, Caballeros de la Real y Militar Orden de San Fernando. Infantería, t. II, Madrid, Ministerio de Defensa, 2001.

 

Alicia Castellanos Escudier

 

 

 

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