Rubio Sacristán, José Antonio. Zamora, 17.II.1903 – Valladolid, 2.VI.1995. Jurista, historiador del Derecho y de la Economía.
Hijo de Isidoro Rubio Gutiérrez y de Josefina Sacristán Noriega, una familia liberal castellana, de industriales y comerciantes. En el verano de 1920, con sólo diecisiete años, viajó a Estrasburgo para aprender alemán y en el otoño de ese mismo año, y hasta el de 1921, vivió en la Residencia de Estudiantes de Madrid, cuando esta institución se hallaba en el apogeo de su prestigio e influencia. José Antonio Rubio no sólo participó de la vida intelectual y artística de la Residencia —donde se relacionó con Pedro Salinas, Jorge Guillén, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Emilio Prados, amén de Salvador Dalí, Luis Buñuel, José Bergamín, Pepín Bello, o el poeta y pintor José Moreno Villa—, sino que también fue pensionado por la Junta para Ampliación de Estudios en 1928-1930, y se integró en el Centro de Estudios Históricos —el más señero logro de la Junta, erigido en 1910—, sino que también colaboró en revistas ligadas a estas instituciones, y en algunas literarias.
Tras el primer año de matriculación y asistencia a la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid, al curso siguiente, de 1921-1922, se trasladó a la de Múnich, donde conoció a Ramón Carande y desde allí —hasta 1926—, a la de Friburgo de Brisgovia, en la que coincidió con Manuel Torres López en 1923, a las lecciones que impartían los profesores Heinrich Finke y Georg von Below. Se graduó de doctor en Filosofía y Letras, leyendo, en la Höhen Philosophischen Fakultät de la Albert Luwigs Universität, su tesis doctoral en 1925.
A su regreso a España, en 1926, se incorporó al Centro de Estudios Históricos, en su sección de las medievales “Instituciones sociales y políticas de León y Castilla”, por una parte, y a la Universidad de Madrid, por otra, como ayudante de Laureano Díez- Canseco, catedrático de Historia del Derecho Español.
Se doctoró, por segunda vez, ahora en Derecho en la Universidad Central de Madrid, con una tesis, dirigida por Díez-Canseco, sobre La economía según los Fueros municipales de León y Castilla, leída y defendida en 1927.
En septiembre de 1929 le fue concedida una pensión de un año, por la Junta para Ampliación de Estudios, para investigar sobre la historia de la transformación económica en la época del nacimiento del capitalismo en Inglaterra y en los Estados Unidos.
En Nueva York, habría de coincidir con sus amigos, Dámaso Alonso y Federico García Lorca. En Londres, en la London School of Economics and Political Science, como antes en Nueva York, en la Columbia University, pudo completar las deficiencias que, en las Universidades alemanas de entreguerras, existían en la enseñanza de la teoría económica, reducida a lo empírico, por influencia de Gustav von Schmoller.
Estaba, así, en condiciones de afrontar una investigación que, al parecer, le había sugerido Antonio Flores de Lemus, para que documentara el despliegue de la Banca, y su funcionamiento, en la Corona de Castilla a lo largo de los siglos XIV, XV y XVI, y las causas de su mutación y eclipse en el XVII.
Participó en el impulso del proyecto fundacional de la Universidad Internacional de Verano, en Santander.
Siendo, también, vocal del Patronato de Misiones Pedagógicas y de la Biblioteca Nacional, el estallido de la Guerra Civil, en julio de 1936, puso fin a tan pacíficas y fructíferas empresas, docentes y científicas.
Durante los largos años de forzada marginación académica, de 1939 a 1947, Rubio, que era colaborador del Instituto de Estudios Políticos a propuesta de Ramón Carande, director de su sección de Economía y Hacienda, publicó alguna reseña crítica en la Revista de Estudios Políticos, en su número inaugural de 1941; también alguna otra recensión en otra naciente, y pronto muy influyente, revista de Economía e Historia económica, Moneda y Crédito, en 1944; y tradujo y prologó, en 1941, la gran obra del historiador suizo Jacob Burckhardt, La Cultura del Renacimiento en Italia (1860), en una versión superior a la que, casi coincidentemente, fue editada en Argentina.
Hacia 1945, cansado de aguardar en vano su reposición en la cátedra universitaria, decidió aceptar un puesto de dirección empresarial. Así fue como pasó a formar parte de los Consejos de Administración de diversas compañías mercantiles, como Iberduero o Editorial Miñón, hasta convertirse, quizá, en el hombre de negocios más reputado de la región. Una vez asentado, académicamente, en la ciudad de Valladolid, desde 1948, no tardó en hacer valer sus exquisitas y educadas dotes de organización, ejerciendo de decano de su Facultad de Derecho durante más de catorce años, desde 1957 hasta, apenas un año antes de su jubilación, 1972.
De su período de doloroso ostracismo universitario, José Antonio Rubio Sacristán supo extraer lo mejor de su producción científica. Escribió, en 1950, sobre la Empresa libre y la Economía planificada, además de elaborar diversos artículos para la Encyclopaedia for Social Sciences. Rubio Sacristán reunía, además de grandes conocimientos teóricos, una sólida preparación en todas las técnicas de la investigación histórica.
Desconfiaba de que la realidad histórica presentada por las fuentes documentales de conocimiento fuese ya, en sí misma, conocimiento científico, ni que se convirtiese en tal porque se la sometiese a una “crítica depuradora, por rigurosa que ésta fuese”. Para él, era fundamental la interpretación del historiador, ya que el principio dogmático de dejar que las fuentes históricas hablasen por sí mismas sólo servía, según creía, para encubrir, sin conseguirlo, la “impotencia constructiva” de quienes lo proponían. De ahí que hiciese suya, según dejó escrito, la tesis de Werner Sombart, de que “Sin teoría, no hay Historia”. Consciente de lo rápido que suelen envejecer las modas intelectuales, se mostró satisfecho de haber escrito poco, y errado menos. En su obra Werner Sombart y la teoría histórica de la Economía (1941), apreciaba que, siendo teórica e histórica a la vez, y su objeto de estudio individual, histórico, éste sólo podía ser conocido, en cambio, cuando era apresado en forma de conceptos, que, por la índole de su materia, habían de ser lógicamente económicos. En La fundación del Banco de Ámsterdam (1609) y la Banca de Sevilla, de 1947, procura desvelar algunas de las cuestiones nucleares relativas a la Banca de los Reinos de la Corona de Castilla en los siglos XVI y XVII, mostrando que la creación de la Historia económica, como disciplina científica independiente, había sido obra, en su mejor medida, de los historiadores del Derecho; al tiempo que probaba la existencia de una conexión histórica, no sólo entre la Banca de Venecia y la de Ámsterdam, sino también entre ésta y la de Sevilla.
El 30 de mayo de 1973, pronunció su última lección de cátedra, la jubilar, en la Facultad de Derecho de la Universidad vallisoletana, que versó sobre La Historia del Derecho, ayer y hoy, en la que concluía aseverando que, como historiador jurista, no consideraba cumplida su misión si, además de “registrar las vicisitudes del ser positivo del Derecho a través de los tiempos, no sometía a examen la medida en que ese derecho histórico había sido fiel a su dimensión esencial, que era la realización de la justicia”.
Fue electo académico de número de la Real Academia de la Historia —de la que sería su Tesorero— el 7 de diciembre de 1984, para ocupar la vacante dejada por el fallecimiento de Claudio Sánchez-Albornoz.
Su discurso de ingreso fue leído el 26 de abril de 1987, y versó sobre una de sus cuestiones preferidas, la de la conceptuación y categorización del conocimiento histórico, que intituló Una crisis en la Ciencia histórica. Fue contestado en nombre de la Corporación por uno de sus proponentes, Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón, en representación de quien estaba llamado a hacerlo en primer lugar, Ramón Carande, que acababa de fallecer, el 1 de septiembre de 1986.
Atento al debate historiográfico reabierto en Alemania, en la década de los años setenta, tras el profundo silencio extendido desde el final de la Segunda Guerra Mundial, no desatendió, desde luego, el hecho de la incorporación, al mismo, de nuevas generaciones de historiadores franceses y anglosajones. A su juicio, considerando al historicismo como la teoría todavía dominante en el campo de la Historia, entendía que su acoso teórico, cada vez mayor, por parte de las Ciencias sociales, podía hallar un remedio practicable con su integración en una Ciencia “social histórica”, esto es, en un producto científicamente híbrido, en el que la hermenéutica aparecería fundida con la investigación analítica.
José Antonio Rubio Sacristán fue un lector paciente, metódico, infatigable, y nocherniego, a lo largo de toda su vida, un paciente estudioso, y, al mismo tiempo, un escritor calmo, como evidencia de su carácter nada egocéntrico, y, por tanto, no urgido, ni tentado para lucir el fruto expreso, de sus atinadas lecturas, en libros y monografías. La vanagloria y el lucimiento, literario o científico, no eran estímulos suficientes para él. También fue uno de los mejores conocedores de la poesía, española y europea, y del arte de la cinematografía, estadounidense y europea, del siglo XX. Falleció repentinamente, sin estar enfermo, en Valladolid, el 2 de junio de 1995.
Obras de ~: La política de Benedicto XIII desde la sustracción de Aragón a su obediencia hasta su destitución en el Concilio de Constanza (enero de 1416 a julio de 1417), Zamora, 1926; “El Anuario de Historia del Derecho Españo”, en Revista de Occidente, 47 (mayo de 1927), págs. 229-235; “Donationes post obitum y donationes reservato usufructo en la Alta Edad Media de León y Castilla”, en el Anuario de Historia del Derecho Español (AHDE), 9 (1932), págs. 1-32; “Comercio exterior y Economía nacional”, en Cruz y Raya. Revista de Afirmación y Negación, 2 (mayo, 1933), págs. 133-139; F. Somary, Política bancaria, trad. de ~, Madrid, Editorial Reus, 1936; “Werner Sombart y la teoría histórica de la Economía”, en Revista de Estudios Políticos, I, 3 (julio-septiembre de 1941), págs. 487- 516; “Prólogo” en J. Burckhardt, La Cultura del Renacimiento en Italia, trad. de ~, Madrid, Editorial Escelicer, 1941; “La España Imperial de Carlos V y su economía. A propósito de un libro reciente”, en Moneda y Crédito. Revista de Economía (MyC), 9 (junio de 1944), págs. 60-68; “La fundación del Banco de Ámsterdam (1609) y la Banca de Sevilla”, en MyC, 24 (marzo de 1948), págs. 3-31; Empresa libre-Economía planificada, Valladolid, 1950; “La transmisión de la propiedad inmobiliaria en nuestro Derecho medieval. Función del documento”, en los Anales de la Academia Matritense del Notariado, Madrid, 7 (1953), págs. 351-371; “Historia económica y Teoría económica”, en VV. AA., Cuestiones históricas y actuales de la Economía Española, Bilbao, Facultad de Ciencias Económicas, 1957, págs. 191-204; “La Historia del Derecho, ayer y hoy. Última lección leída, en la Universidad de Valladolid, el 30 de mayo de 1973”, en MyC, 129 (1974), págs. 251-261; Una crisis en la ciencia histórica, [discurso leído el día 26 de abril de 1987 en el acto de su recepción pública, y contestación por el Excmo. Sr. Don Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón], Madrid, Real Academia de la Historia, 1987.
Fuentes y bibl.: Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares), Educación, Expedientes de Cátedra, caja 6.983, exp. N.º 2; caja 9.142, exp. n.º 2; caja 12.626, exp. n.º 2 (sign. actual, 31/4.067) y caja 12.684, exp. n.º 50 (sign. actual, 31/4.144).
Patronato de Misiones Pedagógicas (septiembre de 1931-diciembre de 1933), Madrid, 1934; [Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes], La Universidad Internacional de Verano en Santander, Madrid, 1935; A. Jiménez Fraud, La Residencia de Estudiantes. Visita a Maquiavelo, introd. de L. García de Valdeavellano, Barcelona, Ariel, 1972; G. Anes y Álvarez de Castrillón, “Presentación del Homenaje a Don José Antonio Rubio Sacristán”, en Moneda y Crédito, Madrid, n.os 128 y 129 (marzo y junio de 1974), págs. 1-6; “Discurso de contestación”, en J. A. Rubio Sacristan, Una crisis en la ciencia histórica, op. cit., págs. 49-62; A. Jiménez Fraud, Residentes. Semblanzas y recuerdos, Madrid, Alianza, 1989; I. Pérez- Villanueva Tovar, La Residencia de Estudiantes. Grupos universitarios y de señoritas. Madrid, 1910-1936, Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 1990; E. Gómez Orbaneja, “La Universidad Internacional de Verano: recuerdos de La Magdalena (1933-1936)”, en la Revista de Occidente, 126 (noviembre de 1991), págs. 61-71; L. Bru, “Necrológicas. José Antonio Rubio Sacristán”, en ABC (Madrid), 7 de junio de 1995; F. Ruiz Martín, “Necrología de Don José Antonio Rubio Sacristán (1903-1995)”, en el Boletín de la Real Academia de la Historia, Madrid, CXCII, 3 (septiembrediciembre de 1995), págs. 359-369; N. Pulido, “La Residencia recuerda la figura de José Antonio Rubio Sacristán”, en ABC, 18 de junio de 1996, pág. 59; J. Marías, “Verano de 1934”, en ABC, de 15 de agosto de 1996 [en http://www.filosofia.org./hem/199/ 19960815 .htm; LXXX Aniversario de la Generación del 27, de 1997, en http://www.elpais.com/ fotogaleria/aniversario/ generacion/27/4767-2]; R. Medina Plana, “Maneras de entender o entender la manera. Las primeras Memorias de oposición a Cátedras de Historia del Derecho”, en los Cuadernos de Historia del Derecho, Madrid, 6 (1999), págs. 19-142; P. Zambrana Moral y E. Martínez Barrios, Depuración política universitaria en el primer franquismo: algunos Profesores de Derecho, Barcelona, Universidad de Málaga, 2001; M. Martínez Neira, “Hacia la madurez de una disciplina. Las oposiciones a Cátedra de Historia del Derecho Español entre 1898 y 1936”, en los Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija de Estudios sobre la Universidad (CIANEU), 5 (2002), págs. 331-458; “Los Catedráticos de la posguerra. Las oposiciones a Cátedra de Historia del Derecho Español en el primer franquismo”, en CIANEU, 6 (2003), págs. 135-219; El libro “Poesías orientales” compila, por primera vez, el conjunto de traducciones del poeta Emilio Prados, en http://www.webislam.com/?idt=3476, 25 de diciembre de 2005; M. J. Pélaez Albendea (coord.), Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos (hispánicos, brasileños, quebequenses y restantes francófonos), vol. II, Zaragoza-Barcelona, 2006, págs. 439-440.; J. M. López Sánchez, Heterodoxos españoles. El Centro de Estudios Históricos, 1910-1936, Madrid, Marcial Pons, 2006, págs. 11- 123 y 371-426; J. Olmedo Ramos, “Todo Cervantes: la otra vindicación del 27”, en los Cuadernos para la Investigación de la Literatura Hispánica, 32 (2007), págs. 85-129; P. Salinas, Obras Completas. t. III. Epistolario, ed. de E. Bou, introd. y notas de E. Bou y A. Soria Olmedo, Madrid, Cátedra-Biblioteca Áurea, 2007, págs. 283-849, 1563 y nota n.º 466, 1566 y nota n.º 511, y 1577-1584.
José María Vallejo García-Hevia