Urbiztondo y Eguía, Antonio. Marqués de la Solana (I). San Sebastián (Guipúzcoa), 17.I.1803 – Madrid, 26.IV.1857. General carlista y capitán general de Filipinas.
Fallecido su padre en el sitio de Cádiz cuando tan sólo contaba siete años, Urbiztondo obtuvo el 19 de mayo de 1814 una plaza de caballero paje de Su Majestad, en cuya real casa permaneció hasta 1819. En dicho año, obtuvo una asignación de 800 ducados anuales para el Colegio de San Bartolomé y Santiago de Granada, en teoría para emprender la carrera eclesiástica, pero en realidad para no separarse de la hija del general Francisco Ramón Eguía, que había sido nombrado capitán general de Granada, y con la que acabó contrayendo matrimonio.
Proclamada la Constitución en 1820, Urbiztondo acompañó al general Eguía a Durango, habiendo previamente obtenido licencia del Monarca para efectuar sus estudios en la Universidad de Oñate. En abril de 1821 encabezó la sublevación realista en Vizcaya, haciéndose fuerte con sus hombres en Salvatierra, donde hubo de capitular el día 24 ante el general López Baños. Confinado a Oñate en junio de 1822, Urbiztondo no tardó en fugarse a Francia, donde volvió a reunirse con el general Eguía, que le empleó en la secretaría de la Junta realista que se organizaba en Bayona. En junio, se incorporó como capitán a las tropas del general Quesada, que hacían la guerra en Navarra, distinguiéndose en varias acciones y siendo ascendido a teniente coronel el 11 de agosto de 1822. En 1825, se hizo cargo de la defensa del general Capape, “en cuya causa se hallaban complicados los mismos que dirigían el Gobierno”, consiguiendo su absolución, pero siendo a cambio desterrado a un año de prisión en el castillo de las Peñas de San Pedro, de donde logró salir antes de cumplirse el plazo debido a un cambio de ministerio.
Puesto al frente del segundo batallón de voluntarios realistas de Madrid y destinado a la inspección general de dicho cuerpo el 4 de abril de 1826, obtuvo el grado de teniente coronel el 17 de agosto de 1827, pues no se le había reconocido el otorgado durante la campaña realista. Desde el 28 de noviembre de 1828 hasta el 17 de marzo de 1829, en que fue destinado al regimiento de la Reina, permaneció con licencia ilimitada. El 1 de abril de 1831 pasó al regimiento de Zamora con grado de coronel y empleo de teniente coronel, y el 1 de febrero de 1833 al de Navarra, hasta que en diciembre del mismo año fue separado de su empleo en atención a sus antecedentes políticos, y confinado en Mérida. De allí se fugó a Portugal, cuya frontera cruzó el 19 de enero de 1834. El 11 de febrero don Carlos le nombró capitán de Guardias Españolas y le encargó la formación del batallón que con este nombre creó para su servicio. Poco más tarde, y debido a las vicisitudes de la Guerra Civil portuguesa, hubo de pasar a Inglaterra, donde se le dio orden de trasladarse a Navarra en compañía del coronel Carlos O’Donnell, pero ambos fueron detenidos en París y obligados a regresar a Londres en el mes de octubre. De allí fue enviado a Holanda para hacerse cargo de un alijo de armas que debía conducir a Vizcaya, pero el buque se hundió durante el viaje de regreso y Urbiztondo hubo de volver a Londres. El 10 de enero 1835 embarcó rumbo a las costas vascongadas a bordo de la goleta Isabel Ana, que transportaba numerosas municiones y más de treinta oficiales carlistas, pero que fue apresada por el vapor cristino Reina Gobernadora, que les condujo a Santander. Tras diversas vicisitudes, fueron deportados a Puerto Rico, desde donde Urbiztondo y catorce de sus compañeros se fugaron a la vecina isla de Santo Tomás. De allí pasó a Inglaterra y, tras un viaje sin incidentes a través de Francia, logró incorporarse a las filas carlistas el 2 de agosto de 1835, donde se le reconoció el grado de brigadier.
El 15 de octubre de 1836, actuó como secretario de la junta de generales en que se decidió el nuevo sitio de Bilbao. El 30 de diciembre de 1836, se le encargó reorganizar los batallones castellanos procedentes de la división de Gómez, lo que verificó con singular eficacia, y a cuya tarea estuvo entregado hasta que fue nombrado segundo jefe de estado mayor de la expedición real. El 26 de junio, cuando la expedición se hallaba en Vinaxá, fue llamado por don Carlos, quien le habló en los siguientes términos: “Antonio, me veo en la necesidad de dejarte en este Principado, por faltar a su ejército una cabeza que le organice, y para que metas en cintura a unos jefes que obran en sus respectivos distritos como unos reyecitos. Estas y otras consideraciones me han obligado a acceder a las repetidas gestiones de los sujetos de más prestigio, y como prueba de mi estimación serás declarado Mariscal de campo desde este momento”.
Urbiztondo se dedicó desde el primer momento a la reorganización de sus tropas, utilizando como núcleo de su ejército trescientos hombres que habían quedado rezagados de la expedición real. El 12 de julio de 1837 lograba apoderarse de Berga, ciudad que desde entonces se convirtió en la capital de los carlistas catalanes, y donde hizo trescientos cincuenta prisioneros. El ejemplo de Berga sirvió para la inmediata capitulación de Gironella sin que fuera necesario disparar un tiro. Acto seguido ocupaba Prats de Llusanés, que el barón de Meer no se atrevió a amparar, y el 27 capitulaba Ripoll. Pero el pésimo estado de las tropas carlistas catalanas hizo que Urbiztondo tuviera que detener su ofensiva y dedicarse por completo a su reorganización, encontrándose además con el contratiempo de que don Carlos le obligó a remitirle las tropas expedicionarias que habían quedado en el Principado.
Sus desavenencias con las autoridades carlistas catalanas, tanto civiles como militares, dieron lugar a varias exposiciones de Urbiztondo a don Carlos poniendo verdes a quienes debían ser sus colaboradores, exposiciones que cayeron en manos de los isabelinos y que al ser publicadas por éstos hicieron imposible que Urbiztondo permaneciese en su puesto, por lo que hubo de abandonar Cataluña a principios de enero de 1838.
De regreso al norte, Urbiztondo fue dejado de cuartel hasta que tras los fusilamientos de Estella se le encargó contener a las tropas que al mando de Maroto marchaban contra el cuartel real. Tras conferenciar con este jefe, Urbiztondo coincidió con él en la necesidad de desterrar a muchos miembros del entorno del pretendiente, y acto seguido pasó de nuevo al cuartel real para hacérselo saber a don Carlos, que finalmente terminó cediendo. Maroto premió sus buenos oficios nombrándole comandante general de la división castellana, puesto en el que continuó hasta el convenio de Vergara, en cuyos preparativos y celebración jugó un importante papel. En virtud del convenio, Urbiztondo obtuvo la revalidación del grado de mariscal de campo y pasó de cuartel a San Sebastián.
En 1841 tomó parte en el alzamiento antiesparterista, tras cuyo fracaso se vio obligado a refugiarse en Francia, donde permaneció hasta el indulto de 1843. El 12 de septiembre de dicho año fue nombrado comandante general de Vizcaya. El 16 de marzo de 1846 fue designado capitán general de Vascongadas, y el 10 de octubre de 1846 ascendió a teniente general, sin que ello le supusiera un cambio de destino, y en él se encontraba cuando tuvo lugar la Segunda Guerra Carlista, que supo reprimir en sus comienzos, lo que le mereció el título de marqués de La Solana.
El 28 de enero de 1850 Urzbiztondo fue nombrado capitán general y gobernador de las islas Filipinas; desembarcó en Manila el 27 de junio. En enero de 1851 dirigió una campaña de castigo contra Joló, cuya capital conquistó, desarmando sus fuertes y obligando al sultán a firmar una capitulación favorable a los intereses de España. Entre otras medidas tomadas durante su mando, Urbiztondo igualó los tributos que se pagaban en Filipinas con los de España, con lo que consiguió aumentar los ingresos de aquel gobierno en más de 250.000 pesos, y creó el Banco Español y Filipino de Isabel II como forma de activar el comercio. Admitida su dimisión el 23 de septiembre de 1853, Urbiztondo desembarcó en Marsella el 10 de febrero de 1854 y el 17 de abril se le concedió su cuartel para Vitoria. En 1856 fue ministro de la Guerra en el gabinete de Narváez, cesando el 16 de diciembre del mismo año, en que fue nombrado ayudante de campo del rey Francisco. Según Jaime Ignacio del Burgo, que documenta una versión que ya corrió en la época, su muerte se produjo como consecuencia de un enfrentamiento mantenido en la antecámara de Isabel II con el marqués de los Arenales —que también falleció en el lance— y el general Narváez.
Obras de ~: Apuntes sobre la guerra de Navarra en su última época, y especialmente sobre el Convenio de Vergara, Madrid, Imprenta de D. R. de la Sota, 1841.
Fuentes y bibl.: Archivo General Militar de Segovia, exp. personal.
P. Chamorro y Baquerizo, Estado Mayor General del Ejército Español, Madrid, R. Santacana, 1852, secc. Tenientes Generales, págs. 313-320; J. I. del Burgo, “Un drama político.
La muerte del general Urbiztondo”, en Letras de Deusto, 5 (1973); J. M. Cuenca Toribio y S. Miranda García, El poder y sus hombres. ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles? (1705-1998), Madrid, Actas, 1988; J. I. del Burgo, “Un duelo en el Palacio Real. La muerte del general Urbiztondo”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (Madrid), t. CCV, cuaderno II (mayo-agosto 2008), págs. 227-249.
Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera