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Santiago Barrientos Alvarado

Biografía

Barrientos y Alvarado, Santiago. Castro, Chiloé (Chile), 15.VII.1789 – Valdivia (Chile), 13.VIII.1882. Militar y caballero laureado de San Fernando.

Hijo legítimo de Victorino Barrientos y Ruiz de Toledo y de Juana de Alvarado y Matamoros, de la hidalguía de Chiloé. Estudió en la escuela de los franciscanos de su ciudad natal. Fallecidos sus padres en un accidente en 1801, se trasladó a Osorno a casa de su tío José Barrientos y luego a Valdivia como habilitado en el comercio de Santiago de Vera y Cárcamo.

Debido a la situación revolucionaria reinante, se enroló en calidad de aventurero, sin sueldo alguno, como soldado distinguido, 1 de marzo de 1813, en el Batallón Fijo de Infantería, junto a su hermano León.

Olió la pólvora en la toma del puerto de Talcahuano, 28 de marzo de 1813. Gravemente herido a bala en el brazo derecho en la defensa de la ciudad de Chillán, fue ascendido a subteniente con derecho a soldada; continuó sirviendo en el Ejército restaurador del reino bajo el mando de los generales Pareja, Gainza y Ossorio, participando en todas las acciones y campañas hasta la entrada a la capital, Santiago de Chile, en octubre de 1814. Después de la reconquista del reino fue comisionado a Concepción y por mar a Valparaíso y luego a San Felipe para contener al insurgente general San Martín, que amenazaba invadir el valle central desde Mendoza. En el encuentro de Las Hornillas, 8 de febrero de 1817, fue herido y aprisionado juntamente con su hermano León por el coronel Las Heras, cuatro días antes de la batalla de Chacabuco; conducido a Mendoza, San Luis y al presidio de Las Bruscas, en la provincia de Buenos Aires. Comenzó para el infeliz realista una serie de torturas físicas y morales que duraron más de tres años. Durante ellos fracasó en dos intentos de fuga, pero con mayor ventura la tercera vez, logró llegar a Buenos Aires, después de muchos padecimientos en las desiertas pampas y refugiarse en 1820 en casa de Clara Escuénega, protectora de los fieles a S.M. Pudo entonces evadirse a Montevideo y a Río de Janeiro,15 de julio, donde el embajador de España, conde de Casa Flórez, le facilitó el viaje a Cádiz, en una goleta catalana, adonde llegó el 14 de octubre. En diciembre de 1821 fue destinado en calidad de agregado a un cuerpo de Zapadores en Jerez de la Frontera, luego fue destinado a San Marcial y Medina Sidonia, y se esclarecieron sus antecedentes por testimonios rendidos por varios de sus superiores, entre otros Piquero y Valdés, ex comandante del Regimiento Valdivia. Enlistado en el Regimiento de la Reina, actuó en el sitio de Cádiz en 1823, donde estaba refugiado el gobierno constitucional, atacado por el ejército del duque de Angulema; hecho prisionero con todo su regimiento, fue conducido a Almagro; obtuvo licencia, 30 de marzo de 1824, y se estableció en Sevilla donde pasó miseria, y fue socorrido por la generosa dama Feliciana Apecechea, madre del que luego fue secretario de la Academia Española Fermín de la Fuente. Reincorporado al Regimiento de San Fernando, 31 de marzo de 1831, de guarnición en Badajoz, pasó a Ciudad Rodrigo y en 1832 a Madrid, donde continuó hasta la muerte de Fernando VII. Se incorporó al regimiento de la Princesa y ascendió a teniente por título de 27 de febrero de 1833; salió a campaña con su regimiento durante la primera guerra contra los carlistas en Burgos y Navarra; en Vizcaya actuó en las acciones del 12 y el 29 de noviembre. Capitán de Infantería, participó en más de 40 acciones de guerra en especial en las de 2 y 29 de mayo y 16 de julio, saliendo herido en un hombro en San Sebastián. Por su actuación fue ascendido al grado de capitán, el que ganó de modo efectivo en el campo de batalla en Valladolid, donde fue nuevamente herido en un brazo. Ganó una cruz por su actuación en la batalla de Mendigorria y la gran cruz de 1.ª clase de San Fernando por su actuación en Arlabán, y sucesivamente en Arcos y Arroniz, 13 y 14 de septiembre de 1836, Majaceite y Guadalete.

Herido en Hernani, 15 de marzo de 1837, y Almansa, 23 de septiembre, Irún y Fuenterrabía, por lo que obtuvo una medalla de honor. Después de la retirada de Morella, donde nuevamente resultó herido en un brazo, fue ascendido a teniente coronel; recibió la cruz de San Hermenegildo, por Real Cédula de 28 de marzo de 1838; continuó participando en diversas acciones hasta la toma del Collado, 2 de julio de 1839. Terminada la guerra pasó de guarnición a Madrid.

Disuelto el Cuerpo de Guardias de Corps y acrecentada en dos compañías la Guardia de Alabarderos, deseando pasar a América en el futuro, supuso obtener alguna ventaja “cosa que había sido desde mi llegada a España mi anhelo constante y viendo en los avisos que se publicaron, que el sargento 1.º debía ser de la clase de capitán de ejército” se presentó al brigadier Selguera, capitán de una de las compañías, a quien conocía desde la defensa de Trocador; éste lo envió a hablar con el ministro de Guerra Evaristo San Miguel, quien al verlo le dijo: “Sería inútil todo informe sobre Ud. que me pudieran dar, pues en caracteres tan hermosos los lleva Ud. sobre su pecho”, aludiendo a sus condecoraciones. Al día siguiente, 18 de agosto de 1841, el general Baldomero Espartero, duque de la Victoria, le nombró 2.º jefe de la Guardia de Alabarderos. Hacía mes y medio que servía tan honroso destino cuando el 7 de octubre debió reemplazar al sargento 1.º de la primera compañía, en calidad de segundo comandante de la guardia, cuyo primero era Domingo Dulce. Al anochecer fue atacado el palacio real por insurrectos partidarios de la desterrada reina madre María Cristina, quienes deseaban raptar a Isabel II, niña de once años de edad, y apoderarse del gobierno. Los 19 alabarderos al mando de Barrientos resistieron el ataque interior defendiendo la escalera real que tiene un tramo de subida, un rellano llamado la meseta y se bifurca, organizando en el rellano superior una barricada y disparando desde lo alto a quienes subían; escaso de municiones, para aumentar la dificultad del asalto ordenó vaciar varios sacos de garbanzos escalones abajo para estorbar la subida de los atacantes; a los disparos se unió la falta de luz y así este puñado de valientes se mantuvo hasta que abortó el complot en la madrugada, cuando también apareció Dulce, que había estado durante todo el combate en el lugar donde se colocan el gentilhombre de cámara y los Monteros de Espinoza. Entonces exclamó: “Barrientos, no esperaba otra cosa de un oficial veterano como Ud.” Acudió el duque de la Victoria a visitar a la Reina y felicitó a los alabarderos.

Esta defensa les significó a todos ellos la cruz laureada de San Fernando, pensionada. Espartero ascendió allí mismo a Barrientos a teniente coronel efectivo.

Los alabarderos defensores gozaron del fervor popular cuando se dirigieron a su cuartel y entre muchos que llegaron al domicilio de Barrientos estuvo el general Antonio de Quintanilla, último gobernador por S.M. de Chiloé que preguntaba: “¿Dónde está ese chilote que se ha llenado de gloria?” Isabel II le entregó personalmente una espada de honor y la cruz laureada de San Fernando, más una pensión de 12.000 reales anuales. Continuó su servicio acompañando a S.M. en su viaje a Barcelona, del 19 de marzo al 7 de agosto de 1844, y al país vasco, del 7 de julio hasta septiembre de 1845. Comendador de la Orden Americana de Isabel la Católica por Real Decreto de 12 de julio de 1847. Habiendo llegado al gobierno el partido que había atacado el Palacio Real en 1843, aunque lo protegía el presidente del Consejo de Ministros general Ramón María Narváez, prefirió dejar el Real Cuerpo de Alabarderos y obtuvo el nombramiento de gobernador del Castillo de San Felipe del Morro, Puerto Rico, por Real Orden de 4 de mayo de 1848, del que tomó posesión el 10 de junio. Un incidente con un subteniente borracho le significó ser condenado a la pérdida de su empleo, honores y condecoraciones, por lo que retornó a España en 1850 y la Reina revocó la sentencia, reponiéndolo en todo, pero pasándolo a retiro; volvió entonces a la Habana.

Sin embargo, en 1853, el capitán general de Cuba, general José de la Concha, ante peligro de invasión de filibusteros yanquis, lo nombró, 19 de febrero, jefe de tres compañías de voluntarios de infantería y de las fuerzas de caballería de Guanabacoa, empleo que debió renunciar por mala salud. Logró ser ascendido al grado de coronel por real resolución de 9 de agosto de 1852, que le correspondía por su actuación en la defensa de Palacio en 1841. Decidido a volver a Chile, solicitó licencia, 8 de julio de 1855, y se estableció en Valdivia, donde compró un pequeño fundo donde pasó el resto de su existencia. En 26 de mayo de 1878 se le concedió la gran cruz y placa de la Real Orden de San Hermenegildo, último reconocimiento de la Corona a su denodado defensor.

Contrajo matrimonio en Cádiz, 1842, con la gaditana María del Carmen Vidal Escalante, de la que enviudó en 1847. Con ella engendró a Enrique y Victorino, de quien hay sucesión en Chile.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), secc. 1.ª, leg. B-932.

B. Vicuña Mackenna, “La vida de un valiente”, en El Mercurio (Interior), 25-26 de agosto de 1882; J. Buxó de Abaigar, Marqués de Castell-Florite, Domingo Dulce, General Isabelino-Vida y época, Barcelona, Ed. Planeta, 1962; I. Vázquez de Acuña, “El defensor de la Reina. Ventura y desventura del chilote Barrientos”, en Boletín de la Academia Chilena de la Historia (Santiago), año XXXI, n.º 70 (Primer Semestre de 1964), págs. 67-133; G. Guarda, La Sociedad en Chile Austral, antes de la colonización alemana 1645-1850, ed. de A. Bello, 1979, págs. 235-236 (2.ª ed. Santiago, Eds. Universidad Católica de Chile, 2006, págs. 299-300); J. L. Isabel Sánchez, Caballeros de la Real y Militar Orden de San Fernando.

Infantería, t. I, Madrid, Ministerio de Defensa, 2001.

 

Isidoro Vázquez de Acuña y García del Postigo

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