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Rodrigo Ponce de León

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Biografía

Ponce de León, Rodrigo. Duque de Arcos (IV). ?, 1602 – Marchena (Sevilla), 1658. Virrey de Valencia y Nápoles, señor de la casa y villa de Marchena, caballero del Toisón de Oro y Grande de España.

El linaje de los Ponce de León es uno de los únicos seis grandes linajes nobiliarios que sobrevive y mantiene su importancia tras la entronización de los Trastámara en Castilla. Durante los siglos modernos, todos sus miembros recibirán el reconocimiento de la Corte casi sin importar sus méritos personales. Para hablar del IV duque de Arcos, se hace necesario por lo tanto una pequeña introducción sobre esta casa a la que perteneció. La obtención de la dignidad de duque la obtuvo Rodrigo Ponce de León en 1493 por concesión del Rey Católico, Monarca del que recibió también el condado de Casares con su correspondiente señorío jurisdiccional. En 1520, el emperador Carlos V concedió a la familia la Grandeza. Durante el siglo XVI, las extensas propiedades y señoríos de la familia, con su centro cortesano en el palacio ducal de Marchena, localidad donde se encuentra su panteón familiar, constituían un importante estado nobiliario y, junto con las familias de Osuna, Medinaceli, Infantado y Medina- Sidonia, se repartía la mayor parte de las tierras andaluzas, contando con una renta anual a comienzos de este siglo de 87.000 ducados. Este linaje aprobó su nobleza en numerosas ocasiones en las Órdenes de Santiago, Calatrava, Alcántara, Carlos III y San Juan de Jerusalén, en las Reales Chancillerías de Valladolid y Granada, y en la Real Compañía de Guardias Marinas.

Rodrigo Ponce de León, IV duque de Arcos, era hijo de Victoria Colonna de Toledo, hija del duque de Fernandina. Heredó el título a la muerte de su abuelo homónimo Rodrigo, en 1630. Su confesor, Juan Calderón, sería uno de los padres jesuitas con mayor prestigio intelectual de toda la provincia andaluza.

Este dato es de gran importancia ya que lleva a introducirse en uno de los aspectos que mejor caracterizan su trayectoria personal y pública a lo largo de su vida.

Gracias a los lazos familiares de los duques de Arcos con algunos representantes influyentes de la Orden de los jesuitas, como es el caso de Francisco de Borja, esta familia tuvo una activa implicación en la historia de esta Orden durante los siglos modernos. La II condesa de Arcos fundó, por ejemplo, un colegio de jesuitas en Marchena, y a partir de este momento, y por lo tanto también en época del IV duque, los duques monopolizaron su gestión. La intervención del Ayuntamiento de la villa en la institución quedó relegada y las ofrendas y regalos de la familia tanto a este colegio como a la iglesia de Marchena fueron una constante.

La visita del general de los franciscanos al IV duque de Arcos en esta ciudad en 1641 se convirtió así en un ejemplo más de esta dinámica. Además de ser patronos del Colegio de los jesuitas en su capital señorial lo fueron de otras veintiséis instituciones religiosas dentro y fuera de sus estados.

Rodrigo Ponce de León se casó con Ana Francisca Fernández de Córdoba y de Aragón, hija mayor de los V duques de Segorbe y de Cardona. Fueron tres los hijos varones que sucedieron en los títulos; su hijo primogénito, Luis, que murió en enero de 1642; Francisco Rodrigo, marqués de Zahara y futuro V duque de Arcos, y Manuel, futuro VI duque. Pese a que Vélez de Guevara le cita en una de sus más célebres obras (El diablo cojuelo) refiriéndose a él como “en quien se cifran todas las proezas y grandezas heroicas de sus antepasados”, realmente la trayectoria política y personal de este miembro de tan poderoso linaje fue discreta.

Al igual que el resto de los miembros de su familia, residió en Marchena ocupado en las obligaciones de su casa salvo en los casos en los que desempeñaba alguna labor política para la Monarquía fuera de la Península o cuando se requería su presencia en la Corte.

Entre los años de 1642 y 1644 ejerció el cargo de virrey de Valencia. Sucedió a Francisco de Borja, duque de Gandía, y tomó posesión de él el 15 de diciembre.

Su gobierno respondió a las necesidades requeridas por la Corona dentro y fuera del Reino. Entre los acontecimientos más significativos que tuvieron lugar durante su gestión puede recordarse la edición, en 1643, del Formularium diversorum instrumentorum contractum de Gregorio Tarraza, obra fundamental para la vida económica y jurídica valenciana. En este mismo año, y año a partir de las disposiciones publicadas en 1598 y 1629, organizó las milicias creando un cuerpo casi permanente de tropas encargado de proteger al principado. De acuerdo con las obligaciones derivadas de su posición política, cuidó de que se observasen las leyes suntuarias, presidió la Real Audiencia, así como cumplió su papel representativo participando en las actividades culturales y festivas del Reino desde el poder. Durante su gobierno Elche pasó a someterse a la jurisdicción del Reino. En agosto de 1644, se nombró a su sucesor, Félix Manzo.

Entre 1646 y 1647 ocupó el cargo de virrey de Nápoles. Tomó posesión de él el 11 de febrero de 1646. El momento de su llegada al Reino coincidió con un período de gran inestabilidad política y económica de la Monarquía, caracterizado por las rebeliones de Portugal y Cataluña o por la ocupación francesa de los presidios toscanos de Talamone y Portolongone, en mayo de 1646. El endeudamiento del erario público en los territorios napolitanos ha alcanzado, tras un período de serias dificultades fiscales, los ochenta millones de ducados. Madrid necesitaba y exigía más remesas de dinero y se temían las revueltas internas y al ataque francés desde el exterior. En esta situación, comenzó su gobierno. Nada más llegar a él, entre los meses de febrero y julio de este mismo año de 1646, envió ya un considerable grueso de ayudas militares y económicas para el mantenimiento de la Monarquía en Italia. Su actuación en Nápoles, sin embargo, pronto empezó a ser cuestionada. Tras su primer año en el cargo, la estabilidad política y social del Reino era muy frágil y se puso en entredicho desde el resto de los dominios del Imperio y desde el centro de la Monarquía. A finales de diciembre de 1646, su decisión de elevar la tasa de la fruta exacerbó los ánimos del pueblo produciéndose en consecuencia algunos altercados que le hicieron finalmente retraerse de su decisión. Estas tensiones continuaron y se vieron agudizadas al no conseguir ganarse la confianza de los diferentes grupos de poder que controlaban el Reino. Los meses de verano de 1647 fueron el escenario de una revuelta popular conocida como “revolución de Masanielo” ampliamente documentada por la historiografía y en la que intervinieron diversos sectores influyentes del poder autóctono (e incluso elementos llegados del exterior), y que supuso la pérdida del control político español y la consiguiente retirada del gobierno del virrey. Desde Münster, en agosto de 1647, Peñaranda y el marqués de Castel Rodrigo en la correspondencia que intercambiaron comentaban su temor por la situación en Nápoles mientras que se mantuviera allí al duque de Arcos, que según su parecer había perdido su prestigio en el país. En un intento de controlar este malestar social decretó las disposiciones necesarias para que el carnaval de 1648 resultase más espléndido que los anteriores con la intención de desviar la atención del pueblo de la crisis que se vivía. Esta decisión, sin embargo, inquietó aún más al resto de las facciones del Gobierno; el cardenal-arzobispo Ascanio Filomarino, por ejemplo, había suprimido la fiesta de San Juan Bautista en 1647 por temor a fomentar la agitación de los ánimos de la población. Desde Roma —a través del entonces embajador del monarca español en este territorio, Íñigo Vélez de Guevara, VIII conde de Oñate— se alertó a Madrid de la necesidad de mediar desde el centro de la Monarquía en esta situación con una actuación rápida ante la incapacidad del virrey de retomar el control del territorio. Felipe IV designó entonces al conde de Oñate nuevo virrey en Nápoles para reestablecer el control político perdido y envió a su vez a su hijo Juan José de Austria como poder militar para sofocar la revuelta. La llegada de Oñate y de don Juan se produjo casi al mismo tiempo, y Arcos, que en los últimos momentos de su permanencia en la ciudad tuvo que refugiarse en uno de sus bastiones militares, el Castel Sant’Elmo, abandonó el Reino de inmediato, el 19 de enero de 1648. De su gestión cultural durante el ejercicio de su cargo sólo se sabe que construyó la capilla real de palacio, destruida poco después por un incendio y reconstruida entre 1660 y 1668, con nuevas modificaciones en el siglo XVIII.

Encargó el proyecto, entre otros, a Giovanni Lanfranco (que decoró el nicho del altar mayor) o a Jusepe Ribera (que pintó una Concepción para el altar mayor). Este afamado pintor recibiría del virrey un trato privilegiado, ya que se sabe que durante su mandato se alojó en palacio para dirigir los trabajos que se estaban llevando a cabo en él.

Durante su ausencia de Marchena, su esposa la duquesa se había encargado de los asuntos propios de su casa, así como se había ocupado de la educación de sus dos hijos, que confió al padre jesuita Alonso de Covaleda. Tras su regreso a España, el duque se centró en volver a atender estos asuntos privados hasta el fin de sus días. En su villa de Marchena, estaba, por ejemplo, en el año de 1653 activamente comprometido con la defensa del dogma de la Concepción Inmaculada.

Tras su huida del Reino de Nápoles no participó, que se sepa, en ningún otro acontecimiento político de la Monarquía de relevancia.

 

Bibl.: L. Salazar y Castro, Crónica de las excelencias de la Casa de los Ponces de León, Madrid, Imprenta Real por Mateo Llanos y Guzmán, 1697; J. Mateu Ibars, Los virreyes de Valencia. Fuentes para su estudio, Valencia, Ayuntamiento, 1963, págs. 255-257; C. de Frede, I vicere spagnoli di Napolli (1503-1707), Roma, Newton & Compton editori s.r.l., 1996; D. García Hernán, Aristocracia y señorío en la España de Felipe II, la Casa de Arcos, Granada, Universidad, 1999; J. F. Gabardón de la Banda, El conjunto monumental del palacio de los Ponce de León y el convento de los terceros franciscanos de Sevilla, Sevilla, Fundación Enasesa (Empresa Municipal de Abastecimiento de Aguas de Sevilla), 2001; Lozano Navarro, La Compañía de Jesús en el estado de los duques de Arcos: el colegio de Marchena (ss. XVI-XVIII), Granada, Universidad, 2002; A. Minguito Palomares, Nápoles y el virrey conde de Oñate. La estrategia del poder y el resurgir del reino (1648-1653), Madrid, Sílex, 2011.

 

Ana Minguito Palomares