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José Caveda y Nava

Biografía

Caveda y Nava, José. Villaviciosa (Asturias), 12.VI.1796 – Gijón (Asturias), 11.VI.1882. Político, abogado, consejero, poeta, historiador.

Nacido en Villaviciosa de Asturias en el seno de una familia ilustrada, que mantenía estrecha amistad con Jovellanos, José Caveda y Nava es un representante a lo largo del siglo xix del genuino espíritu jovellanista con ánimo reformista e innovador como servidor público y como hombre estudioso y reflexivo. Estas dos facetas han sido perpetuadas en una lápida de su casa natal que le recuerda como “íntegro repúblico y sabio académico”. Ambas se presentan en él armónicamente entrelazadas. Su solvencia intelectual le ganó sendos sitiales en las tres Reales Academias, acreditado como eminente polígrafo. Al propio tiempo es el patriarca de las Letras Asturianas y fundador de su filología.

Políticamente se inscribe en el moderantismo y su vida pública se ve sometida a los avatares de esta opción.

Recibe la primera formación en el hogar. Su padre, Francisco de Paula Caveda Solares (1757-1812), es un ilustrado a quien Jovellanos confía la fundación de una academia asturiana y la confección de un diccionario bable. Su primer preceptor es el riguroso dómine y escritor bablista Bruno Fernández Cepeda (1750-1803), quien será, en parte de su producción, modelo literario. Estudia Ciencias y Humanidades en el Real Instituto Asturiano de Gijón, con éxito notorio; allí desempeña una cátedra de Matemáticas.

Cursa el bachillerato en Madrid, calle Tabernillas de Parla, en el hogar de su tía Rita Caveda Solares, escritora, que le enseña los idiomas latino, inglés y francés.

Al fallecer su padre (13 de febrero de 1812), hereda un copioso fondo librero que —llevado de su pasión, la bibliografía— incrementará hasta poseer una excelente biblioteca de entre doce mil y trece mil ejemplares.

Estudia en Madrid Derecho Político y Economía Política. Se casa en Gijón con Agapita Zarracina Rocandio.

En 1818 completa la obra de su padre, Descripción histórica y geográfica del concejo de Villaviciosa, por comisión de la Real Academia de la Historia, lo que le vale ser académico correspondiente.

Durante el Trienio Constitucional (1820-1823), Caveda se acredita como defensor de la Constitución.

Funda la Sociedad Patriótica en Villaviciosa, cuyos estatutos redacta y presenta con una célebre Oración pronunciada en la instalación de la S. P. en Villaviciosa.

Destaca su defensa del orden constitucional en diversas publicaciones periódicas asturianas. En 1821 es comisionado por el Gobierno para hacer el Inventario de los monumentos artísticos del suprimido monasterio de Valdediós. Enrolado como voluntario en la Milicia Nacional, sofoca una insurrección en 1823. No es extraño que durante la Década Ominosa (1823-1833) fuera sometido a constante persecución; reducido al ostracismo en su villa natal, se dedica al estudio intenso en compañía de dos amigos: Pedro José Pidal Carneado y el sabio naturista Sebastián Álvarez Calleja.

Los tres se incorporan a la actividad pública a la muerte de Fernando VII. Caveda, como procurador del común y posteriormente concurriendo a la restauración de la Junta del Principado (8 de enero al 11 de marzo 1834), que le encomienda redactar una Memoria sobre la Junta General del Principado de Asturias (10 de marzo de 1834). En octubre de 1834 figura como teniente de la Benemérita Milicia Urbana Voluntaria de Honor y Precisión. Establecidos los ayuntamientos democráticos, en la toma de posesión como procurador del común delinea Lo que debe hacer el ayuntamiento de Villaviciosa (28 de noviembre de 1835).

Diputado provincial, es elegido diputado a las Cortes que alumbran la nueva Constitución (1837). En ese mismo año cesa como diputado para ser nombrado jefe político de la provincia de Oviedo por la Reina Gobernadora (26 de enero de 1838) y le sustituye en el escaño Pedro José Pidal. En el ejercicio de su cargo pronunció varias Arengas a los Milicianos Nacionales de Oviedo y de Asturias. Publica Colección de poesías en dialecto asturiano con algunas suyas, como La Judith, El niño enfermo, Los enamorados de la aldea, La paliza, La vida en la aldea. El discurso preliminar sobre el asturiano es germen de una filología incipiente.

Son notables sus anotaciones sobre autores incluidos en Colección. Sus propias producciones han tenido larga repercusión literaria, presente en escritores como Teodoro Cuesta, Marcos del Torniello, Antón el Chiova, Pachín de Melás, Palacio Valdés (La aldea perdida), así como en la pintura y aun en la música (El neñu enfermu, R. Ochoa Betancourt, 1996). En La batalla de Covadonga ya exhibe su personal covadonguismo nacional. Pascual Madoz solicita su colaboración para el Diccionario Geográfico, Estadístico e Histórico alegando que “a sus muy bastos conocimientos une un celo nunca rendible al trabajo, una sana crítica y una discreción nada común” (carta de 30 de enero de 1840); para esa obra escribe Caveda el artículo Asturias incluido en la voz “Oviedo”.

A raíz del alzamiento esparterista, es cesado por la Junta Superior de Gobierno de Oviedo, que declara haberlo hecho por deseo del interesado. De 1843 es su Discurso sobre los monumentos de la Arquitectura; es miembro de la Sociedad Arqueológica Matritense y Central de España.

La Década Moderada (1844-1854) será el momento de máxima actividad pública e intelectual. Caído Espartero, es nombrado jefe de sección en el Ministerio de la Gobernación y miembro de la Junta Auxiliar del Gobierno en funciones, de la Diputación; desde ahí, elabora el Informe sobre los fueros vascongados.

Es diputado a las Cortes moderadas redactoras de la Constitución conservadora de 1845 y director general de Instrucción durante la elaboración del Plan Pidal de Educación. Académico de la Real Academia de la Historia (1847), en la que ingresa con Examen crítico de la restauración de la monarquía visigoda en el siglo VIII. Obra importante en la historiografía sobre Covadonga como hecho fundante de un nuevo reino, de una nueva monarquía que, a lo largo de un siglo, restaurará las instituciones y leyes del orden godo: analiza críticamente la cronología, los lugares, los personajes, los sucesos, con espíritu ilustrado rechazando mitologizaciones épicas, medievales e interesadas.

En ese año se le nombra comendador de la Orden de Carlos III. Publica Ensayo histórico sobre los diversos géneros de arquitectura empleados en España desde la dominación romana, que adquirió gran prestigio académico, como primer intento moderno de hacer una historia de la arquitectura española. Isabel II le incorpora al Consejo Real en clase extraordinaria (1848), y le nombra director de Administración General en el Ministerio de la Gobernación (1849).

En julio de 1850 se le designa censor de las estatuas esculpidas para el Jardín Botánico. Es director general de Agricultura, Industria y Comercio en el Ministerio de Comercio (1850-1853). En 1851 publica Memoria sobre los productos de la Industria Española en la exposición pública de 1850. Cesa en su cargo (7 de agosto de 1853) y pasa a ser consejero real en clase de ordinario (7 de octubre de 1853) con Posada Herrera como secretario general del Consejo. Su discurso de ingreso en la Real Academia Española (1851, Sillón L), La poesía como elemento de la historia, reclama para la poesía consideración de fuente documental, anterior a la historia; nace en la edad media del estado social y de la moral del pueblo, por eso, estudiada la épica, busca en documentos medievales sus vestigios y en la convergencia de ambas fuentes se reconocen costumbres, ideas, civilización, cuanto constituye el carácter de un pueblo. “Hijo de la ilustración, no perdonaba al siglo XVIII el olvido que, según él, había mostrado hacia la poesía tradicional española. Sólo una época de más erudición que filosofía —dice—, pudo menospreciar los valores que en ella se encontraban” (V. García de la Concha). De nuevo es director general de Agricultura, Industria y Comercio (1854-1857). El arquitecto Francisco Jareño (1818- 1892) le dedica el proyecto de Biblioteca Nacional de Madrid, como director del Museo Nacional de Pintura.

En la recepción de académico en Bellas Artes de San Fernando (1859) diserta sobre Originalidad de la arquitectura árabe. Isabel II le nombra consejero de Estado (1859 y 1860) a propuesta del ministro de la Gobernación, Posada Herrera, donde se ocupa de las reformas de la agricultura, la política rural, la navegación y pesca, del comercio y de la industria con las exposiciones internacionales. Es redactor del iniciado Diccionario de palabras anticuadas (1861).

Se retira a Gijón (1872), donde, consagrado al estudio en su nutrida biblioteca, publica Recuerdos de la lengua asturiana, Recuerdos históricos del puerto de Gijón, Los defensores del catolicismo. “Modesto, huyó del fasto y la opulencia / esquivando el aplauso cortesano”, dijo Bartolomé Prieto. Por eso, los homenajes y las alabanzas hubieron de esperar a su muerte.

Oviedo, Gijón y Villaviciosa dedicaron calles a su memoria.

 

Obras de ~: Inventario de libros, pinturas y papeles del suprimido Monasterio de Val-de-Dios, 1821 (traslit. y notas de E. Martínez, Cubera 8 [1986], 9 [1986], 10 [1987], 11 [1987] y 12 [1988]; Memoria histórica sobre la Junta General del Principado de Asturias, Oviedo, Imprenta del Principado, 1834; Discurso sobre los monumentos de la Arquitectura, Madrid, 1843; Informe sobre los monumentos artísticos que pertenecieron a las extinguidas comunidades y corporaciones religiosas, que por su belleza y mérito deben conservarse, ms. 1844; Ensayo histórico sobre los diversos géneros de arquitectura empleados en España desde la dominación romana hasta nuestros días, Madrid, Imprenta Santiago Saunaque, 1848; Dictamen presentado a las Juntas Generales de Agricultura de 1849 por su Comisión sétima [sic] sobre la variación que convenga introducir en nuestra legislación para el fomento de los montes y plantíos, Madrid, 1849; Discurso sobre la conveniencia de imprimir los cronicones de Isidoro Pacense hasta los Reyes Católicos, Madrid, 1850; Memoria [...] sobre los productos de la Industria Española reunidos en la exposición pública de 1850, Madrid, Imprenta Santiago Saunaque, 1851; La poesía considerada como elemento de la historia, Madrid, Imprenta del Ministerio de Fomento, 1852; Desarrollo de Madrid, 1854; De la Arquitectura árabe y sus relaciones con el estilo bizantino. Madrid 1859; Memorias para la historia de la Real Academia de San Fernando y de las Bellas Artes en España, desde el advenimiento al torno de Felipe V, hasta nuestros días, Madrid, Imprenta de Manuel Tello, 1867; El grabado en España, desde los primeros años del siglo xviii, Madrid, 1865 (ed. Valencia, Librerías París-Valencia [2007]); Noticias y observaciones a la “Historia de Gijón” de Rendueles Llanos, Gijón, 1867 (ed. s. l, GHSA, D.L., 1985); Examen crítico de la restauración de la monarquía visigoda en el s. VIII, Madrid, Real Academia de la Historia, 1879; Memoria histórica de los templos construidos en Asturias desde la restauración de la Monarquía Gótica hasta el siglo XII (ed. estudio crítico y notas de M.ª C. Morales Saro, pról. de J. M. Caso González, Oviedo, Universidad, 1982); Apuntes para las biografías de asturianos ilustres (ed. Biblioteca Histórico-Genealógica Asturiana I, Santiago de Chile, 1924); Historia de Oviedo (ed. de E. Martínez, Gijón, Auseva, 1988); Colección de poesías en dialecto asturiano, Oviedo, Imprenta Benito González, 1839 (ed. facs. y pról. de J. M. Caso González, Uviéu, Alvízoras, 1989); Pelayo, romances y poesía épica (ed. de J. A. Fernández de la Llana, Oviedo, Dupont Asturias, 1991); Recuerdos de la lengua asturiana, Gijón, 1878, Los defensores del catolicismo en los siglos XVIII y XIX, ms., 1880 (inéd.).

 

Bibl.: F. Canella y Secades, Discurso necrológico escrito por acuerdo de la Academia Provincial de Bellas Artes de San Salvador de Oviedo, Oviedo, Academia Provincial de Bellas Artes de San Salvador, 1882; A. Balbín de Unquera, “Don José Caveda y Nava”, en Revista de Asturias, 15 (1882); A. Buylla y González Alegre, “Ideas económicas de José Caveda y Nava”, en Revista de Asturias, 21 (1882); G. Azcárate, “Una semblanza”, en Ilustración Cantábrica, 18 (1882); P. Madrazo, “Un panegírico”, en Boletín de la Academia de la Historia (1884); C. Suárez, “José Caveda y Nava”, en Escritores y Artistas asturianos, Madrid, 1936, págs. 392-404. J. L. Pérez de Castro, “La obra inédita de Caveda y Nava”, en Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 92 (1977), págs. 651-675; X. Busto Cortina, “Averamientu a un Catálogu Bilbiográficu de la obra de Caveda”, inéd.; X. X. Sánchez Vicente, “Los biltos de Caveda y Nava na sociedá asturiana. Dos notes sobre la so significación y influencia”, en IV Xunta, op. cit., págs. 147-156. E. González López, “Rita Caveda Solares, una ilustrada desconocida”, en Cubera (bicentenario del nacimiento de José Caveda y Nava), 28 (1996), págs. 2-5; M. Cifuentes Tuero, “Caveda y Covadonga: de la epopeya al rigor histórico”, en Cubera (1996), págs. 6-8; X. Busto Cortina, “Caveda y su maestro Bruno Fernández Cepeda”, en Cubera (1996), págs. 9-11; E. González López, “Datos para una biografía de José Caveda y Nava”, en Cubera (1996), págs. 12-13; C. de la Concha y J. J. Pedrayes, “Genealogía y Heráldica de José Caveda y Nava”, en Cubera (1996), págs. 15-18; A. Valle Cuesta, “25 cuestiones para situar a Caveda en su siglo”, en Cubera (1996), págs. 19-21; R. Balbín Loredo, “El tesoro de los Caveda”, en Cubera (1996), págs. 22-23. V. García de la Concha, “El ilustre repúblico”; E. González López, “Un político integral”; X. Busto, “El fundador de la filología asturiana”; F. Crabiffosse Cuesta, “Con el espíritu del siglo”; J. Barón, “José Caveda y la historia del arte”; A. García, “El poeta n’asturiano”; , en Suplemento de Cultura de La Nueva España, 12 de junio de 1996, págs. II, III, IV, V, VI y VII, respect.; E. González López, “Semeya de Xosé Caveda y Nava, l’albacea de la Ilustración xovellanista”, en IV Xunta d’Escritores Asturianos, Valdediós, 18-20 de octubre de 1996, [Oviedo], Publicaciones del Principáu d’Asturies, [1997], págs. 55-82; B. Pellistrandi, Un discours national? La Real Academia de la Historia entre science et politique (1847-1897), Madrid, Casa de Velázquez, 2004, pág. 383.

 

Etelvino González López