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Francisco de Ibarra

Biografía

Ibarra, Francisco de. Durango (Vizcaya), c. 1539 – Minas de Pánuco, Chiametla (México), 17.VIII.1575. Conquistador, colonizador, fundador, gobernador y capitán general de la provincia de la Nueva Vizcaya.

No hay certeza absoluta sobre su año de nacimiento. Fue hijo de Pedro Sánchez de Ibarra, hombre prestigioso, y de María de Arandia. La casa de Ibarra era una de las más nobles de Guipúzcoa, dividida en tres ramas, una duranguesa, en Vizcaya. Por eso, a veces se le da a Francisco de Ibarra la naturaleza guipuzcoana.

Vivió en España pocos años de su niñez, pues, como otros muchos vizcaínos, se lanzó a la carrera de las Indias. Todos los historiadores están de acuerdo en que en 1550 se hallaba en la Nueva España, acogido a la sombra de su tío, Diego de Ibarra, veterano de la conquista de Hernán Cortes, uno de los fundadores de Zacatecas, que había hecho gran fortuna y que, por añadidura, estaba casado con una hija del virrey Luis de Velasco. Permaneció Francisco de Ibarra sus primeros años de estancia en Ciudad de México, donde prosiguió su educación y, con discreción, vivió prácticamente junto a la corte virreinal, siempre apoyado por su tío. En su testamente Francisco de Ibarra decía: “Declaro que mi tío Diego de Ibarra me ha dado mucha cantidad de pesos y en su hacienda he gastado yo muchos dineros y otras cosas; si quisiere ser pagado dellos, se pague conforme a lo que él dijere; le suplico tenga atención a que por su respeto vine de los Reinos de España y me tuvo y me crió en su casa y que conforme a esto haga lo que le pareciere”.

Hacia el mes de septiembre del año 1554, Francisco de Ibarra fue nombrado capitán. Tendría unos quince, o quizás dieciséis años. El nombramiento no era honorífico. Era tan real como que se le nombró jefe de una expedición para entrar, descubrir y colonizar más allá del norte de Zacatecas, lo que supondría, años después, la creación de la provincia de Nueva Vizcaya y la fundación de Durango. Se partía de las tierras conquistadas de Nueva Galicia, e Ibarra conquistó nuevos y amplios territorios, la mayor parte de las veces con ausencia de violencia. El virrey le dio el mando de una expedición a un joven de dieciséis años, porque le conocía personalmente, porque ser sobrino de su yerno era una garantía, y porque, como en todos los proyectos de conquista, el conquistador ponía su vida y su hacienda. En los proyectos de conquista, la Corona nada ponía, nada perdía. Ante el hecho cierto de que una expedición militar de exploración, conquista y colonización fuera dirigida por un mancebo de dieciséis años, ha de reconocerse que no se conoce en la historia del descubrimiento, conquista y colonización de América, ni por españoles ni por extranjeros, ningún caso similar. Dice Zavala: “Fue un caso único de juventud en la conquista de América” (1988: 50). Ibarra se ganó el cariño y el respeto de los soldados, de los naturales conquistados y de todos cuantos lo conocieron. Herrera, en su Octava y última Década (1730), le dedica tres capítulos.

En la vasta “información de servicios” que en 1569 haría Francisco de Ibarra [Archivo General de Indias (AGI), Patronato Real, 1-3-20/11] presentó doce testigos, residentes en los centros mineros que él fundara, que contestaron a doce preguntas, que proporcionan la siguiente masa informativa, sintetizada: a partir de Zacatecas, territorio septentrional avanzado de la penetración española en la Nueva España, en septiembre de 1554 el capitán Ibarra salió hacia el norte con una compleja caravana exploradora, y colonizadora. Iban treinta soldados españoles, de 2.º el capitán Juan de Tolosa, de capellán el licenciado Juan García, un centenar o más de indios aliados mexicanos y tlaxcaltecas, esclavos negros, unos cien caballos, otras tantas mulas con provisiones y bagajes, quinientos carneros. “Cada soldado gastó 400 pesos de oro en armas y caballos”. Pasaron Fresnillo, cruzaron el río de las Nieves o Grande. Siguieron al norte hasta los indios saín, que intentaron huir, pero, mediante intérprete, Ibarra les convenció con palabras de paz y amistad. El capellán los adoctrinó, haciendo sus primeros bautismos; los saín siempre fueron colaboradores pacíficos. Prosiguieron hacia el norte y fundaron Bautismo y San Miguel (el 29 de septiembre, su festividad); los indios fueron convencidos por los intérpretes saín. Todo transcurría en paz. Los nuevos indios les hablaron de minas. Juan de Tolosa, con cinco hombres, guiados por un indio, llegó hasta ellas. Cuatro soldados se llamaban Martín y las minas se nombraron de San Martín. Llevaron muestras de metal a Ibarra. Prosiguió el camino y de nuevo atravesaron difícilmente el río Grande, con pérdidas de caballos, mulas y bastimentos. Sufrieron después el tormento de la sed, cinco días sin beber les hizo desviarse al noroeste, donde encontraron nuevos indios y una india que entendía el castellano (había huido de su tierra cuando la conquistó el cruel Nuño Beltrán de Guzmán). La india sirvió de intérprete. Descubrieron el valle de San Juan y los indios de tres pueblos huyeron hacia la sierra, sin que pudieran atraerlos. La expedición descubrió las minas de San Lucas, la laguna de Cuaimapé, Capinamaíz, Ocotón, Cacaria y el valle de Guatimapé. Dicen los testigos que, guarecidos por la lluvia, el joven capitán servía por su mano la comida a soldados y a esclavos negros. Llegados al pueblo indio de Olla, su tribu huyó al monte. Durante cuarenta días intentó Ibarra atraerlos con signos de paz. Se internó hacia ellos con catorce soldados. Sufrió una emboscada, murió un soldado y hubo doce heridos, entre ellos el capitán (J. Ll. Mecham: 68). Se recuperaron de las heridas. Después descubrieron el valle de Guadiana. Se decidió hacer un real o campamento y dar un descanso general a la caravana. Ibarra envió una patrulla hasta Zacatecas, pidiendo auxilios, ropa, calzado y comida. Llegados estos auxilios, la primera expedición pudo regresar a las minas de Zacatecas, su punto de partida.

Los descubrimientos en territorios en camino de colonización y con indios amigos se sucedieron. Las minas de plata de Sombrerete, Ranchos, los Chalchihuites, las Nieves, Santiago y San Miguel de Fresnillo empezaron a explotarse. Las haciendas agrícolas y ganaderas se multiplicaron. Había tierra fértil y daba frutos abundantes. Ibarra fijó su residencia en las minas de San Martín, frente a nueve poblaciones de indios levantiscos. Un testigo, Alonso Espinosa, juró haber acompañado a Ibarra en dieciocho entradas pacificadoras hacia territorio de indios levantiscos.

En 1561 llegaron cuatro religiosos franciscanos enviados por el virrey Velasco, para evangelizar las tierras descubiertas por Ibarra. Él mismo los acompañó hacia donde mejor creyeran que debían establecer su primera misión. Escogieron el lugar donde se juntaban los ríos Súchil y San Pedro. Decididos a crear la misión allí, dijeron: “Comencemos la obra en el Nombre de Dios […]”, y la misión quedó con este nombre.

Dice el Diccionario de Historia de España (1979, II: 479) que en 1562 el rey Carlos V nombró a Ibarra adelantado y capitán general de Nueva Vizcaya. Esto es erróneo. En España reinaba Felipe II desde 1556 (en 1558 falleció Carlos I de España). Hubo una Real Cédula de “la Princesa”, fechada en Valladolid el 20 de diciembre de 1556, dirigida al virrey Velasco, por la que se le autorizaba a nombrar gobernadores en favor de personas competentes para las nuevas provincias conquistadas (Zavala: 75-76). Y a continuación, Zavala publica “en nombre de Su Majestad y por virtud de autorización Real”, el nombramiento “de Gobernador y Capitán” de las tierras que había descubierto, a favor de Francisco de Ibarra, dado en México el 24 de julio de 1562 (Zavala: 76- 78). Curiosamente, lo primero que hizo Ibarra fue proveerse de un estandarte “de damasco azul, bordado y labrado en oro y plata”, para su ejército y su nueva provincia. El 24 de enero de 1563 salió de San Martín rumbo a las tierras de las que iba a ser gobernador. Lo despidió su tío Diego con gran aprecio. Internándose Ibarra en el territorio que le correspondía, pensó en darle un nombre y le dio el de Nueva Vizcaya, en recuerdo de su tierra natal, pero no porque la naturaleza fuera parecida a la del País Vasco. Llegó a la misión de Nombre de Dios, pasó a Avino, y siguió al norte a tomar posesión de su provincia. Llegado al valle de San Juan, lo consideró sitio estratégico, y de esta forma fue su cuartel general durante años. Organizó su ejército con el siguiente organigrama (nombramientos del 5 de marzo de 1563): maese de campo, Martín de Gamón; alguacil mayor, Alonso de la Mancha; alférez mayor, Martín de Rentería; capitanes, Pedro de Quesada, Andrés de Ibarra, Martín de Arana; oficiales reales, Martín López de Ibarra y Julián de Heredia; secretario, Sebastián de Quiroz.

La ilusión de todo conquistador era encontrar una ciudad fabulosa (el mito de las Siete Ciudades de Cibola, etc.). Los indios le hablaron a Ibarra de Topia como de la ciudad rica. No se sabe bien por qué ruta emprendió la marcha. Se conoce, por los cronistas, que primero llegó al valle de San Matías y luego al de San Jerónimo, pero estos nombres han desaparecido de la toponimia actual y hay dudas sobre su identificación. En el valle de Guatimapé una india les dijo que les conduciría a Topia. Regresó al valle de San Juan, donde, en junta general, se acordó que partiera un escuadrón de cuarenta hombres. Salieron el 15 de abril, llevando como guía a la india. Desde una alta montaña divisaron la ciudad de Topia. A la noche hicieron una aproximación. Oyeron tocar el tambor azteca (“teponaxtle”). Ibarra, cautamente, decidió no entrar y regresar al campamento del valle de San Juan. Allí escribió a su tío: “La tierra es muy poblada y la gente de más policía que se ha hallado en las Indias [...]”. Diego recibió el mensaje a caballo en las minas de San Martín y se apresuró a escribir a su suegro y virrey, amplificando la noticia, añadiendo que se hallarían grandes minas de plata. El virrey Velasco amplió más la información y escribió al Rey, diciéndole que había enviado a descubrir nuevas tierras a Francisco de Ibarra, “hombre virtuoso”, que las había hallado en la tierra de Copala, que tiene “gente vestida y rica, con muchas minas de plata”.

Ibarra sufrió en el campamento la rebelión de su maese de campo y dos capitanes. Trató de encarcelarlos y huyeron a San Martín. Gamón fue arrestado en casa del alcalde. Llevado al campamento fue juzgado y ejecutado, con gran pena de Ibarra, pues fue la única muerte que tuvo que decretar en su vida, necesaria por tratarse de rebelión. El 8 de julio de 1563, escogido un delicioso terreno del valle de Guadiana, se fundó la ciudad de Durango (en recuerdo de la villa natal de Ibarra) con la solemnidad que requerían las Ordenanzas de 1525 (J. Ll. Mecham: 121). Fueron sus primeras autoridades: gobernador Francisco de Ibarra, teniente de gobernador Martín de Arriola, tesorero Martín López de Ibarra, factor Juan de Heredia y escribano Sebastián de Quirós. Desde el principio actuó como capital. Se instalaron allí la Caja Real y tres oficiales de la Real Hacienda. Hoy Durango (quinientos mil habitantes) es la capital del Estado de Durango (120.000 kilómetros cuadrados y dos millones de habitantes). La fiesta oficial del Estado sigue siendo el 8 de julio.

El 7 de noviembre de 1563 se fundó la ciudad de Nombre de Dios, con un primer alcalde, Alonso García, y un guardián, el padre Pedro de Espinareda. Hubo problemas con la Audiencia de Nueva Galicia, pues la consideraba territorio de su jurisdicción, y envió una fuerza militar. Ibarra obvió el peligro informando al virrey, quien resolvió que retenía personalmente la villa, hasta que el pleito se solucionara; el pleito no se resolvió hasta 1611 y se hizo a favor de Durango (J. Ll. Mecham: 148-152 y 193-203). La Navidad de 1563 la pasó Ibarra en el valle de San Juan, organizando su anhelada conquista de Topia. En la primavera el gobernador reunió a sus hombres y los proveyó para la marcha: caballos, armas, pólvora, provisiones. Esta expedición y conquista de Topia aparece en J. Ll. Mecham (págs. 126-132) y en Zavala (págs. 122-126). Atravesaron ásperos caminos hasta el punto de quitar peñas con las manos. Llegaron a Topia y los indios los recibieron en son de guerra, hiriendo a varios españoles. Ibarra les brindó amistad y consiguió la paz y ser bien acogido. Los indios de la tribu acaxee eran los más civilizados que encontró Ibarra. Mucho le ayudó el capellán de la expedición, fray Pablo de Acevedo. Ibarra no vio cumplidos sus sueños con Topia. Su riqueza estaba en las minas de oro y plata que se descubrieron en el siglo xvii, con el nombre de Veracruz de Topia. Ibarra dejó una guarnición y prosiguió más adelante hacia lo que es el actual Estado de Sinaloa. Llevaba veintiséis hombres e indios aliados de la tribu pataplán. Los indios de Ocoroni le dieron quinientos hombres y una intérprete, la mujer del cacique, famosa por sus conocimientos, que fue bautizada con el nombre de Luisa, y prestó buenos y leales servicios. A orillas del río del Fuerte fundó la villa de San Juan, en junio de 1564. Recibió Ibarra una Cédula, concediéndole la conquista de Chiametla, antes otorgada al oidor Morones, que había fallecido, y se le facultaba para continuar sus conquistas, aunque fueran tierras ya descubiertas, con la condición de que no tuvieran iglesias. Aconsejado y ayudado por su tío Diego y por el encomendero Pedro de Tovar, alcalde de Culiacán, y su esposa Francisca de Guzmán, la conquista de Chiametla fue fácil (J. Ll. Mecham: 143-148). Ibarra pobló la villa de San Sebastián (actual Concordia) en 1567. Después de esta fecha, Ibarra se situó en Chiametla, de donde ya no se movió, y se dedicó a la administración de su territorio, desarrollando actividades mineras, agrícolas y ganaderas. La provincia de Nueva Vizcaya fue la más extensa en su época; ocupaba los actuales Estados de Durango, Chihuahua, Sinaloa y Sonora (unos 600.000 kilómetros cuadrados). Ibarra enfermó de tuberculosis.

El 1 de junio de 1574 el Rey le confirmó en sus cargos y le concedió una pensión de 2.000 ducados anuales. Dictó un largo testamento en Pánuco el 3 de julio de 1575. Murió, en estado de soltero, el 17 de agosto de 1575 (AGI, Información sobre Francisco de Ibarra, 18 de agosto de 1575, México, 67-1-12) Su vida se consumió en treinta y seis años. Le sucedió su tío Diego provisionalmente, hasta que su hermano, el licenciado Juan de Ibarra, fue designado gobernador y capitán general de Nueva Vizcaya y se trasladó desde España a su destino. Francisco de Ibarra fue llamado por sus coetáneos “el Fénix de los conquistadores” (J. Ll. Mecham: 227 y 239).

 

Bibl.: A. de Herrera, Historia General de los Hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, Década Octava, Madrid, Oficina de N. Rodríguez Franco, 1730, lib. X, caps. XXIII, XXIV y XXV, págs. 247-249; Bolton (ed.), Spanish Exploration in the Southwest, 1542- 1708, New York, 1916, págs. 141-143, 149 y 271; J. Lloyd Mecham, Historical Documents relating to New Mexico, Nueva Vizcaya, and Approaches thereto, to 1773, Colected by A. F. Bandelier and F. R. Bandelier, Spanish Texts and English Translations, vols. I y II, Washington, Carnegie Institution of Washington, 1923, págs. 15-17 y pág. 6, respect.; Francisco de Ibarra and Nueva Vizcaya, Dirham, North Carolina, Duke University Press, 1927 (The Seeman Press); J. I. Gallegos, Historia de la Iglesia en Durango, México, Editorial Jus, 1969 (col. México Heroico, n.º 100), págs. 23- 24 y 27-28; A. G. Saravia, Obras. Vol. I, Apuntes para la Historia de Nueva Vizcaya, México, Universidad Autónoma, 1978, pássim.; VV. AA., Diccionario de Historia de España, vols. II y III, Madrid, Alianza Editorial, 1979, págs. 418- 419 y pág. 360, respect.; D. C. Briggs, Historical Dictionary of Mexico, Metuchen, The Scarecrow Press, 1981, pág. 115; V. Zavala, Francisco de Ibarra, Bilbao, Ediciones Mensajero, 1988 (col. Kurutzeaga, 12); VV. AA., Diccionario Porrúa de Historia, Biografía y Geografía de México, vol. II, México, Editorial Porrúa, 1995 (6.ª ed.), pág. 1757; Gran Enciclopedia de España, vol. XI, Zaragoza, Enciclopedia de España, 1996, pág. 5247; Milenios de México. Diccionario Enciclopédico de México, vol. II, México, Hoja Casa Editorial, 1999, pág. 1371.

 

Fernando Rodríguez de la Torre

Relación con otros personajes del DBE