Suintila. Flavius Suintila Rex. ?, ú. t. s. vi – 15.XII.633 post. Rey de España (621-631).
Suintila pertenecía a la nobleza goda, habiendo ocupado un puesto destacado como duque en tiempos de Sisebuto (612-621). Puesto desde el que condujo sendas campañas militares contra los Rucones, pueblo de la Asturia occidental, y los bizantinos. Esta última se desarrolló entre el año 612 y el 615, terminando con la conquista visigoda de las importantes plazas de Medina Sidonia y Málaga y la reducción de las posesiones imperiales en la Península a las tierras del sudeste en torno a su capital, Cartagena. La campaña contra los Rucones habría tenido lugar en una fecha inmediatamente posterior, completando la que unos años antes habría realizado el duque Riquila, de modo que se entraría en tierras asturianas desde Galicia. Pero la verdad es que poco más se sabe de los orígenes familiares del futuro monarca. Icluso el mismo nombre de Suintila y el de su hermano Geila tampoco permiten inducir cualquier releación genealógica. Más significativo podría ser el nombre de Ricimiro, el hijo al que Suintila asoció al trono en 625, aunque era todavía muy joven. Pues el primer elemento de dicho nombre pudiera relacionarse con la estirpe del gran Recaredo (fallecido en 601), y con las del propio Sisebuto y el duque Riquila, aunque sea imposible suponer si por vía agnaticia o cognaticia.
Esta posible relación de parentesco, directo o colateral, con Sisebuto explicaría muy bien su ascensión al trono godo a finales de marzo de 621, tras un interregno de casi dos meses provocado sin duda por la extemporánea muerte de Recaredo II, a los pocos días de la de su padre y antecesor Sisebuto en febrero de ese mismo año.
Los primeros cinco años del nuevo monarca godo estuvieron dominados por la política militar y exterior, siguiendo las pautas marcadas por su gran antecesor.
En el primer verano de su reinado, o todo lo más en el segundo, Suintila dirigió una importante campaña militar en tierras navarras, con el fin de acabar con las endémicas depredaciones de poblaciones pirenaicas occidentales de estirpe váscona, que podían llegar hasta el valle del Ebro. La victoriosa acción se completó con el sometimiento a tributo de los vencidos y su contribución para construir la plaza fuerte de Olite (Oligicus). Ésta se encontraba en la estratégica calzada que unía Pamplona con el valle del Ebro, y al lado de donde se estableció en el primer cuarto del siglo v un asentamiento de Taifales (Tafalla), como tropas federales al servicio del Imperio y dependientes del Reino godo de Tolosa. El éxito de la campaña militar debe medirse por la ausencia de noticias de razias vasconas en el Ebro durante más de una generación.
Pero, sin duda, la acción militar más importante realizada por Suintila se desarrolló entre 623 y 625 sobre lo que quedaba del dominio bizantino en la Península, en la zona del sudeste en torno a la capital imperial, Cartagena. La ofensiva goda se aprovechó del esfuerzo bélico final del emperador Heraclio contra el persa Cosrores II, y las dificultades por las que pasaban los exarcados de Italia y África ante la renovada presión de longobardos y bereberes, respectivamente.
La guerra acabó con la conquista y destrucción de Cartagena, que dejó de existir como ciudad y sede episcopal por bastantes siglos.
La guerra bizantina, sin duda, contribuyó a ampliar la base social y económica del poder de Suintila, favoreciendo a su propia familia y a otros linajes hispanogodos meridionales con entregas de patrimonio fundiario. Este enraizamiento en tierras andaluzas de Suintila se había podido iniciar con su campaña militar contra los bizantinos en tiempos de Sisebuto. Y explica el entusiasmo mostrado hacia el Monarca por Isidoro de Sevilla, líder de la Iglesia bética y familiarmente interesado en la conquista de Cartagena y su comarca. Isidoro alaba especialmente la generosidad de Suintila hacia la Iglesia y la aristocracia, y en su fidelidad a los juramentos hechos a ambas en el momento de su ascensión.
Un tal comportamiento contrastaría con el imperializante de los últimos tiempos de Sisebuto. Sin embargo, el gran éxito militar logrado por Suintila también propiciaría una deriva de ese mismo signo en el segundo quinquenio de su reinado. Un cambio iniciado en el mismo 625 con la asociación al trono de su joven hijo Ricimiro, mientras la propaganda regia calificaba de “sagrada” a su estirpe, a la manera imperial bizantina. Los obispos reunidos en el IV Concilio de Toledo en diciembre de 633 criticaron con extremada dureza la rapacidad de Suintila, con confiscaciones de bienes eclesiásticos. Y la Crónica neústrica del Pseudo-Feredegario afirmará la iniquidad de Suintila hacia los nombre de su propia facción como causa de su posterior caída. Algo que parece demostrarse en el caso del antiguo duque Riquila, sometido a una verdadera damnatio memoriae tras el año 625.
Lo cierto es que esta nueva política real hiciera surgir hasta disensiones en el mismo seno de la nobleza y la jerarquía eclesiástica meridional, su apoyo principal, como sería el caso del obispo Marciano de Écija, acusado de conspirar contra la vida del Rey, en 628- 629, y posiblemente del propio Isidoro de Sevilla.
Pero sin duda la oposición mayor a Suintila surgió en el seno de la poderosa nobleza goda de Septimania.
El líder de la misma sería Sisenando, miembro prominente de esa nobleza y posiblemente emparentado con el desaparecido rey Sisebuto (fallecido en 621).
Con el apoyo militar comprado del rey merovingio Dagoberto de Neustria el ejército septimano de Sisenando entró con facilidad en tierras hispánicas, sumando en su avance a numerosos adherentes, incluido el propio hermano de Suintila, Geila. Cuando los rebeldes alcanzaron Zaragoza el propio Suintila y sus más allegados se entregaron sin combatir, ante el abandono de sus propias tropas. El 26 de marzo de 631 era reconocido como rey Sisenando.
A cambio de su rendición voluntaria Suintila y los suyos obtuvieron la vida y el mantenimiento de la propiedad de algunos bienes, aunque perderían otros muchos que se entregaron, según se afirma en el Concilio IV de Toledo, a sus legítimos dueños a los que el inicuo Suintila se los había confiscado. Se ignora cuántos años sobrevivió Suintila a su derrota y destronamiento.
Lo único seguro es que en diciembre de 633 todavía estaba con vida.
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Luis Agustín García Moreno