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José Fernández de Santillán y Quesada

Biografía

Fernández de Santillán y Quesada, José. Conde de Casa Alegre (I). Sevilla, 1637 – Cartagena de Indias (Colombia), 8.VI.1708. General de la Armada de la Guardia de la Carrera de Indias, caballero de la Orden de Alcántara.

José Fernández de Santillán fue el tercer hijo de Alonso Fernández de Santillán y Venegas, caballero de la Orden de Santiago, y de Francisca Ana de Quesada y Manuel, casados en 1624. Los Santillán de Sevilla se decían descendientes de Domingo Polo de Santillán, caballero que acompañaba al rey Fernando III el Santo en la conquista de la ciudad y el primero que enarboló el pendón de Castilla en la Giralda al entrar las huestes reales. En el repartimiento, Domingo Polo y sus descendientes recibieron casas en la calle Real de las Armas de Sevilla y tierras en las villas cercanas de Pilas y Huévar.

En la década de 1660, José y su hermano Fernando estudiaron en Salamanca. Después, Fernando llegaría a ser canónigo de la santa iglesia catedral de Sevilla, mientras que José prefirió la carrera de las armas y ya en 1667 escribía desde Cartagena de Indias, donde era capitán de una compañía de infantería de la nave almiranta de galeones. Se tiene noticia de que dos años después se encontró con el gobernador de Caracas, Fernando de Villegas, marqués de Paradas, cuñado de su hermano mayor, Francisco Fernández de Santillán, primer marqués de la Motilla. José fue nombrado entonces gobernador y capitán de guerra de Maracaibo, tras el ataque del pirata inglés Henry Morgan a aquellas costas.

Retornó a España en 1674 y en 1677 se le concedió el hábito de caballero de Alcántara, mencionándose en el expediente su condición de “capitán de mar y guerra”, razón por la cual pasó a formar parte de la Junta de Armadas. Tan sólo una década después, el rey Carlos II le nombró general de la flota de Nueva España.

Por esas fechas, formaba además parte del gremio de cosecheros y enviaba vinos a Nueva España, donde dos de sus sobrinos, Diego y Pedro Fernández de Santillán eran gobernadores de provincia. A esas alturas disponía ya de medios suficientes para financiar a la Corona para el aislamiento de la flota, por lo que, en 1692, en atención a los servicios prestados, el Rey le prometió el puesto de capitán general de la Armada de la Guardia de la Carrera de Indias, aunque dicho nombramiento no tuvo efecto hasta el 6 de junio de 1700. Sin embargo, el 1 de noviembre de ese año falleció Carlos II, hecho que dio lugar a la Guerra de Sucesión Española como consecuencia del ascenso al trono de Felipe V, lo que retrasó la partida de la flota, pues la situación bélica hacía poco segura la singladura de los convoyes. Los galeones de la Armada destinada a Tierra Firme eran la capitana San José, con 62 cañones; su gemelo, la almiranta San Joaquín; el bajel Santa Cruz, que era gobierno de galeones y portaba 44 piezas; el Nuestra Señora de la Almudena, también de 44 piezas; y el patache, la fragata Nuestra Señora del Carmen, de 24 piezas. Estos buques eran lo mejor que tenía el reino para la defensa de sus mares, aunque se encontraban ya obsoletos con respecto a los navíos de guerra que estaban produciendo los ingleses.

En agosto de 1702, una poderosa flota combinada angloholandesa, formada por cincuenta navíos de línea y otros ciento treinta de guerra y un ejército de catorce mil hombres, avistó las costas de Cádiz. El almirante George Rooke mandaba las fuerzas de marina y las tropas de desembarco estaban a las órdenes del duque de Ormonde. Su misión no era sólo de conquista, sino que debía lograr además que los habitantes de la zona de Cádiz se pasaran al bando del pretendiente austríaco que disputaba el trono a Felipe V.

El puerto gaditano, monopolizador del comercio indiano, era de especial interés estratégico. Puestos en contacto los enemigos con el general a cargo de las costas, marqués de Villadarias, le solicitaron el paso a su bando, a lo que el general contestó: “los españoles no mudan de religión ni de rey”.

Fernández de Santillán, que se hallaba con sus galeones en la bahía, había organizado las defensas del interior de la misma con baterías flotantes, los buques de su armada, cadenas que impedían el paso, barcos hundidos y anclas. El fuerte de Matagorda, el del Trocadero y la batería de San Ignacio a un lado, y el fuerte del Puntal al otro, vigilaban el estrecho paso al interior.

Los ingleses desembarcaron en una playa cercana al fuerte de Santa Catalina, que llamaron bahía de los Toros y que fue conquistado, así como la villa de Rota, donde desembarcaron el grueso de sus fuerzas.

Sin embargo, no pudieron tomar el fuerte de Matagorda, en Puerto Real, defendido por el general Fernández de Santillán. En la segunda semana de septiembre, parte de las tropas desembarcadas continuaron atacando la fortaleza con apoyo de artillería de campaña, pero fueron sucesivamente rechazadas por los defensores y abatidas por la artillería de los galeones de la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias de la flota de Nueva España, e incluso de la capitana real, Nuestra Señora de la Concepción y de las Ánimas, causando abundantes bajas al enemigo. Según la correspondencia de Fernández de Santillán, fue petición de la propia ciudad de Cádiz que él se ocupara de dirigir la defensa de la plaza y la bahía, hecho que hizo imposible su toma por parte de la flota angloholandesa, que bombardeó las defensas costeras, incluido el fuerte de Matagorda. Mientras, el resto de las tropas invasoras se dedicó al pillaje y el saqueo de las villas de Rota, El Puerto de Santa María y Puerto Real, produciendo cuantiosos daños.

A finales de septiembre, el enemigo se retiró hostigado por los refuerzos que llegaron al marqués de Villadarias, capitán general de las costas de Andalucía, y, por tanto, responsable último de su defensa. Entre otros, los caballeros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, pues la nobleza de Andalucía había sido llamada a las armas por la reina de España. Tras su derrota, la escuadra de Rooke se dirigió a Vigo, donde encontró la flota que acababa de regresar de Nueva España refugiada en la bahía de Rande, la atacó y consiguió un botín considerable. El duque de Ormonde declaró ante el Parlamento británico que Cádiz no había podido ser conquistada por la falta de medios de transporte, el “tiempo violentamente caluroso” y la imposibilidad de tomar el fuerte de Matagorda que le hubiera franqueado el paso a la bahía.

La intervención en la defensa de Cádiz y Matagorda le valió a José Fernández de Santillán la merced de conde de Casa Alegre, que le concedió Felipe V por Real Decreto de 25 de enero de 1704, “atendiendo a la calidad, servicios y méritos del general don José Fernández de Santillán y a los que con tanta aprobación y crédito ejecutó en la ocasión de Matagorda, cuando los enemigos la invadieron últimamente”.

La denominación de Casa Alegre fue pedida por el propio Fernández de Santillán y puede estar relacionada con la posesión de una hacienda de olivar con el mismo nombre sito en Palomares del Río, Sevilla, que parece fue de su propiedad.

Por fin, el 10 de marzo de 1706, partieron las Flotas y Armadas de Tierra Firme y Nueva España, mandadas por el sobrino de José Fernández de Santillán, Diego, caballero de Santiago, hijo de su hermano Francisco, ya fallecido, que había sido el I marqués de la Motilla. Los galeones y mercantes llegaron a sus destinos sin novedad, llevando el San José entre sus pasajeros a Manuel de Oms de Santa Pau y Lanuza, marqués de Castelldosrius, que había sido nombrado virrey del Perú, y a Dionisio Alcedo y Herrera.

Sin embargo, en Indias, tuvieron que soportar los amagos de ataque a Cartagena de Indias en al menos dos ocasiones, lo que impidió que la Flota de Tierra Firme, bajo el mando de Casa Alegre, regresara a la Península en el tiempo fijado; la retrasó también el hecho de acudir en la primavera de 1708 a la feria de Portobelo, en Panamá, de gran importancia económica y cuyas ganancias había de portar. Una vez cargados los galeones, especialmente el San José, con la plata y el oro del Rey y de particulares que procedían del Perú, partieron con destino a Cartagena de Indias para organizar la vuelta a Europa. Dicha salida había sido instada por órdenes del Rey que manifestaba la urgencia con que se necesitaban los caudales en la metrópoli.

Sin embargo, cuando arribaban a las costas cartageneras, cerca de las islas de Barú, el almirante inglés Charles Wager, al mando de una flotilla de tres navíos de línea fuertemente armados y un brulote, interceptó a los galeones de Casa Alegre. Tras dos horas y media de combate entre el navío Expedition y el San José, el galeón español explotó y perecieron sus cerca de seiscientos tripulantes, el general incluido, salvo siete marineros. También se perdió el valioso cargamento, uno de los mayores que se transportaron en la historia de la América hispana y que sigue siendo buscado tanto por empresas particulares como por el Gobierno de Colombia.

 

Fuentes y bibl.: House of Lords (London), Actas de la casa de los Lores, 1703.

D. Ortiz de Zúñiga, Discurso genealógico de los Ortices de Sevilla, Madrid, 1928; J. González, El repartimiento de Sevilla, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1951; C. Fernández Duro, Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón, Madrid, Ministerio de Defensa, 1972; J. A. Calderón Quijano et al., Cartografía militar y marítima de Cádiz, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano Americanos, 1978; V. Ponce Cordones, Rota 1702, un episodio olvidado de la Guerra de Sucesión Española, Cádiz, Diputación Provincial, 1979; P. E. Pérez-Mallaína Bueno, Política naval española en el Atlántico, 1700-1715, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano Americanos, 1982; C. Rahn Philips, Seis Galeones para el Rey de España, Madrid, Alianza, 1991; R. Sánchez Saus, Linajes Sevillanos Medievales, Sevilla, Guadalquivir-Real Maestranza de Caballería de Sevilla, 1991; J. I. González-Aller Hierro, España en la Mar.Una historia milenaria, Barcelona, Lunwerg, 1998; J. Bendeck Olivella, El Galeón Perdido, Bogotá (Colombia), Villegas, 2003; J. Calvo Poyato, Felipe V , Málaga, Sarria, 2004; D. Alcedo y Herrera, Descripción de los tiempos de España, Madrid, Polifemo, 2005.

 

Javier de Solís Martínez-Campos, conde de Casa Alegre