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Gonzalo Pizarro

Biografía

Pizarro, Gonzalo. El Largo. Trujillo (Cáceres), 1458 – Pamplona (Navarra), 1522. Capitán de los Reyes Católicos en la Guerra de Reconquista.

El origen del linaje de los Pizarro es montañés, entre Asturias y el país de los vascos, hoy tierra de Santander, donde abundan los pizarrales. De allí provino el apellido Pizarro como lo señala su blasón: dos osos rampantes que pretenden alcanzar las piñas de un pino, pisando trozos de pizarra. Caballeros de este linaje lucharon junto a Don Pelayo y estuvieron presentes en la importantísima batalla de Covadonga (718), triunfo inicial contra los moros en la dilatada guerra de Reconquista.

Según señalan los genealogistas, los Pizarro emigraron de su solar montañés para afincarse en Aragón, Navarra y Galicia. De este último lugar pasaron a Trujillo, ciudad que ayudaron a conquistar con sus armas y caballos y que fue tomada por los cristianos el 25 de enero de 1232. Los Pizarro que fundaron solar en Trujillo tuvieron también un nuevo escudo: en campo de plata, un pino de sinople frutado de oro, acostados por dos osos rampantes de sable, uno a cada lado, y pisando cada uno una losa de pizarra.

Gonzalo Pizarro El Largo parece que tuvo otros dos remoquetes: El Romano y El Tuerto. Su nombre completo fue Gonzalo Pizarro y Rodríguez de Aguilar. Sus padres fueron Hernando Alonso Pizarro e Isabel Rodríguez de Aguilar, ambos de preclaros y antiguos linajes trujillanos que, en no pocas oportunidades, estuvieron enfrentados en las banderías que por mucho tiempo ensangrentaron esa ciudad extremeña.

Contaba más o menos veinte años cuando Gonzalo Pizarro y Rodríguez de Aguilar, como cumplía a un hidalgo, se inició en la carrera de las armas, bajo las órdenes de los Reyes Católicos, principalmente de don Fernando y, gracias a sus méritos fue nombrado alférez o abanderado de uno de los cuerpos del ejército que culminaría la Reconquista de España. Se sabe con certeza que estuvo en el sitio de Loja, donde se había refugiado Boabdil, enfrentado con El Zagal, ciudad que capituló ante Fernando el Católico el 20 de mayo de 1486. También participó en el cerco de Vélez-Málaga, que capituló el 27 de abril de 1487. Posteriormente los cristianos entraron triunfalmente a Málaga, el 18 de agosto del año mencionado en último término.

Durante la secular guerra entre moros y cristianos era frecuente que en determinados momentos se pactaran treguas con el objeto de que caballeros de ambos bandos se desafiaran y lucharan, “de bueno a bueno”, bien fuera en grupo o en duelo singular. En estas ocasiones los combatientes vestían sus más lujosos atuendos y usaban sus mejores armas tanto ofensivas como defensivas y sus mejores caballos. Estos combates, donde se realizaban por ambas partes verdaderas proezas de valor y gallardía, fueron recogidos en los llamados “Romances fronterizos”, que divulgaban entre los cristianos “las nuevas de la frontera”, tales como la conquista de una ciudad o los combates caballerescos antes mencionados. Gonzalo Pizarro se preciaba, justificadamente, de que “fue tres vezes desafiado de moros en Loxa y en Vélez-Málaga e que salió todas tres vezes al desafío e todos tres vezes venció”.

Respecto a la participación de Gonzalo Pizarro El Largo en la guerra de Italia, discrepan los historiadores peruanos José Antonio del Busto y Raúl Porras, ambos especialistas en la trayectoria vital del conquistador del Perú, sus ascendientes y descendientes, aunque el primero de los nombrados lleva ventaja, pues antes de su muerte se publicó el libro Pizarro, en dos volúmenes, verdadero alarde de erudición en torno al personaje. La obra de Porras no es menos seria, pero su autor la dejó truncada, con vacíos en varias etapas, que no tuvo tiempo de llenar.

Del Busto cree que Gonzalo Pizarro debió de participar en la guerra de Nápoles entre 1495 y 1503, luchando contra los franceses y ganando en esas jornadas el remoquete de El Romano. Apoya su afirmación en el hecho de que al terminar esa contienda, en 1503, la reina Isabel la Católica lo premiara nombrándole contino. Ese mismo año 1503, al retornar a España, debió contraer matrimonio con su prima Isabel de Vargas y Rodríguez de Aguilar. Acudiendo al testimonio literario, Del Busto recuerda que Tirso de Molina, quien vivió en Trujillo y fue gran admirador de los Pizarro, escribe en “Todo es dar en una cosa” estos entonados versos que Hernán Cortés dedica a su pariente Gonzalo Pizarro El Largo: “... En Nápoles habéis dado / muestras de gran soldado / desbaratando al francés”.

Raúl Porras piensa que se le llamó El Largo “por su escuálida y prolongada figura”. Añade que el padre de los conquistadores del Perú hizo testamento y murió en 1522, lo cual está probado, y “según documentos descubiertos por el padre Tena en el Archivo del Ayuntamiento (de Trujillo), Gonzalo Pizarro El Romano vivía aún en 1522 y 1525 y, lo que es mayor señal de vida, cobraba asignaciones del Ayuntamiento”.

Pudo ser, pues, un caso de homonimia, tan común en esos tiempos donde en un determinado momento cronológico vivieron en un mismo lugar dos y hasta tres personajes con el mismo nombre y apellido. Porras refuerza su tesis de que El Largo no luchó en Italia al recordar que su hijo legítimo Hernando Pizarro nada dice de esos servicios en un memorial donde, precisamente, hace relación de las acciones guerreras en que participó su padre.

Sobre su presencia en la guerra de Navarra contra Juana de Albret y Catalina de Foix, no hay la menor duda. Allí El Largo fue capitán de una compañía de infantes al mando del maestre de campo Juan Núñez de Prado, su amigo y paisano. Posteriormente, Gonzalo Pizarro fue caudillo de una partida de jinetes, como atalaya o corredor, saliendo al frente de sus hombres a incursionar en tierras del rey de Francia.

También estuvo en el socorro de Logroño, se batió en Pamplona y en Esquiros, pero en el cerco de Amaya —bajo las órdenes del duque de Nájera y del conde de Miranda— Gonzalo Pizarro fue herido de un arcabuzazo en la pierna, según algunos, y de un saetazo en el ojo, según otros. Allí habría ganado otro apodo: El Tuerto. El maltrecho capitán fue llevado a Pamplona, donde se fue agravando hasta ponerse al borde de la muerte; el 14 de septiembre de 1522 otorgó testamento, muriendo pocos días después.

El texto de ese documento es de sumo interés.

Como cristiano viejo e hidalgo se preocupa, en primer lugar, por la salvación de su alma. Pide que se le entierre provisionalmente en la iglesia de San Francisco, en Pamplona, y luego se lleven sus restos a Trujillo para darles sepultura en el templo de Santa María la Mayor. Su hijo Hernando, el único varón legítimo, cumplió estas disposiciones pero los restos de su padre fueron temporalmente depositados en la pequeña iglesia de La Zarza, heredad de los Pizarro, y definitivamente enterrados años después en el trujillano templo de San Francisco.

Gonzalo Pizarro El Largo tuvo dos hermanos: Diego y Juan Pizarro. Este último emprendió viaje a las Indias, al parecer a México o Guatemala, donde permaneció muchos años y luego regresó a Trujillo con abundante dinero. El Largo, en su ya mencionado testamento, declara como hijos legítimos a Hernando Pizarro, a Inés Rodríguez de Aguilar e Isabel de Vargas, casada con Gonzalo de Tapia, capitán de Francisco Pizarro en la conquista del Perú, quien murió en 1536 durante la rebelión de Manco Inca.

Con María Alonso, al parecer hija de unos molineros de un lugar cercano a Trujillo, tuvo a Juan y Gonzalo Pizarro, a quienes dejó dinero y recomienda a Hernando que vele y se ocupe de ellos. Con María de Viedma, que lo acompañó en sus últimos años y sin duda muy abnegadamente, tuvo a Graciana y Catalina Pizarro, a quienes deja también dinero para su casamiento o para que “entren en religión”. En madres cuyos nombres no se conocen procreó a Francisco Rodríguez y María Rodríguez, quienes también recibieron una buena cantidad de maravedís para que ingresaran a la vida monjil.

Llama poderosamente la atención que omita el nombre de quien debió ser su hijo mayor, Francisco Pizarro, cuya madre fue Francisca González. Obviamente habían pasado muchos años desde que Francisco Pizarro emprendió el camino del Nuevo Mundo y cuando su padre murió él inició los aprestos para la que sería conquista del Perú. Verdadera paradoja: el hijo, gracias al cual Gonzalo Pizarro El Largo ingresa a la Historia por la puerta grande, es el único que olvida al dictar su postrimera voluntad.

 

Bibl.: C. Naranjo Alonso, Trujillo, sus hijos y monumentos, Serradilla de Cáceres, Imprenta de la Editorial Sánchez Rodrigo, 1929; R. Porras Barrenechea, El Testamento de Pizarro, París, Impremeries Les Presses Modernes, 1936; P. Aguado Bleye, Manual de la Historia de España, t. II, Madrid, Espasa Calpe, 1954; J. Tena Fernández, Trujillo Histórico y Monumental, Trujillo, Gráficas Alicante, 1968; R. Cúneo Vidal, Vida del Conquistador del Perú, Don Francisco Pizarro, Lima, Gráfica Morson, 1972; R. Porras Barrenechea, Pizarro, Lima, Editorial Pizarro, 1978; G. Lohmann Villena, Francisco Pizarro. Testimonio. Documentos Oficiales, Cartas y Escritos Varios, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Departamento de Historia de América, “Fernández de Oviedo”, 1986; J. A. del Busto Duthurburu, La Tierra y la Sangre de Francisco Pizarro, Lima, Universidad, 1993; M. A. Ladero Quesada, La España de los Reyes Católicos, Madrid, Alianza Editorial, 1999; J. A. del Busto Duthurburu, Pizarro, Lima, Ediciones COPÉ, 2000 (2 vols.); M. Fernández Álvarez, Isabel la Católica, Madrid, Espasa Calpe, 2003.

 

Héctor López Martínez