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Pedro de Esquivel

Biografía

Esquivel, Pedro de. Alcalá de Henares (Madrid), p. m. s. XVI – ?, c. 1570. Geografía, matemáticas.

Estudió Artes y Teología en la Universidad de Alcalá, donde más tarde ocupó la cátedra de Matemáticas. Esquivel desempeñó diversas actividades como ingeniero civil. La primera conocida tuvo lugar en 1552 cuando Felipe II le encargó que informara sobre la continuación de las obras ya iniciadas de la acequia imperial de Aragón. En 1554 participó en una junta de expertos para discutir la cuestión de la determinación de la longitud geográfica e informar sobre un instrumento diseñado por Pedro Apiano. Cuando Felipe II regresó definitivamente a España, creó los puestos de cosmógrafo mayor de la Casa de la Contratación, asignándoselo a Alonso de Santa Cruz, y matemático de palacio, para el que nombró a Esquivel. Éste participó en uno de los grandes proyectos de ingeniería de la época: mejorar las comunicaciones en Castilla y Aragón aprovechando los cauces fluviales existentes y construyendo nuevos canales. Su proyecto de levantar una presa y sacar una acequia en el Jarama para regar toda la vega, hacia las salinas de Espartinas y toda la dehesa de Requena, con la intención adicional de que la acequia fuera, también, un canal navegable, fue considerado viable siete años después y comenzó a realizarse en 1572. En 1566, Felipe II le encargó un proyecto mucho más ambicioso: elaborar un detallado mapa de España, proyecto enmarcado en el de realizar un completo “inventario” de todo el imperio. La información sobre este trabajo procede sobre todo del cronista y catedrático de Alcalá Ambrosio de Morales en su Discurso sobre las antigüedades de España. Se trataba, según este cronista, de “hacer una descripción tan entera y tan cumplida, que señalase en ella particularmente los lugares, ríos, arroyos y montañas por pequeños que fuesen”. La importancia histórica de la labor realizada por Esquivel consiste en la que fue uno de los primeros intentos de descripción geodésica de un país.

La triangulación geodésica elemental —muy distinta, por supuesto, de la moderna— fue descrita por vez primera por Gemma Frisius en su Libellus de locorum describendorum ratione (1533), incluido en su edición de la Cosmographia de Pedro Apiano. Estaba basada en la trigonometría expuesta por Regiomontano y en la tradición desarrollada en torno al propio Pedro Apiano y al geógrafo Sebastián Munster. En 1548 se publicó una traducción castellana de la edición del tratado de Apiano y del Libellus de Gemma Frisius, autor que, por otra parte, mantuvo una estrecha relación con el ambiente científico español. Esquivel, por lo tanto, conocía con seguridad su obra, que debió de tener muy en cuenta por planificar la triangulación geodésica de España. Se preocupó también de determinar exactamente las unidades de medida, para lo que realizó una serie de comprobaciones, utilizando cadenas de cincuenta varas en terrenos llanos y métodos trigonométricos en los desiguales y montañosos. Provisto de una serie de instrumentos matemáticos que había diseñado, entre ellos un planisferio (una especie de primitivo teodolito) y un nivel llamado de “tranco” (en forma de A) pequeñito con una traviesa de 83,6 centímetros, y que transportaba en mulas, recorrió después durante varios años la Península, realizando mediciones en colaboración con Diego y Felipe de Guevara. A la rigurosidad de su trabajo se refiere este último, diciendo “no haber palmo de tierra de España que no fuese por el autor vista, andada u hollada, asegurándose de la verdad de todo, en cuanto los instrumentos matemáticos dan lugar, de manera que sin encarecimiento se puede afirmar que, después que el mundo es creado, no ha habido provincia en él descrita con más cuidado, diligencia y verdad”.

Esquivel no fue el primero que realizó levantamientos topográficos utilizando el método de las triangulaciones geodésicas. Felipe Apiano, hijo del célebre astrónomo, había efectuado mediciones de este tipo en Baviera pocos años antes, entre 1555 y 1561. No obstante, la labor de Esquivel es un hito de auténtico relieve no sólo por su temprana fecha, sino por la amplitud de sus objetivos y la rigurosidad con la que los abordó. Murió, como era de esperar, antes de terminarla. Se nombró entonces para sucederle a su colaborador, Diego de Guevara, que falleció muy joven poco después. El mismo día de su muerte, Felipe II escribió al secretario Gonzalo Pérez una carta, reproducida por Picatoste, que refleja el interés del Monarca por estos trabajos: “He entendido la muerte de Don Diego de Guevara, de que me ha pesado, y háseme acordado que creo que tenía los instrumentos y otro papeles de Esquivel. Será bien, si es así, que los hagáis cobrar, que Juan de Herrera sabrá dellos, porque no se pierdan y se pueda continuar la carta de España que él hacía, en que creo yo podría entender a Herrera”. La labor de Esquivel quedó finalmente inacabada. Se ha discutido mucho sobre si el famoso Atlas conservado en El Escorial corresponde a la labor de Esquivel, sin que los estudiosos se hayan puesto de acuerdo. Actualmente hay una tendencia a atribuir este atlas a Alonso de Santa Cruz. En cambio, el voluminoso manuscrito conservado en Estocolmo sí que corresponde probablemente al trabajo de Esquivel y al de otros autores posteriores como Juan Bautista Labaña que continuaron su labor. Los trabajos en marcha arrojarán pronto nuevas luces sobre esta cuestión.

Esquivel también practicó la astrología y escribió algunos pronósticos.

La principal fuente impresa es la obra de Ambrosio de Morales, Discurso sobre las antigüedades de Castilla, redactada a partir de 1565 por el célebre cronista e incluida en el volumen II de sus Opúsculos castellanos (Madrid, B. Cano, 1793). En ella se ocupa con amplitud de la obra de Esquivel y también de Diego de Guevara, que había sido discípulo de Morales y Esquivel en la Universidad de Alcalá. Las fuentes manuscritas y los documentos de archivo se pueden ver en los libros de Álvarez de Baena (1789) y Picatoste (1891).

 

Bibl.: E. Flórez, España Sagrada, vol. I, Madrid, M. F. Rodríguez, 1747, pág. 7; J. A. Álvarez de Baena, Hijos de Madrid ilustres en santidad, dignidades, armas, ciencias y artes, vol. I, Madrid, Oficina de D. Benito Cano, 1789, págs. 296-302; A. de Morales, “Discurso sobre las antigüedades de Castilla”, en Opúsculos castellanos, vol. II, Madrid, Oficina de D. Benito Cano, 1793; F. Picatoste Rodríguez, Apuntes para una biblioteca científica española del siglo XVI, Madrid, Tello, 1891, págs. 86-89. G. Marcel, “Les origines de la carte d’Espagne”, en Revue Hispanique, 6 (1899), págs. 163-193; J. M. López Piñero, Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVI y XVII, Barcelona, Labor, 1979; J. M. López Piñero y T. F. Glick, “Pedro Esquivel”, en J. M. López Piñero, T. F. Glick, V. Navarro Brotóns y E. Portela Marco, Diccionario Histórico de la Ciencia Moderna en España, Barcelona, Península, 1983, págs. 310-312; N. García tapia, Ingeniería y Arquitectura en el Renacimiento español, Valladolid, Universidad-Caja de Ahorros de Salamanca, 1990; G. Parker, “Maps and Ministres: The Spanish Habsburgs”, en D. Buisseret (ed.), Monarchs, Ministres and Maps, Chicago, The University of Chicago Press, 1992, págs. 124-153; M. E. Piñeiro, “Esquivel, ‘Un ejemplo de la ciencia aplicada en la España del Siglo de Oro’”, en La Universidad Complutense Cisneriana, Madrid, Universidad Complutense, 1996, págs, 261-281.

 

Víctor Navarro Brotons