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Felipe Ribero Lemoyne

Biografía

Ribero Lemoyne, Felipe. Sucre (antes Chuquisaca) (Bolivia), 1.V.1797 – España, 8.IX.1873. Militar, teniente general, virrey de Navarra, senador vitalicio, ministro.

Nació en una familia noble que le permitió recibir una esmerada educación, pero muy pronto, motivado por la dinámica independentista de las tierras americanas, le llevaron a servir en las tropas reales; así con dieciséis años de edad tomaba los cordones de cadete y se incorporó al Batallón Ligero de Centro, perteneciente al Ejército del Perú. El vacío de poder producido en la Península como consecuencia de la invasión francesa explican las circunstancias producidas en los territorios americanos en el período 1808-1814. La primera consecuencia fue la proclamación de entidades políticas locales, en forma de Juntas, ejerciendo el poder en sustitución de la autoridad anterior. Estas Juntas nacieron a partir de los cabildos locales, agravándose la situación a partir de 1811, cuando empezaron las proclamaciones de independencia.

Felipe Ribero, lejos de las consideraciones e invitaciones de los poderes locales mantuvo su constancia en la campaña del Perú desde el otoño de 1812.

Al año siguiente, se encontraba en la retirada de Jujui hasta Oruro, cuando tuvo lugar la pérdida de la batalla de Salta. Su decisión y valía personales fueron recompensados y el 31 de agosto de 1813 fue ascendido a subteniente abanderado; en octubre se incorporó a las batallas de Vilcapugio y Ayoluma, mereciendo escudo y medalla en las citadas confrontaciones.

En 1814 estuvo en las acciones de Tarvita, Mollene, Camporedondo y Tarabuco, volviendo a ser condecorado con un escudo y obteniendo el grado de teniente de milicias disciplinadas. Si a esta fecha las autoridades peninsulares no controlaban más que las Antillas y el Perú, a la altura de 1814 habían recuperado la totalidad del territorio americano a excepción de Buenos Aires. Perú se había convertido en la principal zona de resistencia del poder español y el desembarco de tropas españolas en la actual Venezuela afianzaba la reconquista de esta zona. A lo largo de 1816 Ribero concurrió en las acciones particulares de San Julián y de la Laguna, desbaratando a los ataques independentistas y apresando algunos de sus líderes.

En el mes de abril la sorpresa de Suschutambo y la defensa de la ciudad de Chuquisaca (antes La Plata y posteriormente Sucre) manifestó el denuedo particular de Ribero en los enfrentamientos de Songochipa, Mesa-verde y Tinteros.

Se puede considerar que la independencia de la América española tiene un paréntesis entre 1814 y 1817, pasando a un cierto dominio de los insurgentes criollos hasta 1818-1824, que transcurre un nuevo período con las independencias americanas. Aparte de contar que las fuerzas independentistas reciben apoyo británico, se debe unir la profunda crisis interna en la que se encuentra la metrópoli, con la incapacidad de enviar nuevos refuerzos militares y la sustitución de un régimen absolutista por otro liberal en 1820. Así, en 1817 el general San Martín independizó Chile y en 1819 Bolívar creaba la Gran Colombia.

Desde comienzos de 1817 Ribero participó en numerosas actuaciones como la de Yolata, Garzas Pilco- Mayo y Presto. A pesar de la inferioridad de fuerzas frente al enemigo demostró una y otra vez sus particulares dotes que le llevaban a destacar como uno de los militares más activos y dignos de mención. A la altura de 1818, hallándose con su compañía sobre el reducto de Tarabuco sufrió un ataque que pudo repeler, tomando como prisioneros al caudillo Carrasco y líder insurgente Contreras. Por todo ello fue ascendido a capitán de Granaderos el 9 de diciembre de 1818.

Posteriormente, Ribero concurrió a todos los movimientos que tuvieron lugar en la campaña de Salta, asistiendo también a la expedición del Chamical; fue ascendido rápidamente el 25 de junio de 1820, recibiendo el grado de teniente coronel de Infantería.

El nuevo año de 1821 se estrenaría como segundo comandante de tropas ligeras; llegó Ribero a Mirabi y consiguió una retirada honrosa y ordenada, salvando gran parte de las tropas. Un nuevo ascenso vendría en 1823 por su gran actuación en Torata y en la batalla de Moquehua, distinguiéndole con las cruces correspondientes y el ascenso el 9 de febrero a teniente coronel mayor de Infantería. En este mismo año obtuvo el grado de coronel.

El atardecer de la presencia española en la América continental vendría de una manera tajante a partir de 1824, cuando ingresando Ribero en la división mandada por el general Canterac, se produjeron una serie de acontecimientos que precipitaron la retirada española hasta Cuzco; allí es nombrado Felipe Ribero primer comandante de tropas ligeras, emprendiendo la campaña final de la guerra del Perú. Las batallas de Matara y Ayacucho, en última instancia, señalaban el final de la presencia española. Ribero se embarcó en el puerto de Quilca el 24 de junio, llegando a Burdeos el 19 de noviembre de 1825, y entrando en España el 24 de diciembre.

España tardó mucho en reconocer la independencia de las naciones hispanoamericanas, pero ésta tuvo desde un principio una gran transcendencia. A los desastres de la Guerra de la Independencia y la carencia de reformas durante el primer tercio del siglo xix, hubo que añadir la pérdida de unos territorios que por sus riquezas habían dado a España la condición de potencia de primer orden. A su vez, no se puede olvidar que junto a la ruptura política cohabitan los aspectos económicos y comerciales.

Ribero estrena su nuevo destino peninsular en la Capitanía General de Guipúzcoa, pasando después a Madrid, donde recibió su licencia ilimitada durante 1826 y 1827. Un año después fue colocado de teniente coronel mayor del Regimiento de Infantería del Rey; en 1829, de guarnición en Cádiz le fue concedida la Cruz de 1.ª Clase de la Orden Militar de San Fernando por las acciones de guerra en Perú. Un triste hecho ensombrecerá momentáneamente el ánimo de Ribero; su posible implicación en una causa de Estado le costará estar en prisión desde el 18 de mayo de 1831 hasta finales de agosto. Estando en Cádiz, fue publicada una amnistía donde se le notificaba el sobreseimiento de su causa, pero él pidió que el proceso fuera terminado, así con fecha de 14 de noviembre de 1833 el tribunal declaró a Felipe Ribero libre de todo cargo, además de serle conferidos todos los empleos que le hubiesen correspondido durante el período que había durado el proceso. Aprobada esta sentencia le fue conferido el empleo de coronel, con la antigüedad de 29 de julio de 1831. A su vez, debían darle colocación en cualquiera de los cuerpos en los que hubiese vacantes, siendo así destinado al Regimiento de Infantería de Gerona, con fecha 1 de octubre de 1834.

Un año antes había fallecido el rey Fernando VII; con la muerte del Monarca y las pretensiones al trono del pretendiente don Carlos en oposición a la que será Isabel II, se inicia la sublevación carlista; generalmente son sublevaciones de pequeñas partidas en País Vasco, Navarra y Cataluña, incorporándose en un segundo momento algunos elementos militares, de manera que a la altura de 1834 la mayor parte del País Vasco estaba sublevado, cayendo en manos de los carlistas ciudades como Bilbao y Vitoria. Así, Tomás Zumalacárregui se hizo con el mando de las tropas carlistas, a comienzos de 1834, derrotando a los liberales en la batalla de las Amézcoas. Sin olvidar que desde 1834 María Cristina había logrado un apoyo exterior muy útil para derrotar al adversario; los gobiernos liberales de España y Portugal suscribieron la Cuádruple Alianza con Gran Bretaña y Francia.

Ribero, incorporándose al Regimiento de Gerona, hizo la campaña del Ejército del Norte, destacando en la batalla de la Sorlada, durante el año 1834, seguida de distintas actuaciones a lo largo de 1835: Puente Arquijas, Escalerilla, Boquete de la Dormida y Puente de Larraga. Por todo ello, le fue concedida la Cruz de 1.ª Clase de San Fernando por Real despacho de 28 de junio de 1835. La continuación de la guerra carlista le llevaría a otra serie de acciones destacadas, siendo acreditado en juicio contradictorio, obtuvo la Cruz Laureada de Segunda Clase de la Orden Militar de San Fernando.

El 20 de mayo de 1835 fue promovido a brigadier, participó en el mes de julio en el levantamiento del sitio de Bilbao, encontrándose a su vez en la célebre batalla de Mendigorría, cuya Cruz le fue conferida por diploma de 15 de abril de 1836. Le seguirán las acciones de Cirauqui, Mañeru, Guevara y Ventas de Chabarrí.

Hay que tener en cuenta que la Guerra Carlista tuvo una semejanza muy estrecha con la guerrilla de 1808, siendo enormemente destructiva pero sin grandes operaciones militares; calificada por el general liberal Luis Fernández de Córdoba como una “guerra lánguida”. A partir del año 1836 las operaciones militares revistieron un carácter distinto al consistir en expediciones mediante las cuales los carlistas querían extender la sublevación más allá de los lugares en los que se habían implantado, destacando las expediciones carlistas del general Gómez y la llamada Expedición Real, que llegó hasta las puertas de Madrid.

El concurso de Felipe Ribero, a tan repetidas y peligrosas actuaciones, le hizo conformar en su persona una gran reputación militar, habilitándole para ser promovido al empleo de mariscal de campo, con fecha de 19 de marzo de 1836, dándole también el mando de la División de Vanguardia del propio Ejército del Norte. Posteriormente fue nombrado general en jefe del Cuerpo de Reserva que operaba sobre la izquierda, emprendiendo la persecución de Gómez, a quien alcanzó en Gausín.

La última fase de la guerra tuvo como protagonistas militares al liberal Baldomero Espartero y al carlista Rafael Maroto. Las victorias del primero, que contaba con un ejército mejor y más organizado, se vieron favorecidas por la división de los carlistas en dos tendencias: apostólicos o intransigentes y los moderados o transaccionistas.

Ribero manda en enero la acción del Vado de San Martín, siendo nombrado por Real Decreto de 13 de febrero comandante general en jefe de la Guardia Real de Infantería, levantando el sitio de Viana y el de Villanueva de Mena. El 19 de junio es elevado al cargo de teniente general, concurriendo al mes siguiente a la toma de La Braza, seguida de los fuertes de Ramales y Guardamino.

La finalización de la contienda llegaría con el conocido Convenio de Vergara, en 1839, donde los carlistas consiguieron el mantenimiento a cambio del cese de las hostilidades. Ribero no sólo asistió a este acto que ponía fin a la guerra sino que estuvo presente en las conferencias que lo precedieron. Continuó después el general Ribero en las operaciones contra don Carlos, hasta que se pudo cerciorar de su entrada en Francia. A fines de 1839, Ribero sería nombrado virrey de Navarra, capitán general de las provincias Vascongadas y general en jefe del Ejército del Norte. Tan sólo hasta el año 1840 perduró la resistencia en el Maestrazgo bajo la dirección de Ramón Cabrera, un líder que pronto tendría que huir a Francia.

Una cierta tranquilidad vendría al país después de la Primera Guerra Carlista. Por su parte Ribero asume el desempeño de la Capitanía General de Navarra, allí se producen, en octubre de 1841, una serie de revueltas, aguantando la ciudad hasta el día 14, en que fue relevado y nombrado capitán general de Burgos, sin llegar a tomar posesión de este último cargo, ya que fue nombrado capitán general de Castilla la Vieja. Esta encadenada carrera de ascensos trae consigo la incomodidad de responder a su actuación de los hechos acaecidos en Pamplona, siendo declarado exento de todo cargo y pasando de cuartel a Madrid.

En la capital le fue confiado el encargo de redactar la Táctica de Infantería, manual de gran importancia en el desempeño de las distintas funciones del infante, desde su período de instrucción hasta la actuación en la guerrilla. Esta obra fue terminada en 1845.

Tras ser nombrado senador vitalicio del Reino y consejero real ordinario en 1845, ejercerá dichos cargos de manera breve, pues será destinado como capitán general de Burgos en junio de 1847; una serie de partidas carlistas serán abatidas en pocos días para restaurar la tranquilidad. Felipe Ribero terminará sus servicios activos con la Capitanía General de Castilla la Vieja en 1847 y la Capitanía General de Aragón, hasta finales de 1853. Una larga y fecunda carrera militar cargada de todo tipo de condecoraciones y distinciones: tres cruces laureadas de San Fernando, la Cruz de San Hermenegildo, la de comendador de la Real Americana de Isabel la Católica, la de Gran Oficial de la Legión de Honor de Francia y las tres grandes cruces de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, de la militar de San Hermenegildo y de la Real y distinguida de Carlos III. En última instancia, y para completar una extensa carrera de ascensos y méritos, ocupó el cargo de ministro de la Guerra, con fecha de 31 de marzo de 1865 hasta el 21 de julio del mismo año, durante el breve gobierno de Narváez, que duraría nueve meses. No solamente llegaba a su fin la vida y carrera profesional de Felipe Ribero, sino también la etapa isabelina; los años siguientes con los incidentes de “La noche de san Daniel” anunciaban una nueva etapa que culminaría con el Pacto de Ostende y el inicio de sexenio democrático.

 

Obras de ~: Proyecto de Reglamento para el ejercicio y maniobras de la infantería; Táctica ligera.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Célebres, caja 144, exp. 1.

P. Chamorro y Baquerizo (dir.), Tenientes generales, Madrid, Estado Mayor General del Ejército, 1852; P. Chamorro y Baquerizo (dir.), Tenientes generales, Madrid, Estado Mayor General del Ejército, 1852; J. M.ª Cuenca Toribio y S. Miranda, El poder y sus hombres, Madrid, Editorial Actas, 1998.

 

Javier Ramiro de la Mata