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Sinesio Baudilio García Fernández

Biografía

García Fernández, Sinesio Baudilio. Diego Abad de Santillán, Adama. Reyero (León), 20.V.1897 – Barcelona, 18.X.1983. Publicista, traductor, historiador y militante anarquista.

Hombre capaz, beligerante y, sobre todo, laborioso, creó escuela [Cappelletti, 1992]. La solidez de sus ideas residió en los distintos prismas con que analizaba la realidad, lo que le reportó no pocos sinsabores, sobre todo cuando pasó del anarcosindicalismo puro a otro más transigente. Se embarcó en una andadura a la que se mantuvo entregado hasta su muerte, tomando su anarquismo militante como parte del humanismo. Ideólogo y pensador, fue uno de los escasos anarquistas que publicó sobre temas económicos.

Primero de cuatro hermanos del matrimonio formado por el herrero Donato y por Ángela. Desde tierna edad, emigrado su padre a Santa Fe (Argentina) en 1900, realizó labores de ayuda a la economía familiar, incluso de gañán para el rebaño del pueblo. Vuelto su progenitor en 1905, decidieron, con madre y hermana, asentarse allí, donde nacieron dos hermanos. Desde los 10 años trabajó en diversos oficios -aprendiz de albañil, de herrero, en el ferrocarril y de tipógrafo- y realizó estudios primarios en la escuela nocturna. Regresó a León en 1913 para cursar bachillerato en el Instituto General y Técnico (hoy Padre Isla), en el que ingresó en septiembre y finalizó el grado en junio de 1915, algo loable al ser alumno libre.

Notable lector, compaginó los estudios con la escritura; los artículos histórico-literarios que mandó a la prensa local no se han localizado, aunque sí lo ha sido una obra, Musa juvenil, poesías. Lamentos amorosos de un poeta, publicado con esmero por Miñón en enero de 1915, en el que ya se dice que depende en exceso de las lecturas hechas; no obstante, recibió la indulgencia de la tierra y de la juventud; además prologó el folleto El héroe ignorado, de E. Ortega y Linares (León de España, 18 y 19 de enero de 1915), que mostraba el patriotismo que le acompañó en estos primeros tiempos.

Recaló en Madrid en 1915 y se matriculó en Filosofía y Letras en la Universidad Central, donde trató a Ortega y Gasset y Julio Cejador, y amistó con Eugenio Noel. Con melenas y porte modernista, frecuentó ambientes bohemios, según refleja en su primer libro —La lucha, primeros años de un poeta—, novela de 1915, y parece que se interesaba por la poesía, aunque las críticas que reciben tanto esta obra (en Nuevo Mundo, con foto) como la siguiente  -España muerta, poema alegórico inspirado por Cervantes- de 1916 (en España, y en Nuestro Tiempo por José Subirá) no eran alentadoras para este “modesto portaliras”, que además se mostraba anglófobo en momentos de guerra mundial; en este año, además, intervino en un acto homenaje a Rubén Darío y, en Toledo, leyó una conferencia “soporífera” en el Centro de Artistas. Se habla, además, de otra obra que no se ha localizado: Dos amigos. Tal vez debido a las críticas se inclinó por el ensayo, iniciado con Europa muere, editada por el socialista Felipe Peña Cruz, al que siguen -todo en 1916- Europa nueva, Discurso sobre los grandes hombres y el opúsculo El derecho de España a la revolución.

Parece que esta última obra la firmó como Diego Abad de Santillán, lo que continuó en 1917 con Psicología del pueblo español (mismo título que el de R. Altamira), que denotaba un caudal de lecturas muy variadas, lo que no fue óbice para disminuir las críticas que le lanzaron las reseñas de P. Aurelio Martínez en España y América (31 de marzo de 1918, pág. 383) y la de J. Deleito en La Lectura (enero de 1919, págs. 60-62). A fines de año aparecieron sus colaboraciones en la revista tiflófila Los Ciegos, en cuya redacción había ingresado, en la que alternaba el seudónimo con el nombre.

No llegó a terminar la carrera al ser encarcelado en los sucesos revolucionarios de agosto de 1917; juzgado, se le condenó a 12 años, aunque salió con la amnistía del 8 de mayo de 1918. La ayuda recibida en la cárcel, en que conoce a Tomás Herreros, le inclinó hacia el anarquismo. En Nuestro Tiempo (marzo de 1918) habla de la ineptitud del sistema parlamentario. En mayo, desde la Cárcel Modelo, escribía en Renovación Española. El seudónimo parece reflejar su pensamiento arraigado en la esencia castellana, lo que confirma ahora el artículo laudatorio “La coronación de Nuestra Señora del Camino” de León, publicado en varios periódicos provinciales.

En libertad, regresó a Santa Fe para huir del servicio militar, donde ese año de 1918 tuvo una efímera aventura editorial —La España Futura—, e inició su producción libertaria en La Campana (con Torralvo y López Arango). Al año siguiente se instaló en Buenos Aires; participó en enero en la Semana Trágica y fue encarcelado; a la salida dirigió un semanario anticlerical y, en 1920, intentó la creación de una nueva revista, que fracasó. Así se  incorporó a la redacción de La Protesta, diario de la vigorosa Federación Obrera Regional Argentina (FORA), de la que fue ideólogo y organizador. En la capital compartió habitación con el emigrado alemán Kurt Wilckens, que se sugirió estudiar medicina en Alemania.

Viajó a Berlín en 1922, donde se matriculó en Medicina, carrera que tampoco finalizó, convirtiéndose en corresponsal de La Protesta. En esta ciudad conoció a significados intelectuales de izquierda (como Pannekoek), a anarquistas exiliados del régimen bolchevique (como Makhno, Volin, Goldman, Archinof o Berkman) y a anarcosindicalistas alemanes, entre ellos al editor Fritz Kater y a Mathilde Deicher, con cuya hija Elisa (1902-1992) se unió de por vida, naciendo en 1924 Diego, su único hijo, que trabajará en el mundo del cine y de las artes escénicas. El año de su llegada participó, junto a Rocker y Nettlau, representando a la FORA, en el congreso fundacional de la anarquista Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), creada para contrarrestar a la Internacional Sindical Roja, a cuyos siguientes comicios asistió -1924 en Amsterdam y 1931 en Madrid.

Desde Berlín -donde vivía con Elisa Kater en la Kopernikusstr- asumió con Emilio López Arango la nave de La Protesta, que en 1921 había modernizado sus talleres tipográficos, en los que se tiraba el diario del mismo nombre, al que se le sumó en 1922 un suplemento que devino en verdadero foro literario; además, y aquí Santillán tuvo papel destacado, se creó una editorial, convertida en floreciente empresa, en la que vieron la luz en series económicas las obras más importantes del anarquismo internacional; a ella le añadieron en julio de 1925 Biblioteca de la Protesta (iniciada con Nettlau) bajo la dirección de Santillán (todavía en Berlín) y Enrique Nido para obras históricas, que alimentaron también Editorial Argonauta. Ese año, el grupo Flores Magón le publican en México Los anarquistas y la reacción contemporánea.

De ahí que iniciara en su estancia alemana una notable labor traductora de los clásicos del anarquismo —44 obras en su vida, publicadas la mayoría en La Protesta y reeditadas en España—, principalmente del alemán: Bakunin (obra completa, cinco volúmenes), Landauer, Nettlau (ocho), Ramus, Rocker (12), aunque también del francés (Faure, Archinoff, Dejacques, Proudhon), italiano (Malatesta, Fabbri), inglés, etc. Además, prologó unas 30 obras a lo largo de su vida.

De vuelta a Argentina en 1926, pasando por México, después de un intento de estudiar en La Sorbona y dejando los estudios sin finalizar, además de haber conocido las prisiones alemanas, continuó en la brecha trabajando en La Protesta e impulsando campañas como la de la liberación pro Sacco y Vanzetti. Por entonces, el anarquismo argentino se fraccionaba ante la actuación de los anarquistas expropiadores, y Santillán comenzó a dudar de las soluciones violentas y se interesó por los problemas económicos y constructivos. Creyó en la robustez del movimiento anarcosindicalista americano, cada vez más acorralado, y, desde la FORA, impulsó la creación, en 1929, de la Asociación Continental Americana de Trabajadores (ACAT).

Entre las discusiones sobre cómo actuar, permaneció en la clandestinidad a partir de 1930 para escapar del peligro de muerte que pesaba sobre él con el golpe de Uriburu, que intentó abortar desde la prensa, necesitando, para la subsistencia del trabajo de su compañera Elisa. Hacia junio de 1931 llegó a España y recaló en Madrid (donde le entrevistó La Calle, 27, 14 de agosto de 1931) y Barcelona, donde intervino en diversos actos, para en unos meses poner rumbo a Montevideo, donde conspiró, hasta que volvió clandestinamente a Buenos Aires en febrero de 1932 y, desde La Protesta, laboró por la libertad de los presos de la dictadura; en septiembre estuvo en el congreso de Rosario en el que se creó el Comité Regional de Relaciones Anarquistas -embrión de la FACA de 1935-. Sus libros sobre la formación del anarquismo argentino (1930) y sobre la historia de la FORA (1933) lo convierten en el historiador del movimiento en este país.

A través de numerosos artículos y de la correspondencia mantenida con militantes —como Herreros, Buenacasa o Magriñá—, ejerció notable influencia en el anarquismo hispano, en contra de la corriente sindicalista y comunista; de ahí El anarquismo en el movimiento obrero y la creación de El Productor de Blanes, ambos de 1925. Fue crítico, a veces desde la intransigencia, con quienes no compartieron el anarcosindicalismo y sus textos favorecieron el nacimiento de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) en 1927, siendo uno de los ideólogos de la “trabazón” Confederación Nacional del Trabajo-Federación Anarquista Ibérica (CNT-FAI).

Las condiciones políticas argentinas le llevaron de nuevo a España a fines de 1933, instalándose en Barcelona, por lo que intervino en la insurrección revolucionaria de diciembre, de la que parece preparó (con Villar y Juanel) un borrador que no llegó a ver la luz; entonces estaba integrado en Solidaridad Obrera y fue encarcelado. En 1934 asume la dirección de Tierra y Libertad y convierte su suplemento (1932-1934) en la revista Tiempos Nuevos (1934-1938); en esta tarea consigue (con Juanel y Lola Iturbe) una administración saneada y un aumento de tirada significativo, si bien no se vio libre de persecuciones en el Bienio Negro. Su piso del Paseo Maragall 174 era compartido a veces por militantes de comandos recaudadores mediante atracos; así, en abril de 1934, se hizo un registro en él tras ser arrestado Pablo Fabre (junto a Juan Piera, Vicente Fleta y Albano Franconi); Santillán estaba encarcelado, pues había sido detenido el 24 de marzo en una reunión clandestina en los talleres de Soli en Consejo de Ciento (en su habitación se encontró un listado de periódicos ácratas internacionales, “incluso de China”); igualmente, fue detenido en julio de 1935, al encontrarle documentos  que mostraban su connivencia con extranjeros que vivían en el mismo domicilio, uno de ellos el dramaturgo Rodolfo González Pacheco; igual suerte llevo en octubre.

Militó en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y se integró en la FAI (grupo Nervio). Cofundó Guilda de Amigos del Libro y colaboró en otros periódicos, como El Luchador. Y se ocupó de El organismo económico de la revolución, aunque sus tesis no se incorporaron a los acuerdos sobre comunismo libertario en el congreso de mayo de 1936 de CNT.

Todo ello lo había situado en primera línea al estallar la revolución de julio de 1936, en la que fue partidario de la política de colaboración, primero en el Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña (21 de julio), representando a FAI, en que destacó en la formación de las milicias populares que partieron hacia Aragón y en el apoyo al Batallón la Muerte de italianos, experiencia ésta poco feliz. Formó en el segundo Gobierno de la Generalitat como consejero de Economía (diciembre de 1936 a marzo de 1937), desde el que contribuyó a elaborar la normativa que rigió la economía cooperativa durante la guerra. Contribuyó a la pacificación del ambiente en mayo de 1937 (de lo que después se arrepintió), sucesos que le dejaron cierto desencantamiento. En el ministerio de Instrucción Pública y Sanidad de Segundo Blanco (1938) estuvo al frente del Archivo de Guerra.

Se produjo, desde esas fechas, un cambio de rumbo en su pensamiento hacia posiciones más moderadas, plasmando sus aportaciones en Timón (1938, donde publicó una bibliografía libertaria argentina), del que fue el alma. En ese año estuvo al frente de Ediciones Tierra y Libertad (ETYL), aglutinadora de CNT-FAI, en la que publicó sus traducciones de anarquismo ya editadas en La Protesta.

Exiliado en 1939, internado en el campo de Saint-Cyprien, escapó y embarcó hacia Estados Unidos, pasando por Santo Domingo, hasta llegar a Chile (desde allí escribe para Timón) terminando de recalar en Argentina, donde se reencontró con quienes estuvieron en la guerra -Cimazo, Prince, Piacenza o Lunazzi- y prosiguió su labor intelectual y sindical. Pero todavía estaba activa su orden de expulsión de 1930  por lo que tuvo serias dificultades hasta que el presidente Frondizi, tras 20 años, la anuló. En 1944, junto a Jaime Moragues y Jaime Ronda, fundó la comunidad de Cerro Negro (Córdoba), que funcionó largos años al modo anarquista.

En adelante, su dinamismo ya no dispuso de grandes organizaciones sobre las que actuar. Se apartó de la línea ortodoxa de la CNT exiliada (por lo que no colaboró en su prensa), aunque siguió firme en su anarquismo. Participó en actos. Percibió que el engranaje liberal había asimilado la lucha obrera, lo cual implicaba la adaptación al sistema —no la sumisión—; siendo ahora él quien recibió las críticas por su reformismo, que lo situaban cercano al cincopuntismo de 1955 (algo que no justificaba las continuas críticas que se le hacían desde la prensa comunista).

En parte para librarse de la depresión de la derrota, se interesó por la historia y la cultura de Argentina y por la historia del movimiento obrero español. La necesidad le llevó a realizar traducciones de obras sociológicas, jurídicas, médicas, filosóficas e históricas —la última en 1980—, todo ello, sin perder el hábito de levantarse a las cinco de la madrugada y trabajar hasta la noche. La Casa Sopena fue la primera que confió en su persona y le encomendó trabajos.

Fundó Timón (con Baraibar) y La Campana (1948-1949), y colaboró en revistas como Acción Libertaria (firma DAS), con sección fija de 1958 a 1971; muy asiduamente en Reconstruir, de la Federación Libertaria Argentina (FLA), tanto en la primera época (1946-1959) como en la segunda (1959-1976); o extensamente en la mexicana Comunidad Ibérica (1962-1970). Trabajó en la editorial Américalee, de Domingo Landolfi y América Scarfó, a la que contribuyó a fundar con H. E. Roqué en 1943, y después en Reconstruir.

La familia de Elisa murió en 1945 en trágicas circunstancias en Alemania. Su pasado hacía desconfiar a quienes pudieran darle trabajo, hasta que lo hizo la editorial Sopena. En los años cincuenta elaboró la Gran enciclopedia argentina (9 volúmenes entre 1957-1964), y en los sesenta fue la Tipográfica Editora Argentina (TEA) la que le alivió de las penurias económicas, proporcionándole un amplio despacho donde trabajar y publicar sus obras enciclopédicas, de vuelta ya sus amigos Villar y Herrera, con la colaboración especial del primero. Así vieron la luz los cinco volúmenes de la Historia argentina.

En 1970 marchó a la capital azteca, instado por el presidente Echeverría, para historiar la revolución mexicana; además se encontró con sus amistades, entre ellas Fidel Miró. Estuvo en Buenos Aires en 1973 para recibir un homenaje multitudinario. Con el dinero mexicano pudo costearse el viaje a Madrid en 1976, donde fue recibido por compañeros y representantes ministeriales —estancia de la que se hicieron eco diferentes medios como Sábado Gráfico o Historia 16—, y en que Planeta publicó sus memorias (1977). Su estancia resultó polémica en el movido mundo libertario de la Transición, no obstante conservar el reconocimiento de anteriores y nuevas relaciones. Había vendido sus pertenencias en Argentina y trató de reactivar Timón en Madrid y Barcelona, pero sufrió la estafa de su socio, que lo dejó a la intemperie.

Regresó a Argentina a finales de 1978, donde prosiguió sus labores editoras hasta que se asentó en España, ya enfermo, en 1982, para terminar en un asilo. Una parte notable de su biblioteca -4.000 volúmenes- y lo concerniente a la guerra civil de su archivo lo donó a la Biblioteca Pública Arús de Barcelona; el resto de su voluminoso archivo al Instituto de Historia Social de Amsterdam.

Contribuyó a editar unos 250 títulos, 56 de ellos propios, algunos enciclopédicos, 44 traducciones, 26 prólogos. Colaboró en más de 20 periódicos y revistas. La editorial Antrophos de Barcelona le dedicó el número 138 de su revista homónima (1992) y el número 36 de sus Suplementos (1993).

Diego murió en 1983 con esclerosis senil; Elisa, al igual que su hijo, en 1992, con párkinson. El 5 de enero siguiente sus cenizas se esparcieron en los campos nevados de Reyero.

 

Obras de ~: Musa juvenil, poesías. Lamentos amorosos de un poeta, León, Imprenta de Maximino A. Miñón, 1915; La lucha (novela). Primeros años de un poeta, Madrid, Imprenta Helénica, 1915; España muerta. Poema alegórico inspirado por el recuerdo de Cervantes (poema), Madrid, Librería F. Beltrán, 1916; Europa muere, Madrid, F. Peña Cruz, 1916; El derecho de España a la revolución, Madrid, 1916; Discurso sobre los grandes hombres, Madrid, 1916; Psicología del pueblo español, Madrid, Imprenta Felipe Peña Cruz, 1917; La finalidad ideológica en los gremios, Buenos Aires, La Protesta, 1921; El Ideal y la metodología anarquista, Tarragona, Biblioteca Acracia, 1922; con E. López Arango, El anarquismo en el movimiento obrero, Barcelona, Cosmos, 1925; “La Asociación Internacional de Trabajadores”, en Revista Internacional Anarquista (París), 3-6 (1925); Ricardo Flores Magón: el apóstol de la revolución mexicana, México, Grupo R. 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Ignacio C. Soriano Jiménez

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