Martín-Gamero González-Posadas, Adolfo. Madrid, 13.II.1917 – Santander (Cantabria), IX.1987. Embajador de España, ministro.
Nacido en el ámbito de una familia liberal, de clase media acomodada y muy relacionada con el mundo intelectual y progresista de la época, comenzó sus estudios primarios en la Institución Libre de Enseñanza, pasando poco después al Instituto-Escuela. Una vez terminada la etapa escolar, se licenció en Derecho en la Universidad Central de Madrid. Amplió asimismo estudios en Francia, Inglaterra y Alemania, llegando a dominar las lenguas de dichos países.
Durante la Guerra Civil Española, se incorporó al llamado “ejército nacional”, al ser reclutada su quinta, alcanzando el grado de teniente en el cuerpo automovilista.
En 1946 ingresó en la carrera diplomática y, tras un breve período en el Ministerio de Asuntos Exteriores, en 1947 fue destinado como segundo secretario a la Embajada de España en Dublín.
En 1951 pasó a prestar sus servicios en la entonces legación de España en Berna, donde permaneció hasta 1955, en que fue designado cónsul general de España en Pau (Francia).
En 1957 fue nombrado Fernando María Castiella ministro de Asuntos Exteriores y en diciembre de ese mismo año le hizo venir a Madrid para incorporarle al equipo de sus colaboradores, por haberle conocido como opositor al formar parte del tribunal de ingreso en la carrera diplomática en su condición de catedrático de Derecho Internacional. Martín-Gamero aceptó el traslado al Ministerio convencido de que el nuevo titular de Asuntos Exteriores iba a desarrollar una política coherente y renovar la limitada política exterior, para potenciar así la acción de España en el mundo. Nombrado director general de la Oficina de Información Diplomática, consiguió liberalizar la información exterior hasta entonces dependiente del Ministerio de Información y Turismo y la Agencia EFE, que ejercían censura previa.
Fue también un éxito del equipo de Asuntos Exteriores que el presidente de los Estados Unidos, Eisenhower, visitase España en diciembre de 1959 durante un viaje de paz y buena voluntad por Europa en el que, en un principio, no se había incluido España.
El complicado montaje mediático, que resultó altamente satisfactorio, fue llevado a cabo por la Oficina de Información Diplomática.
Martín-Gamero acompañó al ministro en numerosos viajes oficiales al extranjero y colaboró con él en asuntos como el problema de la libertad religiosa, la apertura hacia el Este y los acuerdos militares con Estados Unidos, impulsados por Fernando María Castiella. En 1967 viajó a La Habana en una misión secreta para transmitir a Fidel Castro por encargo de Dean Rusk, el deseo del presidente de los Estados Unidos, Johnson, de mejorar sus relaciones con Cuba.
En 1968 pasó a ser cónsul general en Nueva York y al mismo tiempo delegado en España de la Comisión Política Especial de las Naciones Unidas. Allí se relacionó ampliamente con los exiliados políticos españoles, algunos de los cuales habían sido compañeros suyos en el Instituto-Escuela y a muchos de ellos les tramitó los papeles para volver a España.
Desde 1972 hasta 1975 fue embajador en Rabat, período particularmente difícil en las relaciones hispano- marroquíes como consecuencia del problema del Sáhara occidental y que culminó con la famosa “marcha verde” y, como consecuencia, la firma de los Acuerdos de Madrid.
Ya en plena democracia, y a petición de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados, el entonces presidente del Congreso, Fernando Álvarez de Miranda, solicitó su presencia para que informase ante dicha Comisión acerca del proceso de descolonización del Sáhara cuando era embajador de España en Marruecos. Su extensa y brillante exposición tuvo lugar el 14 de marzo de 1978.
El 12 de diciembre de 1975, recién instaurado el rey don Juan Carlos I en el trono, tras la muerte de Franco, y al constituirse el primer Gobierno democrático, fue llamado a formar parte de él como ministro de Información y Turismo. Aunque no le interesaba la política activa, aceptó el nombramiento y, durante su breve estancia al frene de ese Ministerio, toda vez que el Gobierno del que formaba parte fue disuelto en julio de 1976, liberalizó la ley de prensa adelantándose a lo que iba a ser la libertad de expresión en la democracia. Autorizó la publicación de los periódicos El País y Avui y puso en marcha la concesión del Premio Cervantes instituido por su antecesor en el Ministerio.
Al cesar como ministro, volvió a la carrera diplomática y, aunque una grave enfermedad le mantuvo apartado de su vida profesional, ocupó el puesto de presidente del Consejo Superior de Asuntos Exteriores hasta que en 1979 fue nombrado embajador de España en Berna, donde permaneció hasta su jubilación en 1983.
En Suiza, tuvo que enfrentase con los problemas relacionados con los numerosos inmigrantes españoles en cuanto a sus reivindicaciones, como el derecho al voto y los derechos sociales, que resolvió satisfactoriamente en la mayoría de los casos.
Falleció en Santander en 1987 y fue sepultado en el cementerio de Pastrana (Guadalajara), donde poseía una casa y donde pasó buena parte de sus últimos años. A su muerte, le dedicaron una calle en dicho pueblo.
Estaba en posesión de numerosas condecoraciones españolas y extranjeras. Era un hombre culto, muy aficionado a la literatura, al arte y a la música, así como un buen deportista, que practicó especialmente el golf y el esquí.
Estuvo casado con Ana María Castillo Caballero, con quien tuvo dos hijas y dos hijos. Era nieto del jurista y sociólogo Adolfo González Posada y biznieto del historiador Antonio Martín-Gamero.
Bibl.: M. Fraga Iribarne, En busca del tiempo servido (Segunda parte de “Memoria breve de una vida pública”), Barcelona, Planeta, 1987; S. Alonso-Castrillo, La apuesta del centro. Historia de la UCD, Madrid, Alianza Editorial, 1996.
Juan Durán Loriga