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Gonzalo de Céspedes y Meneses

Biografía

Céspedes y Meneses, Gonzalo de. Talavera de la Reina (Toledo), IV.1585 – Madrid, 27.I.1638. Novelista e historiador del Siglo de Oro.

Gonzalo de Céspedes y Meneses nació en Talavera de la Reina, aunque en las portadas de sus obras proclamara con orgullo que era “natural de Madrid”. No está del todo claro, pero parece que pertenecía a una familia de origen noble venida a menos, aunque él siempre procuró difuminar tal circunstancia en su obra literaria. Lo cierto es que su padre, Leonardo de Céspedes, era un pobre maestro de niños y no un valeroso soldado o un gobernador ilustre, como Gonzalo se refiere a él en varios escritos novelescos: la Varia fortuna del soldado Píndaro o el Poema trágico del español Gerardo. Leonardo no participó en la batalla de Alcazarquivir, por cuanto había casado antes (ya en mayo de 1578) con María de Paredes y Meneses y vivía en Talavera; un poco más tarde era nombrado escribano de la Cofradía del Santísimo Sacramento en la parroquia de San Salvador de la villa. Murió en 1602, fecha en la que la madre era tutora y curadora de sus hijos menores y con su hijo Gonzalo firma varios documentos notariales.

Curiosamente en la partida bautismal de Gonzalo, conservada en el Archivo de la Colegial de Talavera de la Reina, se han producido una serie de alteraciones que afectan a la literalidad de la misma: delante de su nombre se ha añadido un “don” interlineado que no figuraba en la redacción original y detrás el apellido de la madre (Paredes) se ha añadido igualmente un “y Meneses”, sin duda más nobiliario, por cuanto fueron famosos los de este nombre en Talavera en los Siglos de Oro. Tal vez dichos cambios se realizaron cuando Céspedes solicitó expediente de limpieza de sangre para pasar a Indias, de lo que luego se hablará, o con cualquier otro motivo que intentase demostrar su origen noble.

Tuvo Gonzalo varios hermanos (nueve exactamente, aunque no se lograron todos, como él señala), uno de ellos fue Sebastián de Céspedes y Meneses, nacido en 1583, que era bachiller en 1602, aunque más tarde firma como licenciado, y llegaría a ser alcalde mayor de las Alpujarras, según señala en su única obra conocida, la Relación de la entrada que los turcos hicieron en la villa de Adra (Granada, 1618?). Sebastián participó en los círculos intelectuales madrileños y tuvo algún papel como poeta, concurriendo a varias justas literarias en las dos primeras décadas del siglo xvii. Este hermano acompañará a Gonzalo en sus estudios y aparecerá después en sus obras narrativas con el nombre convenientemente deformado. Ayudará en diversas ocasiones a su hermano Gonzalo, intentando librarle de la prisión o pagando él mismo grandes cantidades de dinero.

Gonzalo y Sebastián aprendieron las primeras letras con su padre, pero continuaron estudios posiblemente con los jesuitas de la villa talaverana (señala su héroe Píndaro, en probable confesión autobiográfica de Céspedes, que salió “siendo razonable gramático”), aunque no hay constancia de que Gonzalo siguiera con esos estudios en ninguna de las universidades de la época. Es llamativa su falta de saber en determinadas obras, algo que le criticarán una y otra vez los que las censuraron, como el toledano Tomás Tamayo de Vargas, cronista real, a quien por razón de su cargo le tocaba juzgar la Historia de Felipe IV.

Marchó Céspedes de su ciudad natal coincidiendo con el cambio de siglo, aunque todavía se conserva su rastro en 1602 en Talavera. Muy pocos años después, en 1605, concluyó un largo pleito que había ocupado a su familia durante más de veinte años: dos hermanas de su padre habían declarado mucho tiempo atrás que en realidad eran hijas de Leonardo, que éste había muerto y que les correspondía su herencia. Aclarada la verdad, la familia de Céspedes estaba prácticamente arruinada, el padre recién muerto y Gonzalo, su madre y sus hermanos, bastante mermados de hacienda. Será uno de los incontables problemas con la justicia que caracterizarán la vida de Gonzalo.

Quizá por ello, deseando cambiar de fortuna y llamado por un tío suyo, hermano de madre, que vivía en Las Charcas, Gonzalo decidió pasar a Indias. Realizó para ello información de limpieza de sangre, pero justo cuando se encontraba en Sevilla dispuesto a embarcar, fue encarcelado y sufrió prisión rigurosa y, según confiesa en su Español Gerardo, estuvo a punto de ser ajusticiado. La mala fortuna le persiguió prácticamente durante toda su vida, en este caso, según cuenta su héroe novelesco, por causa de “una dama”, aunque no hay constancia de tal hecho. Su madre insistirá una y otra vez, por ejemplo en 1612, en la nobleza de sus hijos en diferentes declaraciones documentales.

Su hermano Sebastián intercedería para que su prisión fuera menos rigurosa, incluso conseguiría que lo trasladaran a Granada, donde tendría más influencia.

El caso es que Gonzalo quedó libre y en 1615 se encontraba en Madrid para editar su primera obra, El español Gerardo, en la madrileña imprenta de Luis Sánchez. Confesaba haberla escrito distrayendo sus prisiones y su situación debía de ser tan lamentable que se vio obligado a vender los derechos del libro al librero Juan Berrillo, según los documentos que se conservan. Triste negocio, si se tiene en cuenta que el libro se editó no menos de una docena de ocasiones en el propio siglo xvii y que fue pronto traducido al italiano y al inglés. Pero tampoco Céspedes tuvo éxito con sus obras, como se mostrará.

Sin que se tenga constancia de los motivos, en 1619, se halla preso de nuevo en la corte y se sabe por una declaración donde confiesa que Su Majestad le “había hecho merced de alzar el servicio de galeras” por ocho años, a que estaba condenado por la Real Chancillería de Granada. Su hermano le entregó una apreciable cantidad para poder salir de prisión.

Muy probablemente se le conmutaría la pena por la de destierro, pues Gonzalo se fue primero a Zaragoza y después a Lisboa. En la primera de las ciudades, publicó la Historia apologética, en 1622. Céspedes se había granjeado la amistad de varios intelectuales aragoneses, el más importante de los cuales era Bartolomé Leonardo de Argensola, y de otros poderosos hombres del reino de Aragón. Parece que le suministraron materiales para que pudiera llevar a cabo su empresa y el propio Argensola, que trabajaba por esos años en la misma tarea, le dedicó un escrito laudatorio para la misma. Trata en ella Céspedes de las alteraciones del reino cuando los desgraciados sucesos de Antonio Pérez, desde una óptica favorable a los aragoneses, cuando todavía quedaban rescoldos del enfrentamiento de éstos con los castellanos. Tal vez por ello, la obra fue investigada por el Santo Oficio y poco después mandada recoger, de tal manera que los que antes habían apoyado su labor, ahora la censuraban y con cierta acritud, como, por ejemplo, el propio Argensola.

Un año después, en 1623, y en la misma ciudad, publicó sus Historias peregrinas y ejemplares, conjunto de seis novelas que no era sino la mitad de las que pensaba publicar, al estilo de las Novelas ejemplares de Cervantes. La obra debía de estar preparada ya algunos años antes, pues se anuncia en los preliminares de la segunda parte del Gerardo, en 1617. Cuenta en ellas seis casos singulares, sucedidos en otras tantas ciudades de la España de su tiempo, que según el autor habrían sucedido realmente, aunque se sabe que tal circunstancia era un tópico frecuente en este tipo de narraciones. No se sabe por qué —acaso por la falta de éxito de la primera—, pero el caso es que no se publicó la prometida segunda parte.

En 1626 se encontraba en Lisboa, y en ese año, edita El soldado Píndaro, novela más conseguida desde el punto de vista literario, que conocerá también buena fortuna editorial en su siglo, aunque no tanta como el Gerardo. Pero Céspedes había encontrado el gusto a la historia y, tal vez movido por el deseo de alcanzar de una vez el perdón real, compuso su Historia de Felipe IV, cuya primera parte editó en 1631 y tres años más tarde, la obra completa. Ya por entonces, los hermanos Céspedes eran bien conocidos en el mundo literario; Lope los cita con encomio en su Laurel de Apolo (1630). Antes de esos años, es probable que Gonzalo frecuentara los círculos intelectuales madrileños e, incluso, que participara en diversas academias; por lo menos, Alonso de Castillo Solórzano cita en sus Jornadas alegres (1626), la famosa academia que presidía Mendino (es decir, el noble Francisco de Mendoza), a la que asisten, además de él mismo, que aparece con el nombre de Castalio, a un tal Gerardo, “famoso académico mantuano”. Pero no es muy probable que se refiera a Gonzalo, ausente por esos años (1623) de Madrid. Sin embargo, sí participó con sendas composiciones preliminares en las obras de algunos autores que publican en Madrid, como Los más fieles amantes (1617) del novelista Diego de Ágreda y Vargas, del que se confiesa “su mejor amigo”, y también en la del famoso médico real Cristóbal Pérez de Herrera, Proverbios morales (1618). Por todas esas razones, Juan Pérez de Montalbán lo mencionará en su “Índice de los ingenios de Madrid”, incluido en su Para todos (1632), como “ingenio aplaudido generalmente por sus obras”.

Parece que la Historia le concede la gracia de volver a su añorada Madrid y ya en la corte casó con María de Escobar, en fecha indeterminada. Contaba con la protección del poderoso duque de Maqueda. Pero las censuras que se le hicieron por componer esta Historia fueron importantes: Tamayo de Vargas le acusó en 1634 de tener demasiadas libertades en su estilo para con los altos personajes que desfilan por la obra; también de fiarse de relaciones volanderas, propias de ciegos, algunas escritas por Andrés de Almansa; asimismo se le acusaba de faltas de cultura y de ortografía, verdaderamente llamativas. No fue la única oposición que encontró el libro; en 1641, Luis Martinho de Azevedo publicaba unos Apologéticos discursos em defensa da fama de Fernao d’Alburquerque en contra de lo que había escrito contra él Céspedes en su Historia.

En este punto conviene plantearse la circunstancia de si Gonzalo Céspedes habría llegado a ser “cronista real”, como se le denomina, por ejemplo, en su partida de defunción. No parece probable, por cuanto él mismo en su testamento no se nombra con ese oficio, circunstancia que no habría faltado en caso de ser cierto el cargo y tal vez haya que entender que, en cuanto que compuso una crónica del reinado de Felipe IV, sí podía considerarse cronista del rey sin necesidad de ocupar el cargo citado.

Céspedes tuvo la habilidad de granjearse las simpatías de poderosos personajes de la época, como Hernando Albia de Castro, veedor general de la Armada del mar Océano, el duque de Medinasidonia, el conde de Niebla o los duques de Maqueda y Nájera, este último su gran protector. Seguramente, por mediación del primero habría obtenido un oficio en Lisboa que otra vez estuvo a punto de dar con su persona en prisión, acusado de malversación de fondos.

España había entrado en guerra con Francia y estaba empezando a perder la hegemonía mundial. Céspedes, como muchos otros hombres de su generación —incluido Quevedo—, arremetió contra el país vecino para responder a diversos escritos injuriosos contra España. Esa motivación patriótica le llevó a componer la última obra que se conoce de su pluma y que firmó con su seudónimo favorito, el “Español Gerardo”, la cual lleva por título Francia engañada, Francia respondida (1635). Con poco tiempo vital ya, enfermo, hizo testamento en 1637, declarando por universal heredera a su esposa, ya que no habían tenido descendencia, y encomendando unas misteriosas mandas secretas a sus albaceas para que su vida terminase también con el misterio con que empezó. Murió poco después, en enero de 1638.

 

Obras de ~: Poema trágico del español Gerardo y desengaño del amor lascivo, Madrid, Luis Sánchez, 1615 (1.ª parte); Barcelona, Sebastián de Cormellas, 1618 (1.ª y 2.ª partes); Historia apologética en los sucesos del reyno de Aragón y su ciudad de Çaragoça, Zaragoza, Juan de Lanaja y Quartanet, 1622 (ed. facs. con índices, Sevilla, Sebastián Rodríguez Muñoz e hijos, 1978); Historias peregrinas y ejemplares (1.ª parte), Zaragoza, Juan de Larumbre, 1623; Varia fortuna del soldado Píndaro, Lisboa, Geraldo de la Viña, 1626; Historia de don Felipe el IIII, rey de las Españas, Lisboa, Pedro Craesbeeck, 1631 (1.ª parte); Barcelona, Sebastián de Cormellas, 1634 (1.ª y 2.ª partes); Francia engañada, Francia respondida, por Gerardo Hispano, Cáller, 1635.

 

Bibl.: E. Cotarelo y Mori, “Prólogo” a Historias peregrinas y ejemplares: novelas de Gonzalo Céspedes y Meneses con noticias del autor y de la obra, Madrid, Librería de la Viuda de Rico, 1906; J. Simón Díaz, “Una carta de pésame de Céspedes y Meneses”, en Aportación documental para la erudición española, 4.ª serie, Madrid, 1948, págs. 6-7; J. Scudieri Ruggieri, “Gonzalo de Céspedes y Meneses, narratore”, en Anales de la Universidad de Murcia, XVII (1958-1959), págs. 33-87; J. L. Mayordomo Dolz, “Vida y obra de Gonzalo de Céspedes y Meneses”, en Revista de la Universidad de Madrid, IX (1960), págs. 910-911; O. Pujol Faja, Vida y novelas de Gonzalo de Céspedes, tesis doctoral, Barcelona, 1962 (inéd.); J. M. Osma, “Sobre un caso de amores en la novela Varia fortuna del soldado Píndaro, de D. Gonzalo de Céspedes y Meneses”, en Hispania, VII (1964), págs. 368-376; Y. René Fonquerne, “Prólogo” a Historias peregrinas y ejemplares, Madrid, Castalia, 1970; A. Pacheco, “Introducción”, en Varia fortuna del soldado Píndaro, Madrid, Espasa Calpe, 1975; A. Costa Palacios, “La constante cordobesa, de Gonzalo de Céspedes y Meneses, una muestra de novela corta del siglo xvii”, en Alfinge, 2 (1984), págs. 83-99; C. A. Pauley, Social Realism in the Short Novels of Salas Barbadillo, Céspedes and Zayas, Ann Arbor, 1985; A. Madroñal Durán, “Sobre el autobiografismo en las novelas de don Gonzalo de Céspedes, a la luz de nuevos documentos”, en Criticón, 51 (1991), págs. 99108; J. L. Laurenti, “Ediciones, traducciones y un plagio de las obras del madrileño Gonzalo de Céspedes y Meneses (1585?-1638) en bibliotecas norteamericanas”, en Estudios bibliográficos sobre la Edad de Oro, 1997 (col. Scripta Academiae, 6); G. Pontón (ed.), Desatinos y amoríos. Once cuentos españoles del siglo xvii, Barcelona, Muchnik Editores, 1999; N. Romero-Díaz, “La constante cordobesa de Céspedes y Meneses: la política sexual del Barroco”, en Actas del XIII Congreso de la Asociación de Hispanistas (Madrid 6-12 de Julio, 1998), vol. I, Madrid, Castalia, 2000, págs. 706-713; J. V. Núñez Rivera, “Un avatar tardío de la ficción sentimental: Céspedes y Meneses recrea a Piccolomini”, en O. Gorsse y F. Serralta (coords.), El siglo de Oro en escena: homenaje a Marc Vitse, Université de Toulouse II-Le Mirail, Presses Universitaires du Mirail, 2006, págs. 639-650.

 

Abraham Madroñal Durán

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