Hacho de Velasco, Sancho. Latacunga (Ecuador), c. 1542 – c. 1587. Cacique mayor provinciano de Latacunga, encomendero de indios.
En la segunda mitad del siglo xv Tupac Yupanqui anexionó al Tahuantinsuyo la región centro norte de la sierra ecuatoriana, estableció colonias de “mitimaes” y convirtió a Latacunga en uno de los tres centros administrativos incaicos del territorio que comprende el actual Ecuador. Los otros dos fueron Quito y Tomebamba (Cuenca). Al “tocricoc” de Latacunga estaban subordinados los funcionarios incaicos de los tambos de Mulahaló, Muliambato, Ambato y Mocha. Pedro Cieza de León, quien visitó Latacunga en 1547, equiparó las construcciones incaicas del lugar con las de Quito. En Latacunga creció el cacique Hacho. Sobre sus padres no hay noticia alguna; él dirá más tarde ser “uno de los caciques más principales y más antiguos”, lo que se puede interpretar como descendiente de alguna familia noble preincaica. Su posición bajo el régimen imperial inca fue quizás equivalente a la de un “hunu” o cacique mayor de una provincia. Según su testamento (Latacunga, 3 de noviembre de 1587), se desposó con su “hermana carnal de padre y madre”, llamada Sinagsichi, a quien el bautismo confirió más tarde el nombre de Francisca, y a su esposo el de Sancho. La ceremonia del matrimonio, y de acuerdo a una costumbre local, corrió a cargo de “el Inga”.
Cada uno de los contrayentes fue enterrado en un lugar ceremonial: Hacho en un montículo redondo junto a Pinipullo, a la vera del camino de Latacunga a Quito, y Sinasigchi en el “Puesto de Malaleji”. Toda la tierra que la pareja nupcial pudo ver desde sus enterramientos les fue concedida por el Inca “como en edades de los antepasados”. Además fueron asignados a él y a “sus indios” ciertos terrenos para la fundación del “nuevo pueblo de Pujilí”: residencia cacical, ya que Latacunga fue transformada en asentamiento de mitimaes y centro administrativo.
A pesar de ello, los aborígenes de la región de Latacunga conservaron el recuerdo de su antigua independencia, por lo que los españoles, en 1534, fueron recibidos como aliados. Su cacique mayor Hacho informa: “Fui a tomar presos a los incas y los tuve tanto tiempo en mi poder, hasta que reconocieron a su majestad como señor”. En el verano de 1545 alojó en Latacunga al virrey Blasco Núñez de Vela y le acompañó con una tropa auxiliar hasta la malograda batalla de Iñaquito (18 de enero de 1546). Una vez que el dominio español se consolidó los “caciques mayores o provincianos”, como descendientes de los dirigentes de federaciones tribales preincaicas, fueron incorporados a la estructura de la sociedad colonial. Como recompensa por su alianza, su posición fue reconocida y alcanzaron ciertas ventajas políticas y económicas.
Es evidente, por lo tanto, que, con motivo del levantamiento de los indios de Lita y Quilca (1550), don Sancho se uniera a las tropas auxiliares indígenas que, bajo el mando de Francisco Atahualpa (un hijo del último Inca), colaboraron en la pacificación de los rebeldes. Aprovechó también su parentesco con los caciques quijos para facilitar el ingreso de los españoles en la ceja de montaña oriental y presenció la fundación de Baeza (1559) en el valle del río Cosanga.
La buena relación entre los quijos y los españoles no duró mucho tiempo, pues una serie de sublevaciones indígenas se inició en 1562. Como en otras ocasiones Sancho Hacho colaboró en la pacificación no sólo con ayuda militar sino especialmente por la vía amigable, gracias a los estrechos contactos familiares que tenía con los caciques de la región. Después del definitivo sometimiento de los quijos, en 1578, Sancho recibió como recompensa la autorización para usar un escudo heráldico y la asignación de una pequeña encomienda. Algunos años antes (1559) el obispo de Quito había unido en matrimonio eclesiástico a los dos hermanos, pues el sínodo de Lima de 1552 permitía entonces reconocer estas uniones tan extendidas en la América andina. Más tarde (1562) añadió a su apellido “de Velasco” para congraciarse con el virrey conde de Nieva.
Además de solicitar para sus indios algunos terrenos en las afueras de Quito, con el objeto de facilitar el pago de tributos y con fines empresariales, Sancho estableció en Latacunga un “obraje de paños”. Se ha conservado el contrato firmado (7 de noviembre de 1564) con el “maestre de paños” Andrés de Villagera, según el cual un quinto de las ganancias recibiría el maestro; Sancho y el cacique el otro quinto; las restantes tres quintas partes estaban destinadas al pago de los tributos. Sancho Hacho de Velasco fundó además, en Latacunga, un “obraje de sombreros” e instaló un molino. Su muerte tuvo lugar probablemente en 1587, poco tiempo después de redactar su testamento, en el que encargó que se le enterrase en hábito de San Francisco, en la capilla por él fundada en Latacunga, la sede de su cacicazgo mayor.
Bibl.: A. Pérez, Los Seudo-Pantsaleos, Quito, Instituto Ecuatoriano de Antropología y Geografía, 1962; S. E. Moreno Yánez, “Los caciques mayores: renacimiento de su concepto en Quito a finales de la Colonia”, en Antropología Ecuatoriana, 1 (1978), págs. 31-39; U. Oberem, “La sociedad indígena durante el período colonial de Hispanoamérica”, en Miscelánea Antropológica Ecuatoriana, 5 (1985), págs. 161-217; S. E. Moreno Yánez, “La sociedad indígena y su articulación a la formación socioeconómica colonial en la Audiencia de Quito”, en E. Ayala (ed.), Nueva Historia del Ecuador, vol. V, Quito, Corporación Editora Nacional, 1989, págs. 93-136; F. Jurado Noboa, Sancho Hacho. Orígenes de la formación mestiza ecuatoriana, Quito, Editorial Abya Yala, 1990; U. Oberem, Sancho Hacho, un cacique mayor del siglo xvi, Quito, Editorial Abya Yala, 1993.
Segundo Moreno Yánez