Sisenando. Flavius Sisenandus Rex. Septimania (Francia), f. s. vi - p. s. vii – Toledo, 12.III.636. Rey de España (631-636).
Sisenando es de los pocos reyes hispanogodos de los que se tienen noticias seguras sobre su familia. Pertenecía ésta a la importante nobleza goda asentanda en la provincia de Narbona o Septimania. Otros miembros de la misma fueron Sclua (muerto después de 638) y Pedro (muerto después de 633). Ambos ocupaban sendas sedes episcopales septimanas bastante antes del ascenso de su pariente al trono godo: el primero la de Narbona y el segundo la de Béziers. Por ello cabe suponer que el asiento principal del linaje se encontraba en las tierras de ambas próximas ciudades.
Pero esta noble familia goda también se encontraba presente, y tenía preeminencia económica y sociopolítica en otras zonas muy alejadas del reino godo. Prueba de ello sería otro miembro de esta familia, el padre del famoso fundador monástico y obispo de Braga Fructuoso (muerto antes de 675), que fue duque de Galecia la tercera década del siglo vii. Sobre la base del común elemento onomástico Sise- resulta tentador relacionar este poderoso linaje septimano con el del anterior rey Sisebuto (612-621), y por medio del mismo encontrar algún rastro del gran linaje greutungo de los Amalos.
Estas relaciones familiares explican satisfactoriamente la preeminencia de los miembros del linaje de Sisenando, y de él mismo, en la segunda y tercera década del siglo vii. Sin embargo, en la segunda mitad de esta última, la política imperializante del rey Suintila le enfrentó con un importante sector de la jerarquía eclesiástica y de la nobleza, incluidos miembros de la facción más unida a él y hasta de su misma familia. Hacia finales del 630 la oposición coaguló en una rebelión abierta en Septimania bajo el liderazgo de Sisenando, tal vez duque de esa provincia. Con el apoyo militar comprado del rey merovingio Dagoberto de Neustria el ejército septimano de Sisenando entró con facilidad en tierras hispánicas, sumando en su avance a numerosos adherentes, incluido el propio hermano de Suintila, Geila. Cuando los rebeldes alcanzaron Zaragoza el propio Suintila y sus más allegados se entregaron sin combatir, ante el abandono de sus propias tropas. El 26 de marzo del 631 era reconocido como rey Sisenando.
La forma ilegítima en que se produjo la deposición de Suintila exigía del nuevo Monarca legitimar y fortalecer su posición mediante el público refrendo de la nobleza y de la jerarquía eclesiástica. Para ello lo mejor era convocar un concilio general, cosa que que no se había hecho desde el 589. Si embargo la reunión conciliar no se celebró hasta diciembre del 633. Y ello porque al poco de su entronización Sisenando tuvo que enfrentarse a nuevas rebeliones nobiliarias, especialmente en el sur del reino godo, donde había gentes especialmente favorecidas por el depuesto Suintila y perjudicadas por las intenciones de Sisenando de anular los últimos trasvases de propiedad realizados por su antecesor.
Un primer alma de la oposición y abierta rebelión a Sisenando habría sido Geila, que en un primer momento había traicionado y abandonado a su suerte a su hermano Suintila. Pero finalmente se habría puesto al frente de la revuelta armada un tal Iudila, posiblemente miembro de un poderoso linaje godo asentado en tierras sevillanas y cordobesas. Iudila llegó a acuñar moneda a su nombre en Mérida y Granada, lo que indica la amplitud y apoyos de la rebelión. Sin embargo Sisenando logró aplastarla, contando también con el apoyo de significados miembros de las fuerzas vivas meridionales, destacando entre ellas el gran Isidoro, obispo de Sevilla.
Sin duda el acontecimiento principal del reinado de Sisenando sería el concilio IV de Toledo reunido en la iglesia palatina de Santa Leocadia el 5 de diciembre del 633. La reunión marcó una etapa decisiva en las relaciones entre la Monarquía y la nobleza, explicitada en su famoso canon 75. En él se propuso reglamentar la sucesión real a través de la elección del nuevo Rey por los obispos y la alta nobleza, así como la obligatoriedad de que todos los súbditos pretasen un juramente de fidelidad al Monarca, sacralizándose la persona y función real tal vez mediante la ceremonia de la unción real, tomada directamente de la Biblia. Por su parte el Rey reforzaba el viejo juramento germánico de lealtad hacia sus súbditos, especificado ahora en la obligación de atenerse estrictamente a las leyes en su acción de gobierno, y en la imposibilidad de actuar como juez único en las causas capitales y civiles. Al mismo tiempo se decretó que en el futuro los Reyes que actuasen despóticamente serían apartados de la Iglesia; lo que constituía una cristianización del antiguo “Derecho de resistencia” germánico y una legitimación a posteriori del destronamiento de Suintila.
El líder intelectual y de los obispos en la magna reunión conciliar fue Isidoro de Sevilla, que reflejó en sus actas su teoría política. Y también el sevillano trató de reformar la iglesia hispanogoda, tratando de uniformar sus prácticas litúrgicas y disciplinares, para así lograr una mayor unidad de la misma. Se reforzó la independencia del episcopado y el control por éste del patrimonio eclesiástico. Aunque criticó la conversión forzosa decretada por Sisebuto el concilio vino a legitimar sus consecuencias, reforzando las antiguas medidas discriminatorias contra los judíos recalcitrantes.
Se carece de datos sobre los últimos años del reinado de Sisenando. Aunque cabe suponer que el Monarca se mantuvo dentro de los límites marcados por la potente aristocracia fundiaria, laica y eclesiástica, que en dieciembre del 633 le había legitimado. De esta forma logró morir en paz el 12 de marzo del 636 en su capital toledana.
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Luis Agustín García Moreno