Gudiel, Alonso de. Sevilla, 1526 – Valladolid, 15.IV.1573. Agustino (OSA), escriturario y catedrático.
Los padres de Alonso de Gudiel fueron Diego Álvarez, boticario, y María de Salas, naturales de Sevilla.
De ascendencia judía por parte de su abuelo paterno, tomó el apellido Gudiel en recuerdo de un tío de su madre, Andrés Gudiel, también agustino.
A los quince años ingresó en la Orden de San Agustín, profesando en el convento sevillano (1541). Estudió Artes en Granada (1545) y en Valladolid (1547- 1548); Teología en Salamanca (1549-1550), donde asistió a las lecciones de Melchor Cano, y, por último, en Alcalá (1551-1552).
Una vez ordenado presbítero ejerció de predicador en varios conventos agustinos. Primero en Jerez de la Frontera (Cádiz), luego en el convento de Villanubla, bajo la advocación de los Santos, en las proximidades de Valladolid, y también en el convento de Sevilla (1561), después de dejar la Universidad de Huesca y poder estar cerca de su madre enferma y necesitada.
En Valladolid ejerció de profesor de Artes. Por año y medio ocupó del cargo de maestro de estudiantes en Salamanca. El obispo agustino de Segorbe (Castellón), Juan Muñatones, viendo la ciencia y doctrina de Gudiel, le tuvo de “socius” durante dos años (1556-1558). El 17 de diciembre de 1557 obtuvo el grado de maestro en Teología por la Universidad de Gandia.
Catedrático de Teología en Huesca (1559), Lérida (1560) y de Biblia en la Universidad de Osuna durante nueve años (1563-1572). Denunciado a la Inquisición (1572) de hereje empedernido y apóstata de la religión católica por judaizante y preferir las interpretaciones de los rabinos a las de los autores católicos.
Los miembros del Consejo Supremo de la Inquisición, reunidos en Madrid el 26 de junio de 1572, acordaron la detención y encarcelamiento de Gudiel. En efecto, fue prendido por el alguacil del Tribunal de la Inquisición de Valladolid, en la ciudad de Valladolid el 18 de julio de 1572, aprovechando su asistencia al Capítulo Provincial que la provincia de Castilla celebraba en aquellas fechas. Contra él declararon testigos que, habiendo sabido de la prisión de los salmantinos y sus probables razones, de un modo u otro, les recordaba que Gudiel enseñaba ideas semejantes.
El mismo Gudiel sospechaba que la acusación venía del prior de Sevilla, Gabriel de Montoya, al no creer acertada la interpretación que daba al texto del profeta Isaías Ecce virgo concipiet..., y también por una intervención tenida delante del arzobispo de Granada, Pedro Guerrero, acerca de los libros del Antiguo Testamento, haciéndole ver lo precavido que debía mostrarse, “porque le podrían hacer mal [los] dominicos, no entendiéndolo”. El primero que denunció las opiniones de Gudiel fue el dominico Alonso Carrillo, prior de Santa Cruz la Real, de Granada, el 23 de abril de 1572, “porque daban más fe a los Rebíes [sic], judíos y judaizanes que no a los santos”. El franciscano Cristóbal de Vivero insiste en que el maestro Gudiel defiende que el “ecce virgo concipiet” se refiere simplemente a una mujer. Sin embargo, la acusación principal estriba en que “todo el psalterio tenía sentido literal y letra corriente, sin tocar en él con Christo”.
En la acusación lanzada por el fiscal del Santo Oficio, que comprendía catorce puntos doctrinales, le hace descendiente de judíos, solicitando que le fueran impuestos los mayores castigos, recibiendo antes el tormento en las cárceles de la Inquisición. A las acusaciones vertidas contra su persona y posiciones doctrinales que le habían atribuido, respondió punto por punto y sostuvo el verdadero alcance y sentido a las falsas interpretaciones de sus detractores. Gudiel ponía énfasis no exclusivo en el sentido literal, como manifestó por escrito al tribunal (29 de agosto y 10 de diciembre de 1572), en la necesidad de divulgar la lectura de la Biblia y el predominio de recursos lingüísticos hebreos.
Gudiel, aquejado de dolores estomacales, enfermó gravemente en la cárcel inquisitorial, “de lepra los brazos y cuerpo, y en la cama, y sangrado cuatro veces, y el aposento en que de presente está, que es la cárcel de traspuerta, es muy húmedo, que mandaban y anduvieron que el dicho maestro Gudiel se mude en la cárcel del descansillo hasta tanto que tenga más salud”.
Con serenidad de ánimo, profesión de total ortodoxia y confianza absoluta en Dios, pero débil, triste y melancólico afrontó los últimos días de su vida. De la ración diaria de comida que le sirven, pidió se le entregue la mitad a su madre anciana, pobre y enferma, “pues yo, —dice Gudiel—, me estrecharé porque ella no pase tanto trabajo”.
En la última entrevista que el inquisidor Guijano realizó en la cárcel a Gudiel, éste le responde: “Nada tengo, sino irme al cielo”, “no pretendo sino a Jesu Christo”, “nunca Dios tal quiera”, “que no me den más tormentos”, “que no me den más tormentos, por amor de Dios”, “que él ha dicho y dice que el sentido ad litteram es de Jesu Christo”. Dos días después, el 15 de abril de 1573 falleció, según testifica el notario Celedón Gustín. Fue inhumado en un corral del vallisoletano Hospital de la Resurrección, “en un oyo (sic), junto a do está allí un pozo, e se pusieron dos maderillos por señal, el uno a la cabeza, e el otro a los pies, e acompañaron su cadáver en estos menesteres dos ganapanes”. La Inquisición dictó sentencia favorable y el sobreseimiento póstumo de la causa de Gudiel, el 30 de enero de 1591, dieciocho años después de haber sido incoada la causa, y diecisiete de su muerte. El caso Gudiel resulta tristemente famoso porque “hubo en él negligencias gravísima y fallos imperdonables” por parte de la Inquisición, según el historiador Miguel de la Pinta.
Cuatro grandes hebraístas había en España hacia 1570. Alonso Gudiel en la Universidad de Osuna, y fray Luis de León, Gaspar de Grajal y Martín Martínez de Cantalapiedra en la Universidad de Salamanca.
Todos menos el último citado fueron de origen converso.
La represión de humanistas escrituristas, en efecto, no quedó circunscrita a Salamanca. Las contiendas y rivalidades personales responden a un planeado proyecto por acabar con cierta dirección intelectual aperturista. El agustino Gudiel, intelectual nato, pagó trágicamente con su vida los anhelos de fundamentación crítica de la Biblia. Mientras sucedían estos acontecimientos en España, otro humanista, Benito Arias Montano, publicaba en Amberes (1569-1573) la llamada Biblia Regia.
Obras de ~: Sermones de tempore, Sevilla 1562 (inéd.); Expositio in Sanctum Jesu Christi Evangelium secundum Lucam, Osuna, 1566 (inéd.); Tractatus de sacramento Eucharistiae, s. f. (inéd.).
Bibl.: T. de Herrera, Alphabetum Augustinianum, I, Madrid, 1644, pág. 61; Ossinger, Bibliotheca Augustiniana historica, critica et chronologica, in qua mille quadringenti Augustiniani Ordinis scriptores eorumque opera tam scripta, quam typis edita inveniuntur, Ingolstadii, Imprenta Joannis Francisci Xavierii Craetz, 1768, pág. 418; G. Santiago Vela, “El P. M. Fr. Alonso Gudiel”, en Archivo Agustiniano (AA), 7 (1917), págs. 178-192; Ensayo de una Biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, III, Madrid, 1917, págs. 308- 364; M. de la Pinta Llorente, Causa criminal contra el biblista Alonso Gudiel, catedrático de la Universidad de Osuna. Aportaciones inéditas para la historia de la ciencia eclesiástica y de la cultura española en el siglo xvi, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1942; “Agustinos renacentistas en la Inquisición española”, en AA, 60 (1976), págs. 10-12, 17-18, 22 y 24-29; A. Sarmiento, “Fundamentos teológicos y manifestaciones de culto a la Virgen, en A. Gudiel, Expositio in Evangelium secundum Lucam: Ms. 160 de la Catedral de Córdoba”, en Acta Congressus Mariologici- Mariani Internationalis Caesaraugustae anno 1979 celebrati. VI. De Cultu Mariano apud Varias Nationes Saec. xvi, Pars prior, Romae, Pontificia Academia Mariana Internationalis, 1983, págs. 411-429; K. Reinhardt, Bibelkommentare spanischer Autoren (1500-1700). I. Autorem A-LL, Madrid, CSIC, 1990, págs. 197-198; Á. Alcalá (ed.), El proceso inquisitorial de fray Luis de León, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1991, págs. 119, 131, 142-143, 145-146, 149, 246-247, 310 y 372; E. Fernández Tejero y N. Fernández Marcos, “Alonso Gudiel: ciencia y miseria”, en J. F. Domínguez (ed.), Humanae litterae. Estudios de humanismo y tradición clásica en homenaje al profesor Gaspar Morocho Gayo, León, Universidad, 2004, págs. 191-200.
Rafael Lazcano González