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Duarte Fernando Álvarez de Toledo Portugal Monroy y Ayala

Biografía

Álvarez de Toledo Portugal Monroy y Ayala, Duarte Fernando. Conde de Oropesa (VIII). ?, p. t. s. xvii – Madrid, 1.VII.1671. Virrey de Navarra, Valencia y Cerdeña, militar y diplomático.

Hijo de Fernando Álvarez de Toledo, VI conde de Oropesa y de Mencía de Pimentel Zúñiga. Heredó muy joven el condado en 1621 tras un período de inestabilidad sucesoria de la dinastía iniciado con su bisabuelo Juan, V conde de Oropesa, que murió en 1619 sin descendencia masculina, dejando el título a su nieto, el mencionado VI conde, que falleció dos años después. El VII conde, hermanastro legitimado de Duarte (probable hijo de Fernando con una plebeya), sobrevivió unos pocos meses a su padre. La intitulación completa de Duarte es la siguiente: VIII conde de Oropesa y VI de Deleitosa; marqués del Villar, III de Jarandilla y II de Frechilla; Caballero de la Orden de Alcántara; X Estoque Real de Castilla; gentil-hombre de cámara de Su Majestad.

El primer gran acto público en el que participó se debió a una prerrogativa secular de su familia: el Estoque Real; símbolo de la justicia que portaban los condes de Oropesa en las entradas públicas de los Reyes y en los actos de juramento a los príncipes de Asturias.

Cuenta el cronista Antonio Hurtado de Mendoza que el 7 de febrero de 1632, en una grandiosa ceremonia en la que las Cortes confirmaron al príncipe Baltasar Carlos, el joven conde portó “el estoque desnudo, sobre el hombro derecho, representando la justicia, preeminencia antigua de su casa”.

El siglo xvii es considerado como una etapa de crisis del estamento nobiliario en la Monarquía hispánica.

Los condes de Oropesa experimentaron esas dificultades especialmente, pues sufrieron un duro golpe con la Restauración portuguesa; al alinearse en el bando castellano perdieron sus numerosas posesiones lusas, hecho que se produjo precisamente durante el VIII condado. Duarte Fernando no fue una excepción en el endeudamiento general de los nobles de la época; se calcula que entre 1635 y 1665 recibió préstamos por valor de más de cien mil ducados, y hay constancia de la venta a algunas villas de su “independencia” para aliviar las maltrechas arcas de la Casa.

Las exigencias eran duras; sólo entre 1635 y 1638, Oropesa destinó sesenta mil ducados de sus censos en ayuda militar al Rey.

Precisamente, fue la carrera militar lo que hizo destacar a este noble cuyos antepasados más recientes no habían ocupado altos cargos (salvo su abuelo Duarte de Portugal, consejero de Estado con Felipe III). En 1635, Felipe IV le nombra comandante, iniciando el conde una importante trayectoria unida a la crisis de 1640. Fueron las mencionadas ayudas económico-militares a la Corona las que llevaron a Duarte Fernando hasta el cargo de virrey. Así lo relata José Pellicer sólo una década más tarde: “El año 1642 acompañó el conde Don Duarte a Su Majestad a la Jornada de Aragón, siendo Capitán de una de las Compañías de la nobleza de Castilla; en que gastó Ochenta Mil Ducados. De que se dio el Rey tan bien servido, que atendiendo a sus excelentes prendas, talento y cordura, en sus pocos años, le nombró por Virrey y Capitán General del Reino de Navarra”.

Oropesa tuvo un paso conflictivo por este puesto, obtenido en 1643. Su labor fue muy impopular por dos motivos principales que le enfrentaron a la Diputación: el humillante castigo público impuesto a ocho soldados navarros que habían desertado en Cataluña y, sobre todo, la exigencia de hacer una leva de mil hombres que reforzaran las maltrechas tropas reales.

El pulso entre el virrey y los diputados navarros lo ganaron los segundos; pasado el trienio, fue trasladado en 1645 tras haber conseguido formar el tercio de navarros.

Parece que Oropesa se ganó la confianza de Felipe IV; el mismo año que cesó como virrey y capitán general de Navarra, fue nombrado para ese puesto en el reino de Valencia. Allí la tensa situación se repitió con el Consell de Valencia en temas de recaudación de impuestos y reunión de tercios, hasta el punto de que (en palabras de Casey) a la altura de 1646 “parecía inevitable que Valencia siguiera el camino de Cataluña”. A partir de 1647, combinó algo mejor su papel de hombre fuerte del Rey con el de mediador entre éste y el reino, estrechando lazos con la oligarquía. Una nueva intromisión suya, esta vez en la política municipal valenciana (intentando abolir el sistema de elección o insaculació) por poco no “desembocó en una revuelta de la ciudad” (Casey). El conde fue relevado en 1650, antes de que concluyera su segundo trienio en el cargo. En esos cinco años son dignos de mención sus intentos de combatir el extendido bandolerismo que sufría el reino y sus medidas para paliar la terrible peste de 1647-1648.

Desde el 3 de noviembre de 1650, ocupó fugazmente el virreinato de Cerdeña, del que no llegó a tomar posesión, pues el 3 de julio de 1652 ya cobraba el estipendio como embajador extraordinario en la Santa Sede. El siguiente embajador de ese tipo ocupó su cargo en 1663, año en el que hay constancia del nombramiento de Duarte Fernando como presidente del Consejo de Órdenes. De esa manera, y bajo el reinado de Carlos II, comenzaba su carrera política en Madrid, promocionada por el nombramiento en 1669 como presidente del Consejo de Italia, y truncada por su muerte en 1671.

En torno a 1636, se había casado con Ana Mónica de Córdoba y Pimentel, VI condesa de Alcaudete. El primogénito de ambos, Manuel Joaquín Álvarez de Toledo y Portugal, IX conde de Oropesa, fue presidente del Consejo de Castilla y primer ministro.

Algunos autores sitúan a Duarte como VII conde de Oropesa. El problema está en dilucidar si el I conde fue Fernando Álvarez de Toledo Herrera o lo fue su hijo póstumo, Fernando Álvarez de Toledo y Zúñiga. Los historiadores que enumeran la Casa de Oropesa “a la baja” se basan en la sólida prueba del documento firmado por Isabel I en 1477, año en que, con seguridad, el primer Fernando no vivía.

Otros, registran a ambos personajes en la lista, lo que deja a Duarte como VIII conde; y ése es efectivamente su lugar en una genealogía coetánea (1652), “prologada” y encargada por el propio Duarte, lo que parece despejar cualquier duda. Según dicho manuscrito —que cita el documento— el título fue concedido por Enrique IV. Un niño no pudo haber servido “lealmente” a Isabel, como se observa en el texto de 1477; ¿entonces?, ¿refrendó la Reina el nombramiento de su hermano para atraerse a los señores de Oropesa?, ¿pretende el biógrafo anteponer a las luchas señoriales el abolengo de su elogiado conde? No existe monografía alguna que afronte esta contradicción, y ambos cardinales se dan por sentados en las respectivas obras contemporáneas.

 

Bibl.: J. Pellicer de Ossau y Tovar, El Estoque real de Castilla, 1652 (Biblioteca Nacional, Madrid, ms. 9907); J. Moreno de la Guerra y Alonso, Guía de la Grandeza, Madrid, Imprenta Parroquial, 1918; J. Mateu Ibars, Los Virreyes de Valencia. Fuentes para su estudio, Valencia, Ayuntamiento, 1963, págs. 257-263; Los Virreyes de Cerdeña. Fuentes para su estudio II. (1624-1720), t. II, Padova, CEDAM, 1968, págs. 75-82; O. García Gil y A. Fernández Arroyo, Oropesa, Señorío y Condado, Oropesa, A. Fdez. Arroyo, 1982, pág. 48; J. Casey, El Reino de Valencia en el Siglo xvii, Madrid, Siglo xxi, 1983, págs. 172-183, 209 y 223-224; J. M. Gutiérrez Rodríguez, Á. Moreno Tejero y J. M. Hernández Piña, Oropesa y los Álvarez de Toledo, Toledo, Diputación Provincial, 1985, págs. 27-28; H. Kamen, La España de Carlos II, Barcelona, Crítica, 1987, págs. 396-404; J. Gallastegui Ucin, Navarra a través de la correspondencia de los virreyes (1598-1648), Pamplona, Gobierno de Navarra, 1990, págs. 317-323; S. García Martínez, Valencia bajo Carlos II, Valencia, Ayuntamiento de Villena, 1991, págs. 149-162; J. del Burgo, Historia General de Navarra, t. III, Madrid, Rialp, 1992, págs. 813 y 822-826; M.ª P. García Pinacho (ed.), Los Álvarez de Toledo, nobleza viva, Segovia, Junta de Castilla y León, 1998, págs. 68, 109 y 117.

 

Antonio Juan Calvo Maturana

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