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Félix Navarro Pérez

Biografía

Navarro Pérez, Félix. Tarazona (Zaragoza), 10.IX.1849 – Barcelona, 22.VII.1911. Arquitecto.

Nació en Tarazona, localidad aragonesa en la que transcurrió su infancia hasta que se trasladó a Zaragoza, donde obtendría el grado de bachiller en 1864. De ahí pasaría a Madrid, para realizar sus estudios universitarios en la Escuela Superior de Arquitectura, donde coincidirá con arquitectos como Ricardo Magdalena y Lluis Domènech i Montaner, si bien los interrumpió en un par de ocasiones al menos para realizar varios viajes al extranjero, poniendo de manifiesto las que serían notas características de su personalidad y de su vida: la curiosidad intelectual y profesional, el afán por conocer las novedades tecnológicas de su tiempo y el gusto por los viajes que harían de él el arquitecto aragonés más cosmopolita de su tiempo. Entre 1871 y 1874 estudió en Berlín, trabajó en un estudio de arquitectura de Boston y participó en la Exposición Internacional de Viena.

En una primera etapa profesional entre 1874 y 1877, además de colaborar con el arquitecto madrileño Francisco Jareño, permanecería en Madrid como docente en la Escuela de Arquitectura, en condición de profesor auxiliar en la Cátedra de Teoría del Arte, surgiendo aquí una vocación pedagógica que maduraría años más tarde (a partir de 1903) como profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza.

El regreso a la capital aragonesa se produciría en 1878 de la mano de un importante encargo: la construcción de un teatro de verano, el Teatro Pignatelli, lamentablemente desaparecido, que se convirtió en un hito arquitectónico por el innovador sistema constructivo utilizado. Consistía éste en una ligera estructura de hierro que permitía conseguir una amplia sala de espectáculos, algo nunca visto antes en la capital aragonesa. Debe tenerse en cuenta que las primeras construcciones en este material databan de pocos años antes (Crystal Palace, Londres, 1851, y Mercados de la Cebada y de los Mostenses, Madrid, 1870), para comprender el impacto que esta construcción produjo en su momento en la ciudad. El éxito del edificio le proporcionó trabajos similares como el Teatro Quintana, más tarde Teatro Bretón de los Herreros en Logroño, y años después el Teatro Goya (1889) de nuevo en Zaragoza, donde realizó otras obras relacionadas con la arquitectura ligada al ocio como fueron numerosos cafés (Café de París, 1878; Café Ambos Mundos, 1889, y Café La Perla, 1903).

En 1879, Félix Navarro consolidaba su situación profesional al ser nombrado arquitecto de la Diputación Provincial de Zaragoza, cargo que ocupó hasta 1892, cuando dimitió del mismo. Simultáneamente al desempeño de este puesto, que no le reportó grandes obras, realizó para la iniciativa privada tanto viviendas como panteones funerarios, a la vez que se presentaba a diversos concursos obteniendo, por ejemplo, el Primer Premio en el del Monumento a las Grandezas de Ávila (1882), en colaboración con el escultor Carlos Palao. Al mismo tiempo, su asentamiento en la ciudad se reforzó, desde el punto de vista personal, por su matrimonio con la zaragozana María Concepción Pérez Michelena, con quien tuvo nueve hijos, entre ellos Miguel Ángel Navarro, quien seguiría la profesión de su padre, destacándose como arquitecto en la Zaragoza de la primera mitad del siglo XX.

Fue precisamente esta tipología, la de los monumentos conmemorativos, la que probó en repetidas ocasiones el arquitecto aragonés, dentro y fuera de la región. Obras de menores dimensiones y coste que un edificio, los monumentos le permitieron desarrollar con total libertad su particular idea del arte en el que pesaban con extraordinaria fuerza los elementos simbólicos como se advierte en su Monumento al Justiciazgo, elegido por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en el concurso celebrado en 1887. El monumento, inspirado en una figura histórica, Juan de Lanuza, muerto a finales del siglo XVI por orden de Felipe II, representa en realidad la metáfora de la Justicia como ley suprema de la tierra a través de diversos elementos (columna, esfera, etc.) cargados de valor simbólico.

Su vinculación personal y profesional con la capital aragonesa no hizo disminuir su afán por los viajes y en 1889 solicitó a la Diputación Provincial de Zaragoza una ayuda para visitar la Exposición Universal de París, escribiendo a su regreso una interesante memoria en la que daba cuenta de las novedades tecnológicas presentadas en la muestra internacional. A juzgar por los comentarios expresados en dicho texto, la visita a la exposición le reafirmó en algunas de sus convicciones más profundas: su fascinación por el hierro como material de construcción y la preocupación por uno de los temas de mayor impacto social en el momento, la vivienda obrera, tema del que se ocuparía en escritos posteriores (La casa de mil pesetas y el nuevo procedimiento constructivo de la carpintería del ladrillo, 1891, entre otros) y que materializaría construyendo una serie de casas prototipo en los alrededores de Zaragoza, presentadas públicamente en agosto de 1891. Sin embargo, esta iniciativa no obtuvo ninguna respuesta. El fracaso de su proyecto de Sociedad Constructora de Casas para obreros y, probablemente, su insatisfacción por el cargo de arquitecto provincial le condujeron, al año siguiente, a abandonar la capital aragonesa desplazándose de nuevo a Francia para trabajar dirigiendo la construcción de frontones en París, Niza y Biarritz. Un empleo temporal dado que la quiebra de la empresa le obligó a regresar al país en 1894, instalándose en Madrid donde trabajó como arquitecto del Ministerio de Fomento.

En 1895 recibió el encargo para diseñar el Nuevo Mercado de Zaragoza, un proyecto que le hizo volver de nuevo en 1897 a la ciudad, donde se instalaría definitivamente hasta su muerte, producida quince años después. Este proyecto, cuyas obras se iniciaron en 1900, fue sin duda el más importante de su carrera y le reportó un sólido triunfo cuando el arquitecto era ya un profesional maduro, puesto que tendría 54 años al inaugurarse el edificio en 1903. El Nuevo Mercado, una imponente construcción en hierro situada en el corazón del centro histórico, en el exterior de las murallas romanas, venía a completar la infraestructura en materia de abastecimiento de Zaragoza cuya renovación se había iniciado años atrás, en 1887, con la inauguración del Matadero Municipal del arquitecto Ricardo Magdalena. Buena muestra de la amplitud y eficacia de su diseño es que, con pequeñas modificaciones, sigue en uso con éxito hasta la actualidad.

El reconocimiento tardío de su valía profesional en el medio aragonés iría de la mano de un incremento de encargos tanto en número, como en calidad y trascendencia de las obras en la fase final de su vida, entre 1903 y 1911. En 1901, un importante empresario naviero vasco, Miguel Larrinaga, le encarga una villa –que acabada años más tarde por su hijo, Miguel Ángel– será conocida como Palacio Larrinaga. En esta época realiza varias viviendas para la alta burguesía zaragozana en el paseo de Sagasta, una de las zonas más nobles de la capital a comienzos del siglo pasado, donde también se sitúa otra obra suya, la clínica del doctor Lozano. Artísticamente todas estas obras de estilo ecléctico pueden calificarse de interesantes, pero no novedosas respecto a la situación nacional donde el estilo imperante era el modernismo, una tendencia rechazada por Félix Navarro. No obstante, con todas ellas el arquitecto estaba contribuyendo a renovar la imagen urbana de Zaragoza, que poco a poco se convertía, si bien con cierto atraso, en una confortable ciudad burguesa con amplias calles y paseos arbolados en los que se levantaban espectaculares viviendas.

Su trayectoria profesional culminó en 1908 con la construcción del edificio para Escuela de Artes y Oficios, Artes Industriales y Escuela Superior de Comercio de Zaragoza, que formaba parte del conjunto de obras conmemorativas del Centenario de los Sitios que culminaron en la celebración de la Exposición Internacional Hispano-Francesa. Emplazado en la plaza de los Sitios, junto al Museo de Bellas Artes diseñado por Ricardo Magdalena, la Escuela de Navarro, en funcionamiento todavía hoy, es, de nuevo, un manifiesto de su concepción de la arquitectura. Si Magdalena había diseñado un edificio severo inspirado en la arquitectura aragonesa del siglo XVI, Navarro hace en la Escuela una declaración de entusiasmo por la arquitectura en hierro (culmina la fachada con una reproducción a escala de la Torre Eiffel) y por el eclecticismo, inspirado ahora en el mudéjar aragonés, alejándose significativamente del modernismo dominante en el resto de construcciones de la Exposición Internacional. Dentro de la misma se encargará también del Pabellón de Francia, trabajo que le merecería el título francés de Oficial de Instrucción Pública.

A la muerte en 1910 de su coetáneo Ricardo Magdalena, arquitecto municipal de Zaragoza, Félix Navarro ocupó su puesto interinamente poco más de un año, hasta 1911, cuando murió en Barcelona, donde se encontraba accidentalmente visitando a su hijo Miguel Ángel Navarro. Con él desapareció el arquitecto más inquieto y cosmopolita del panorama profesional aragonés. Fue además un visionario en su concepción de la arquitectura, a la vez que intentó solucionar problemas tan candentes como el de la vivienda de bajo coste. Muestra añadida de su valía fueron los reconocimientos que mereció en vida, desde los numerosos premios en certámenes y exposiciones (Medalla de Plata en la Exposición Nacional de Bellas Artes, 1871; Premio de la Exposición Internacional de Viena, 1873) como los nombramientos que recibió, entre ellos la condecoración de la Orden de la Corona de Prusia (1871) y el título de caballero de la Real Orden de Carlos III (1889). Fue miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis (desde 1881) y de la Comisión Provincial de Monumentos (desde 1905) y académico correspondiente de San Fernando (1905). Además de la extensa obra construida y escrita, dejó como herencia el inicio de una dinastía profesional de arquitectos que ha llegado hasta la actualidad.

 

Obras de ~: Teatro Pignatelli, Zaragoza, 1878; Café de París, Zaragoza, 1878; Teatro Bretón de los Herreros, Logroño, 1879; Edificio de viviendas en la calle Alfonso I, n.º 43, Zaragoza, 1879; Monumento al Justiciazgo, Zaragoza, 1887; Teatro Goya, Zaragoza, 1889; Panteón funerario de la familia Gorriz, Zaragoza, 1889; Panteones funerarios de las familias Aparicio y Mainar, Zaragoza, 1890; Panteón funerario de la familia Moncasi, Zaragoza, 1892; Nuevo Mercado, Zaragoza, 1895; Vaquería del Pilar, Zaragoza, 1897; Palacio Larrinaga, Zaragoza, 1901; Clínica del doctor Lozano, Zaragoza, 1903; Litografía Portabella, Zaragoza, 1903; Edificios de viviendas en el paseo Sagasta, n.os 16 y 17, Zaragoza, 1903; Café La Perla, Zaragoza, 1903; Edificio de viviendas en el paseo Sagasta, n.º 6, Zaragoza, 1904; Edificio de viviendas en el paseo de Sagasta, n.º 22, Zaragoza, 1906; Pabellón Francés y Escuela de Artes y Oficios para la Exposición Hispano-Francesa, Zaragoza, 1908; Edificio de viviendas en la plaza de Aragón n.º 1, Zaragoza, 1908; Fábrica de Galletas Patria, Zaragoza, 1909; Teatro Parisiana, Zaragoza, 1910.

Escritos: con F. Navarro y F. de Yarza, Dictamen de los señores arquitectos [...] para la reparación de la cúpula mayor y apoyos que la sostienen del Santo Templo de Nuestra Señora del Pilar, Zaragoza, Imprenta Mariano Salas, 1882; Memoria de los progresos constructivos y de higiene en la edificación exhibidos en la Exposición de París, Zaragoza, Hospicio Provincial, 1889; La casa de mil pesetas y el nuevo procedimiento constructivo de la carpintería del ladrillo, Zaragoza, La Derecha, 1891; “El arte del hierro”, en Arquitectura y Construcción, n.os 145-147 (1903); Concepto del Arte, Zaragoza, Imprenta y Fotograbado de Abadía y Capapé, 1904; “Casas para obreros. Su edificación desde el punto de vista estético, higiénico y económico”, en Diario de Avisos, 12 de enero de 1905; El monumento al Justiciazgo, Zaragoza, Hospicio Provincial, 1905; El monumento a los Sitios con el Templo del Pilar de Zaragoza, Zaragoza, Imprenta M. Salas, 1906; “La Torre de los Sitios”, en Revista Aragonesa, n.os 4-7 (1907); “Tres hermosas estatuas”, en Diario de Avisos, 21 de octubre de 1908; El arte en la cultura universal, Zaragoza, Imprenta y Fotograbado de Abadía y Capapé, 1908.

 

Bibl.: M. Frisón, A Zaragoza (folleto explicativo de las incidencias ocurridas en el proyecto y construcción del Nuevo Mercado), Zaragoza, Hospicio Provincial, 1900; J. R. Mélida, “La arquitectura en la exposición”, en Revista Aragonesa, n.os 16-21 (1908), págs. 21-23; J. Moneva, “Don Félix Navarro y Pérez arquitecto aragonés”, en Revista Nacional de Arquitectura, n.º 95 (1949), pág. 519; M.ª L. Cancela Ramírez de Arellano, El Mercado de Zaragoza de 1903, Zaragoza, Ayuntamiento, 1977 (Cuadernos de Zaragoza, 12); J. Martínez Verón, Arquitectura de la Exposición Hispano-Francesa, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1984; J. R. Morón Bueno, “El arte en las necrópolis de Zaragoza. Edad contemporánea”, en Las Necrópolis de Zaragoza, Zaragoza, Ayuntamiento, 1991, págs. 285-323; J. Martínez Verón, Arquitectura Aragonesa: 1885-1920. Ante el umbral de la modernidad, Zaragoza, Delegación en Zaragoza del Colegio Oficial de Arquitectos en Aragón, 1993; A. Martínez Herranz, “El Pignatelli o el sueño de una noche de un teatro de verano”, en Aragón Turístico y Monumental, n.º 331 (1994), págs. 5-8; M.ª P. Poblador Muga y C. Rábanos Faci, “Las dos sedes de la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza: la Antigua Facultad de Medicina y Ciencias y el Edificio de la Plaza de los Sitios”, en Centenario de la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza. 1895-1995, catálogo de exposición, Zaragoza, Ministerio de Educación y Ciencia y Escuela de Arte de Zaragoza, 1995, págs. 91-105; A. Martínez Herranz, Los cines en Zaragoza (1896-1936), Zaragoza, Ayuntamiento, 1997; A. Hernández Martínez, Magdalena, Navarro, Mercadal. Vidas paralelas, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1999; J. Martínez Verón, Arquitectos en Aragón: Diccionario histórico, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2001; P. Biel Ibáñez y A. Hernández Martínez, “Precisiones en torno a la arquitectura neomudéjar en Aragón”, en Arte Mudéjar Aragonés. Patrimonio de la Humanidad, actas del X Coloquio de Arte Aragonés, Zaragoza, Universidad, Departamento de Historia del Arte, Institución Fernando el Católico, 2002, págs. 331-371; J. Martínez Verón, “Félix Navarro, maestro de la arquitectura contemporánea”, en Mercado Central, n.º 3 (2002), págs. 30-36; A. Martínez Herranz, La arquitectura teatral en Zaragoza. De la restauración borbónica a la guerra civil (1875-1939), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2003; VV. AA., El arquitecto Félix Navarro. La dualidad audaz, catálogo de la exposición, Zaragoza, Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón, 2003; P. Biel Ibáñez, Zaragoza y la industrialización. La arquitectura industrial en la capital aragonesa entre 1875-1936, Zaragoza, Institución Fernando el Católico-Gobierno de Aragón, 2003; P. Biel Ibáñez y A. Hernández Martínez, La arquitectura neomudéjar en Aragón, Zaragoza, Rolde, 2006.

 

Ascensión Hernández Martínez

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