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Francisco Joaquín de Villarreal y Ecenarro

Biografía

Villarreal y Ecenarro, Francisco Joaquín de. Bérriz (Vizcaya), 7.IX.1691 – Sevilla, 9.X.1769. Sacerdote jesuita (SI), misionero, administrador y escritor.

Nacido en el seno de una familia que gozaba de una próspera posición económica y pertenecía al selecto grupo de los “novatores” que, a caballo entre los siglos xvii y xviii, abrió el paso al movimiento ilustrado, vivió su juventud en un ambiente que compaginaba con naturalidad la afición por las ciencias experimentales, la aplicación de las nuevas tecnologías a la actividad productiva, los negocios empresariales y la vida política.

Su padre, Pedro Bernardo de Villarreal (1669- 1740), heredero del vínculo de Gamboa y Bérriz, estaba casado con Mariana Rosa de Bengolea (1675- 1707), que contribuyó al matrimonio con los vínculos de las torres de Bengolea y Uriarte. El considerable patrimonio familiar incluía numerosos caseríos, molinos, ferrerías, montes y patronatos de iglesias en las localidades de Mondragón, Bérriz, Lequeitio, Guizaburuaga, Ispáster, Amoroto, etc. El cabeza de familia, caballero de la Orden de Santiago, representante en las Juntas Generales de Vizcaya y regidor del gobierno foral, no sólo se dedicó a la explotación de ferrerías, el cuidado y repoblación de sus montes, la construcción de presas, la actividad naviera y el comercio, sino que hizo interesantes incursiones en el mundo editorial dando a la luz un curioso libro titulado Maquinas hidraulicas de molinos y govierno de los arboles y montes de Vizcaya (1736).

Desde el punto de vista cultural, la familia Villarreal formaba parte de un interesante grupo pre-ilustrado, abierto a las nuevas corrientes de pensamiento procedentes de Francia, Inglaterra e Italia, que fue poniendo las bases intelectuales y sociológicas de lo que, más tarde, constituiría el fruto más acabado de la ilustración vasca: la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. Durante su juventud, Francisco Joaquín fue testigo de las tertulias académicas que reunían en la torre Uriarte de Lequeitio —como en otras localidades vascas (Motrico, Azcoitia, Marquina, Bilbao, etc.)— a los personajes más inquietos de la nobleza rural y comercial vasca. Allí, alternando el recreo, las audiciones musicales y las representaciones teatrales con la información política, los “novatores” compartían el hallazgo de nuevos instrumentos de observación, medición y experimentación, la aparición de novedades cartográficas y una rica biblioteca en la que abundaban los libros de matemáticas, geometría, historia, navegación y geografía.

Francisco Joaquín fue un hijo natural, aunque reconocido, de la azpeitiana Joaquina de Ecenarro y Unda con Pedro Bernardo de Villarreal, quien tuvo posteriormente otros nueve hijos de su esposa legítima. Es muy probable que sus primeros estudios tuvieran lugar en el colegio de los jesuitas de Lequeitio, pues su padre siempre mantuvo lazos muy estrechos con la Compañía de Jesús y la fundación del propio colegio se debió a la familia de los Bengolea. Cuando contaba dieciocho años de edad, se encontraba como estudiante en el colegio que dirigían los jesuitas en Valladolid y el 23 de enero de 1711 se incorporó al noviciado jesuítico de la Provincia de Castilla en Villagarcía de Campos, después de superar las dificultades que suponía para el ingreso en la Compañía la condición de hijo natural. Destinado a misiones a finales del mismo año, una vez tomados los votos religiosos del bienio que suponía el noviciado, pasó a estudiar filosofía en el colegio de San Miguel que dirigía la Compañía en Santiago de Chile, pues sus estudios previos de gramática y retórica le permitieron prescindir de la formación en humanidades característica de la educación jesuítica. A los tres años de filosofía les siguieron otros cuatro de teología, durante los cuales se le encargó la supervisión de los estudiantes seglares, lo cual constituía una atribución de responsabilidad poco común en la época. Ordenado de sacerdote a comienzos de 1720 por el obispo de Concepción Juan de Necolalde, también natural de Bérriz e hijo de un amigo de su padre, y finalizada su formación jesuítica, fue destinado primeramente a la enseñanza de niños y después a la de filosofía y teología.

Su sólida formación intelectual, junto a una no menos desdeñable capacidad para la actividad práctica —de la que dio sobradas muestras durante su vida—, le granjearon la confianza de importantes personalidades civiles y eclesiásticas, muchas de ellas de origen vasco, como el citado Necolalde, el también obispo Francisco Antonio Escandón, el gobernador y capitán general de Buenos Aires Bruno de Zabala, natural de Durango, el virrey José Armendáriz, marqués de Castelfuerte, etc., amistades que facilitaron en gran medida sus actividades como procurador de la Provincia jesuítica de Chile y encargado de la gestión y administración de sus bienes y colegios en Concepción, Lima, Santiago, etc.

Al parecer, su participación en la causa celebrada por el tribunal inquisitorial peruano contra el jesuita Juan Francisco Ulloa, acusado de quietismo y molinismo por el inquisidor Sánchez Calderón —un personaje cuya vida escandalosa habían denunciado los jesuitas y que, en correspondencia, no ocultaba su enemistad hacia la Compañía— estuvo en el origen de su regreso a la Península en 1739. Aunque son pocos los datos biográficos disponibles a partir de estas fechas, se sabe que se siguió ocupando de la administración de su Provincia, que no pocas veces se recurrió a él por sus conocimientos técnicos y habilidades en materia de construcción y que, al igual que durante su permanencia en América, le siguió preocupando el problema indígena. En este sentido, a propósito de un expediente formado por orden real, en 1752 redactó un Informe dirigido a Fernando VI con el objeto de analizar los medios más oportunos para controlar la Araucania y comunicar la zona septentrional del país (al norte del río Biobío) con los antiguos reductos de Valdivia y Chiloé. Debido a la ingente acumulación de datos que contiene (población, finanzas, aparato militar de las partes en conflicto, etc.) y a su carácter testimonial con respecto a las vejaciones sufridas por la población indígena y a la dificultad de doblegarla por medios militares, dicho Informe ha sido considerado de gran interés para la historia chilena.

Pero el nombre de Villarreal merece ser especialmente recordado por sus reflexiones económico-políticas en una interesante obra, inédita durante más de dos siglos y medio, que, según sus editores, “constituye el eslabón intelectual que ayuda a comprender el nexo de unión entre el movimiento pre-ilustrado vasco y el pensamiento económico de la Ilustración, tal y como lo desarrolló la real Sociedad Bascongada de los Amigos del País”. De la consideración que mereció el autor como economista en su época da fe el hecho de que en 1742 se le encargase la censura de la Theórica y práctica de comercio y de marina de Gerónimo de Uztáriz, la obra económica más difundida de cuantas se publicaron en el siglo XVIII español.

Al producirse la expulsión de la Compañía de Jesús, la orden del conde de Aranda de 1 de marzo de 1767, le sorprendió en el Hospicio de Indias de Puerto de Santa María, pero el carácter expeditivo del decreto no le afectó a Villarreal, pues también establecía que los procuradores, ancianos y enfermos debían ser enviados a conventos ajenos de la Compañía, en donde permanecerían a disposición del Gobierno. En su caso particular, el día 3 de abril fue trasladado a Sevilla, en cuyo convento de la Merced falleció el día 9 de octubre de 1769.

 

Obras de ~: “Informe hecho al Rey Nuestro Señor D. Fernando VI sobre contener y reducir a la debida obediencia a los indios del reino de Chile”, en A. Valladares de Sotomayor (ed.), Semanario erudito, t. XXIII, Madrid, Blas Román, 1789, págs. 3-162; Elementos políticos, c. 1754, [transcr. y ed. en J. Astigarraga y J. M. Barrenechea, en Elementos políticos. Francisco Joaquín de Villarreal y Ecenarro, Vitoria-Gasteiz, Administración de la CAPV, Departamento de Justicia, Economía, Trabajo y Seguridad Social, 1997 (Colección de Clásicos del Pensamiento Económico Vasco, t. IV)].

 

Bibl.: F. E nrich, Historia de la compañía de Jesús en Chile, t. II, Barcelona, Francisco Rosal, 1891, págs. 170-171; J. T. Medina, Biblioteca Hispano-Chilena, 1523-1817, t. III, Santiago de Chile, 1899, págs. 316-336; J. Figueroa Salas, “El informe Villarreal. Los vascos en el desarrollo urbano de Chile en el siglo XVIII”, en I. Arana Pérez (coord.), Los Vascos y América. Ideas, hechos, hombres, Madrid, Fundación BBV, 1990, págs. 128-136; E. Ruiz De Azúa, Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz (1696-1740). Semblanza de un vasco precursor, Madrid, Editora Castalia-Fundación Juanelo Turriano, 1990; “Vascongadas en la evangelización y en la acción cultural” en J. Andrés Gallego (coord.), Vascongadas y Américas, Madrid, Editorial Mapfre, 1992, págs. 163-169; J. M. Barrenechea y J. Astigarraga (ed.), “Estudio preliminar” de Elementos políticos. Francisco Joaquín de Villarreal y Ecenarro, op. cit.; L. Perdices de Blas y J. Reeder, Diccionario de pensamiento Económico en España (1500-2000), Madrid, Fundación ICOEditorial Síntesis, 2003.

 

José Manuel Barrenechea González

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