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Juan Contreras y López de Ayala

Biografía

Contreras y López de Ayala, Juan. Marqués de Lozoya (IX). Segovia, 30.VI.1893 – 23.IV.1978. Catedrático, historiador, literato.

La personalidad laboriosa, viajera, rica de aspectos de Juan de Contreras tiene al propio tiempo una referencia asidua y esencial en Segovia, la ciudad donde nació y había de morir. Él mismo dejó dicho, en su libro de Memorias (1893-1923): “Nací en la ciudad de Segovia, a la cual toda mi vida había de estar vinculado, el 30 de junio de 1893, a las nueve de la noche, en la plaza que se llamaba entonces de San Pablo y luego de Colmenares, hoy del Conde de Cheste, en la casa que sigo habitando todavía y en el cuarto del ala norte, la que se llamaba del jardín, que sigue siendo mi dormitorio habitual”.

Y la imagen de la ciudad del acueducto en los días de su infancia la describió también reiteradamente en páginas suyas, como las del prólogo a una obra, El libro de Segovia, original de Jaime Delgado: “No creáis saber algo de Segovia porque hayáis recorrido por espacio de algunas horas sus callejas y sus plazuelas, y porque os asomasteis algún día a las murallas para contemplar desde ellas los valles del Eresma y del Clamores. No creáis saber de ella, aun cuando busquéis en un vademecum para viajeros la historia de cada iglesia y de cada palacio. De la Segovia que no es piedra ni ladrillo, sino espíritu, sólo sabemos algo los que hemos vivido en ella, día por día, durante muchos años, nuestra vida vulgar, de cotidiana monotonía, impregnada a veces de un hastío que agudizaba nuestra sensibilidad para captar los matices más sutiles de cada hora del día, de cada estación del año, de cada ciclo litúrgico. Sólo conocemos el proceso de la ciudad los que habiendo superado el promedio de la vida, hemos sido ‘niños en Segovia’. Solamente nosotros podemos evocar el tiempo en que era en el recinto urbano el silencio tan denso que bastaban para alterarlo el rumor de unos pasos sobre los guijos de una callejuela; cuando se podía discernir cada nota en el concierto de las campanas de la catedral y de las parroquias; de las esquilas conventuales. En los crepúsculos del estío, llenaban el ambiente los chillidos y el vertiginoso revuelo de los vencejos. Los bueyes de las carretas aldeanas sesteaban sobre la yerba rala de las plazas de San Agustín, de San Pablo y de San Juan de los Caballeros”.

Tras los estudios primarios y de bachillerato, cursó en la Universidad de Madrid la carrera de Derecho, en la que se licenció y doctoró, y, enseguida, en Salamanca, la de Filosofía y Letras (sección de Ciencias Históricas), en la que asimismo se licenció, y, otra vez matriculado en la Universidad madrileña, se doctoró con una tesis sobre La historia de las Corporaciones de Menestrales de Segovia. Al propio tiempo, publica sus primeros trabajos de investigación y carácter histórico, como Doña Angelina de Grecia (1913), El monasterio de San Antonio el Real, de Segovia (1918), Vida del segoviano Rodrigo de Contreras, Gobernador de Nicaragua (1921), entre otros. Y, asimismo, da a la luz varios volúmenes de versos: Poemas arcaicos (1913), Poema de añoranzas (1915), libro éste con resonancias personales que explicará su autor en sus Memorias: “[...] la dispersión de las cosas que durante siglos permanecieron en la Casa del Torreón de mis antepasados directos, produjo en mí —ya poeta y romántico—, una cierta melancolía. Siempre ha producido en mí tristeza el presenciar el desguace de una casa habitada durante siglos por una misma familia y he expresado este sentimiento en alguno de mis poemas.” Y la vocación poética continúa manifestándose en más libros de versos: Sonetos espirituales (1917), coincidente en la fecha y en el título con otro de Juan Ramón Jiménez y que da testimonio de fervorosa religiosidad y recibe elogios como el del catedrático e historiador de la literatura española, Julio Cejador, quien afirma exaltadamente: “Los Sonetos espirituales son las mejores poesías místicas compuestas en España mucho tiempo ha, de verdadero misticismo español, sincero, sentido y de exquisita hechura”.

A partir de 1918 y a lo largo de varios años publica con asiduidad poemas en el diario madrileño El Debate y ello contribuye a la notoriedad literaria del marqués de Lozoya, que firma así siempre, con su título, sus composiciones. Y un nuevo libro suyo Poemas castellanos, de 1920, obtiene un prestigioso premio, el Fastenrath de la Real Academia Española.

El año 1923 es una fecha importante en la existencia de Juan de Contreras: en ese año ganó, por oposición, la cátedra de Historia de España de la Universidad de Valencia. Dicho con palabras del historiador y profesor Antonio Ballesteros y Beretta: “Después de lucidas oposiciones, ganaba por unanimidad la cátedra de Historia de España de la Universidad de Valencia. Era la declaración oficial de su misión en el campo de la inteligencia”. En esa Universidad permanecerá hasta 1947, si bien se ausentó varias veces a lo largo de esos años por causa de distintas excedencias, y, en 1945, pasó a desempeñar la cátedra de Historia del Arte. En 1947 y en virtud de concurso de traslado obtiene cátedra de Historia del Arte, en la Universidad de Madrid, que ocupará hasta su jubilación “por imperativo legal” tal como razona la prosa administrativa. El propio Lozoya comentará al respecto: “Fue para mí un trance doloroso el de mi jubilación en el curso de 1962 a 1963. Es sin duda uno de los momentos más amargos de la vida profesional el de esa muerte civil que nos sobreviene cuando nos encontramos en plena capacidad de trabajo; cuando se cierran para nosotros las puertas del aula donde discurrieron muchos años de nuestra vida cotidiana”.

No obstante, todavía ejerció la docencia, como profesor extraordinario de Historia del Arte en la Universidad de Navarra, hasta 1967, y después de esta fecha continuó impartiendo conferencias y lecciones magistrales en la misma universidad, de la que fue nombrado doctor honoris causa en 1972. En esta ocasión, Juan de Contreras, a la puerta ya de los ochenta años, dijo emocionadamente: “Asusta la carrera vertiginosa de los años, y, en nuestra senectud nos asomamos a una fecha lejana con el terror de quien, desde la orilla, contempla el fondo de un abismo. En la segunda década del siglo actual leía yo mis tesis doctorales en las facultades de Derecho y de Filosofía y Letras en la Universidad Central, única que en aquel tiempo concedía el grado de doctor. No guardo de ambas ceremonias el más leve recuerdo emocional. Es hoy, en mi vejez, en el aula magna de la Universidad de Navarra, cuando, por primera vez en mi vida, me doy cuenta de lo que significa la dignidad de doctor, que supone formar parte del elenco ilustre de los que han consagrado su vida a aumentar en algo el acervo de la humana sapiencia y a elevar —en los libros, en la cátedra— el nivel cultural de su Patria y de su tiempo”.

Y, junto a sus tareas docentes, Juan de Contreras llevó a cabo otras, próximas en su carácter, mediante conferencias y charlas en cantidad innumerable, en muchos países, instituciones y centros, y haciendo realidad así lo que otro profesor, Joaquín Pérez Villanueva, denominó “una labor de apostolado predicante” en los campos de la historia, del arte, de la cultura en general.

Años importantes en su vida fueron los que pasó en Roma como director de la Academia Española de Bellas Artes en esa ciudad, de 1952 a 1957.

A lo largo de su vida fue recibido en relevantes instituciones y llamado reiteradamente para desempeñar gran número de diversos cargos, relacionados siempre con el mundo de la cultura. Así, en escueta y resumida relación, perteneció a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la que ingresó en 1940 y de la que fue director desde 1972 hasta 1977; perteneció asimismo a la Real Academia de la Historia (ingresó en 1941), y a la Academia de Bellas Artes de París, Academia de Bellas Artes de Lisboa, Real Academia de San Carlos, de Valencia; Reales Academias de Ciencias, Artes y Letras, de Barcelona, y Academia de San Jorge de la misma ciudad; Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, cuya dirección asimismo tuvo, de Segovia; Instituto Arqueológico de Berlín, Hispanic Society de Nueva York, Instituto de Coimbra; y fue, también, director general de Bellas Artes (1939-1951), fundador y primer presidente de la Asociación Española de Amigos de los Castillos, presidente de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles (1964 a 1978), cronista oficial de la ciudad de Segovia, presidente del Centro Segoviano en Madrid, consejero de Bellas Artes del Patrimonio Nacional, presidente de los patronatos del Museo del Pueblo Español y del Museo Sorolla, y miembro de los patronatos del Museo del Prado, Museo de la Marina y Museo Lázaro Galdiano. En 1964 fue designado presidente del Instituto de España, cargo en el que permaneció hasta 1972.

Las responsabilidades, compromisos y sujeciones que acompañan a los cargos no constituyeron impedimento para que Juan de Contreras continuase realizando una larga serie de publicaciones en las materias de su especialidad, en historia de España y en historia del Arte, y de ello dan testimonio su monumental Historia del Arte Hispánico, en varios volúmenes, y una extensa Historia de España, también en varios volúmenes, junto a otras muy numerosas publicaciones, también las de carácter puramente literario: más libros de versos y dos novelas: El regidor (1924) y La alquería de los cipreses (1931). En la relación de obras del marqués de Lozoya no se incluye la muy larga serie de artículos publicados en revistas y periódicos ni los numerosos prólogos escritos para obras de diversos autores.

Otros cargos, de carácter político, que obtuvo, o para los que se le designó, fueron los de procurador en Cortes, ya durante el régimen de la República, en las legislaturas de 1933 y de 1936, años en los que, al haberse suprimido los títulos nobiliarios, utilizó el suyo de marqués de Lozoya alegando que se trataba de un seudónimo; y otra vez procurador en Cortes en 1964; y consejero del Reino. En 1976, el rey Juan Carlos I le concedió la dignidad de Grande de España, por las razones que indica el texto del correspondiente Real Decreto: “La fecunda vida de Don Juan de Contreras y López de Ayala, Marqués de Lozoya, entregada generosamente al estudio, la investigación y la enseñanza en amplísima panorámica que comprende desde el Arte a la Literatura, pasando por la Historia, en una incansable labor de exaltación del patrimonio cultural de España y sus realizaciones humanas, se hace merecedora del reconocimiento nacional y de ser destacada como ejemplo para las generaciones futuras”.

Ese mismo año, el Centro Segoviano de Madrid le dedicó un homenaje con participación de C. Robles Piquer, D. de la Válgoma, F. M. Garín, J. Camón Aznar, J. Pérez Villanueva, J. de Vera, L. Morales Oliver, J. Montero Padilla, M. del C. Díaz Garrido, G. Alomar, J. Gutiérrez-Ravé, G. Martín Sacristán, R. Matesanz Martín, F. de P. Rodríguez Martín.

Juan de Contreras y López de Ayala, IX marqués de Lozoya, falleció en su ciudad, Segovia, el 23 de abril, día del Libro, de 1978, y fue enterrado en el panteón familiar de los Lozoya, que se encuentra en la iglesia del convento de monjas de Santo Domingo el Real, al que se entra desde la plazuela de la Trinidad, uno de los más característicos lugares segovianos, del que dijo Juan de Contreras, en su Guía de la ciudad: “Yo no sé si es ésta la que prefiero entre las plazas segovianas. Recatada entre iglesias y casas hidalgas, conserva intacto su ambiente medieval”.

De los datos precedentes pueden deducirse algunos de sus rasgos y caracteres: extraordinaria laboriosidad, vocación histórica, gusto y sentido artísticos, su entusiasta, fervorosa inclinación a las tareas del espíritu.

En cuanto a otros aspectos, él se refirió en más de una ocasión, así en el libro de sus Memorias, a su timidez, en especial en sus años jóvenes: “Era yo [cuando tenía unos quince años] y lo fui todavía durante muchos años, terriblemente tímido”. Y quienes le conocieron y trataron recuerdan y ponderan convencidamente la bondad del personaje. Expresivas a este respecto son unas palabras de Antonio Ballesteros: “[...] posee el marqués de Lozoya un caudal angélico de bondad, reconocido por cuantos le tratan, y de este extenso latifundio pudiera repartir a muchos. De aquí dimana un pequeño vejamen que algunos formulan diciendo que es demasiado bueno. No comparto el parecer. Creo existe en él una dosis adecuada de picardía retozona y alegre, de sana calidad, que le basta para no incurrir, en sus juicios históricos, en la excesiva lenidad, tan perjudicial como el severo hipercriticismo”.

 

Obras de ~: Poemas arcaicos, Segovia, Imprenta de Antonio San Martín, 1913; Doña Angelina de Grecia, Segovia, Imprenta de Antonio San Martín, 1913; Poema de añoranzas, Segovia, Imprenta de Antonio San Martín, 1915; Sonetos espirituales, Segovia, Imprenta de Antonio San Martín, 1917 (Madrid, Editorial Voluntad, [1925]); El monasterio de San Antonio el Real, de Segovia, Segovia, Imprenta de Antonio San Martín, 1918; Poemas castellanos, Segovia, Imprenta de Antonio San Martín, 1920; Vida del segoviano Rodrigo de Contreras, Gobernador de Nicaragua (1534-1544), Madrid, 1921; El Regidor. Novela de tierras de Segovia, Madrid, Editorial Voluntad, [1924] (Segovia, reimpr. en offset por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Segovia, 1972); Romances del llano y otros poemas, Madrid, Talleres tipográficos de la Sociedad Anónima Editorial Reus, 1924; J. M.ª de Escobar y de Silva-Herrera, marquesa de Lozoya, La campaña de Navarra (1793-1795) en las cartas de la señora Doña Juana de Escobar y de Silva Herrera, Marquesa de Lozoya, anotadas por ~, Valencia, Ed. Diario de Valencia, 1925; Cantar de las tierras altas y otros poemas, Madrid, Editorial Voluntad, [1926]; La alquería de los cipreses, apunte de novela, Valencia, Tipografía Moderna, 1931 (ed. facs., Segovia, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Segovia, 1977); Historia del Arte Hispánico, Madrid, Editorial Salvat, 1931, 6 vols.; El Arte gótico en España, Barcelona, Editorial Labor, 1933; Los Caminos y los Días. Poemas, Segovia, Imprenta de El Adelantado de Segovia, 1935; La iniciación en Segovia del Movimiento Nacional (julio-agosto 1936), Segovia, 1938; Los orígenes del Imperio: La España de Fernando e Isabel, Madrid, Biblioteca Nueva, 1939; Introducción a la biografía del Canciller Ayala (Discurso leído en el acto de recepción pública en la Real Academia de la Historia), Madrid, Gráfica Informaciones, 1941; Segovia (Guía de la Ciudad y la Provincia), Barcelona, Editorial Noguer, 1957; Historia de España, Barcelona, Salvat Editores, 1967, 6 vols.; Castillos de España, Barcelona, Salvat, 1970; Palacios Reales de La Granja de San Ildefonso, Riofrío y Museo de Caza, Madrid, Editorial Patrimonio Nacional, 1972; “Mis recuerdos del Real Sitio”, Segovia, El Adelantado de Segovia, 18 de diciembre de 1976; Poemas [reunión de todos sus libros de versos publicados más algunas poesías sueltas], Segovia, Talleres Tipográficos Viuda de Mauro Lozano, 1976; Memorias (1893-1923), Segovia, Imprenta de El Adelantado de Segovia, 1992.

 

Bibl.: J. Cejador y Frauca, Historia de la Lengua y Literatura Castellana, t. XIII, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1920, pág. 179; A. Ballesteros y Beretta, “Contestación al discurso de ingreso de Juan de Contreras, marqués de Lozoya, en la Real Academia de la Historia”, en J. Contreras y López de Ayala, Introducción a la biografía del Canciller Ayala, op. cit., págs. 55-69; J. Hurtado y A. González-Palencia, Historia de la Literatura Española, Madrid, Saeta, 1949 (6.ª ed.), pág. 928; Centro Segoviano de Madrid, El Marqués de Lozoya Grande de España (libro de homenaje), Madrid, Gráficas Nilo, 1976; L. Martín y G. Marcos, “El marqués de Lozoya”, en Crónicas y otros escritos en prosa, pról., selecc. y notas de J. Montero Padilla, Segovia, Publicaciones de la Academia de Historia y Arte de San Quirce, 1980, págs. 246-247; VV. AA., El Marqués de Lozoya: semblanzas y bibliografía, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1985; F. Rueda Rodríguez, “El Marqués de Lozoya y la Universidad de Navarra”; J. M. Álvarez Romero, “El Marqués de Lozoya y América”; J. Montero Padilla, “Los versos de Juan de Contreras, Marqués de Lozoya”; M. Ballesteros Gaibrois, “Juan de Contreras, marqués y profesor”; J. M. Merino, “El Marqués de Lozoya y la conservación del patrimonio monumental de Segovia”; F. I. de Cáceres, “La novela histórica en la obra de Lozoya”; J. Pérez Villanueva, “Juan de Contreras en su centenario”; A. Comba, “El Excmo. Sr. D. Juan de Contreras y su paso por la Universidad de Valencia”, y J. Montero Reguera, “Los clásicos en el siglo de oro: Ovidio en tres pasajes cervantinos”, en Estudios Segovianos (Segovia, Instituto Diego de Colmenares), t. XXXV, n.º 91 (n.º monogr. Homenaje al Excmo. Sr. Don Juan de Contreras y López de Ayala, Marqués de Lozoya) (1994).

 

José Montero Padilla

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