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Juan Madinaveitia Ortiz de Zárate

Biografía

Madinaveitia Ortiz de Zárate, Juan. Oñate (Guipúzcoa), 19.IV.1861 – Barcelona, 21.IX.1938. Médico, gastroenterólogo.

Aunque educado en España, a los catorce años fue trasladado a Buenos Aires, donde trabajó como aprendiz en un comercio. Sin embargo, tras dos años, la muerte de su madre le trajo de nuevo a España. Con parte de su herencia comenzó los estudios de Medicina en la Facultad de Medicina de Valladolid y, después de cursar los dos primeros años de la carrera, trasladó su expediente a la Facultad de Madrid, donde se licenció en 1886. Durante su período de estudiante vivió de cerca el mundo hospitalario acudiendo a diversas cátedras. Ya por entonces se manifestó en él un deseo claro de enseñar, haciéndolo regularmente con sus compañeros, a los que impartía clases de las asignaturas más diversas y no sólo para ayudarse económicamente.

Junto a ello descubrió la importancia de la relación con el paciente y cuanto significaba para hacer un buen diagnóstico, una correcta historia clínica y exploración.

Acabada la carrera, comenzó a ejercer la Medicina como médico general en su pueblo natal. Sin embargo, después de dos años, en los que siempre recordó la experiencia práctica que supuso para él, se trasladó de nuevo a Madrid con la idea de ingresar en uno de los grandes hospitales y poder hacer una medicina distinta y dedicarse también a la docencia. Para ello preparó meticulosamente las oposiciones a una plaza de médico jefe de sala del Hospital Provincial de Madrid, que ganó brillantemente. Imbuido fuertemente de una mentalidad científica, acometió a continuación su formación docente preparando su tesis doctoral, que versó sobre Pronóstico de las lesiones valvulares crónicas (1888) y que fue calificada tras su lectura y defensa, con sobresaliente.

Su pasión por la enseñanza le llevó a la cátedra que regentaba Amalio Gimeno Cabañas, catedrático de Patología General y uno de los clínicos más reputados de su tiempo y que dedicaría posteriormente buena parte de su vida a la política. Asentado en ella, en 1903 fue nombrado profesor agregado de Patología General de la Facultad de Medicina de Madrid, puesto en el que permaneció hasta 1927. A pesar de su gran capacidad como clínico y docente, nunca alcanzó la cátedra.

Debido a su gran prestigio, en 1921 la totalidad del claustro de la Facultad de Medicina de Madrid, y un gran número de estudiantes solicitaron al Ministerio de Instrucción Pública que fuera nombrado catedrático numerario, lo cual fue denegado bajo la argumentación de evitar abrir una puerta de entrada contraria al sistema imperante de oposiciones.

En la segunda mitad del siglo XIX, la práctica y enseñanza de la medicina adolecía de una visión científica, a diferencia de lo que ocurría en otros países. Los pacientes apenas eran historiados y explorados y los diagnósticos se basaban más en puras especulaciones que en la interpretación de los datos objetivos recogidos con rigor debido a que la relación del médico con el paciente era muy superficial. Las facultades de Medicina no realizaban investigación y no existían grandes estímulos para los alumnos y los médicos recién licenciados.

Simplemente el objetivo de los estudiantes era conseguir el título de médico y ponerse a trabajar bajo la premisa que la experiencia que les daría el tiempo sería suficiente para hacer una buena medicina. Por otra parte, los profesores, la clase mejor formada dentro de la profesión, acudían irregularmente a los hospitales universitarios y dedicaban buena parte de su tiempo a sus consultas particulares. La irrupción de Madinaveitia supuso, de alguna forma, una auténtica revolución en la práctica clínica y en la enseñanza de la Medicina.

Para él la medicina tenía una base científica y así trataba de explicarlo. No le era posible explicar en el aula y a la cabecera del enfermo sin asumir el pensamiento fisiopatológico que le acercaba a un mejor diagnóstico y tratamiento de la enfermedad. No daba clases en el sentido más estricto, sino que realmente explicaba haciendo comprender a los estudiantes cuanto les decía, en base siempre a un paciente en concreto. Fue, sin duda, un maestro que produjo una profunda atracción por su capacidad pedagógica y por el uso del método científico. Describe Gregorio Marañón que, por aquel entonces, el Hospital Provincial era no más que un almacén de enfermos, y Madinaveitia lo trasformó en base a mostrar un profundo interés por el enfermo y la enfermedad. Desnudaba a los pacientes, los exploraba detenidamente y hacía una valoración rigurosa de sus síntomas. Uno de sus rasgos más sobresalientes fue precisamente su capacidad exploratoria, destacando por su finura en la realización de la auscultación y la percusión. Para esto último recomendaba a sus alumnos que la practicaran con cajones de madera de distinto tamaño. Otro rasgo realmente innovador fue que se ocupó personalmente, además, de realizar las autopsias de sus enfermos fallecidos, de forma sistemática, reconociendo sus propios errores ante el cadáver. Esta forma de trabajar le creó serios problemas con algunos de sus compañeros del hospital, que se oponían a esta práctica por cuanto podía dejarles en evidencia ante sus estudiantes y discípulos. Con frecuencia repetía a cualquiera de ellos que “los enfermos y la sala de necropsias son los principales libros que se precisan saber leer con atención”.

Su referencia era, pues, la sala de autopsias. Le obsesionaba la idea de saber dónde se había equivocado para que no volviera a repetirse en otro enfermo.

Aunque era un gran semiólogo, quizás el primero en la medicina española, y sus diagnósticos eran con alta frecuencia muy acertados, quería comprobar hasta el límite la certeza de éstos. De ahí su pasión por el estudio necrópsico. Realizadas las autopsias, montaba las piezas necrópsicas con la ayuda del doctor Luis Simarro Lacabra, histopatólogo de renombre y un auténtico rupturista con la tradición médica de la época, crítico con los dogmas imperantes y un defensor absoluto de la investigación como único modo de hacer progresar la medicina. Un aliado perfecto para las ideas de Madinaveitia, para quien la autocrítica fue siempre algo muy importante, en la que creía profundamente y transmitía con pasión a sus discípulos.

Señalaba frecuentemente que un error enseña más que un acierto diagnóstico. Inculcó a sus discípulos las ideas liberales y la afición al estudio de los idiomas, algo poco común en esa época. Era consciente de que la nueva ciencia médica estaba escrita en otros idiomas y había que dominarlos para poder saber más. Madinaveitia fue, sin duda, uno de los más insignes maestros de la medicina española, y aunque no llegó a ostentar ninguna cátedra, en una época en que ésta lo era todo, formó un importante número de discípulos y alcanzó un enorme prestigio.

Gregorio Marañón, uno de sus más brillantes discípulos, destacó que Madinaveitia, junto con Santiago Ramón y Cajal, Federico Oloriz Aguilera, Manuel Alonso Sañudo, Alejandro San Martín y Luis Simarro Lacabra, pertenecientes a la Generación del 98, fueron los médicos más insignes de ella y que a ellos se les debe la trasformación que en la ciencia española se produjo en esos años. De la escuela de Madinaveitia salieron importantes médicos de la época, entre los que cabe destacar, además de a Marañón, a Luis Urrutia y Guerezta y a Teófilo Hernando Ortega.

Además de ser un gran clínico, fue un gran innovador al intuir la necesidad de comenzar a desarrollar las diferentes materias que componían la Patología Médica y que más tarde se convertirían en especialidades médicas. En este sentido, desarrolló una importante y reconocida labor en el campo de las enfermedades del aparato digestivo realizando cursos de formación para médicos en esta materia. Su prestigio le llevó a que sus discípulos en esta especialidad, Luis Urrutia, Enrique Carrasco Cadenas y su hijo Juan Manuel Madinaveitia, fundaran un Instituto de Patología Digestiva que fue referencia en su época y que se convirtió en una reconocida escuela. Esta institución, de naturaleza privada, estuvo dedicada exclusivamente al estudio y enseñanza de las enfermedades del aparato digestivo, la endocrinología y las enfermedades relacionadas con la nutrición, publicando durante el período 1925-1934 los denominados Anales del Instituto Madinaveitia. Madinaveitia, que llegó a trabajar en este instituto, es en la actualidad reconocido como el creador de la especialidad de aparato digestivo en España, habiendo sido denominado “padre de la gastroenterología española”.

Las publicaciones sobre las enfermedades del aparato digestivo apenas existían y estaban incluidas dentro de los libros de medicina interna. En España sólo había un antecedente, el excepcional libro de los doctores Bartolomé Robert Yarzábal y Emerenciano Roig Bofill titulado Enfermedades del aparato digestivo (Madrid, 1889), que fue el primer libro sobre dicha materia publicado en nuestro país. En este ambiente de escasez bibliográfica, Madinaveitia publicó dos libros que fueron muy importantes en su época y referencia para todos aquellos que querían dedicarse a las enfermedades del aparato digestivo: Fisiología patológica de la digestión (Madrid, 1910) y Enfermedades del esófago y del estómago (Madrid, 1910). Estos libros eran una recopilación de las conferencias que impartió en unos cursos sobre enfermedades del aparato digestivo en los años 1907-1908 y 1908-1909.

El valor de estos libros fue inmenso, no sólo por su oportunidad, sino ante todo por su gran sentido clínico y pedagógico. El primero constaba de dieciséis lecciones e introducía al médico clínico en el estudio fisiopatológico como única forma de poder comprender, diagnosticar y tratar las enfermedades digestivas.

En él estudia en profundidad los mecanismos de la digestión, profundiza en la cantidad, calidad y composición de los alimentos y analiza las diferentes secreciones del tubo digestivo, bilis y jugo pancreático, así como la absorción y los movimientos del tubo digestivo.

Su segundo libro consta de veinte lecciones.

En él se ocupa de las principales enfermedades del esófago y estómago realizando descripciones magistrales de la enfermedad ulcerosa, de las tumorales y de las entonces denominadas dispepsias nerviosas. Llama además poderosamente la atención la existencia de un capítulo sobre esofagoscopia, técnica que se barruntaba como de gran importancia para el diagnóstico de diversas enfermedades, escrito por el doctor José Goyanes Capdevila. En el prólogo de este último libro escribe: “Sólo pretendo que el lector encuentre en mi libro relatos más semejantes a los que ha de oír de sus enfermos, que en cualquier otro libro, aun cuando este otro valga mucho más que el mío”. Colaboró en el Manual de Medicina Interna (Madrid, 1916-1920) de los doctores Teófilo Hernando Ortega y Gregorio Marañón Posadillo, para el que redactó un capítulo sobre enfermedades del peritoneo.

Estos libros y su dedicación a los temas digestivos le hacen ser una importante referencia científica en la gastroenterología española, siendo presidente de honor del I y II Congresos Nacionales de Patología Digestiva celebrados en Valencia en 1931 y en Barcelona en 1933 respectivamente. En este último congreso se crearía la Sociedad Española de Patología Digestiva y de la Nutrición.

 

Obras de ~: Diagnóstico y tratamiento de la fiebre tifoidea, Madrid, Imprenta de Enrique F. Rojas, 1895; Contribución al estudio de la colelitiasis, cólicos hepáticos y pericolecistitis, Madrid, Nicolás Moya, 1906; Fisiología patológica de la digestión, Madrid, Librería General de V. Suárez, 1910; Enfermedades del esófago y del estómago, Madrid, Librería General de V. Suárez, 1910; “Enfermedades del peritoneo”, en T. Hernando y G. Marañón, Manual de Medicina Interna, Madrid, 1916; Diagnóstico a rayos X de las úlceras duodenales, Madrid, Nieto, 1920; Higiene del soldado en campaña, Barcelona, Editora de Ejército Popular, 1938.

 

Bibl.: A. Gallart-Esquerdo, Historia de la Gastroenterología Española, discurso de ingreso en la Real Academia de Medicina de Barcelona, 30 de octubre de 1955, Barcelona, Real Academia de Medicina, 1955, págs. 51-55; J. M. Rubio Giner, “Centenario del doctor Madinaveitia”, en Medicamenta, 37 (1962), págs. 100-102; C. Jiménez Díaz, “Don Juan Madinaveitia (1862-1938)”, en Hospital General, 4 (1964), págs. 1-2; D. Zulaica, Vida y obra del Dr. Madinaveitia, tesis doctoral, Pamplona, Universidad de Navarra, 1981 (ed. San Sebastián, Diputación Foral de Guipúzcoa, 1985); M. Díaz-Rubio, 100 médicos españoles del siglo XX, Madrid, You & Us, 2000.

 

Manuel Díaz-Rubio García