Tomalá, Francisco de. Puná Vieja (Ecuador), 1547 – Guayaquil (Ecuador), 1604. Cacique de la isla Puná.
Hijo del cacique Diego de Tomalá y de india noble y principal. Fue criado a la usanza española y hasta se empeñó en conocer la Corte y al Rey de lo que tanto oía hablar, pero, siendo hijo único, no se lo permitió su padre. Sabía leer y escribir, cantar con órgano, jinetear, etc. En 1565 fue enviado a estudiar policía y buen gobierno en un monasterio de Quito, acompañado por el licenciado Salazar de Villasante, que hizo de tutor, una anacona y un negro que le servían, así como de un caballo para andar. Estuvo quince meses, le recibió el presidente de la Audiencia y los oidores, visitó las zonas aledañas. En la década de 1560 heredó de su padre el cacicazgo de la isla Puna y su anexo en la costa, que cubría los pueblos de Machala, La Bola, Balao y Naranjal.
En 1587 vivía casado con María Josefa del Castillo, vecina de Guayaquil, de piel muy blanca porque acostumbraba al salir de su casa, que la cargaran cuatro indios en una litera y bajo palio, de suerte que nunca le daba el sol. La acompañaban sus damas y muchos isleños, así como varios músicos que tocaban sus flautas, lo cual era común en aquellos tiempos para alegrar a las autoridades.
Ese año evacuó la isla hacia el puerto de La Bola hacia el otro lado del canal por temor a los piratas que merodeaban el océano Pacífico y se había prevenido con centinelas en los puntos estratégicos. La población pasó a las montañas de Naranjal, donde no había peligro y Francisco a Guayaquil con su mujer. Todo fue tan súbito que cuando los piratas, al mando de Thomas Cavendish, llegaron a su casa, encontraron la comida preparándose en la cocina y sólo algunas gallinas que tomaron para sí, pero no hallaron el oro propiedad del cacique, calculado en 100.000 coronas. Entonces incendiaron la iglesia y robaron las cinco campanas de bronce, pero en la mañana del 12 de junio el corregidor Jerónimo de Reinoso con ochenta hombres y numerosos indios y negros bajó en dos bajeles y ocho balsas y al día siguiente atacó a los ingleses que se resistieron en la casa de Tomalá, que fue incendiada. El cacique demostró “tener más ánimo y pecho que un español.” El rey Felipe III le concedió el repartimiento de los indios sacayas, pero la población de la isla comenzó a emigrar por creerla sitio peligroso. El propio cacique se trasladó a Guayaquil donde adquirió una suntuosa residencia en 2000 pesos, tratándose con suntuoso boato. Era dueño del navío Nuestra Señora de las Mercedes que mandaba su hijo Lorenzo, comerciante en las costas peruanas y en los valles de Trujillo.
En 1597 el virrey del Perú, Luis de Velasco, le concedió el repartimiento de los indios Yaguachis que vacó por muerte del capitán Juan Rodríguez de Villalobos. Ese año zozobró un bergantín de su propiedad. En 1600 dio en arriendo sus salinas de Punta Arenas al capitán Toribio de Castro Grijuela con el privilegio del comercio, que era un monopolio reconocido desde 1560 por el virrey Francisco de Toledo y cuando en 1604 Guayaquil envió 3056 pesos a la Corona, erogó 100 y sus indios 56 con 6 reales. Poco después falleció en Guayaquil de cincuenta y siete años de edad. Su hijo Lorenzo estaba casado con su deuda María de Rojas y Benalcázar, hija del general Gabriel de Rojas y de Isabel de Benalcázar, a su vez hija de María Tomalá (hermana del cacique Diego) y del adelantado Sebastián de Benalcázar, y tuvo que pagar 9000 pesos en joyas de oro y plata para poder suceder en el cacicazgo de la isla Puná, porque interinamente lo ejercía Pedro Naray, indio noble de la región. Su descendiente Petra de Villamar y Tomalá se unió al corregidor de Guayaquil, Jerónimo Boza de Lima, creado caballero de Santiago y I marqués de Casa Boza y fueron padres de Jerónima Boza Villamar y Tomalá, antecesora de varios presidentes de la República de Ecuador.
Bibl.: R. Pérez Pimentel, Diccionario Biográfico del Ecuador, t. IX, Guayaquil, Imprenta de la Universidad de Guayaquil, 2002 (2.ª ed.) (www.diccionariobiograficoecuador.com).
Rodolfo Pérez Pimentel
