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Francisco Vergara Bartual

Biografía

Vergara Bartual, Francisco. El Romano. Alcudia (Valencia), 19.XI.1713 – Roma (Italia), 30.VII.1761. Escultor.

Hijo del escultor Manuel Vergara (c. 1687-c. 1758) y de Josefa Bartual, y primo hermano de Ignacio (1715-1776) y José Vergara (1726-1799), Francisco Vergara Bartual fue el único de los artistas de la familia valenciana de los Vergara del siglo xviii que desarrolló lo más importante de su carrera profesional fuera de Valencia, y, para algunos autores, el más famoso de todos ellos. Él mismo fue consciente de su valía artística y, sin duda, henchido por sus éxitos en Roma, llegó a pensar en aquella capital —según consta documentalmente— que de haber regresado a España no habría tenido rival entre los escultores que allí trabajaban. En la ciudad del Tíber tuvo oportunidad de asimilar la lección de la Antigüedad y de la escultura barroca romana, coincidiendo temporalmente, entre otros, con escultores de mayor edad y gran renombre como Filippo della Valle (1698-1768) y Pietro Bracci (1700-1773), artistas que representaban lo mejor de la fase rococó de la escultura romana.

Sus triunfos fueron conocidos contemporáneamente en su tierra y, desde luego, por su primo y condiscípulo Ignacio Vergara, con quien desde siempre se ha comparado.

El nacimiento de Francisco Vergara Bartual en la población valenciana de Alcudia se explica por alguna estancia provisional de sus progenitores allí con motivo de algún encargo de Manuel Vergara, cuya producción, muy mermada, se centró sobre todo en los retablos. En 1715 la familia Vergara Bartual ya estaba avecindada en Valencia, donde consta que en esas fechas vivía en la calle de Mur de Mosèn Femades.

En el obrador paterno debió de aprender los primeros rudimentos de su arte, pero fueron Leonardo Julio Capuz (1660-1731) y su tío Francisco Vergara el Mayor (1681-1753) sus maestros en la escultura.

Al igual que otros artistas, como sus primos Ignacio y José Vergara, estudió dibujo en la academia que mantenía en su casa el pintor Evaristo Muñoz (1671- 1737). Esta academia era heredera de la que se mantuvo abierta en el convento de Santo Domingo de Valencia en el último cuarto del siglo XVII y de la que sostuvo el pintor Juan Conchillos (1641-1711).

Una vez completada su formación, el 31 de diciembre de 1733, Francisco Vergara se examinó y obtuvo el título de maestro del gremio de carpinteros, que corroboraba su madurez profesional. Contaba sólo veinte años, la edad mínima reglamentaria para acceder al magisterio. Para la ocasión presentó como prueba de examen un Niño de Gloria. Su tío Francisco Vergara actuó como padrino y su padre como uno de los testigos. A partir de entonces en las listas de maestros carpinteros se le distingue del primero con la denominación de “el Menor”.

Es muy poco lo que se sabe sobre su actividad profesional en Valencia antes de marchar a Madrid hacia 1742. A esta etapa corresponde la anécdota según la cual su primo Ignacio Vergara y él pasaban muchos ratos observando las excelencias y estudio de los dos niños tenantes semidesnudos que se disponen a los dos lados del escudo sobre el dintel de la puerta de la fachada de la iglesia del antiguo convento del Carmen de Valencia, cuyo primer cuerpo se debe al arquitecto y escultor fray Gaspar Sent Martí (1574-1644). Gracias a Orellana se conocen algunas de las obras que realizó en territorio valenciano, si bien, según declara el propio erudito, ya en su época no eran muchos los testimonios de su habilidad en Valencia, tanto por su pronta marcha a Madrid como por la competencia profesional, especialmente de su primo Ignacio. Este autor le atribuyó en la ciudad de Valencia la Piedad o Cristo yacente, acompañada de cuatro niños plateados con las insignias de la Pasión en las manos y dos niños sosteniendo el Cáliz de la camilla del convento de religiosas de carmelitas descalzas de San José; el Santo Tomás de Villanueva del retablo de la capilla de la Comunión del convento de la Corona; el retablo mayor y colaterales de la ermita de San Vicente Mártir (la Roqueta), con las estatuas y niños que allí había; el San Antonio de Padua de piedra que estaba en el cenador de en medio de los claustros del convento de San Francisco; así como uno de los cuatro niños de las andas de la imagen de Jesús de los oficiales del Gremio de Carpinteros, siendo responsables de los otros tres su primo Ignacio Vergara, Luis Domingo y Tomás Llorens. Por último, Orellana señala que a competencia suya Juan Bautista Balaguer realizó el Cristo resucitado de la casa cofradía del Gremio de Albañiles de Valencia. De todas estas obras sólo se conserva acaso la primera, esto es, el Cristo yacente del convento de San José, aunque sólo la imagen de Cristo difunto y no la camilla, decoradas con tallas rococó, con los cuatro niños plateados portadores de los símbolos de la Pasión. Todo el conjunto lo vio Igual Úbeda antes de la Guerra Civil, pero no lo fotografió entonces, dando por desaparecida la imagen con posterioridad.

Sacada a la luz recientemente, la talla es de tamaño menor que el natural. El yacente, un tanto rígido, aparece con los brazos paralelos al cuerpo y las piernas casi rectas. La anatomía del desnudo es correcta. Toda la tensión se concentra en la cabeza, levemente inclinada hacia la izquierda, aunque el dolor que se expresa en el rostro es bastante contenido, y, en general la sangre no es excesiva. El cabello presenta abundantes rizos, muy estudiados. El paño de pureza se recoge en el centro y se dobla en pliegues menudos y algo acartonados. En cuanto a su obra en la ermita de la Roqueta, ésta obedece a la renovación que se emprendió en el edificio en abril de 1738. El retablo se componía de dos cuerpos: en el inferior, cobijada en una hornacina, se disponía la imagen del santo mártir, y a cada lado, entre columnas, aparecían sendas pinturas representando a San Benito y San Bernardo de Alzira; en el superior estaba colocado un lienzo que representaba a Cristo crucificado. Todo estaba rematado por el escudo de Poblet. A cada lado del altar mayor, dando paso a una pequeña sacristía, se abrían sendas puertas adornadas con ángeles, que también eran obra de Vergara, así como los retablos colaterales. El del lado del Evangelio contenía una urna acristalada que cobijaba la imagen yacente de San Vicente Mártir, rematada por un gran dosel que recordaba a los empleados en algunos retablos castellanos del primer tercio del siglo xviii relacionados con los Churriguera. Sobre él, dos ángeles niños sostenían uno la palma del martirio y otro una corona de flores, según puede verse en un grabado anónimo del siglo xix. El retablo del lado de la Epístola, que iba a dedicarse a Cristo crucificado, y que parece, luego tuvo por titular a San Bernardo, no se sabe cómo sería. De Francisco Vergara Bartual eran también los ángeles de estuco que flanqueaban los ventanales del crucero, que portaban, los del Evangelio, atributos alusivos a San Vicente Mártir, y los de la Epístola, instrumentos de la Pasión.

Fuera de la capital de Valencia era suyo el retablo mayor de la iglesia de Poliñá de Júcar, con el grupo de la cena y el resto de las esculturas, obra desaparecida pero conocida por fotografía. Se supone que lo llevaría a cabo hacia 1740, pues en junio de ese año consta documentalmente que su padre estaba en la población probablemente ayudándole en la obra.

Nada más se sabe de la etapa valenciana de Francisco Vergara Bartual, pues pronto marchó a Madrid en busca de nuevos horizontes profesionales, por mucho más que por una supuesta envidia hacia su primo Ignacio como sostuviera algún autor contemporáneo.

Según el propio artista declaró en la solicitud (sin fecha) dirigida al Rey para ser admitido entre los escultores que habían de labrar las estatuas y relieves que iban a decorar el Palacio Real, él había estudiado en la academia privada de Olivieri. Ésta no comenzó a funcionar hasta junio de 1741, empezando a despertar el interés como centro docente a partir de 1742.

Teniendo esto en cuenta y que la respuesta real a la pretensión del artista se fecha el 17 de enero de 1743, es de suponer que el artista llegaría a la Corte aproximadamente a principios de 1742. Por esas fechas del examen para escultor del taller real Francisco Vergara Bartual había recibido el encargo de Miguel Herrero de Ezpeleta, oficial de la Secretaría del Despacho Universal de Estado, de llevar a cabo dos bustos de Jesús y María, que fueron ajustados en 900 reales. La actitud en que debía realizarlos coincide totalmente con los modelos propuestos como tema de examen y prueba de su capacidad, coincidencia que prodría deberse a la protección de Olivieri. Por mediación de su maestro carrarés el 24 de junio de 1743 aceptó el encargo de labrar un sátiro y una sátira y dos máscaras para colocarlas en los frontis triangulares de las ventanas del piso principal de una de las cuatro fachadas del Palacio Real, que entregó el 8 de noviembre de ese año. En 1744 se le encargó un trofeo del Arte para las sobreventanas de las escaleras principales del Palacio, que terminó el 5 de junio, y el 15 de septiembre de ese año entregó una cabeza de león para el zaguán de levante. A finales de 1774 el escultor valenciano fue elegido para que ayudara a Olivieri a restaurar los modelos de yeso de estatuas antiguas que el pintor Velázquez trajera desde Roma y que se encontraban muy maltratados. Su obra en Madrid conocida se completa con las imágenes de San Francisco de Paula y San Antonio de Padua (entre 1742 y 1744) de la iglesia de San Ildefonso. La primera, muy barroca, muestra la nerviosa mano sobre el pecho en declamatoria actitud.

Al pie se dispone un niño que porta el emblema de “Cáritas”. De gran calidad e intensa dulzura es el San Antonio. Considerada como una de las mejores representaciones del santo del siglo, muestra influencias de Juan Pascual de Mena.

En Madrid permaneció poco tiempo, pues examinado por la Junta Preparatoria de la Academia de Bellas Artes el 18 de marzo de 1745, fue pensionado para pasar a estudiar a Roma, convirtiéndose, así, en el primer artista pensionado por aquélla. Se le concedían 3000 reales como beca el 11 de abril de 1745, cantidad que recibió el 29 de dicho mes. El 12 de julio el valenciano ya estaba en Roma. Por su estancia en la capital italiana es conocido por el apodo de El Romano, al igual que otros artistas por el mismo motivo. Allí entró en el estudio del florentino Filippo Della Valle, uno de los escultores más reconocidos del momento. Ayudado por él y por Pietro Bracci, otro de los escultores más sobresalientes de entonces y amigo de Della Valle, pronto encontró Vergara un lugar en el ambiente artístico romano.

No se tienen noticias de su actividad artística en Roma entre 1745 y 1749. El 14 de septiembre del último año, junto con el pintor sevillano Francisco Preciado de la Vega, fue nombrado académico de mérito de la Academia de San Lucas de Roma. Para la ocasión presentó un modelo con el tema David con la cabeza de Goliat. El 17 de septiembre de 1750 firmó capitulaciones para realizar una de las obras que más fama le ha dado: la estatua de San Pedro de Alcántara de la Basílica de San Pedro del Vaticano, que forma parte de la serie de fundadores de órdenes religiosas.

Previamente había sido elegido su modelo entre todos los presentados a concurso. De tamaño colosal (cuatro metros y medio de altura), está labrada en mármol de Carrara. El escultor se comprometía a modelar en estuco una estatua de igual tamaño que la original y que se colocaría en el que iba a ser su emplazamiento definitivo para allí ser examinada. Por todos los trabajos recibió 4000 escudos romanos, entregados en diferentes pagas. La estatua ya estaba colocada el 20 de junio de 1753. El que fuera amigo y confesor de Santa Teresa aparece extasiado, con la mirada hacia lo alto, llevando una gran cruz, ayudado por un ángel mancebo. A sus pies aparece un libro abierto en recuerdo de su doctrina espiritual y bajo él una calavera en alusión a la vanitas del mundo. Esta magnífica escultura, de la que se sacaron estampas, recibió los mayores elogios de sus contemporáneos, que llegaron a compararla por su calidad con la mejor estatuaria antigua. Gracias a ella el nombre del escultor fue conocido en los medios artísticos europeos.

Después de ocuparse entre 1753 y 1754 del modelo de la estatua de plata de San Ignacio de Loyola de la Basílica de Azpeitia (Guipúzcoa), en 1755 se le encargaron las estatuas y relieves del altar de San Julián o Transparente de la catedral de Cuenca para su capilla, proyectada por el arquitecto Ventura Rodríguez.

Ya concluido en 1759, el conjunto, que enlaza con la mejor escultura barroca romana, está formado por tres medallones con relieves: el central representa a la Virgen entregando la palma a San Julián, y los dos laterales, San Julián con San Lesmes haciendo cestas y el Bautismo de San Julián. Completan el altar las estatuas de la Fe, la Esperanza y la Caridad.

Con el aval que representaban sus obras, la Academia de San Fernando de Madrid no dudó en concederle el título de académico de mérito, al igual que al escultor Francisco Gutiérrez de Arribas, al pintor Francisco Preciado de la Vega, y al arquitecto Miguel Fernández, los cuatro pensionados en Roma.

La Junta particular de la academia madrileña el 9 de mayo de 1758 decidió dar por terminada la pensión que Vergara disfrutaba y se lo comunicó. El artista pidió que se le prorrogara su estancia en Roma para poder concluir el encargo conquense, ofreciéndose al tiempo como profesor de los nuevos pensionados. Se aceptó la primera de las peticiones, pero al producirse la muerte del rey Fernando VI el 10 de agosto de 1759, el cardenal Portocarrero, ministro plenipotenciario de la monarquía hispana en Roma, contó con él para que participara en el túmulo para las exequias del Monarca en la Real Iglesia de Santiago de los Españoles de Roma, como también había intervenido en el que se erigió para la reina Bárbara de Braganza en la misma iglesia. Dos años después, en 1761, se hizo cargo de su último gran encargo: el mausoleo del cardenal frey Joaquín Fernández Portocarrero en la iglesia del priorato de Malta de Roma. No sorprende que Vergara se ocupara de esta obra, pues aquel personaje había sido su mecenas y amigo. De este mausoleo, que remite a modelos de Pietro Bracci, poseía El Romano a su muerte un modelo de barro, según se anota en su inventario de bienes, lo que es suficiente para documentar una autoría ya señalada por Ponz.

Después de una carrera jalonada de éxitos, Francisco Vergara Bartual, El Romano, falleció en la ciudad que le dio el sobrenombre a causa de una enfermedad el 30 de junio de 1761, a la temprana edad de cuarenta y siete años. Dejó viuda a Teresa Saturni, con la que se había casado tres años antes, y huérfanos a tres hijos, uno de ellos póstumo.

 

Obras de ~: Retablo mayor y retablos colaterales de la ermita de San Vicente de la Roqueta, Valencia, 1739-1742 (desapar.); retablo mayor de la iglesia parroquial de Corpus Christi, Polinyà de Xùquer (Valencia), 1740 (desapar.); Cristo yacente de la camilla del convento de San José, Valencia, ant. a 1742 (desapar.); Santo Tomás de Villanueva del retablo de la capilla de la Comunión del convento de la Corona, Valencia, ant. a 1742 (desapar.); San Antonio de Padua del cenador de en medio de los claustros del convento de San Francisco, Valencia, ant. a 1742 (desapar.); uno de los cuatro niños de las andas de la imagen de Jesús de los oficiales del Gremio de Carpinteros, Valencia, ant. a 1742 (desapar.); bustos de Jesús y María para don Miguel Herrero de Ezpeleta, Madrid, 1742 (desapar.?); San Antonio de Padua y San Francisco de Paula para la iglesia de San Ildefonso, Madrid, 1742-1744; dos máscaras para el piso principal del Palacio Real, Madrid, 1743; trofeo del Arte para las escaleras del Palacio Real, Madrid, 1744; cabeza de león para el zaguán de levante del Palacio Real, Madrid, 1744; bajorrelieve en mármol de Santa Bárbara, modelo en barro y Santo Cristo de yeso para don Miguel Herrero de Ezpeleta, Madrid, 1748 (desapar.?); modelo de David con la cabeza de Goliat para la Academia de San Lucas, Roma, 1749; San Pedro de Alcántara para la Basílica de San Pedro, El Vaticano, 1750-1753; modelo para San Ignacio de Loyola para la Basílica, Azpeitia (Guipúzcoa), 1753-1754; estatuas y relieves del altar de San Julián o Transparente de la catedral, Cuenca, 1755-1759; cuatro putti para el catafalco de la reina Bárbara de Braganza en la iglesia de Santiago de los Españoles, Roma, 1759 (desapars.); estatuas y relieves para el túmulo del rey Fernando VI en la iglesia de Santiago de los Españoles, Roma, 1759 (desapar.); sepulcro del cardenal Fernández Portocarrero para Santa María del Priorato de la Orden de Malta, Roma, 1761.

 

Bibl.: A. Ponz, Viaje de España, III, Madrid, Joaquín Ibarra, 1774; M. A. Orellana y Mocholí, Biografía pictórica valentina o vida de los pintores, arquitectos, escultores y grabadores valencianos, Valencia, Xavier de Salas, 1967; L. Tramoyeres Blasco, “La familia Vergara. Nuevos datos para completar las biografías de los escultores valencianos Manuel, Francisco e Ignacio y del pintor José”, en Archivo de Arte Valenciano (AAV) (1917), págs. 146-152; J. J. Martín González, Escultura barroca en España, 1600-1770, Madrid, Cátedra, 1983; J. L. Barrio Moya, “El escultor valenciano Francisco Vergara Bartual y sus obras en la catedral de Cuenca”, en AAV, (1988), págs. 106-115; M. L. Tárraga Baldó, “Examen de Francisco Vergara Bartual para escultor del taller real”, en Archivo Español de Arte, 245 (1989), págs. 84-87; C. Belda Navarro, “Francisco Vergara y la Academia de San Lucas de Roma”, en Ars Longa, (1994), págs. 139-146; J. Urrea Fernández, “Francisco Vergara en Roma”, en Boletín del Museo Nacional de Escultura, 2 (1997- 1998), págs. 17-28; A. de S. Ferri chulió, Francisco Vergara Bartual (L’Alcudia,173-Roma, 1761). Vida y obra. Sueca, Imp. de Luis Palacios, 2005 (1.ª ed.); Valencia, Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, 2007 (2.ª ed.); A. M. Buchón Cuevas, Ignacio Vergara y la escultura de su tiempo en Valencia, Valencia, Secretaría Autonómica de Cultura y Política Lingüística de la Generalitat Valenciana, 2006.

 

Ana María Buchón Cuevas