Ingunda. Ingunda Regina. Austrasia (Francia), 567- 568 – Sicilia (Italia), 585. Reina de España, esposa de Hermenegildo.
Pocas personas, por no decir ninguna, en el Occidente romano-germánico de finales del último tercio del siglo VI podrían presumir de unos orígenes familiares más nobles y prestigiosos que Ingunda. Por el lado de su padre, Sigiberto I (561-575), pertenecía al linaje franco de los merovingios, siendo su bisabuelo el gran Clodoveo (fallecido en 511). Por el lado de su madre, la gran Brunequilda (muerta en 613), su abuelo era el rey godo Atanagildo (549-567). Este último, muy probablemente, descendía del nobilísimo linaje de los Baltos, auténtica base de la etnogénesis visigoda y en el que también entroncaba la casa real del segundo Reino burgundio.
Ingunda tuvo que ser engendrada en los primeros tiempos de vida conyugal de sus padres, casados en el 566-567; de tal forma que ya en el 579 estuviera a punto de tener la mínima edad núbil. Pues lo cierto es que en ese año Ingunda viajó al reino godo con el fin de contraer matrimonio con Hermenegildo, primogénito del rey Leovigildo (568/569-586). El matrimonio venía a fortalecer las amistosas relaciones de la casa real goda con la de Austrasia, anudadas en tiempos de Atanagildo. Sin duda que impulsora de la nueva alianza tenía que ser la reina Gosvinta (muerta en 588), viuda de Atanagildo y madre de Brunequilda, que había contraído segundo matrimonio con Leovigildo en el 569. Gosvinta gozaba de una posición muy especial en la Corte goda, sin duda debido al prestigio y poder del linaje de su primer marido, que ella había heredado.
La historiografía tradicional ha presentado los primeros meses de estancia en el reino godo de Ingunda como un auténtico calvario, sometida desde un principio a presiones para convertirse al arrianismo, unas presiones que habrían venido directamente de su abuela Gosvinta. A ello han contribuido los testimonios de Gregorio de Tours y de Juan de Biclaro. El primero, decidido a denigrar a los godos como fanáticos herejes, y el segundo, comprometido con la operación de Recaredo de camuflar la verdad de la rebelión de Hermenegildo y su bautismo católico.
Ciertamente, Gosvinta gozaba en la Corte goda de una posición muy especial, basada en el prestigio y el poder clientelar del linaje de su primer marido. Y si las fuentes contemporáneas pueden dar pábulo a su inconmovible fe arriana, también testimonian, y con más fuerza y claridad, su fortísimo sentido de los lazos de sangre, mostrándola en todo tiempo como defensora de los intereses de su única hija viva, Brunequilda, y de la familia directa de ésta. Y lo cierto es que Juan de Biclara afirma en una frase que no tiene vuelta de hoja que Gosvinta fue la instigadora, en sentido positivo, de la rebelión de Hermenegildo.
Por ello parece verosímil suponer que el traslado de la joven pareja de Hermenegildo e Ingunda a Sevilla al poco de su matrimonio se debiera tanto al interés de Leovigildo de alejarles de la influencia de su madrastra y abuela respectiva como al propio de esta última, que deseaba ver a su nieta como reina efectiva sobre un territorio específico. Pues a Hermenegildo, asociado al trono desde el 573 junto a su hermano Recaredo, venía ahora a serle atribuido en exclusiva un ámbito específico de jurisdicción. En lógica con ello el hijo recién nacido de Ingunda y Hermenegildo recibió el nombre de Atanagildo. Con ello se honraba la memoria del abuelo materno y se entroncaba a la nueva familia con el linaje cognaticio de Gosvinta, el de los Baltos.
Hasta qué punto la joven Ingunda contribuyó al bautismo católico de Hermenegildo no es posible saberlo. Aunque en principio hay que atribuir mayor influencia al obispo sevillano Leandro (fallecido c. 599). Cierto es que puede parecer más verosímil pensar que primero fue la rebelión contra Leovigildo y luego la justificación religiosa de la misma. Y en la primera pudo desempeñar su papel la tradición de los “reinos parciales” (Teilreicher) merovingios, que Ingunda o algún consejero venido con ella pudo invocar, al igual que Gosvinta, pero a la que se opuso rotundamente Leovigildo.
Ingunda acompañó a su marido en los años de la rebelión y la guerra de éste contra su padre y hermano.
A principios del 584 la suerte de esta última ya prácticamente se había decido en contra de Hermenegildo, tras la pérdida de Sevilla y la defección bizantina. El último intento del rebelde, en las proximidades de Córdoba, por tratar de impedir ésta, terminó con Ingunda y el pequeño Atanagildo en manos bizantinas. Estas decidieron trasladar de inmediato a ambos a tierras más seguras, a Constantinopla, con la intención de usarlos como instrumento de presión sobre las Cortes goda y austrásica. Desgraciadamente, durante el viaje a la capital bizantina, Ingunda falleció en Sicilia.
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Luis Agustín García Moreno