Jiménez, Domingo. Castilla, c. 1534 – ?, 1602-1610. Teniente de gobernador, encomendero.
Llegó en 1566 a la provincia de Costa Rica durante el gobierno del alcalde mayor interino Pedro Venegas de los Ríos. Era escribano y poeta. Acompañó a Perafán de Ribera en su jornada al río de La Estrella y fue uno de los fundadores de la ciudad de Nombre de Jesús, de cuyo primer Cabildo formó parte, como alcalde ordinario. Perafán le favoreció con algunas encomiendas a fines de la década de 1560.
El 10 de enero de 1569, día en que se decretó el repartimiento de los indios, Domingo Jiménez, por ser entonces escribano del Cabildo de Cartago, tomó parte muy activa en los sucesos que llevaron a permitir los repartimientos. Por lo tanto, le fueron adjudicados en premio de sus servicios los pueblos de Abicetaba y Xufragua con sus barrios y estancias, y además unos cien indios en el remoto pueblo de Cia.
A Perafán de Ribera, último conquistador de Costa Rica y perteneciente a la casa de los duques de Alcalá, le habían dado la gobernación de Costa Rica para que se repusiera de los quebrantos de fortuna que había sufrido en Honduras. Por consiguiente, después de haber llegado a Cartago, dirigió sus pasos hacia la famosa mina de La Estrella. Fueron muchas las penalidades que sufrieron los soldados que acompañaban a Perafán en dicha expedición, entre quienes estaba Domingo Jiménez.
En una ocasión, los soldados estuvieron detenidos en el campamento de Arariba, valle del Duy, debido no tanto por la cautelosa resistencia de los indios, cuanto por las enfermedades y carencia absoluta de indispensables provisiones, rodeados de impenetrables bosques, de desconocidas y ásperas montañas, y alejados de los auxilios de la ciudad de Cartago.
En esas circunstancias, hubo algunos pocos españoles que, habiendo perdido la esperanza de dar con las minas de La Estrella y temerosos por los recios trabajos que pasaban, pensaron en la fuga y tramaron un motín. Entre los conspiradores se encontraba Vicente Castillo, al parecer el jefe principal. De este episodio proviene el denominado proceso de Arariba, del cual formó parte Jiménez, primero como declarante y después como juez asesor. Inicialmente, Jiménez pretendió salvar a los culpables; pero, una vez designado juez por Perafán, debió apelar a la severidad con que se reprimió el intento de conspiración.
El Tribunal dictó sentencia de muerte para el jefe de aquella conjura, Perafán confirmó la sentencia y fue el ejecutor en la horca, en donde murió Vicente Castillo.
Las penalidades que la travesía encontró para establecer una población en las costas del Atlántico, dirigieron a los expedicionarios a atravesar la cordillera y dirigirse hacia la vertiente del Pacífico, travesía en la cual fallecieron uno de los hijos de Ribera y algunos soldados. En Boruca, el gobernador fundó la ciudad de Nombre de Jesús, la cual estaba destinada a desaparecer poco después de su fundación. Antes de que ello ocurriera, Domingo Jiménez había sido nombrado su alcalde en 1571. No obstante, luego pudieron confirmar que, si era difícil poblar una ciudad como Cartago, más lo iba a ser un lugar más remoto como Nombre de Jesús, por lo cual decidieron abandonar aquel alejado paraje de Boruca.
Tras dos años de estar en aquel difícil recorrido, regresaron a Cartago en donde se les tenía a todos ellos como perdidos. Los indios recién conquistados, aprovechándose de la extensa ausencia del gobernador, se habían sublevado en toda la provincia, muy especialmente los de Aoyaque. Con tal motivo fue enviado a sujetarlos Diego López de Ribera, hijo del gobernador.
Asimismo, Domingo Jiménez fue uno de los soldados de esa nueva expedición.
En adelante, vino el retiro del gobernador de Ribera, quien marchó a Guatemala y fue a morir a Nueva España, después de exhaustos años de conquista; la empresa minera había fracasado, y la codicia fue compensada únicamente mediante las encomiendas.
En la gobernación le siguió Alonso Anguciana de Gamboa, de quien se dice que inició la lista de malos gobernantes de la provincia. Bajo su poderosa influencia, las ciudades de Costa Rica mudaron violentamente su asiento, los indios duplicaron sus tributos, los encomenderos tuvieron inseguras tasaciones, los misioneros olvidaron su celo religioso, los litigantes avivaron sus rencores y todos los vecinos del lugar vieron minada su seguridad. No hubo ordenanza real ni apelaciones que frenaran a Alonso de Anguciana.
En situación tan peligrosa tuvo Domingo Jiménez la ocurrencia de censurar los abusos de aquel jefe omnipotente.
En ese tiempo, eran de uso común los libelos manuscritos, que sigilosamente pasaban de mano en mano por toda la ciudad.
Domingo Jiménez escribió un libelo en contra de Anguciana que dio por resultado el que fuera el escritor a dar a la cárcel. El proceso y la prisión del libelista parecieron extenderse, por lo cual devino posteriormente la fuga del acusado, quien logró llegar ileso y pedir asilo al convento de Aranjuez. Allí logró componer las famosas coplas con que se despedía de su amada, y que iniciaban así: “Vive, Leda, si podrás / y no penes atendiendo, / Que, segund peno partiendo, / Ya no esperes que jamás / Te veré ni me verás”.
A pesar de la carta de justicia con que Anguciana ordenaba prenderlo, Jiménez logró salir del monasterio y dirigirse a Nicaragua con la connivencia de los pobladores. Se dice incluso que sus coplas, más que ser perseguidas y denunciadas, eran cantadas y publicadas; y que al huir fue ayudado por los vecinos que le dieron un caballo y comida.
Tres años después de aquellos sucesos, en 1577, aparece Domingo Jiménez desempeñando las tareas de regidor. Había regresado una vez que fue gobernador Artieda Chirinos. En 1577 fungía como contador de la Real Hacienda en Cartago; en 1579 era alcalde ordinario de la misma ciudad, pues su nombre cubre la carta escrita al Rey, en la que se encomiaba la conducta del buen gobernador. En 1580 fue teniente de gobernador de Nicoya.
Difícilmente puede localizarse otra referencia a Domingo Jiménez en los documentos públicos de años posteriores. Sin embargo, se le encuentra en un documento del año 1600: en la información de méritos y servicios levantada por Francisco de Ocampo Golfín.
En 1604 vuelve Ocampo a levantar otra información de testigos y antiguos conquistadores; pero ya en ella no figura el nombre de Domingo Jiménez, quien posiblemente falleció entre los años de 1602 y 1610.
Bibl.: VV. AA., Progenitores de los costarricenses. Los conquistadores, t. IV, San José, Costa Rica, Imprenta Lehmann, 1940; L. Fernández, Asentamientos, Hacienda y Gobierno, t. III, San José, Biblioteca Patria, Editorial Costa Rica, 1976; C. Meléndez, Conquistadores y Pobladores. Orígenes Histórico-Sociales de los Costarricenses, San José, EUNED, 1982.
Carmela Velázquez