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José Clará Ayats

Biografía

Clará Ayats, José. Olot (Gerona), 16.XII.1878 – Barcelona, 4.XI.1958. Escultor y dibujante.

Nació en el seno de una familia modesta que regentaba una alpargatería y cordelería. Cuando contaba tan sólo doce años de edad, sus padres le matricularon en clases de Dibujo en la Escuela de Bellas Artes de su ciudad natal, donde tuvo como profesor al pintor José Berga Boix, quien le encaminó hacia el dibujo y la pintura. En 1897, con el fin de eludir las obligaciones militares que le podrían haber llevado a participar en las guerras coloniales de Ultramar, se trasladó a Tolosa de Languedoc (Francia), donde su hermano, el pintor y escultor Juan Clará, se había establecido el año anterior. El prestigio de las enseñanzas de escultura en la École des Beaux-Arts et des Sciencies Industrielles de dicha ciudad francesa impulsaron a Clará a matricularse en las asignaturas propias de esta disciplina y en tres cursos obtuvo numerosos premios académicos. Allí nació su auténtica vocación por la escultura. En noviembre del año 1900 se instaló en París y se matriculó en la École des Beaux-Arts de la capital francesa, donde tuvo como profesor al reconocido escultor Louis-Ernest Barrias (1841-1905).

Durante la misma época conoció a los prestigiosos escultores Arístide Maillol (1861-1944), Antoine Bourdelle (1861-1929) y Auguste Rodin (1840-1917), al taller del cual acudió en numerosas ocasiones para mostrarle sus trabajos y pedirle su opinión. Sin duda alguna, la etapa parisina fue decisiva, puesto que fue entonces cuando se consolidaron su obra y su prestigio.

En 1903 modeló su primera obra importante, que tituló Éxtasis, una pieza de estética simbolista que representa a una muchacha semidesnuda tocando el violín y que presentó públicamente en el Salon de la Société des Artistes Français de París, obteniendo Mención Honorífica. En el año siguiente obtuvo una Segunda Medalla en el mismo salón por su obra Jesús atado a la columna, con la cual también consiguió una Tercera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en Madrid en 1906. Era el inicio de una numerosa serie de premios que irían consolidando su producción y, por consiguiente, su nombre en el panorama artístico europeo. También contribuyeron al reconocimiento de su valía artística su participación en numerosas exposiciones, así como la publicación de varias monografías y de un considerable número de artículos sobre su obra, aparecidos en revistas especializadas.

Después de una etapa de marcada influencia rodiniana y tras el descubrimiento del espíritu de los clásicos, fruto de sus viajes a Londres e Italia y de sus conversaciones con el mencionado escultor rosellonés Arístide Maillol, Clará adoptó formas arcaicas similares a las de las figuras griegas. Le había causado una especial impresión la contemplación de los relieves procedentes del Partenón de Atenas, conservados en el British Museum de la capital británica, así como las grandes obras de los artistas del Renacimiento italiano, muy especialmente la de Miguel Ángel. A partir de entonces se decantó por la escultura de raíz clásica, cercana a las formas naturales del Mediterráneo, sin que ello implicara copiar la estatuaria griega, sino que interpretó el ideal panteísta helénico a través de robustas formas renacentistas.

Cuando en 1911 Clará mostró diecisiete esculturas y treinta y cuatro dibujos en la VI Exposición Internacional de Arte, celebrada en Barcelona, el clasicismo mediterráneo ya había conseguido monopolizar la definición del llamado Noucentisme, tendencia artística que dominó en la Cataluña del primer tercio del siglo xx. El año anterior había sido el del reconocimiento oficial del escultor, ya que éste obtuvo Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Bruselas, expuso un conjunto de cuarenta obras en París, obtuvo Primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid y realizó en bronce el busto de Eugenio D’Ors, definidor y promotor indiscutible del mencionado movimiento. Por otro lado, bajo la influencia del citado escultor Maillol, Clará centró su producción en un sublime tratamiento del tema del desnudo femenino de raíz clásica. La armonía y la depuración de las formas que definían la estética noucentista conferían a la anatomía de aquellas diosas mediterráneas más equilibrio, plenitud y rotundidad que el Modernismo, estilo de raíz germánica que caracterizó la obra de los escultores de una generación anterior, a pesar de que también cabe señalar que el anhelo por conseguir la austeridad de la forma y un canon de belleza ideal, robusto y contundente, situaron la obra de Clará muy cerca del academicismo.

Más allá del compromiso ideológico adoptado por otros representantes del Noucentisme, José Clará basó la coherencia de su trayectoria artística internacional en la sobriedad, alejada de la anécdota y de todo elemento descriptivo, de sus desnudos de mujer entendidos como formas de belleza perfecta. No en vano se le ha considerado un virtuoso del desnudo femenino y uno de los líderes indiscutibles del movimiento noucentista que siempre se mantuvo fiel a la línea figurativa. Sirviéndose del dibujo y del modelo del natural, centró toda su producción alrededor del cuerpo humano adquiriendo grandes conocimientos de anatomía que, junto a su habilidad para modelar el barro, dieron como resultado formas redondeadas y potentes.

José Clará fue también un dibujante tan prolífico que no puede valorarse su producción artística sin tener en cuenta el conjunto de sus dibujos, cuyo número supera el millar de ejemplares. Fruto de su amistad con la bailarina americana Isadora Duncan, a quien conoció personalmente en 1912, surgió una serie de dibujos, apuntes de danza, cuyo trazo espontáneo les confiere una gran originalidad.

Aparte del género del retrato, que Clará cultivó a lo largo de toda su trayectoria, el escultor realizó muchas obras por encargo, tanto para coleccionistas como para instituciones. En 1917 se inauguró en la ciudad de Sabadell su Monumento a Juan Sallarés Pla, industrial y político conservador, y entre 1918 y 1925 realizó el Monumento a los voluntarios catalanes (Barcelona, parque de la Ciudadela), dedicado a los catalanes que lucharon en la Primera Guerra Mundial y cuya inauguración se demoró hasta 1936. En la misma época realizó Serenidad sobre las ruinas de la vida (Madrid, cementerio de San Isidro) y esculpió por encargo la estatua de La Industria para el Monumento a Alfonso XII, del parque del Retiro de Madrid, y el Monumento a los muertos para la población de Sant Nazaire d’Aude, cerca de Narbona (Francia).

En la sesión de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, celebrada en Madrid el 2 de febrero de 1925, José Clará fue nombrado académico por unanimidad. Nueve años más tarde fue elegido presidente del Círculo Artístico de Barcelona y académico de la Real Academia Catalana de Bellas Artes de San Jorge.

Con motivo de la Exposición Internacional que se celebró en Barcelona en 1929, el Ayuntamiento de dicha ciudad encargó una serie de obras para ornamentar la montaña de Montjuic, donde se colocaron las estatuas de Clará esculpidas en piedra Juventud, Fertilidad y Serenidad, y la plaza de Cataluña, donde se situó la estatua titulada La diosa (1928), la obra más conocida de Clará y uno de los símbolos iconográficos de la ciudad de Barcelona. En la mencionada Exposición Internacional, el escultor catalán fue galardonado con la Medalla de Honor por su obra Reposo.

En 1932 dejó su residencia de París para establecerse en Barcelona y dos años más tarde, al morir José Llimona, máximo exponente de la escultura modernista, Clará se convirtió en el escultor catalán más célebre. El Premio de Escultura Damián Campeny, concedido por vez primera por la Generalitat de Cataluña, le fue otorgado a él por su obra Muchacha desnuda.

A esta etapa culminante de su trayectoria artística pertenecen también Juventud (1933-1935) y Pujanza (1936), desnudos femeninos de pie que resumen perfectamente su ideal de belleza y sintetizan la esencia de la creación escultórica, así como una figura en mármol de Apolo (1934-1935), que el músico Pablo Casals le encargó para el jardín de su casa de San Salvador del Vendrell (Tarragona).

José Clará nunca participó de los movimientos de vanguardia que protagonizaron otros artistas coetáneos y que dieron paso a un nuevo concepto de escultura.

Su arte figurativo propició que en el período de la posguerra española recibiera diversos encargos oficiales, como el Monumento a los caídos (1950), que fue erigido en la avenida Diagonal de Barcelona y se inauguró durante el Congreso Eucarístico de 1952, y una figura de Minerva para la Ciudad Universitaria de Madrid. Asimismo, en este período cultivó la escultura religiosa, destacando el San Benito (1945) que realizó para el monasterio benedictino de Montserrat, la Virgen del Castillo, encargo de la Sección Femenina, y una imagen de San Esteban, en alabastro policromado, para el altar mayor de la iglesia del mismo santo en Olot (Gerona). Entre 1947 y 1948 realizó Maternidad, grupo que representa a una mujer sentada que mira tiernamente a un niño dormido en su regazo. Esta pieza se convirtió en una imagen muy representativa de Olot, ciudad natal de Clará, ya que una versión en bronce se colocó en 1953 en el centro de la plaza que lleva el nombre del escultor en dicha población. En 1951 firmó un contrato para realizar en Montevideo el monumento De España al Uruguay y, a partir de ese momento, trabajó en las figuras y relieves El Descubrimiento, La Cultura, La Madre Patria y Don Quijote.

Durante la última década de su vida, además de dedicarse a escribir sus recuerdos y sus pensamientos en unos cuadernos de notas que han sido conservados, Clará siguió atendiendo diversos encargos, entre los que destacan los retratos del arquitecto José Puig y Cadafalch, del tenor Francisco Viñas, del violinista Francisco Costa y del doctor Jacinto Vilardell. Un mes antes de cumplir los 80 años, José Clará murió en Barcelona. Dos años antes había recibido diversas condecoraciones, como la Medalla de Plata de la Diputación Provincial de Barcelona y la Medalla de Oro del Real Círculo artístico de Barcelona.

Generalmente José Clará utilizó el barro y el yeso, materiales muy manejables y dúctiles, en las primeras etapas del proceso de creación de sus obras, las cuales posteriormente eran esculpidas en piedra o fundidas en bronce. A causa de su elevado precio, el mármol solía utilizarlo únicamente para obras de encargo, aunque este material se convirtió en su preferido en los últimos años de su vida, durante los cuales ejecutó muchas piezas destinadas a formar parte de un museo dedicado a su obra.

En noviembre de 1969, once años después de su muerte, se inauguró en su antiguo taller del barrio barcelonés de las Tres Torres el Museo Clará, cuyo cierre en 1995 fue motivo de diversas protestas.

Aparte de las obras que pueden contemplarse en jardines u otros espacios públicos, gran parte de su obra se conserva actualmente repartida entre el Museo Nacional de Arte de Cataluña (Barcelona) y el Museo Comarcal de la Garrotxa (Olot, Gerona). Otros museos que conservan obras de Clará en sus fondos son el Musée National d’Art Moderne de París (Crepúsculo, Bailarina, Bailarina y Estática), el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires (Pujanza), el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana (Pomona) y el Musée des Agustins de Tolosa (La diosa).

Por otro lado, las obras que fueron adquiridas por el Estado español para el desaparecido Museo de Arte Moderno de Madrid se conservan actualmente en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de la capital de España.

 

Obras de ~: Jesús atado a la columna, 1904; Adolescencia, 1907; El crepúsculo, 1907-1910; La diosa, 1908-1910; El ritmo, 1910; Monumento a Juan Sallarés Pla, Sabadell (Barcelona), 1917; Monumento a los voluntarios catalanes, parque de la Ciudadela, Barcelona, 1918-1925; La Industria, monumento a Alfonso XII del parque del Retiro, Madrid, 1920; Venus saliendo del baño, 1922; Serenidad sobre las ruinas de la vida, cementerio de San Isidro (Madrid), s. f.; Monumento a los muertos, Sant Nazaire d’Aude (Francia); La diosa, plaza de Cataluña, Barcelona, 1928; Juventud, Fertilidad y Serenidad, plaza de Cataluña, Barcelona, 1929; Reposo, plaza de Cataluña, Barcelona; Muchacha desnuda, 1932; Juventud, 1933-1935; Pujanza, 1936; Apolo, 1934-1935; Monumento a los caídos, Barcelona, 1950; Minerva, Ciudad Universitaria, Madrid; San Benito, Montserrat (Barcelona), 1945; Virgen del Castillo, 1945; San Esteban, iglesia de San Esteban, Olot (Gerona), 1945; Maternidad, Olot (Gerona), 1947-1948; El Descubrimiento, La Cultura, La Madre Patria y Don Quijote, monumento De España al Uruguay, Montevideo, 1951.

 

Bibl : J. Francés, José Clará, Madrid, Estrella, 1920; P. Camio, Artistas catalanes. José Clará, Madrid [1929]; J. Teixidor, “La evolución plástica del arte de José Clará”, en Anales y boletín de los Museos de Arte de Barcelona, 1 (1941), págs. 13- 29; B. Pantorba, Elogio de José Clará, Barcelona, Imprenta Viuda de R. Tobella, 1942; Figuras cumbre del Arte Contemporáneo Español. J. Clará, Barcelona, Ed. Archivo de Arte, 1945; J. A. Gaya Nuño, J. Clará, Barcelona, Galerías Layetanas, 1948; R. Carnicer, Con José Clará, Barcelona, 1949; J. Cortés, “José Clará”, en La Vanguardia Española, 18 de noviembre de 1961, pág. 37; E. Aguilera, José Clará. Su vida, su obra, su arte, Barcelona, Editorial Occitània, 1967; J. Camón Aznar, “El escultor José Clará”, en Goya, 29 (1969), págs. 296- 299; VV. AA., Clará y su época. Centenario del nacimiento del artista, Barcelona, Palau de la Virreina, 1978; J. Pla, “Josep Clarà”, en Destino, 2191 (1979), págs. 24-25; J. M. Infiesta, Clarà, Barcelona, Ediciones Nou Art Thor, 1983; VV. AA., Clarà, Catàleg del fons d’escultura, Barcelona, Museu Nacional d’Art de Catalunya, 1987; P. Riba, “La belleza oculta de los bronces de Clará”, en La Vanguardia, Barcelona, 7 de junio de 1990; VV. AA., José Clará, Zaragoza, Museo Pablo Gargallo, 1995; M. Doñate, Clará escultor, Barcelona, Museu Nacional d’Art de Catalunya, 1997; Clarà, dibuixos, Barcelona, Museu Nacional d’Art de Catalunya, 1997.

 

Judit Subirachs Burgaya

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