Gándara y Navarro, José Ramón de la. Zaragoza, 10.I.1820 – Biarritz (Francia), 1.IX.1885. Militar, teniente general, jefe de la casa de Su Majestad el Rey.
Sobre su fecha de nacimiento en la capital aragonesa, en cuya parroquia de la Magdalena fue bautizado, existen dos indicaciones dispares. La primera aparece recogida en su hoja de servicios y sería el 16 de enero de 1820, y la segunda, según la propia declaración de Gándara y sus testigos, a propósito de su expediente matrimonial, registra el día 10. Parece más fiable esta última.
Hijo del también militar José de la Gándara y de Manuela Navarro, ingresó en el Ejército como cadete el 11 de marzo de 1832. El 1 de enero de 1834 salió a campaña con su regimiento en lucha contra los carlistas, a las órdenes de su padre que moriría en combate en abril en aquel año. Pocas semanas después, ascendió a subteniente, por gracia especial, ingresando en el colegio militar en octubre de 1834. Allí continuó su formación hasta enero de 1836 en que volvió a los campos de batalla del Norte, interviniendo en diversas acciones en torno a Balmaseda. A lo largo de los meses siguientes combatió a las órdenes del teniente general Ezpeleta y del general Tello. Después de la acción de Mercadillo ascendió a teniente, el 6 de septiembre de 1836.
Entretanto, la expedición carlista, mandada por el general Gómez salida de Orduña, el 26 de junio de aquel mismo año, con el fin de extender la guerra por diversos puntos de España, obligó a las tropas isabelinas a una persecución en la cual intervino Gándara, destacando en las refriegas acaecidas en Peñaflor, Cornellana y otros lugares. En diciembre de aquel año cayó prisionero de los partidarios de don Carlos, permaneciendo en manos del enemigo hasta el 6 de junio de 1837. Liberado volvió a las filas del Ejército del Norte y, siempre detrás de las huestes del Pretendiente, tomó parte en las escaramuzas que se desarrollaron en las proximidades de Valladolid y en Retuerta.
En los meses siguientes otros muchos puntos de la geografía española fueron jalonando su carrera militar. A comienzos de 1838 se hallaba combatiendo en el valle de Mena y posteriormente, en Navarra y La Rioja. El 22 de junio le fue concedido el grado de capitán, por méritos de guerra. Al año siguiente participó en diversas acciones, destacando su intervención en la toma de Ramales y Guardamino, entre el 27 de abril y el 30 de mayo, ganando allí la Cruz de San Fernando de 1.ª Clase y, unos meses después, en Villarreal de Álava le fue otorgado el empleo de capitán.
Terminada la campaña contra los carlistas en las Provincias Vascongadas y Navarra, fue trasladado, en 1840, al frente de Levante, hallándose presente en el sitio y toma de Segura; en el de Castellote y en el de la plaza y castillo de Morella, donde alcanzó el grado de comandante. La guerra concluyó finalmente en tierras catalanas. Allí Gándara tomó parte en la ocupación de Berga, y desde septiembre del citado año pasó de guarnición a Madrid.
Pero la finalización de la lucha contra los partidarios de don Carlos no trajo la tranquilidad al panorama político español. La pugna en el campo liberal entre los defensores de María Cristina y los de Espartero sustituyó casi de inmediato al anterior conflicto.
Gándara, destinado en la Corte, contribuyó a dominar la intentona encabezada por Diego de León, Concha y otros generales que, en octubre de 1841, trató de asaltar el Palacio Real, en una maniobra que debía conducir al derrocamiento del duque de la Victoria.
Sin embargo, al margen de las banderías políticas, la plétora de jefes y oficiales, existente tras la larga contienda civil de 1830 a 1840, plagaba de dificultades la carrera profesional de muchos de aquellos militares.
Buscando nuevos horizontes se incorporó Gándara al ejército de Ultramar, para prestar servicio en la Isla de Cuba, con el empleo de segundo comandante del Regimiento de Infantería de La Habana. Embarcó en Cádiz el 19 de octubre de 1842 y arribó a la capital cubana el 27 de noviembre. Empezaba una nueva y dilatada etapa de su vida que discurriría en la Gran Antilla durante los siguientes catorce años. Sería una época marcada por el auge de la vida económica de la isla, pero también por las revueltas de esclavos; algunas insurrecciones de variada índole, como la de Narciso López, y el impulso del anexionismo norteamericano.
Allí se casó, en 1845, con Agustina Molé y fue ascendido, sucesivamente, al grado de teniente coronel, en 1846, y al empleo de primer comandante del Regimiento de la Unión, en 1847, recibiendo poco después el gobierno de Puerto Príncipe. No tardó mucho en obtener el grado de coronel en 1849, en el Regimiento de Infantería de La Habana.
A los largos años de guarnición en que permaneció de forma ininterrumpida, hasta 1851, le siguió entonces, durante algunos meses, su incorporación, en las Tunas, a la División de Operaciones del Departamento del Centro y le fue encomendada la tenencia de gobierno de Holguín. Desde aquellas fechas, alternó el servicio de guarnición con diversos cargos.
Así, en 1854, fue nombrado comandante general de la línea de Gibaro a Manzanillo y, en 1855, pasó a encargarse de la primera brigada de la División de Operaciones del Depósito Oriental, hasta que fue disuelta.
Finalmente se le designo teniente gobernador político y militar de Nueva Filipina.
El 8 de julio de 1856 le fue concedido el regreso a la Península. Desde luego, no cabe duda de que a aquellas alturas, había acumulado una notable experiencia del mundo antillano, al que más tarde habría de volver. A poco de su llegada a la Corte fue ascendido a brigadier de Infantería, el 9 de octubre de 1857, y, tras un breve intervalo, se le encargó el gobierno militar de las islas españolas del golfo de Guinea. En aquel destino, bajo el “gabinete largo” de O’Donnell, hizo méritos para ser ascendido a mariscal de campo, empleo que obtuvo el 13 de agosto de 1862.
La carrera militar de José de la Gándara transcurrió, en gran parte, en los territorios españoles ultramarinos y ya como mariscal de campo volvía a acometer una singladura allende el océano, tornando a Cuba para ocuparse del gobierno del Departamento Oriental de la isla. Mientras, unos meses antes, se había producido un acontecimiento que acabaría influyendo, decisivamente, en su trayectoria humana y profesional: por Real Decreto de 19 de mayo de 1861 se declaraba la incorporación del territorio de Santo Domingo a la Corona de España.
La división de la población dominicana, entre los partidarios y los opositores a la anexión, hizo que los acontecimientos en aquel lugar derivaran, rápidamente, en abierta insurrección contra las autoridades españolas. Ya en febrero de 1863, con el apoyo de Haití, se habían producido los primeros incidentes armados y en los meses sucesivos la revuelta se extendió y las tropas al mando de Primo de Rivera no lograron restablecer la calma. Aunque en el ámbito particular recibía con lógica satisfacción la Gran Cruz de la Orden de San Hermenegildo, que le fue concedida por disposición de 21 de marzo, las noticias que llegaban a Cuba, desde Santo Domingo, eran cada vez más alarmantes. La capitulación de Santiago de los Caballeros y los problemas por los que se atravesaba en Puerto Plata exigían el envió inmediato de refuerzos. Ante tal situación, Gándara, por propia iniciativa, hizo llegar desde Santiago de Cuba cuantos auxilios pudo reunir. Casi de inmediato, en agosto de 1863, él mismo fue enviado por el capitán general Dulce, como jefe del cuerpo expedicionario que, desde Cuba, acudía en ayuda de las fuerzas españolas en Santo Domingo.
La guerra en tierras dominicanas fue la gran epopeya de la vida de Gándara. En primer lugar, sus divergencias con Felipe Rivero, sobre cómo debía llevarse a cabo la lucha contra los dominicanos; después, los recelos despertados por su nombramiento de teniente general, el 21 de febrero de 1864, y su designación para el mando del ejército en aquella parte de la Española; más tarde, el fracaso de la campaña de 1864, que la política abandonista de Narváez le impidió aplicar, según le había proyectado, y, finalmente, su relevo le marcaron profundamente. Su informe de 9 de enero de 1865, acerca de lo que convenía hacer, no fue tenido en cuenta y el 11 de julio de ese año las fuerzas españolas abandonaban la capital dominicana en circunstancias que supondrían un grave lastre para el prestigio de España.
A su regreso a la Península, mantuvo graves y largas controversias con otros militares y políticos sobre los sucesos dominicanos, llegando a verse envuelto en algún lance de honor, como el desafío con el general Izquierdo, que no concluyó de forma dramática. En defensa de su comportamiento, con motivo de la guerra de Santo Domingo, escribiría, años más tarde, la que, en palabras de su prologuista Cristino Martos, fue “una de las [historias] más notables y de las más dignas de leerse atentamente [...] un relato interesantísimo de aquel episodio, notable y grave, de nuestra historia”.
Después de algunos años difíciles, la carrera de Gándara experimentaría un giro favorable con la llegada al trono de Amadeo de Saboya, con quien tuvo el honor de desempeñar el cargo de jefe de la Casa Militar del Rey. Sin embargo, se negó a recibir títulos y condecoraciones que se le ofrecieron durante esa etapa. Tras el golpe de Pavía, que cerraba la andadura más agitada de la Primera República y al cabo de algunos meses de que el general Serrano se pusiera al frente del Poder Ejecutivo, le sería conferido, aunque por poco tiempo, un puesto de notable relieve: la Capitanía General de Castilla la Vieja, el 28 de septiembre de 1874.
El pronunciamiento de Martínez Campos, dos meses más tarde, dio paso a la Restauración borbónica, en la persona de Alfonso XII. En el nuevo régimen, de inspiración canovista, transcurrieron los años finales de la vida de Gándara, que figuró en algunos destinos, especialmente honoríficos, como la presidencia de la Junta Superior consultiva de Guerra.
Obras de ~: Ideas sobre disciplina y organización militar, Madrid, Imprenta y Fundición de Tello, 1878; Anexión y guerra de Santo Domingo, Madrid, Imprenta de “El Correo Militar”, 1885, 2 ts.; Informe al Gobierno de S. M., ed. y notas de J. Creus y M. L. de Castro, Vic (Barcelona), Ceiba, 1996.
Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), exp. personal.
C. Martos, “Prólogo”, en J. R. de la Gándara, Anexión y guerra de Santo Domingo, Madrid, Imprenta de “El Correo Militar”, 1885; M. L. de Castro, “Introducción”, en J. R. de la Gándara, Informe al Gobierno de S. M., Vic (Barcelona), Ceiba, 1996.
Emilio de Diego García