Bandrés Molet, Juan María. San Sebastián (Guipúzcoa), 12.II.1932 – 28.10.2011. Abogado, político, defensor de los derechos humanos.
Juan Mari Bandrés nació en San Sebastián en el seno de una familia de la pequeña burguesía ilustrada, en la que el padre había simpatizado en tiempos de la República con la Izquierda Republicana de Azaña. Estudió en un colegio religioso de San Sebastián, el Sagrado Corazón, y una vez acabados sus estudios de enseñanza media comenzó los de derecho, carrera que cursó por libre, primero matriculado en Oviedo y después en Santiago de Compostela, en cuya universidad se graduó en 1955. Pasó año y medio haciendo el servicio militar en África (Ceuta y Tetuán), tras lo cual comenzó a ejercer como abogado en San Sebastián, lo que pronto se reveló como su auténtica vocación vital. Durante aquellos años mostró su orientación cristiana progresista, haciéndose sentir el peso de autores como Maritain, al tiempo que se mantenía alejado de preocupaciones de índole política.
Su acercamiento al mundo político se produjo a partir de 1963 como consecuencia del ejercicio de su profesión, defendiendo ante el Tribunal de Orden Público (TOP) a un buen número de procesados, muchos de los cuales eran militantes de Euskadi Ta Askatasuna (ETA). Ante la falta de libertades políticas, los abogados que defendían a detenidos por sus ideas contrarias al régimen, asumieron un importante papel en la denuncia de las arbitrariedades del sistema franquista. En este terreno la figura de Bandrés fue cobrando importancia, hasta convertirse en uno de los referentes antifranquistas en el País Vasco y ello supuso que el régimen, sirviéndose de un estado de excepción, le confinara, en 1969, durante tres meses en Purchena (Almería). Sin duda uno de los acontecimientos políticos más trascendentales que tuvieron lugar durante aquellos años fue el juicio que se celebró un año después en Burgos, con la petición de varias penas de muerte para militantes de ETA, Mario Onaindia entre ellos. Fue un hecho que tuvo un enorme alcance nacional e internacional y el equipo de abogados que asistía a los reclusos fue parte importante para que el juicio alcanzara esa resonancia, desempeñando Bandrés un papel clave en la estrategia puesta en juego. En los años siguientes siguió con una intensa actividad como abogado defensor de detenidos políticos, denunciando públicamente la práctica habitual de las torturas, a la par que a petición de los familiares medió desinteresadamente en la liberación de secuestrados por ETA, como fue el caso del empresario Huarte en 1973, repitiéndose esta circunstancia con posterioridad.
Con la llegada de la democracia tras las elecciones de 1977, Bandrés dio un giro en su actividad volcándose en la acción política e institucional. Había acumulado un gran capital público y en este momento se convirtió en un político carismático, con una notable popularidad, lo que le permitió salir elegido en distintas convocatorias electorales. Fue así senador en las primeras elecciones de 1977 por la coalición Euskadiko Eskerra (EE), formada entonces por los partidos EIA y EMK, para después ser diputado en el Congreso entre 1979 a 1989 en representación de esta misma formación ya constituida como tal organización, y entre 1989-1994 fue elegido como eurodiputado. Asimismo, fue consejero de transportes en el Consejo General Vasco y ocupó el mismo cargo en el Gobierno Vasco en el período 1978-1980. A lo largo de este tiempo sus posiciones evolucionaron de forma que su alineamiento inicial en torno a la izquierda abertzale fue mutando hacia un nacionalismo de izquierda no excluyente y tolerante, para luego situarse en una línea más cercana a un socialismo autonomista y estatutario. Asimismo, su postura con respecto a la violencia de ETA cambió y si en principio mostró cierta compresión hacia esta organización fruto un cierto peso de la herencia antifranquista, paulatinamente fue tomando una posición más beligerante frente la banda, siendo uno de sus más firmes críticos. Bandrés fue uno de los principales artífices de que ETA pm abandonara las armas tras las negociaciones que mantuvo con los ministros Rosón primero y Barrionuevo después. Aun mirando originariamente a ETA con simpatía, formó parte de una generación de vascos cuyas convicciones democráticas les permitieron ver el fundamento totalitario y terrorista de la organización.
No fue Bandrés un intelectual, ni tampoco un político al uso, ni un militante tradicional. De hecho, en los primeros años de la democracia mantenía su impronta de independiente dentro de EE, si bien cuando esta coalición se convirtió en partido, en 1982, Bandrés fue elegido como su presidente. Ello no le impidió mantener un sello personal en sus actividades públicas, con intervenciones brillantes en el Parlamento y en otros foros, con discursos bien trenzados y sólidamente argumentados, que evocaban su formación jurídica y su condición de abogado, una vocación que nunca perdió. En estas intervenciones se ponían en evidencia algunos de sus rasgos sustanciales de su pensamiento: el componente ético que lo dominaba, la defensa de los derechos humanos y la dignidad de las personas, su simpatía por los más débiles y la necesidad de la solidaridad. No fue un político cómodo para el Gobierno, siempre presto a criticar situaciones de injusticia, y como ejemplo de ello quedan en el diario de Sesiones sus denuncias sobre las torturas y los grupos para estatales.
En 1994 dejó la política decepcionado por los resultados de la fusión del Partido Socialista con EE, y pasó a volcarse en la atención a los más desprotegidos: los refugiados venidos de otros lugares bien por razones políticas o económicas, lo que le llevó a que fuera nombrado presidente de la ONG Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y fue también miembro de la Autoridad Comunitaria de control del servicio informático de Schengen. En este ámbito sostuvo la necesidad de asumir una cultura de la solidaridad internacional y de valores postmaterialistas frente a la cultura de la satisfacción y el individualismo.
A lo largo de su vida recibió distintos reconocimientos, como el premio Memorial Juan XIII en 1984, el premio Olof Palme en 1998 por la defensa de los derechos humanos, en este mismo año recibió la Gran Cruz de la Orden Civil de la Solidaridad Social por parte del Ministerio de Trabajo, en tanto que en 2009 recibió la distinción Lan Onari por parte del Gobierno Vasco, y a título póstumo fue nombrado caballero de la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica.
Obras de ~: “Veinte años de leyes y jurisdicciones especiales”, en V. Pérez Mariño, Justicia y delito, Madrid, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Madrid, 1982, págs., 39-50; “¿Existe una justificación moral de la violencia política?”, en Leviatán: revista de hechos e ideas, nº 34 (1988), págs. 71-78; “El derecho de refugio y asilo. Un derecho en crisis”, en Tiempo de Paz, nº 29-30 (1993), págs., 30-34; con D. López Garrido y R. Ibáñez Castresana, Xenofobia en Europa: instrumentos jurídicos contra el racismo, Madrid, Editorial Popular, 1994; “En las fronteras del derecho”, en Jueces para la democracia, nº 24 (1994), págs. 26-31. “Políticas inmigratorias de los países de la Unión Europea y racismo en Europa”, en Anuario del seminario permanente sobre derechos humanos, nº 2 (1995), págs. 9-18; “Normas internacionales. Normas nacionales”, en Eguzkilore: Cuadernos del Instituto Vasco de Criminología, nº 9 (1996), págs. 13-18.
Bibl.: J. L. Barbería, “Juan María Bandrés”, en Memoria de la Transición, Madrid, Taurus, 1996, págs. 588-592; P. Unzueta, “Bandrés y Beiras”, El País, 23 octubre 1997; R. Castro, Juan María Bandrés. Memorias para la paz, Madrid, Hijos de Muley-Rubio, 1998; J. L. Barberia, “Bandrés supo que la batalla en Euskadi era también por la libertad”, El País, 28 octubre 2011; G. Fernandez Soldevilla, Héroes, heterodoxos y traidores. Historia de Euskadiko Ezkerra, Madrid, Tecnos, 2013; J. Martí Gómez, “Bandrés en años de plomo”, Lalamentable, 11 junio 2013.
Luis Castells