Ruiz de Campos, Diego. Santa Olalla (Toledo), 1576 – Panamá, 6.I.1652. Escribano real, contador del Juzgado Mayor de Bienes de Difuntos, contador de la Cuenta del Papel Sellado, piloto mayor del Reino de Tierra Firme (Panamá), comerciante, vecino rico y miembro de la elite panameña.
Sus padres fueron Diego Ruiz y Catalina Martín de Campos. Viajó a Panamá y se radicó en su capital, con su hermano el presbítero Pedro Benito Ruiz de Campos, unos once años mayor, nacido en 1565. Entre fines del siglo XVI y principios del XVII vivían en la ciudad de Panamá en casa contigua a la del alguacil mayor Diego de Meneses.
En 1615, habiendo cumplido unos treinta y nueve años de edad, cuando la Audiencia organizó una flotilla de bergantines para hacerle frente al corsario holandés Joris Spielbergen, se le encomendó a Diego Ruiz de Campos la dirección de uno de ellos “por su mucha experiencia” en esos menesteres, y porque “de su voluntad se había ofrecido a ir en ello”. Se le consideraba entonces un “vecino honrado rico y hacendado”.
Por una cédula de Madrid a 8 de junio de 1629 se había ordenado a la Audiencia de Panamá hacer “el reconocimiento de los puertos, calas, fondos, señalando ríos y arroyos” de las costas del Pacífico panameño por un “práctico”. Luego de una junta celebrada el 4 de julio de 1630, la Audiencia le encargó esta tarea al capitán y piloto mayor del Reino Diego Ruiz de Campos. Pero para realizar esta tarea fue preciso esperar al salvamento de la almiranta San José, que naufragó en 1631 con todo el tesoro que llevaba la Armadilla de la Mar del Sur. Este naufragio, el más grande ocurrido durante el período hispano en las costas panameñas, se produjo a la entrada del golfo de Panamá, entre el extremo sur de la isla del Rey y Punta de Garachiné. En su calidad de piloto mayor, se desplazó al área del siniestro con el presidente de la Audiencia Álvaro de Quiñones Osorio con ánimo de rescatar lo que se podía. Los resultados fueron muy escasos, pues una vez abierto el casco del galeón y ser abandonado en el sitio donde encalló, la marea lo arrastró muchos kilómetros al norte, arrojando en el trayecto todo su contenido al fondo del mar.
Diego Ruiz de Campos recorrió la amplia zona del desastre, desde la isla Contadora hasta la isla Galera, describiendo sus características físicas, con indicaciones de los vientos y mareas, y haciendo advertencias sobre los bajos que existían y las precauciones que debían seguir los pilotos cuando entraban al golfo. El fondo del bajo donde ocurrió el siniestro, nos dice Ruiz de Campos, era de “caracolejo y ciriales”. Junto a su interesante “relación”, Ruiz de Campos dejó un rudimentario trazado cartográfico del área. Allí dibujaba el perfil de la “Punta Garachiné”; una línea señalaba la ruta “para entrar por este canal” al golfo de San Miguel, que él denomina “golfo de Vallano”.
A occidente dibuja la isla Galera. Señala con puntos cinco sitios entre esta isla y Garachiné donde había bajos, y una flecha apunta al “bajo [donde] se perdió el almiranta de su majestad este año de 1631”. Decía que en marea baja el bajo tenía cinco brazas de profundidad, en tanto que en la alta tenía siete brazas.
Según este mapa y el texto de Diego Ruiz, el lugar del naufragio habría ocurrido en las coordenadas 8º 7’ de latitud norte y 78º 38’ de longitud occidental. Desde entonces la cartografía señala en el sitio del naufragio el topónimo “Bajo San José”.
Finalmente, Ruiz de Campos emprendió la tarea encomendada por la Real Cédula de 8 de junio de 1629.
Realizó un detenido reconocimiento de todas las costas del Pacífico panameño y su hinterland próximo, desde las cercanías de la capital, hasta Chiriquí, en el extremo oeste del istmo, dejando una pormenorizada relación de sus características físicas, huertas, platanares, actividades agrícolas, ganadería, población, producción de maíz y mieles. La Relación en la que recogió esta información tiene particular interés para el estudio de la toponimia, la economía agrícola y la gastronomía, y es el documento más completo de su tipo para el Panamá hispano.
En un expediente de autos de marzo de 1638, Diego Ruiz de Campos declara como “escribano del rey y contador del Juzgado Mayor de Bienes de Difuntos de Panamá”. Por auto del 2 de mayo de 1646, el doctor Diego de Valverde Orozco, presidente de la Audiencia como oidor decano, le nombró contador de la cuenta del papel sellado, cargo que aceptó.
Casó tres veces y dejó una extensa parentela. En primeras nupcias casó con María Velázquez, con quien tuvo los siguientes hijos: capitán Pedro Ruiz de Campos y Velázquez; Catalina de Campos y Velázquez, que casó con Martín de Miarín y Carranza, tesorero de Real Hacienda (1632-1636), luego gobernador de Veragua entre 1636 y1643, tiempo en el que explotó el mineral de Torio, desempeñando simultáneamente la alcaldía mayor de Natá desde 1640. Miarín y Carranza fue elegido en 1647 alcalde ordinario de Panamá.
Al parecer murió en 1648.
Otros hijos de Diego Ruiz con María Velázquez fueron fray Diego de Campos, religioso dominico ya muerto en 1653; Antonia Ruiz de Campos y Tomasa de Campos, ambas religiosas profesas del Convento de monjas de la Concepción en Panamá y la segunda vicaria del mismo; y Juana Ruiz de Campos, que casó con Fernando Mohedano de Saavedra y Córdoba, conocido sobre todo por el plano de la ciudad de Panamá de 1688 que conserva el Museo de Historia de Panamá.
En segundas nupcias Diego Ruiz de Campos casó con Francisca de Araúz, con quien también tuvo hijos.
En terceras nupcias desposó a Francisca de Funes, al parecer hija de María de Céspedes y de Diego de Ortega Funes, factor de Real Hacienda documentado entre 1594 y 1607.
Diego Ruiz de Campos se asoció en 1639, para formar una compañía comercial, con Cristóbal Pérez de Herrera el Mozo, quien era veinticuatro del Cabildo de Panamá, y alguacil mayor de la Audiencia de Panamá.
El vínculo mercantil entre estos dos socios no era nuevo, pues Ruiz de Campos había sido socio del padre de Pérez de Herrera, llamado también Cristóbal, nacido en 1569 y ya difunto para 1639. Ruiz de Campos y Pérez Herrera el Mozo aportaron considerable caudal para formar esta compañía comercial que durante más de una década produjo jugosos beneficios participando en las ferias de Portobelo. Durante años esta relación fue amistosa y ambos prosperaron.
Cuando se asoció con Ruiz de Campos, Pérez Herrera el Mozo, nacido al parecer en Sevilla, ya era un vecino próspero gracias a la herencia que había recibido de su padre y a sus propias actividades mercantiles. En la feria de Portobelo de 1644 participó con 1350 pesos en una contribución de 126.622 pesos prorrateada entre cincuenta y cuatro comerciantes de Lima y Panamá. Ese año compró el prestigioso oficio de alguacil mayor de la Audiencia en 9000 pesos, cargo que poco después fue evaluado en 14.000 pesos.
Lo ejerció hasta el 12 de diciembre de 1651, cuando lo renunció en favor de Jorge Antonio de Prado. Ese mismo año se sumó a un grupo de once vecinos para prestarle al Erario 6000 pesos, aportando él 1000 pesos.
Compró un regimiento perpetuo del Cabildo, cargo al que renunció el 12 de octubre de 1651 en favor también de Jorge Antonio de Prado. Era dueño de una de las casas más caras de la ciudad, evaluada en 20.000 pesos, una embarcación en el Chagre evaluada con sus esclavos en 15.000 pesos, joyas, plata labrada, caudales y activos mercantiles. Todo esto era evaluado entre 1639 y 1652, año de su muerte, en 169.000 pesos, entonces una gran fortuna.
Entre 1632 y 1634 Pérez de Herrera fue un activo traficante de esclavos, introduciéndolos de Cartagena a Panamá para revender en Lima. En cuatro partidas de cincuenta, setenta, cincuenta y treinta introdujo un total de doscientos esclavos. Dado que los beneficios netos del tráfico de esclavos se han calculado para esa época en 30 por ciento, estas partidas suponían una inversión de 71.270 pesos y una ganancia neta de 21.381 pesos.
Pero, por una rara coincidencia, Ruiz de Campos y Pérez Herrera fallecieron con pocos días de diferencia.
Primero murió Ruiz de Campos, quien hizo testamento en enero de 1652 y ya estaba enterrado el 6 de ese mes, teniendo cerca de setenta y seis años; y casi inmediatamente le siguió Pérez de Herrera el Mozo, quien murió el 12 de febrero siguiente, sin que ninguno de los dos dejara establecido con la necesaria claridad cómo habían manejado su compañía. Esta rara omisión podría explicarse por el nivel de confianza que debía existir entre estos dos hombres ya que su relación comercial, por vía de Pérez Herrera el Viejo, se remontaba a muchos años antes del pacto social que habían firmado en 1639.
El hecho es que, tras la muerte de los dos socios se inició un prolongado y confuso litigio entre las dos familias que no concluyó hasta 1665. Sin embargo, la disputa no sólo confrontaba a los Pérez de Herrera con los Ruiz de Campos, ya que intervino el componente adicional de los herederos de los tres matrimonios de Ruiz que a su vez litigaron entre sí para reclamar su parte de la herencia. Al parecer, Pérez Herrera ya era viudo cuando falleció, pero tuvo dos hijos legítimos, el bachiller Juan Pérez de Herrera y Francisco Pérez de Herrera, y además tenía una hermana, Brígida Pérez de Herrera, a la que había nombrado albacea.
Era pues una herencia problemática con muchas partes interesadas.
El nudo del conflicto giraba en torno al capital y las utilidades producidas por la compañía durante sus doce años de vigencia, ya que existían interpretaciones encontradas sobre lo que le correspondía a Diego Ruiz y la suma en disputa era muy considerable.
El fallo de la Audiencia de Panamá, referente a lo que correspondía a los herederos de Ruiz de Campos fue apelado por Brígida Pérez de Herrera y toda la documentación fue trasladada al Consejo de Indias, en Madrid. El monto de los dineros en juego era tan grande que Brígida viajó a Sevilla, de donde era natural, y probablemente de allí continuó a Madrid, mientras que Pedro Ruiz de Campos, hijo de Diego, se instaló en Madrid para defender los intereses familiares.
Viajó con ese propósito en mayo de 1661 en la flota de galeones del general Pablo Fernández de Contreras, conde de Alcudia.
Obras de ~: Relación verdadera y cierta de todo lo que hay en esta Mar del Sur en el distrito del gobierno de este reino de Tierra Firme, hecha por el capitán Diego Ruiz de Campos, piloto examinado y muy práctico de toda esta Mar del Sur, año de 1631, Biblioteca Nacional de España (Madrid), Manuscritos de América, sig. 9573 (ed. en A. B. Cuervo, Colección de Documentos inéditos sobre la Geografía y la Historia de Colombia, t. III, Bogotá, 1892, págs. 15 y ss.).
Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Panamá 34ª, Proceso criminal hecho contra el contador Juan Pérez de Lezcano sobre desacato a acuerdo de la Real Audiencia, Panamá, 17 de agosto de 1615; Lima, 43, Expediente sobre el naufragio del galeón San José, Lima, año 1631; Panamá, 19, Expediente de autos de la Junta de Hacienda en Panamá, Panamá, 15 de febrero de 1642; Testimonio de Autos fechado en Panamá el año 1646, de D. Juan Fernández de Madrid, caballero de la orden de Calatrava, y tesorero perpetuo de la renta del papel sellado de la ciudad de Panamá y su partido, con el fiscal, sobre la confirmación de su cargo de tesorero, que recién había comprado; Panamá, 104, Probanza de méritos del presbítero Martín Delgado y Llanos, cura y vicario de Santiago, declaración de Martín Miarín y Carranza, alcalde ordinario de Panamá, Panamá, 23 de julio de 1647; Panamá, 34 A, Testimonio de Autos presentados por Diego de Ortega Funes y Dª María de Céspedes, Panamá, 2 de noviembre de 1607; Escribanía de Cámara, 452B, Pleito por la herencia de los herederos de Diego Ruiz de Campos con los herederos de Pérez de Herrera; Panamá, 18, Autos del presidente Rodrigo de Vivero y Velasco, contra el oidor licenciado Jerónimo de Herrera, Panamá, años 1623 y 1624; Panamá, 379, Probanza de Méritos de D. Diego de Meneses, alguacil mayor de la Audiencia, declaraciones de D. Ruiz de Campos y del presbítero Pedro Benito Ruiz de Campos, Panamá, 10 de noviembre de 1629; Contaduría, 1479, Autos sobre préstamo de vecinos de Panamá, Panamá año 1651; Panamá, 35, Informe de los oficiales de Real Hacienda, D. Sebastián Gómez Carrillo, D. Tomás de Mata Linares y D. Antonio de Mohedas y Alvarado, Panamá, 6 de diciembre de 1644; Panamá, 35, Expediente de los oficiales reales de Tierra Firme sobre el impuesto de la “sisa para la fábrica de la puente de la ciudad de Panamá” establecido en 1619, Panamá, años 1632- 1636; Panamá, 124, Proposición de una Compañía del Presidio de Panamá y Relación de oficiales militares, Panamá, 1686; Panamá, 178, Carta de Juan Andrés López de la Flor al rey, Chagre, 31 de octubre de 1716; Panamá, 178, Informe del presidente marqués de Villarocha al rey sobre J. A. López de la Flor, Panamá, 15 de septiembre de 1716; Panamá, 178, Carta de J. A. López de la Flor al rey, Chagre, 24 de junio de 1716; Panamá, 179, Carta de J. A. López de la Flor al rey, Chagre, 5 de noviembre de 1716.
A. Castillero Calvo, La Ciudad Imaginada, El Casco Viejo de Panamá, Bogotá, Ministerio de la Presidencia de Panamá, Editorial Presencia, Panamericana Formas e Impresos, 1999; Sociedad, Economía y Cultura Material, Historia Urbana de Panamá la Vieja, Buenos Aires, Editorial e Impresora Alloni, 2006, págs. 438-439, 628-633, 672 y 677.
Alfredo Castillero Calvo