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Juan Bautista García del Postigo

Biografía

García del Postigo, Juan Bautista. Marqués de García del Postigo (I), en Nápoles. Écija (Sevilla), 24.VI.1672 – Bolonia (Italia), 23.I.1743. Militar.

Hijo legítimo de Alonso García Talancón y Postigo, natural de Santaella, y de María del Postigo Valderrama, de Écija. Aparece empadronado allí, junto a su padre, en 1691 como hijodalgo soltero, poseedor de espada y daga, avecindado en la calle del Horno Nuevo. Desde su más tierna infancia se inició en la carrera de las armas, distinguiéndose por su valentía, dotes de mando y espíritu militar, encontrándose en diversas acciones guerreras.

Fallecido Carlos II, pretendieron el trono sus más cercanos parientes, el archiduque de Austria, Carlos III para sus seguidores, y Felipe de Anjou, luego Felipe V. Aliados los príncipes ingleses y holandeses, especialmente, en procura de la destrucción de la Casa de Borbón, atacaron a Luis XIV y a Felipe V. Por eso el 23 de agosto de 1702 apareció ante Cádiz una imponente escuadra angloholandesa, compuesta por ciento sesenta velas y catorce mil soldados. Desembarcada la tropa entre Rota y El Puerto de Santa María, los vecinos entregaron la villa y castillo, habiéndose retirado el gobernador y algunos de sus hombres para incorporarse al núcleo del capitán general de la costa marqués de Villadarias, bajo cuyo mando se encontraba García del Postigo. Los invasores, avanzaron a El Puerto de Santa María, que se rindió una vez evacuado por Villadarias. El 30 de septiembre se alejó el despechado invasor de las costas gaditanas, terminando la acción que constituyó el bautismo de sangre de Juan García del Postigo. En 1704 se encontraba entre los escasos guardianes del peñón de Gibraltar, que fue sitiado en los días 2 y 3 de agosto por la escuadra del príncipe de Darmstadt. Intimada la rendición, el gobernador Diego de Salinas capituló con honrosas condiciones, permitiendo marchar a la menguada guarnición en el plazo de tres días. Así salió del señorío de Felipe V la primera ciudad española donde flameó el estandarte imperial de Carlos III. El 9 de noviembre de 1704 García del Postigo ascendió a capitán sirviendo en el Regimiento de Estepa.

Declarada nuevamente la guerra a Gran Bretaña el 26 de diciembre de 1718, el ministro cardenal Alberoni proyectó colocar en el trono inglés a Jacobo Stuart, o al menos perturbar ese reino con una expedición sobre Escocia. García del Postigo participó en ella, aunque un temporal la desbarató frente al cabo de Finisterre. Posteriormente hizo la campaña de Navarra al mando del Regimiento de la Corona, con el cual pasó al campo de Ceuta. Desde 1694 los moros sitiaban esta plaza, que estuvo más de una vez a punto de perderse. Los ataques de los berberiscos cortaban el istmo, teniendo la guarnición encerrada entre las murallas y atenida al avituallamiento que desde la Península se le enviaba. Felipe V quiso corregir esta situación inconfortable reuniendo en muy pocos días dieciséis mil soldados que embarcaron en Cádiz, Tarifa y Málaga, transponiendo el estrecho bajo el mando del marqués de Lede, en barcos de la escuadra del teniente general Carlos Grillo, junto a la de galeras de José de los Ríos, que hábilmente desorientó a la morisma con un amago de desembarco, lo que proporcionó una brillante victoria el 14 de noviembre de 1719, seguida de otras dos en que se desalojó a los moros para siempre. García del Postigo fue a Ceuta impulsado por su afán de obtener mayores honras y ascensos, para lo cual dejó el comando del Regimiento que le pertenecía como capitán más antiguo.

Allí sirvió de aventurero estando veintiséis meses durante las tres funciones generales, hallándose en la toma del reducto de Alcántara, donde tuvo repetida actuación y conforme a su hoja de servicios “cubrió la Compañía de Granaderos, por haber sido herido el Capitán propietario, y se halló en la toma del reducto de San Andrés mandando dicha Compañía en donde recibió una herida de piedra en una pierna; apresó (ya repuesto de su achaque) un cáravo con 24 moros; fue al Peñón de orden de el general de dicha plaza, a dependencias de el real servicio y a la vuelta de su viaje combatió con una galeota dándola caza hasta que la obligó a tomar puerto; efectuó con el referido barco otras muchas funciones con conocido riesgo contra los moros e ingleses”.

Más tarde tomó parte activa en la expedición y conquista del reino de Nápoles por orden del Rey, en procura de un trono para su primogénito. En dicha operación participó como oficial del Regimiento de la Corona, embarcándose para Italia el 29 de noviembre de 1733, bajo el mando del tercer conde de Montemar.

Organizó la expedición conquistadora contra el Emperador, que no era otro que Carlos III, ahora VI en el solio del águila bicéfala. Las fuerzas españolas, procedentes de los ducados de Parma, Plasencia y Toscana, atravesaron los Estados Pontificios en marzo de 1734, penetrando en el reino napolitano en número de cuarenta mil hombres, y por mar, la escuadra del conde de Clavijo. El marqués Visconti, virrey de Nápoles, se hizo la ilusión de recibir socorro desde los puertos de Istria, pero no pudiendo contener el alborozo desbordante y agresivo de los napolitanos, optó por retirarse prudentemente a las provincias de Bari, después de reforzar los castillos de la ciudad de igual nombre, así como las fortificaciones de Capua, Gaeta, y Pescara. El conde de Traun, comandante de las fuerzas austríacas, intentó mantenerse en Miñano, pero el conde de Montemar dispuso el ataque haciéndolo refugiarse en Capua y Gaeta, mientras el conde de Marsillac con sus batallones atacaba el castillo de Baya, acción en la que participó García del Postigo, logrando rendirlo el 23 de abril. Diversas victorias jalonaron el paso de las armas españolas permitiendo la entrada del infante don Carlos a la ciudad de Nápoles el 10 de mayo, proclamándosele Rey por la multitud y las diversas corporaciones. El marqués Visconti se retiró con sus tropas dispersas hacia Tarento, donde logró reunir un efectivo de nueve mil hombres, para hacer frente a sus atacantes el duque de Castropiñano y los marqueses de la Mina, Castelar y Bay, que le perseguían en connivencia con la escuadra del mando de Gabriel de Alderete, encargado de interceptar el paso de naves imperiales en el Adriático, con lo que se obligó al enemigo a pasar desde Bari a Bitonto, en que se parapetó ventajosamente, en un paraje al parecer inexpugnable. El ejército español entró en acción el día 25 de mayo. Derrotando rápidamente al ejército del Emperador, perdiendo los austríacos alrededor de cinco mil hombres entre muertos, heridos y prisioneros.

En esta memorable batalla García del Postigo se distinguió por su valentía y arrojo, ya en otras oportunidades sobradamente demostrado, al sostener una lucha cuerpo a cuerpo con un alférez de coraceros de la caballería alemana, a quien quitó, además de la vida, el estandarte y bandolera que portaba, saliendo herido en la refriega. Después de las victorias de Gaeta, Pescara, Gallipoli, Brindisi y Aguila, sólo restaba abatir la plaza de Capua mandada por el conde de Traun, para conquistar todo el reino napolitano. El entusiasmo del pueblo de Nápoles al reivindicar sus antiguos privilegios, prefiriendo la paternal y suave dominación española que habían conocido durante doscientos años, en vez de la austríaca, trascendió prontamente a los sicilianos, quienes enviaron diputados al rey Carlos para que apresurase la conquista de la isla. Dieciocho mil infantes y dos mil jinetes, bajo el mando del duque de Montemar, zarparon del puerto de Nápoles el 24 de febrero de 1734, para acudir en ayuda de los sicilianos, en unas trescientas naves, que llegaron con toda felicidad al puerto de Solunto, a diez millas de Palermo, capital a la que se dirigieron los expedicionarios. Ante tan numeroso ejército los enemigos abandonaron casi todo el reino, excepto las plazas de Mesina, Melazo, Siracusa y Trápani; pero de nada valió no abandonarlo por completo, puesto que el país estaba a favor de los españoles, y los naturales, de suyo tan bravíos, saciaron sus instintos de venganza, tardando las tropas de don Carlos menos tiempo en conquistar Sicilia que lo que sería necesario para recorrerla. Las fuerzas se dividieron, dirigiéndose un convoy al mando de Montemar al puerto de Solunto, y otro, a las órdenes de Marsillac, con rumbo al faro de Mesina. Desembarcadas las tropas del primero, atacaron el castillo de Castellamare, guarnecido por doscientos soldados y muy próximo a Siracusa, interceptándose ambos con un cuerpo de caballería que contuvo la guarnición de la ciudad, tomado por asalto el castillo de Gonzaga y los baluartes de Santa Clara, Don Blasco, Terranuova y el Palacio.

En todas estas acciones participó decididamente el Regimiento de la Corona con García del Postigo. Ganados diversos castillos y plazas fuertes por el conde de Marsillac, así como Melazo, acciones en que también combatió, sólo quedaba en poder del enemigo Capua, falta de víveres, que terminó por capitular, tras duro bloqueo, el 24 de noviembre de 1734, y Mesina el 3 de enero de 1735. Siracusa se rindió del 1 de junio.

Al poco tiempo, la conquista finiquitó con la toma de Trápani, ya verificada la coronación del rey de Nápoles como rey de Sicilia, el día 3 de julio de 1735 en Mesina.

El 13 de agosto de ese año ascendió García del Postigo a teniente coronel graduado.

Natural es que un Monarca premie a aquellos individuos que se han distinguido en su servicio. Don Carlos de Borbón quiso que la gesta que le dio la Corona quedase bien ejecutoriada en los linajes que concurrieron a la conquista y, entre otros destacados militares, enalteció a JuanBautista García del Postigo por Real Orden de 3 de mayo de 1736 con el título de marqués con la denominación de su apellido, para él y sus descendientes legítimos, cada uno en su tiempo y a perpetuidad, firmando la Real Carta de Creación en Nápoles el 1 de junio de 1736. Continuó el flamante marqués en el Regimiento de la Corona, de guarnición en Sicilia, con el que pasó en 1740 a Mallorca.

Debido a la muerte del emperador Carlos VI, no tardaron en surgir protestas contra su sucesora la emperatriz María Teresa. Además de los reclamos de Sajonia y Baviera, que querían compensaciones territoriales, España, Saboya y Nápoles presentaron también reclamos sobre territorios austríacos en Italia. Debido a ello estalló la guerra en 1741. García del Postigo con el Regimiento de la Corona zarpó en la escuadra del marqués de Castelar rumbo al puerto de la Especia.

Dirigióse hacia Toscana, teatro de las mayores hostilidades. En el campo de Rímini formó la 2.ª línea entre Tano y Pésaro. Avanzó después hasta Bolonia, asentándose hasta los bordes del mar Adriático, pero, obedeciendo a nuevas combinaciones, hubo de replegarse sobre Rímini. A principios de 1743 el capitán general conde de Gages, deseando inaugurar su mando con una brillante acción, reemprendió el movimiento ofensivo sobre el territorio boloñés. En estos ataques quedó malherido el marqués García del Postigo. El 23 de enero de 1743, presintiendo su muerte, otorgó testamento y recibió los santos sacramentos, abandonando esta vida después de tantos años de intensa actividad.

Fue sepultado al siguiente día en el convento de Santa Maria della Vita de la ciudad de Bolonia, en cuyo hospital pudo ser asistido.

El primer marqués García del Postigo había contraído matrimonio en la iglesia de Santa Bárbara de Écija en 1695 con María Josefa del Prado y Barreda.

Los marqueses fueron padres de dos hijas y de Francisco, Isidoro y Juan, oficiales de Marina.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Guerra Moderna, leg. 2.548, cuad. 1.°, fol. 2; leg. 5.806, fol. 31, n.º 10.

I. López de Ayala, Historia de Gibraltar, Madrid, Imprenta de A. Sancha, 1782, cap. 3.°; J. March y Labores, Historia de la Marina Real Española desde el descubrimiento de América hasta el combate de Trafalgar, t. II, l. 9.º cap. I, Madrid, 1854; Conde de Clonard, Historia Orgánica de las Armas de Infantería y Caballería españolas desde la creación del ejército permanente hasta el día, ts. VIII y XVI, Madrid, 1859, págs. 44 y ss. y pág. 183 respect.; C. Fernández Duro, La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón, t. VI, Madrid, 1893, págs. 15-21 y 53-54; F. Obanos y Alcalá del Olmo, Orán y Mazalquivir, Cartagena, 1912, tít. 3.°; I. Vázquez de Acuña y García del Postigo, Historial de la Casa de Gálvez, 2.ª parte, cap. X, 2005 (inéd.).

 

Isidoro Vázquez de Acuña y García del Postigo

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